Obama ha
llegado a Cuba. Los déspotas, los
tiranos, los abominables gerifaltes del régimen criminal comunista reciben al
mandatario americano entre sonrisas y apretones de manos. La visita concita máxima expectación. El Presidente
no ha dudado en pisar suelo de La
Habana con su familia. Millones de ojos en todo el mundo les
observan, mientras ellos posan ante las cámaras en un acontecimiento calificado
como histórico. Barack Hussein Obama y Raul Castro se muestran satisfechos y
relajados. Me pregunto que se siente al tener entre tus manos las manos que han
dictado crueles condenas de inocentes; a qué huele el aliento de un viejo
dictador que mantiene en cuchitriles carcelarios a hombres enfermos, a
adolescentes, acusados de enemigos políticos del régimen; cómo las vísceras
reprimen el asco y la repugnancia de la íntima
cercanía de un liberticida, vanidoso y estúpido segundón, que hace solo unas
horas envía a su policía política
arrastrar hasta sus guaridas a los hombre y mujeres que gritaban y exigían
libertad, sobre las aceras de La Habana.
Imagino al viejo, al más viejo de los Castro, a Fidel, con un
pie en la tumba aferrado al poder esperando una muerte que parece no llegarle
nunca, y la nausea me invade y siento un inmenso desprecio por su miserable
vida de dictador comunista.
Busco respuestas, que espero encontrar en las palabras del Jefe de la Iglesia Católica , insigne
personalidad internacional que recientemente ha visitado Cuba. No se si dirigirme a él como Papa Francisco o
preferiría el amistoso tuteo de coleguilla que le confiere Pablo Iglesias, llamándole
a secas, Bergoglio. Al igual que Barack
Hussein Obama, también fue recibido con honores, sonrisas y parabienes por
Castro. Mi esfuerzo es baldío. Ni una
sola palabra de solidaridad encuentro para con los presos, los indefensos, los
sometidos y los amenazados por el régimen criminal comunista, que fuera
pronunciada por el hombre al que le llaman Santo Padre. Con la mirada al frente
y la sonrisa en ristre tuvo el Jefe del Estado del Vaticano, innumerables
palabras cargadas de buenas intenciones; diserto desde su púlpito, de lo divino y de lo humano, apelo de manera
genérica a la defensa de los valores cristianos. De sus labios salieron palabras con alas de
mosca, de vuelo corto. Palabras para las cámaras de las televisiones de todo el
mundo, miradas para los focos, sonrisas para los poderosos, y para los
ingenuos. Silencio, solo silencios, para
los oprimidos, los amenazados, los torturados, los asesinados por el régimen
comunista, su ufano anfitrión, vieja vedette y apolillada a los ojos de los
hombres y mujeres libres del Mundo. Tampoco los familiares de los presos políticos, las madres, las
esposas, las viudas y los niños tristes obtuvieron una palabra de compasión del
durisimo máximo representante de la
Iglesia católica en la Isla , al que le alcanzó el tiempo para todo menos
para llevar un minuto de consuelo hasta las almas agotadas en la lucha por la
libertad y la defensa de los derechos humanos en Cuba.
Leo
que el secretario de Estado de USA, se reunirá también en Cuba, con las FARC.
La organización terrorista colombiana tras arrastrar crímenes de lesa
humanidad, recibe el respaldo, el reconocimiento y la legitimidad de
interlocutor político nada menos que de los Estados Unidos de América. Las
negociaciones del Gobierno colombiano con la guerrilla terrorista comunista de
narcotraficantes avanzan en suelo
cubano. Apesta a sangre La
Habana.
Regreso
a casa y me encuentro con el rostro del terrorista al que se conocía en la
pomada sanguinaria del independentismo vasco
como “el Gordo”. Zapatero, el presidente socialista, describió a este delincuente como “hombre de
paz”, mientras llevaba a cabo sus componendas con la ETA. Ya está en la calle. El hombre cuyo historial
delictivo da la medida de lo que es capaz, ha vuelto a su casa en Vascongadas y
allí ha sido recibido entre vítores como un héroe. También en España se juega
al mus con terroristas y asesinos, y una vez repartida la mano, cuando alguno
se levanta de la mesa para, en un apretón, ciscarse en la memoria de sus
victimas, toma el relevo el oportuno politicastro emergente al que le sobran
dientes y le falta la mínima higiene, sobre todo moral. El terrorista dice
ahora que quiere ser el jefe del ejecutivo autonómico vasco, y que lo de la lucha
armada, convendría haberlo dejado antes. Que no ha sido funcional en los
minutos basura. No sé cual hubieran sido número adecuado de asesinados, aterrorizados,
amenazados y secuestrados, según la particular reflexión del “Gordo”, Otegui.
El caso es que le sobra vida, la suficiente para olvidar la incomodidad
carcelaria, y volver al bollo mientras que las victimas permanecen por siempre jamás
en el hoyo del olvido.
Aquí también
se mira para otro lado. Palabritas al viento y aires de normalización, dicen.
Las victimas se han hecho transparentes, incoloras. Son como un holograma
difuso y molesto. La ciudadanía esta mayoritariamente a los suyo, que no es
otra cosa, que la pasta, por abreviar. La pasta que tengo o que no tengo, la
que me llega para la hipoteca, o la que me falta, la pasta que debo, la pasta a
la que aspiro, la pasta gansa de las vacaciones… la pasta. Los tiempos de
crisis nos han zurrado de lo lindo a los españoles, nos ha pillado con el paso
cambiado, y la visa en números rojos. El que mas y el que menos se pregunta que
hay de lo mío, mientras el espectáculo de los políticos al uso, robando a manos
llenas, llevándoselo crudo, se ha vuelto obsceno e insoportable para la ciudadanía.
Mientras tanto, el Gordo, y la pléyade
de sanguinarios terroristas o sus simpatizantes, avanzan en su querencia de
pillar cacho, poder, y pasta, evidentemente, también pasta. Y en este contexto
tenemos a la izquierda española, para echar una mano donde se tercie si por
medio hay sillones, poltronas, cargos y renombre. Si hay que blanquear al Gordo,
se le blanquea, y a los muertos, que les den la tierra que haga falta para que
no molesten, y a la memoria, que le den …cal viva. Darle caña dura, a la memoria, pero a la reciente, no a la otra. Darle
matarile, del bueno, a la memoria de
Silvia, asesinada con seis años, de Miguel Angel Blanco, de las gemelitas de Alcaraz,
de Goyo Ordoñez…así hasta mas de mil asesinados, de heridos, de mutilados, de huérfanos y
viudas, centenares de miles de exiliados
vascos. Estos, las victimas, ¡chitón, a
callar¡, que viene el Gordo, Otegui, flanqueado por Iglesias y entre unos y
otros, dicen que nos van a arreglar la vida que nos queda, para que no nos
roben los Blesa, y los sindicalistas andaluces de los Eres, y los Ratos de
turno. Dicen, los salvadores, los mesías
e iluminados con la bombilla de Lenin,
que nos van a “normalizar”, para que la cosa del problema vasco, como
les gusta llamar a los años de plomo, de bombas, y de asesinatos, quede aseadita,
sin vencedores ni vencidos. Electroshock
a tutiplén a los rebeldes. A esas minorías contestonas, que no se dejan vapulear
y siguen clamando dignidad, memoria y justicia; a esos, mega dosis de televisión, adormidera de masas, a troche y moche. Que no, dicen poniéndose campanudos, que ya no
toca, que son tiempos nuevos y queda fatal hablar de muertos en las tertulias
de listillos empesebrados.
Así
las cosas, pareciera que en España a
puntito estamos de estrenar la tumba, flanqueada de floripondios de todo a 100, con los que pretenden adornar nuestro epitafio los miserables. Asistimos, de cuerpo presente y de voluntad ausente, a la
comedia bufa de su ideología totalitaria y casposa, con lenguaje “politiques” de
medio pelo. Sucio, por más señas.
Cuba,
Colombia, España… me pregunto en esta primera noche de primavera de 2016, qué
pensarán los muertos. Qué se dirán en sus tumbas, sin palabras que escuchar;
ahora que no tienen a nadie a quien
amar, ni ojos a los que pedir consuelo. Donde habrán ido, me pregunto, sus días
de luz que no amanecieron, los hijos que no alumbraron, los padres a los que no
despidieron, y las novias que no besaron, las pasiones que no sintieron. Y me
digo tristísima, que no peinaron sus
canas, y no acunaron a sus nietos, y no durmieron sus noches de amor, ni de
abandono, y no tejieron sus sueños. Nada, nada es ya, para los muertos matados
a traición, a escondidas, destrozada la nuca, bañados en la sangre del odio y
de la venganza. Torturados, por los Gordos del mundo, que siguen riendo,
hablando, fornicando. Que viven para contarlo. Que viven para mentirme.
Pobres
muertos, a los que arrancaron de cuajo su existencia despreciables diosecillos
de pacotilla, fulanos sanguinarios, sacamantecas de inocentes, hombres feroces
del saco, asesinos de la Libertad. Pobres
muertos, perdidas en el olvido sus vidas, únicas e irrepetibles, que no volverán,
que nunca jamás serán. Pobres muertos míos.