jueves, 2 de julio de 2015

ARCHIVADA LA QUERELLA CONTRA ZAPATA... YO, SI ACUSO

El juez Pedraz de la Audiencia Nacional, archiva  la querella  contra el señor Zapata, concejal del Ayuntamiento de Madrid, por no considerar que sus twits constituyeran ofensa o humillación a las víctimas del terrorismo. Ha sido determinante en su decisión la carta remitida por Irene Villa, en la que le comunicaba al juez no sentirse humillada ni concernida por los “chistes” publicados por el ahora concejal de Madrid, miembro de Podemos. Acabo de leer el auto del Juez, y las motivaciones jurídicas de la decisión que ha tomado. No voy a reproducirlas en este momento, porque el auto esta publicado en todos los medios digitales y es sencillo acceder al mismo. No obstante, si voy a dedicar unas líneas a comentar la consideración que me merece este asunto, a  mi entender de suma gravedad.

Las redes sociales recogen millones de comentarios referentes a casi cualquier asunto divino o humano que podamos imaginarnos. En brevísimas líneas, centenares de miles de personas, convertidos en internautas, vuelcan sus opiniones, deseos, comunicaciones, que son de lectura y conocimientos público en todo el mundo. Es evidente, que no todos ellos pueden ser calificados de inocuos e inocentes, en uno u otro sentido. Sin embargo el contenido de lo publicado es de una naturaleza tan ingente, que se nos hace prácticamente imposible, el rastreo, valoración y control de todo aquello que se dice, que se propone, que se induce desde la red de redes que constituye Internet. Ni siquiera la detección y persecución de delitos tan aberrantes como la inducción al odio,  el desprecio a los derechos humanos, o simplemente, la comisión de crímenes horrendos como la pederastia, son tarea sencilla para los expertos policiales de todo el Mundo.

 Por otro lado, las democracias liberales, hemos hecho nuestra la libertad de expresión como un baluarte irrenunciable de nuestra sociedad. Sabemos que el control de la libertad de las comunicaciones por parte del poder político, es un menoscabo flagrante de nuestra libertad individual y así ha quedado reflejado en nuestras legislaciones. El caso del Sr. Zapata, entiendo que debe enmarcarse en este contexto y en ambos sentidos.

El señor Zapata es obvio que ha hecho uso de su libertad, utilizando como objeto de sus mensajes de la red social Twitter, a una víctima de los asesinos miembros de ETA, Irene Villa, a víctimas de asesinato y las torturas  más dolorosas que podemos imaginar, por parte de la delincuencia común como las niñas de Alcaser,  o a Marta del Castillo, asesinada vilmente y cuyos restos su familia no ha podido dar sepultura por la negativa de su asesino a indicar donde escondieron su cuerpo. También aludía al exterminio de millones de niños, mujeres y hombres  judíos, en los hornos crematorios de Alemania, a los que ubicaba en un cenicero convertidos en cenizas. Todas las alusiones  de estas víctimas de la mayor crueldad humana, se realizaban  por el  Sr. Concejal de la Alcaldesa Carmona, en un contexto de de canchondeo, de hilaridad, de chiste. Comentarios que movieran a la risa, al divertimento, de aquel que los leía.

En un plano menos risueño, el concejal llamaba a “hacer el amor”, lentamente dulce y lentamente, sobre un cadáver, el cadáver del alcalde de Alcorcón, una importante población de Madrid. Este último twitt está publicado en febrero de 2014. La sola imagen mental de, como se diría vulgarmente, echar un polvo sobre un cadáver, dice suficiente del personaje y de sus devaneos mentales, que imagino tendrán adecuada calificación en términos psicoanalíticos a la hora de tipificar la perversión y la sexualidad.

No tengo interés en valorar, si estos comentarios son o no merecedores de castigo en el orden penal. La legislación nacional, por cierto recientemente modificada, dará el tratamiento que merezca desde esta perspectiva la actividad twitera del Sr. Zapata, y de hasta donde es o no lícito que en el uso de su libertad utilice el sufrimiento de los seres humanos como vehículo de comunicación, la banalización del asesinato y el genocidio de inocentes provocando la risa en sus lectores. La Justicia, en el auto del Jueza Pedraza, se ha pronunciado y la causa ha sido archivada. Evidentemente, la decisión del juez me ha llamado enormemente la atención, pero no más que la innumerables actuaciones judiciales en relación con el terrorismo etarra en España y el tratamiento vejatorio que las víctimas de los asesinos han recibido de la Justicia politizada hasta extremos inconcebibles en cualquier país democrático del Mundo.

Por otro lado, una de estas víctimas, Irene  Villa, en uso de su libertad, ha manifestado no sentirse aludida ni humillada por el twit que a ella se refería.

Yo tengo mi opinión en relación con la actitud mantenida por la víctima, que entiendo no tengo por qué manifestar.  Una actitud contraria o distinta a la que Irene Villa ha mantenido, me hubiera parecido igualmente legítima, aunque no igualmente calificable.  Pero lo importante, aquello en lo que me parece realmente necesario poner el acento,  es en trascender (que no significa ignorar) de lo que esta  victima en particular manifiesta cuando judicialmente se la cita para declarar. Lo digo en el sentido, de que no podemos conocer la opinión de millones de judíos convertidos en pavesas a manos de los nazis alemanes,  de sus descendientes, de sus familiares dolientes. Tampoco podemos saber que diría la pobrecita Marta. Ellos no pueden enviarle una carta al Juez Pedraz, manifestándole que no se sienten concernidos. Ellos son víctimas de asesinato, de terrorismo, silentes, sin palabras, sencillamente porque están muertos. La cuestión no es, únicamente escuchar a las víctimas, sino establecer mecanismos para que a la defensa de su diginidad, en todo caso y en cualquier circunstancia, independientemente de si están vivas, muertas o heridas, física o psicológicamente, de si tienen voluntad, o capacidad, para hacer valer en los tribunales el respeto que se merecen. Un determinado acto es delictivo por la esencia de su naturaleza, independientemente de la percepción que del mismo tenga su víctima, siempre sujeta a indefensión.

Imaginemos un caso muy alejado del que nos ocupa. Imaginemos  que un hombre propina a su pareja (mujer, porque tiene que ser ¡mujer¡) un soberana paliza. Imaginemos que su víctima se niega a promover su denuncia. Imaginemos que la autoridad es sabedora de los malos tratos. Sería suficiente para la exculpación del maltratador que su víctima no ejerciera acciones legales contra él? Evidentemente, no. El auto del Juez Pedraz en mi opinión una verdadera basura jurídica. Pero, como ya he comento antes, no supone para mi ninguna sorpresa.

Irene Villa no acusa al Señor Zapata. Ha manifestado que no se siente concernida por sus comentarios públicos.
Yo, sin embargo, si me siento concernida. Yo, si acuso al Sr. Zapata.

Le acuso de causarme dolor y humillación, cuando a las víctimas de mi país asesinadas por ETA, de las que Irene Villa es un símbolo,  las hace objeto de sus cachondeos tiwteros. Yo, le acuso de causarme dolor  y humillación, cuando convierte la memoria del Holocausto judío en un mal chiste, al que imagino aplaudirán entre carcajadas los nazis más repugnantes que aun puedan existir. Yo, le acuso de causarme dolor y humillación, cuando menciona a las adolescentes de Alcaser despedazadas y torturadas, moviendo a la risa. Yo, le acuso de causarme dolor y humillación cuando cita el cuerpo de Marta del Castillo y lo hace en tono de broma mordaz para ridiculizar al Presidente de Gobierno, mientras sus padres llevan años llorando su ausencia.

Si, yo si acuso al Señor Zapata. No lo hago ante un juez.  No espero una sentencia. Yo,  le acuso, aquí, en esta mi casa virtual,  y le condeno a mí desprecio, porque como ciudadana, tengo derecho legítimo a la libertad de expresión, y en ese ámbito, en el de mi libertad personal, elijo estar al  lado de las víctimas de la tortura, del asesinato, de la humillación, ahora también, una vez más,  de la vejación de una Justicia indigna de tal nombre. Elijo intentar comprender su sufrimiento, elijo respetar y hacer respetar su memoria y su dignidad, aquello de lo que él, públicamente se ha mofado.

Yo, acuso a la Alcaldesa de Madrid, la Señora Carmena, como ciudadana libre, de un país democrático, de someterme a la humillación y a la vergüenza de colocar y mantener en un cargo público, pagado con mis impuestos, a una persona que ha puesto de manifiesto públicamente su bajeza moral, como Don Guillermo Zapata.