martes, 22 de marzo de 2016

MELANCOLIA

Obama ha llegado a  Cuba. Los déspotas, los tiranos, los abominables gerifaltes del régimen criminal comunista reciben al mandatario americano entre sonrisas y apretones de manos.  La visita concita máxima expectación. El Presidente no ha dudado en pisar suelo de La Habana con su familia. Millones de ojos en todo el mundo les observan, mientras ellos posan ante las cámaras en un acontecimiento calificado como histórico. Barack Hussein Obama y Raul Castro se muestran satisfechos  y relajados. Me pregunto que se siente al tener entre tus manos las manos que han dictado crueles condenas de inocentes; a qué huele el aliento de un viejo dictador que mantiene en cuchitriles carcelarios a hombres enfermos, a adolescentes, acusados de enemigos políticos del régimen; cómo las vísceras reprimen el asco y la repugnancia de la  íntima cercanía de un liberticida, vanidoso y estúpido segundón, que hace solo unas horas envía  a su policía política arrastrar hasta sus guaridas a los hombre y mujeres que gritaban y exigían libertad, sobre las aceras de La Habana. Imagino al viejo, al más viejo de los Castro, a Fidel, con un pie en la tumba aferrado al poder esperando una muerte que parece no llegarle nunca, y la nausea me invade y siento un inmenso desprecio por su miserable vida de dictador comunista.

Busco respuestas, que espero encontrar  en las palabras del Jefe de la Iglesia Católica, insigne personalidad internacional que recientemente ha visitado Cuba.  No se si dirigirme a él como Papa Francisco o preferiría el amistoso tuteo de coleguilla que le confiere Pablo Iglesias, llamándole a secas, Bergoglio.  Al igual que Barack Hussein Obama, también fue recibido con honores, sonrisas y parabienes por Castro. Mi esfuerzo es baldío.  Ni una sola palabra de solidaridad encuentro para con los presos, los indefensos, los sometidos y los amenazados por el régimen criminal comunista, que fuera pronunciada por el hombre al que le llaman Santo Padre. Con la mirada al frente y la sonrisa en ristre tuvo el Jefe del Estado del Vaticano, innumerables palabras cargadas de buenas intenciones; diserto desde su púlpito,  de lo divino y de lo humano, apelo de manera genérica a la defensa de los valores cristianos.  De sus labios salieron palabras con alas de mosca, de vuelo corto. Palabras para las cámaras de las televisiones de todo el mundo, miradas para los focos, sonrisas para los poderosos, y para los ingenuos. Silencio, solo silencios,  para los oprimidos, los amenazados, los torturados, los asesinados por el régimen comunista, su ufano anfitrión, vieja vedette y apolillada a los ojos de los hombres y mujeres libres del Mundo.  Tampoco los familiares  de los presos políticos, las madres, las esposas, las viudas y los niños tristes obtuvieron una palabra de compasión del durisimo máximo representante de la Iglesia católica en la Isla, al que le alcanzó el tiempo para todo menos para llevar un minuto de consuelo hasta las almas agotadas en la lucha por la libertad y la defensa de los derechos humanos en Cuba.

Leo que el secretario de Estado de USA, se reunirá también en Cuba, con las FARC. La organización terrorista colombiana tras arrastrar crímenes de lesa humanidad, recibe el respaldo, el reconocimiento y la legitimidad de interlocutor político nada menos que de los Estados Unidos de América. Las negociaciones del Gobierno colombiano con la guerrilla terrorista comunista de narcotraficantes  avanzan en suelo cubano. Apesta a sangre La Habana.

Regreso a casa y me encuentro con el rostro del terrorista al que se conocía en la pomada sanguinaria del independentismo  vasco como “el Gordo”. Zapatero, el presidente socialista,  describió a este delincuente como “hombre de paz”, mientras llevaba a cabo sus componendas con la ETA.  Ya está en la calle. El hombre cuyo historial delictivo da la medida de lo que es capaz, ha vuelto a su casa en Vascongadas y allí ha sido recibido entre vítores como un héroe. También en España se juega al mus con terroristas y asesinos, y una vez repartida la mano, cuando alguno se levanta de la mesa para, en un apretón, ciscarse en la memoria de sus victimas, toma el relevo el oportuno politicastro emergente al que le sobran dientes y le falta la mínima higiene, sobre todo moral. El terrorista dice ahora que quiere ser el jefe del ejecutivo autonómico vasco, y que lo de la lucha armada, convendría haberlo dejado antes. Que no ha sido funcional en los minutos basura. No sé cual hubieran sido número adecuado de asesinados, aterrorizados, amenazados y secuestrados, según la particular reflexión del “Gordo”, Otegui. El caso es que le sobra vida, la suficiente para olvidar la incomodidad carcelaria, y volver al bollo mientras que las victimas permanecen por siempre jamás en el hoyo del olvido.

Aquí también se mira para otro lado. Palabritas al viento y aires de normalización, dicen. Las victimas se han hecho transparentes, incoloras. Son como un holograma difuso y molesto. La ciudadanía esta mayoritariamente a los suyo, que no es otra cosa, que la pasta, por abreviar. La pasta que tengo o que no tengo, la que me llega para la hipoteca, o la que me falta, la pasta que debo, la pasta a la que aspiro, la pasta gansa de las vacaciones… la pasta. Los tiempos de crisis nos han zurrado de lo lindo a los españoles, nos ha pillado con el paso cambiado, y la visa en números rojos. El que mas y el que menos se pregunta que hay de lo mío, mientras el espectáculo de los políticos al uso, robando a manos llenas, llevándoselo crudo, se ha vuelto obsceno e insoportable para la ciudadanía.  Mientras tanto, el Gordo, y la pléyade de sanguinarios terroristas o sus simpatizantes, avanzan en su querencia de pillar cacho, poder, y pasta, evidentemente, también pasta. Y en este contexto tenemos a la izquierda española, para echar una mano donde se tercie si por medio hay sillones, poltronas, cargos y renombre. Si hay que blanquear al Gordo, se le blanquea, y a los muertos, que les den la tierra que haga falta para que no molesten, y a la memoria, que le den …cal viva. Darle caña dura, a  la memoria, pero a la reciente, no a la otra. Darle matarile, del bueno,  a la memoria de Silvia, asesinada con seis años, de Miguel Angel Blanco, de las gemelitas de Alcaraz, de Goyo Ordoñez…así hasta mas de mil asesinados,  de heridos, de mutilados, de huérfanos y viudas,  centenares de miles de exiliados vascos. Estos, las victimas,  ¡chitón, a callar¡, que viene el Gordo, Otegui, flanqueado por Iglesias y entre unos y otros, dicen que nos van a arreglar la vida que nos queda, para que no nos roben los Blesa, y los sindicalistas andaluces de los Eres, y los Ratos de turno.  Dicen, los salvadores, los mesías e iluminados con la bombilla de Lenin,  que nos van a “normalizar”, para que la cosa del problema vasco, como les gusta llamar a los años de plomo, de bombas, y de asesinatos, quede aseadita,  sin vencedores ni vencidos. Electroshock a tutiplén a los rebeldes. A esas minorías contestonas, que no se dejan vapulear y siguen clamando dignidad, memoria y justicia;  a esos, mega dosis de televisión,  adormidera de masas, a troche y moche.  Que no, dicen poniéndose campanudos, que ya no toca, que son tiempos nuevos y queda fatal hablar de muertos en las tertulias de listillos empesebrados.  

Así las cosas, pareciera que  en España a puntito estamos de estrenar la tumba, flanqueada de floripondios  de todo a 100, con los que pretenden adornar  nuestro epitafio los miserables. Asistimos,  de cuerpo presente y de voluntad ausente, a la comedia bufa de su ideología totalitaria y casposa, con lenguaje “politiques” de medio pelo. Sucio, por más señas.

Cuba, Colombia, España… me pregunto en esta primera noche de primavera de 2016, qué pensarán los muertos. Qué se dirán en sus tumbas, sin palabras que escuchar; ahora que  no tienen a nadie a quien amar, ni ojos a los que pedir consuelo. Donde habrán ido, me pregunto, sus días de luz que no amanecieron, los hijos que no alumbraron, los padres a los que no despidieron, y las novias que no besaron, las pasiones que no sintieron. Y me digo  tristísima, que no peinaron sus canas, y no acunaron a sus nietos, y no durmieron sus noches de amor, ni de abandono, y no tejieron sus sueños. Nada, nada es ya, para los muertos matados a traición, a escondidas, destrozada la nuca, bañados en la sangre del odio y de la venganza. Torturados, por los Gordos del mundo, que siguen riendo, hablando, fornicando. Que viven para contarlo. Que viven para mentirme.


Pobres muertos, a los que arrancaron de cuajo su existencia despreciables diosecillos de pacotilla, fulanos sanguinarios, sacamantecas de inocentes, hombres feroces del saco, asesinos de la  Libertad. Pobres muertos, perdidas en el olvido sus vidas, únicas e irrepetibles, que no volverán, que nunca jamás serán. Pobres muertos míos.