martes, 8 de marzo de 2011

FRIA TARDE DE ENERO…CHOCOLATE CALIENTE

La otra tarde quedé con una amiga de toda la vida para felicitarnos la entrada del nuevo año, sobre todo por haber sobrevivido a las Fiestas Navideñas sin problemas estomacales dignos de mención y manteniendo el peso solo unos insignificantes gramitos ligeramente por encima del habitual. Después de alegrarnos mutuamente por lo estupendas que nos encontrábamos la una a la otra, entre risas y a abrazos entramos en una cafería de esas que todavía mantienen mesitas redondas de cálida madera, olor a café y a bollos recién hechos. Elegimos una mesa libre cercana a un gran ventanal desde donde podíamos disfrutar del trasiego abrigado de la gente, que con un frío que pelaba, iban y venían de la tarjeta de crédito a la rebaja, cada cual cargando en sus bolsas multicolores los trofeos arrebatados a la cuesta de enero a precio de ganga. Di un vistazo a mi alrededor y pude comprobar, como, curiosamente, la clientela del local estaba compuesta por un mujerío variopinto y desigual, solo alterado por la presencia de niños, alguno en su cochecito, que con sus madres o abuelas, componían el paisaje interior del recinto. Recordaba de alguna manera a aquellos clubes de comienzos del siglo pasado donde los hombres iban a leer el periódico, fumar sus cigarros puros, y echar la partida, si se terciaba. En este caso, el público no le daba a los naipes, sino al palique, y los cigarrillos habían sido sustituidos por churros, bollería fina y algún zumito de fruta en bric.

En la medianía de Enero aun se podían ver en el escaparate de repostería roscones de reyes para acompañar el café, decorados con frutas escarchadas y bañados en un rocío de brillante azúcar, que escondían en su interior las diminutas figurillas infantiles de la buena suerte . ¿Cómo resistirse a su flamante presencia en la vitrina compartida con el resto de deleitosos bollitos suizos, azucaradas trenzas, nevadas ensaimadas, dorados cruasanes, palmeritas de chocolate etc.…? El roscón, finalmente, se alzó con el triunfo, y ganó por goleada a sus competidores y nos pedimos dos porciones para iniciar la merendola. Por si fuera poco, en un alarde de gozosa imprudencia, renunciamos al café y nos apuntamos a sendas tazas de chocolate bien calentito, mientras nuestras bocas se hacían agua, dispuestas a pagar gustosas el precio en calorías que hubiera menester. Entre tanto, hacíamos firme propósito de enmienda y planeábamos semanas venideras de áridos platos de lechuga aderezada con gotitas de limón, especies compasivas del paladar, y algún que otro vegetal de compaña, mientras disfrutábamos divertidas de nuestro gastronómico libertinaje.

Estando en estas y para retomar el hilo de la amistosa e intermitente relación que mantenemos desde hace años, remitimos la conversación a la última vez que nos habíamos visto. Se trataba de una reunión celebrada en casa de una prima mía y también amiga suya, con motivo de su cuarentaytantos cumpleaños, tantos "tantos" que casi llamaban a la innombrable puerta de los cincuenta. Ambas conocíamos a la mayor parte de los allí presentes, con más razón en mi caso, porque eran, como ya he dicho, parientes míos.

De todos es sabido que el cotilleo constituye un solaz entretenimiento de los primates superiores, al que se dedican entusiásticamente con un estilo propio e inconfundible de expurgaciones de insectos varios, muestras risueñas de dientes, colmillos y molares incluidos, empujones e inocentes tocamientos, juegos al que te pillo, y estridentes y divertidos gritos. Los humanos, seres a la par sociales y asesinos, no pudiendo ser menos que nuestros parientes peludos, practicamos el arte del chismorreo sutilmente perfeccionado, habiendo alcanzando altas cotas de refinamiento hasta convertirlo, en nuestro caso hispano, en un deporte de práctica nacional en el que no hay rival que nos tosa. Dicen las malas lenguas guiadas de lamentables cerebros, que esto de hacer trajes a diestro y siniestro es cosa que hacemos las mujeres mejor que nadie y que es prácticamente consustancial a nuestra naturaleza femenina.