miércoles, 17 de mayo de 2017

LEY DE LA MEMORIA HISTORICA

Memoria histórica. Así la llaman y para mas concreción el concepto se ha desarrollado con rango de Ley, como tal es de obligado cumplimiento. La iniciativa no es nueva, fue con el Gobierno del inefable presidente socialista J.L. Rodríguez Z. cuando tuvo su aprobación parlamentaria.

Tengo que confesar que no he leído la norma legal de cabo a rabo. Conozco sus entresijos, mas que nada por las acciones ejecutivas que las distintas administraciones están llevando a cabo para implementarla. No es que me falte interés, es que me escasea el tiempo para menesteres tan tediosos. La izquierda, se ha empeñado en ganarle la guerra a Franco con casi 100 años de retraso, y no ve el momento de lanzar alguna dardo, misil o balazo (entiéndase que figurados) contra una supuesta derecha fascista que, al parecer, sigue pisándole el callo.

Me parecer verdaderamente asombroso que aún mantengan la esperanza en una victoria postrera sobre la otra España que según ellos, pervive por doquier y acecha oculta a la vuelta de la esquina de cada cita electoral en la que los ciudadanos le dicen nones a las izquierdas variopintas y con papeleta susceptible de ponerse en una urna. Con franqueza, debo decir que me mueve más el pasmo que el desprecio por este estado de ánimo en el que aun se debaten las izquierdas en España. Porque, lo único que mi razón alcanza a informarme es que aquellos españoles que mataron y murieron y a los que se supone pretenden recordar, están todos muertos. Los perdedores y los ganadores, los vencidos y los victoriosos, reposan en sus tumbas y son historia, ellos si, con todas las de la ley.

Pero volviendo a la Ley “de la memoria histórica”, es evidente que ambos términos no van más allá de la Guerra Civil y el posterior periodo de la Dictadura del General Franco. Tampoco llega más acá, la memoria. De tal modo, que el pretendido recuerdo no alcanza a los Gobiernos de la Segunda Republica, y la amnesia de vuelve absoluta a la hora de tener en consideración a los españoles que han sido asesinados a lo largo de casi cuatro décadas por terroristas comunistas/independentistas vascos, y algunos catalanes. Para las izquierdas la historia es selectiva y la memoria restrictiva, siempre al servicio de la causa propia del pensamiento único, el suyo; siempre instrumentada para contar los acontecimientos del pasado y del presente, desde su perspectiva totalitaria y amenazante.

En todo caso, la cuestión es que se han puesto manos a la obra, y entre consejos de sabios y doctas opiniones de historiadores de filiación evidente,  han cogido el callejero, y se han cepillado los nombres de las calles que les ha parecido oportuno. En este mismo orden de cosas se ha eliminado estatuas o señas del pasado calificadas  como ofensivas a la susodicha memoria. No voy a entrar en detalles pormenorizados de cada uno de los casos, que para quien tenga interés en ello están a su disposición en la red, tanto los personajes denostados por las sacrosantas cabezas pensantes, como sus biografías y las acciones de las que en su momento fueron protagonistas.

Me cuesta enormemente entrar en valoraciones que tengan que ver con los tiempos de la Republica, la Guerra, y de algún modo también, de la Dictadura. No soy experta en Historia, y lo que conozco de este tiempo, lo se por referencias familiares, como creo que nos sucede a la mayoría de los españoles que no somos niños. La información de que dispongo me ha llegado también, por lo mucho o poco que he podido leer al respecto, y mi conclusión es que, pese a todo, parecen existir razones rigurosas para que las matizaciones en el fondo de la interpretación de los acontecimientos históricos vayan cobrando una importancia, en mi opinión cada día mas relevante. Los hechos se circunscriben en su punto de partida,  al periodo de Gobierno Republicano, de carácter formalmente democrático, a una sublevación contra dicho gobierno por parte de una facción de los militares de ese Gobierno que desemboca en una fraticida guerra  y un posterior periodo de una Dictadura, en la medida en que las libertades políticas se mantuvieron eliminadas, que finalizo tras cuatro décadas, con la muerte, del dictador ya muy anciano.

El punto y final se puso hace ya cuarenta años. Desde entonces, ha llovido y diluviado todo tipo eventualidades sobre nuestro país. Hemos sufrido un terrorismo asesino proveniente de Vascongadas que ha causado más de mil muertos, decenas de miles de heridos, viudas y huérfanos, más de 200.000 exiliados políticos. En este tiempo de Democracia, hemos visto como las libertades ciudadanas de los españoles, en las Autonomías llamadas históricas, se han visto cercenadas con absoluta impunidad siempre encaminada a aniquilar  su percepción de pertenencia a la Nación española. Un ejemplo clarísimo ha sido las políticas lingüísticas contra el uso del Español. La libertad de expresión en el idioma oficial (cooficial en determinadas Autonomías) de España, su uso en la escuela, la administración y el comercio, o la cultura, se coarta bajo el acoso y el amedrentamiento por parte las autoridades autonómicas y sin intervención alguna por parte de los diferentes gobiernos nacionales. El Español, convierte a quien pretenda utilizarlo en un ciudadano de segundo clase, cuando no, en un proscrito o un marginado fundamentalmente en Cataluña o País Vasco, sin olvidar Valencia, Baleares o Galicia.

Recientemente, España ha sufrido el mayor atentado de Europa  por parte de un grupo terrorista supuestamente, yihadista, en el que perecieron 200 personas y cerca de mil resultaron heridas, en los días inmediatamente anteriores a unas elecciones generales, y nos dicen que, se ha dado carpetazo al magnicidio con el esclarecimiento de la verdad judicial, para a continuación añadir entre dientes, que los españoles no estamos preparados para conocer “que paso” el 11 de marzo de 2004 y como, posiblemente, se cambió de un tajo, el rumbo de la historia de nuestro país.  

En este mismo momento, los poderes locales, en este caso, la Autonomía Catalana, ha optado por pasarse la Constitución por el mismísimo arco del triunfo inguinal, y le hace corte de mangas al Tribunal Constitucional, al gobierno de la nación,  al Parlamento nacional, y se suena los mocos con las soberanía nacional que reside en el pueblo español, mientras el nacionalismo vasco entre pistoleros y bailadores de claque, mejor dicho, airosos danzarines de aurrescu aprovecha inmisericorde la indigencia moral para defender democráticamente la soberanía nacional de los sucesivos Gobiernos presididos por partidos supuestamente nacionales.  Puntualizo que me permito escribir en Castellano la denominación de la honorable danza, porque que es mi lengua materna y la lengua de Francisco de Quevedo y Villegas y el idioma de mi país. Si tengo tiempo y ganas, en otra vida, a lo mejor aprendo vascuence, y lo escribo con una enorme “k”, por ahora  y mientras yo decido, la cosa irá como va.

Es este contexto, la memoria ni esta ni se la espera, y lo de historia mueve directamente al cachondeo. Si queremos reír a mandíbula batiente, o llorar a lagrima viva, no tenemos mas que asomarnos a los textos educativos en los que las diferentes autonomías hacen el relato de su devenir en desde los tiempos pretéritos. Nunca mejor dicha la frase “la imaginación al poder”. Ahora  podríamos quizá decir con mayor propiedad “al poder por la imaginación”. Pero esto no sucede únicamente en los ámbitos educativos en poder de las autoridades autonómicas.  Los medios de comunicación afines a los variopintos independentismos y siempre al servicio del mejor postor, difunden sin sonrojo, cosas verdaderamente pintorescas revestidas de aires académicos. Así nos podemos  encontrar,  ya en el mismísimo Paleolítico con el nacimiento nada más ni nada menos, de la nación vasca¡ o una modernísima  democracia en plena Edad Media como Cataluña¡ o toparnos, así como que no quiere la cosa, con Breogán el mítico rey celta, que dicen las meigas gobernó Galicia hace la friolera de cerca de 4000 años, y ahora reivindicado por los independentistas gallegos como anclaje de su, identidad nacional… ¡faltaría mas¡

De memoria, no parece que andemos muy sobrados, y de historia, ya vemos como estamos en el muy deficiente, sin embargo, los políticos parecen haber tomado gusto a esto de dejar su huellita y tener su minuto de mezquina gloria a golpe de cambio del nombre de las calles, removiendo tumbas y desenterrando esqueletos. La más, la mejor, la tope guay, la number one de las tumbas: la tumba de Franco.

Esta semana se ha votado en el congreso y ha salido aprobada la propuesta de ley, de la exhumación los huesos de Franco del Monasterio del Valle de los Caídos. No tengo conocimiento de si sus señorías en su clarividencia habrán decidido que hacer con los huesos del cadáver del general. Tengo entendido que el Valle acoge, además, a miles de combatientes republicanos y del bando nacional. El tema me parece no tiene una pizca de comicidad. Francamente me cuesta comprender que mueve a la izquierda a tomar este tipo de decisiones aquí y ahora.

Me he preguntado muchas veces como sería la España republicana, la España de la Guerra Civil. He escuchado directamente las historias de aquel tiempo que cuentan personas muy mayores que aun recuerdan. Historia antitéticas, desde los dos lados, desde el enfrentamiento fraticida. Historias feroces y tristísimas de asesinatos injustos, de perdidas de vidas irreparables. Historias de asesinatos de adolescentes tiroteados en las tapias de los cementerios por ir a misa, y de mujeres humilladas y asesinadas por rojas y republicanas. De jovencísimos seminaristas tirados por los acantilados del Cantábrico y socialistas fusilados sin posibilidad de defensa alguna. Guerra entre vecinos de escalera, guerra entre hermanos, guerra entre clases, guerra entre creencias, guerra entre españoles que se mataron con  ferocidad, a dentelladas. Un millón de muertos, dicen. No se si tantos, fueron los muertos, si se, sin embargo, que fueron millones las lagrimas, millones las oraciones por los caídos de los dos bandos, millones de seres humanos entre madres, padres, novias, esposos e hijos, solos, perdidos, huérfanos. Fueron millones de españoles tristes, enfermos, desesperanzados, asustados, delatados y delatores. Envenenados de odio, a Dios y a los hombres. Impulsados a matar y a morir, ferozmente, sobre hielos tras las nevadas, bajo el sol de justicia; abocados a caer matados sobre las rocas y sobre los campos yermos porque los hombres que debían mecer la hoz sobre los trigos, cargaban con la guerra a cuestas, con el arma que le abriría de un balazo el corazón el vecino de calle, convertido por algún demonio, en enemigo.

Tiempo de de violencia y muerte, que no acabo del todo. La matanza entre las dos Españas inclino la victoria del lado del General Franco. Volvemos al juicio. Ahora si es evidente el calificativo de dictador para el jefe del Estado. 40 años de paz y 40 años sin libertades democráticas. Con decir Dictadura se dice todo, aunque no completamente. Faltan los matices de los que antes hablaba, del mismo  modo que definir como Republica democrática la Segunda Republica no describe con precisión la verdadera naturaleza de aquellos gobiernos de final de los años treinta. El contexto internacional europeo también cuenta y mucho. En la deriva de  los trágicos acontecimientos que tuvieron lugar en España estuvieron en gran medida inducidos por el clima político de la Europa entre guerras. Aquellos hombres que lideraron el enfrentamiento de las dos Españas eran como no podía ser de otra manera, fruto, producto de su tiempo. En mi opinión las posiciones adoptadas por la Republica devinieron paulatinamente y con enorme rapidez en  experiencias anarquistas, y socialcomunistas, fundamentalmente, y los modos, maneras, y actuaciones gubernamentales torpes, irresponsables, crueles y totalitarias fueron a encontrarse con su alter ego en las fuerzas nacionales dirigidas por el General Francisco Franco imbuido de una ideología totalitaria de corte fascista y firmemente decidido a plantarle cara al comunismo que había triunfado, sometido y masacrado a millones de rusos desde prácticamente comienzos de siglo. Finalmente fue el quien dirigiría el destino de España durante las siguientes cuatro décadas y lo hizo a su modo, como un caudillo. Sinceramente no tengo la menor duda de que de no haber sufrido una dictadura de corte fascista hubiéramos sido una republica comunista dentro del corral de influencia soviética. Me parece a  mí que las alternativas para España se debatían entre lo malo y lo peor, o lo peor y lo malo, según se quiera.

Debo insistir en que en absoluto tengo interés alguno en polemizar con los planteamientos que reivindican con trazo grueso la bondad arcangélica de la Republica, y sus defensores en la Guerra Civil. La legalidad, incluso del ejercicio del poder y la limpieza de  los sufragios que le dieron el gobierno de las fuerzas políticas republicanas están cada día más entredicho. Pero, en todo caso, y al margen de esta cuestión que no es baladí, muy al contrario, al hablar de legitimidad y de democracia, lo cierto es que en aquellos años millones de españoles sufrieron, en tiempo de supuesta paz y después en plena guerra, el acoso, la persecución, la amenaza y hasta la muerte, acusados de ir a misa, de ser burgueses o contrarrevolucionarios. De ser, simplemente de derechas.  Lo que vino después lo conocemos sobradamente. Un régimen, como ya he dicho antes, autoritario, dirigido por un caudillo, sin libertades civiles ni políticas, y su traducción en la coacción y la represión de todo aquel que pretendiera ejercer una oposición política al mismo.

Después de décadas hoy, las fuerzas políticas de izquierdas y nacionalistas/independentistas, pretenden refrescarnos la memoria histórica, dicen y para ello, borran  los nombres del callejero que consideran ofensivos a tal memoria, alcanzando su máxima expresión, en la exhumación del cadáver del General Franco. Todo esto tendría, de tener, algún sentido si, simultáneamente no hubiéramos tenido como partícipe en una  tertulia radiofónica todas las tardes durante años, en una emisora de ámbito nacional, a  una personaje como Santiago Carrillo cuya responsabilidad directa en el genocidio de Paracuellos es públicamente reconocida y hay que decir, que hipócritamente blanqueada con excusas infantiles que son un insulto a cualquier inteligencia por corta que sea; tendría algún sentido, de tenerlo, si figuras sobresalientes del Gobierno republicano y activos responsables en la guerra civil, como Dolores Ibarruri, la Pasionaria, miembro del Partido Comunista y mano derecha de Stalin en España no  hubieran dado nombre a calles y plazas en España por doquier, desde la llegada de la Democracia. He mencionado únicamente dos nombres, Carrillo e Ibarruri, porque ambos son, en mi opinión, exponentes de lo que fue, también,  la izquierda española en la preguerra y la propia Guerra Civil. Detrás de estos nombres, de estas figuras históricas, no se encuentra la defensa de la libertad, la defensa de la Democracia, de los derechos humanos. Al contrario, sus oscuras actuaciones están guiadas por su ideología comunista, totalitaria, liberticida y cruel. Miles de muertos de torturados están ligados a estos nombres. Ambos, sin embargo, han recibido y reciben, como tantos otros con los que comparten la historia en el bando republicano, honores y honra.

Después de vivir la dictadura del General Franco durante cuarenta años, nos queda la posibilidad de hacer historia ficción e imaginar una España republicana y comunista. Los países satélites de la Unión Soviética después de la Segunda Guerra mundial y durante la Guerra Fría hasta el derrumbamiento del comunismo en Europa nos pueden dar alguna pista. Francamente las conclusiones son, en mi opinión, obvias y evidentes. Doscientos  millones de muertos en el mundo por causa de la ideología comunista clarifican bastante las cosas. Ningún régimen criminal y totalitario puede defenderse  o legitimarse como una alternativa, de transformación, de solución de los problemas políticos, sociales o económicos, en ninguna circunstancia, bajo  ningún concepto,  ni en el pasado ni en el presente.

La ley de la Memoria Histórica en España es, en mi opinión, una muestra lamentabilísima del perdurable enconamiento del odio hacia la que consideran la otra España. Es una imposición pseudodemocrática  producto de una supuesta supremacía moral que plantea como indiscutibles e incuestionables el relato de la Historia diseñado a su medida y desde su obligo.

En mi opinión hace muchísimo tiempo que a los españoles ni Franco ni Hazaña les quitan el sueño. Es, creo yo, el momento de la Historia, del trabajo honesto los historiadores, del ejercicio en libertad y sin prejuicios del análisis riguroso y veraz de nuestro pasado, y desde esa perspectiva, dejar descansar a los muertos. A todos los muertos. Da vergüenza ajena contemplar el odio y el regusto de personajes políticos a los que solo les queda babear como hienas, contemplando la carroña con la que alimentar su ego, su diminuta y mezquina talla política, en un espectáculo incomprensibe y obsceno.

Desde mi libertad nada me lleva a defender lo que para mi es indefendible, y mi posición radicalmente democrática me permite contemplar con nitidez todo lo que de abominable tuvo el régimen franquista. Con idéntica claridad puedo decir que, en  mi opinión, la Republica no fue ejemplo de democracia, sino que más bien, de todo lo contrario. Gestó en su corto tiempo de vida, las condiciones en las que desde La responsabilidad de sus gobiernos dirigidos por políticos de ideología socialcomunista y anarquista,  se violaron gravísimamente y de una manera insostenible e insoportable, los derechos políticos y civiles, y se aniquilaron los derechos humanos en España.

La Guerra Civil española  fue una guerra entre hermanos. No se  me ocurre mayor mayor sufrimiento y mayor indignidad para una Nación, para que ahora, después de casi 100 años, vengan algunos con lecciones de moral a examinarnos de pureza democrática.

No pueden dar más pena y más asco.