Memoria histórica. Así la llaman y para mas concreción el
concepto se ha desarrollado con rango de Ley, como tal es de obligado
cumplimiento. La iniciativa no es nueva, fue con el Gobierno del inefable
presidente socialista J.L. Rodríguez Z. cuando tuvo su aprobación
parlamentaria.
Tengo que confesar que no he leído la norma legal de cabo a
rabo. Conozco sus entresijos, mas que nada por las acciones ejecutivas que las
distintas administraciones están llevando a cabo para implementarla. No es que
me falte interés, es que me escasea el tiempo para menesteres tan tediosos. La
izquierda, se ha empeñado en ganarle la guerra a Franco con casi 100 años de
retraso, y no ve el momento de lanzar alguna dardo, misil o balazo (entiéndase
que figurados) contra una supuesta derecha fascista que, al parecer, sigue pisándole
el callo.
Me parecer verdaderamente asombroso que aún mantengan la esperanza
en una victoria postrera sobre la otra España que según ellos, pervive por
doquier y acecha oculta a la vuelta de la esquina de cada cita electoral en la
que los ciudadanos le dicen nones a las izquierdas variopintas y con papeleta
susceptible de ponerse en una urna. Con franqueza, debo decir que me mueve más
el pasmo que el desprecio por este estado de ánimo en el que aun se debaten las
izquierdas en España. Porque, lo único que mi razón alcanza a informarme es que
aquellos españoles que mataron y murieron y a los que se supone pretenden
recordar, están todos muertos. Los perdedores y los ganadores, los vencidos y
los victoriosos, reposan en sus tumbas y son historia, ellos si, con todas las
de la ley.
Pero volviendo a la
Ley “de la memoria histórica”, es evidente que ambos términos
no van más allá de la Guerra Civil y el posterior periodo de la Dictadura del General
Franco. Tampoco llega más acá, la memoria. De tal modo, que el pretendido
recuerdo no alcanza a los Gobiernos de la Segunda Republica ,
y la amnesia de vuelve absoluta a la hora de tener en consideración a los
españoles que han sido asesinados a lo largo de casi cuatro décadas por
terroristas comunistas/independentistas vascos, y algunos catalanes. Para las
izquierdas la historia es selectiva y la memoria restrictiva, siempre al
servicio de la causa propia del pensamiento único, el suyo; siempre
instrumentada para contar los acontecimientos del pasado y del presente, desde
su perspectiva totalitaria y amenazante.
En todo caso, la cuestión es que se han puesto manos a la
obra, y entre consejos de sabios y doctas opiniones de historiadores de
filiación evidente, han cogido el callejero,
y se han cepillado los nombres de las calles que les ha parecido oportuno. En
este mismo orden de cosas se ha eliminado estatuas o señas del pasado calificadas
como ofensivas a la susodicha memoria.
No voy a entrar en detalles pormenorizados de cada uno de los casos, que para
quien tenga interés en ello están a su disposición en la red, tanto los
personajes denostados por las sacrosantas cabezas pensantes, como sus
biografías y las acciones de las que en su momento fueron protagonistas.
Me cuesta enormemente entrar en valoraciones que tengan que
ver con los tiempos de la
Republica , la
Guerra , y de algún modo también, de la Dictadura. No soy experta en
Historia, y lo que conozco de este tiempo, lo se por referencias familiares,
como creo que nos sucede a la mayoría de los españoles que no somos niños. La
información de que dispongo me ha llegado también, por lo mucho o poco que he
podido leer al respecto, y mi conclusión es que, pese a todo, parecen existir
razones rigurosas para que las matizaciones en el fondo de la interpretación de
los acontecimientos históricos vayan cobrando una importancia, en mi opinión
cada día mas relevante. Los hechos se circunscriben en su punto de
partida, al periodo de Gobierno
Republicano, de carácter formalmente democrático, a una sublevación contra
dicho gobierno por parte de una facción de los militares de ese Gobierno que
desemboca en una fraticida guerra y un
posterior periodo de una Dictadura, en la medida en que las libertades
políticas se mantuvieron eliminadas, que finalizo tras cuatro décadas, con la
muerte, del dictador ya muy anciano.
El punto y final se puso hace ya cuarenta años. Desde entonces,
ha llovido y diluviado todo tipo eventualidades sobre nuestro país. Hemos
sufrido un terrorismo asesino proveniente de Vascongadas que ha causado más de
mil muertos, decenas de miles de heridos, viudas y huérfanos, más de 200.000
exiliados políticos. En este tiempo de Democracia, hemos visto como las
libertades ciudadanas de los españoles, en las Autonomías llamadas históricas,
se han visto cercenadas con absoluta impunidad siempre encaminada a aniquilar su percepción de pertenencia a la Nación
española. Un ejemplo clarísimo ha sido las políticas lingüísticas contra el uso
del Español. La libertad de expresión en el idioma oficial (cooficial en
determinadas Autonomías) de España, su uso en la escuela, la administración y
el comercio, o la cultura, se coarta bajo el acoso y el amedrentamiento por
parte las autoridades autonómicas y sin intervención alguna por parte de los
diferentes gobiernos nacionales. El Español, convierte a quien pretenda utilizarlo
en un ciudadano de segundo clase, cuando no, en un proscrito o un marginado fundamentalmente
en Cataluña o País Vasco, sin olvidar Valencia, Baleares o Galicia.
Recientemente, España ha sufrido el mayor atentado de Europa
por parte de un grupo terrorista
supuestamente, yihadista, en el que perecieron 200 personas y cerca de mil
resultaron heridas, en los días inmediatamente anteriores a unas elecciones
generales, y nos dicen que, se ha dado carpetazo al magnicidio con el
esclarecimiento de la verdad judicial, para a continuación añadir entre
dientes, que los españoles no estamos preparados para conocer “que paso” el 11
de marzo de 2004 y como, posiblemente, se cambió de un tajo, el rumbo de la
historia de nuestro país.
En este mismo momento, los poderes locales, en este caso, la
Autonomía Catalana, ha optado por pasarse la Constitución por el mismísimo arco
del triunfo inguinal, y le hace corte de mangas al Tribunal Constitucional, al
gobierno de la nación, al Parlamento
nacional, y se suena los mocos con las soberanía nacional que reside en el
pueblo español, mientras el nacionalismo vasco entre pistoleros y bailadores de
claque, mejor dicho, airosos danzarines de aurrescu aprovecha inmisericorde la
indigencia moral para defender democráticamente la soberanía nacional de los
sucesivos Gobiernos presididos por partidos supuestamente nacionales. Puntualizo que me permito escribir en Castellano
la denominación de la honorable danza, porque que es mi lengua materna y la
lengua de Francisco de Quevedo y Villegas y el idioma de mi país. Si tengo
tiempo y ganas, en otra vida, a lo mejor aprendo vascuence, y lo escribo con
una enorme “k”, por ahora y mientras yo
decido, la cosa irá como va.
Es este contexto, la memoria ni esta ni se la espera, y lo
de historia mueve directamente al cachondeo. Si queremos reír a mandíbula
batiente, o llorar a lagrima viva, no tenemos mas que asomarnos a los textos
educativos en los que las diferentes autonomías hacen el relato de su devenir
en desde los tiempos pretéritos. Nunca mejor dicha la frase “la imaginación al
poder”. Ahora podríamos quizá decir con
mayor propiedad “al poder por la
imaginación”. Pero esto no sucede únicamente en los ámbitos educativos en
poder de las autoridades autonómicas. Los medios de comunicación afines a los
variopintos independentismos y siempre al servicio del mejor postor, difunden
sin sonrojo, cosas verdaderamente pintorescas revestidas de aires académicos. Así
nos podemos encontrar, ya en el mismísimo Paleolítico con el
nacimiento nada más ni nada menos, de la nación vasca¡ o una modernísima democracia en plena Edad Media como Cataluña¡
o toparnos, así como que no quiere la cosa, con Breogán el mítico rey celta,
que dicen las meigas gobernó Galicia hace la friolera de cerca de 4000 años, y
ahora reivindicado por los independentistas gallegos como anclaje de su,
identidad nacional… ¡faltaría mas¡
De memoria, no parece que andemos muy sobrados, y de
historia, ya vemos como estamos en el muy deficiente, sin embargo, los políticos
parecen haber tomado gusto a esto de dejar su huellita y tener su minuto de mezquina
gloria a golpe de cambio del nombre de las calles, removiendo tumbas y
desenterrando esqueletos. La más, la mejor, la tope guay, la number one de
las tumbas: la tumba de Franco.
Esta semana se ha votado en el congreso y ha salido aprobada
la propuesta de ley, de la exhumación los huesos de Franco del Monasterio del
Valle de los Caídos. No tengo conocimiento de si sus señorías en su
clarividencia habrán decidido que hacer con los huesos del cadáver del general.
Tengo entendido que el Valle acoge, además, a miles de combatientes
republicanos y del bando nacional. El tema me parece no tiene una pizca de
comicidad. Francamente me cuesta comprender que mueve a la izquierda a tomar
este tipo de decisiones aquí y ahora.
Me he preguntado muchas veces como sería la España republicana, la España de la Guerra Civil. He escuchado
directamente las historias de aquel tiempo que cuentan personas muy mayores que
aun recuerdan. Historia antitéticas, desde los dos lados, desde el
enfrentamiento fraticida. Historias feroces y tristísimas de asesinatos
injustos, de perdidas de vidas irreparables. Historias de asesinatos de
adolescentes tiroteados en las tapias de los cementerios por ir a misa, y de
mujeres humilladas y asesinadas por rojas y republicanas. De jovencísimos
seminaristas tirados por los acantilados del Cantábrico y socialistas fusilados
sin posibilidad de defensa alguna. Guerra entre vecinos de escalera, guerra
entre hermanos, guerra entre clases, guerra entre creencias, guerra entre
españoles que se mataron con ferocidad,
a dentelladas. Un millón de muertos, dicen. No se si tantos, fueron los
muertos, si se, sin embargo, que fueron millones las lagrimas, millones las
oraciones por los caídos de los dos bandos, millones de seres humanos entre
madres, padres, novias, esposos e hijos, solos, perdidos, huérfanos. Fueron
millones de españoles tristes, enfermos, desesperanzados, asustados, delatados y
delatores. Envenenados de odio, a Dios y a los hombres. Impulsados a matar y a morir,
ferozmente, sobre hielos tras las nevadas, bajo el sol de justicia; abocados a
caer matados sobre las rocas y sobre los campos yermos porque los hombres que debían
mecer la hoz sobre los trigos, cargaban con la guerra a cuestas, con el arma
que le abriría de un balazo el corazón el vecino de calle, convertido por algún
demonio, en enemigo.
Tiempo de de violencia y muerte, que no acabo del todo. La
matanza entre las dos Españas inclino la victoria del lado del General Franco.
Volvemos al juicio. Ahora si es evidente el calificativo de dictador para el
jefe del Estado. 40 años de paz y 40 años sin libertades democráticas. Con
decir Dictadura se dice todo, aunque no completamente. Faltan los matices de
los que antes hablaba, del mismo modo
que definir como Republica democrática la Segunda Republica
no describe con precisión la verdadera naturaleza de aquellos gobiernos de
final de los años treinta. El contexto internacional europeo también cuenta y
mucho. En la deriva de los trágicos
acontecimientos que tuvieron lugar en España estuvieron en gran medida
inducidos por el clima político de la
Europa entre guerras. Aquellos hombres que lideraron el
enfrentamiento de las dos Españas eran como no podía ser de otra manera, fruto,
producto de su tiempo. En mi opinión las posiciones adoptadas por la Republica devinieron
paulatinamente y con enorme rapidez en experiencias anarquistas, y socialcomunistas,
fundamentalmente, y los modos, maneras, y actuaciones gubernamentales torpes, irresponsables,
crueles y totalitarias fueron a encontrarse con su alter ego en las fuerzas
nacionales dirigidas por el General Francisco Franco imbuido de una ideología
totalitaria de corte fascista y firmemente decidido a plantarle cara al
comunismo que había triunfado, sometido y masacrado a millones de rusos desde
prácticamente comienzos de siglo. Finalmente fue el quien dirigiría el destino
de España durante las siguientes cuatro décadas y lo hizo a su modo, como un
caudillo. Sinceramente no tengo la menor duda de que de no haber sufrido una
dictadura de corte fascista hubiéramos sido una republica comunista dentro del
corral de influencia soviética. Me parece a
mí que las alternativas para España se debatían entre lo malo y lo peor,
o lo peor y lo malo, según se quiera.
Debo insistir en que en absoluto tengo interés alguno en
polemizar con los planteamientos que reivindican con trazo grueso la bondad arcangélica
de la Republica ,
y sus defensores en la Guerra Civil.
La legalidad, incluso del ejercicio del poder y la limpieza de los sufragios que le dieron el gobierno de
las fuerzas políticas republicanas están cada día más entredicho. Pero, en todo
caso, y al margen de esta cuestión que no es baladí, muy al contrario, al
hablar de legitimidad y de democracia, lo cierto es que en aquellos años
millones de españoles sufrieron, en tiempo de supuesta paz y después en plena
guerra, el acoso, la persecución, la amenaza y hasta la muerte, acusados de ir
a misa, de ser burgueses o contrarrevolucionarios. De ser, simplemente de
derechas. Lo que vino después lo
conocemos sobradamente. Un régimen, como ya he dicho antes, autoritario,
dirigido por un caudillo, sin libertades civiles ni políticas, y su traducción
en la coacción y la represión de todo aquel que pretendiera ejercer una
oposición política al mismo.
Después de décadas hoy, las fuerzas políticas de izquierdas
y nacionalistas/independentistas, pretenden refrescarnos la memoria histórica,
dicen y para ello, borran los nombres del
callejero que consideran ofensivos a tal memoria, alcanzando su máxima
expresión, en la exhumación del cadáver del General Franco. Todo esto tendría,
de tener, algún sentido si, simultáneamente no hubiéramos tenido como partícipe
en una tertulia radiofónica todas las
tardes durante años, en una emisora de ámbito nacional, a una personaje como Santiago Carrillo cuya
responsabilidad directa en el genocidio de Paracuellos es públicamente
reconocida y hay que decir, que hipócritamente blanqueada con excusas
infantiles que son un insulto a cualquier inteligencia por corta que sea;
tendría algún sentido, de tenerlo, si figuras sobresalientes del Gobierno
republicano y activos responsables en la guerra civil, como Dolores Ibarruri, la Pasionaria , miembro del
Partido Comunista y mano derecha de Stalin en España no hubieran dado nombre a calles y plazas en España
por doquier, desde la llegada de la Democracia. He mencionado únicamente dos nombres,
Carrillo e Ibarruri, porque ambos son, en mi opinión, exponentes de lo que fue,
también, la izquierda española en la
preguerra y la propia Guerra Civil. Detrás de estos nombres, de estas figuras históricas,
no se encuentra la defensa de la libertad, la defensa de la Democracia, de los
derechos humanos. Al contrario, sus oscuras actuaciones están guiadas por su ideología
comunista, totalitaria, liberticida y cruel. Miles de muertos de torturados están
ligados a estos nombres. Ambos, sin embargo, han recibido y reciben, como
tantos otros con los que comparten la historia en el bando republicano, honores
y honra.
Después de vivir la dictadura del General Franco durante
cuarenta años, nos queda la posibilidad de hacer historia ficción e imaginar
una España republicana y comunista. Los países satélites de la Unión Soviética
después de la Segunda Guerra mundial y durante la Guerra Fría hasta el
derrumbamiento del comunismo en Europa nos pueden dar alguna pista. Francamente
las conclusiones son, en mi opinión, obvias y evidentes. Doscientos millones de muertos en el mundo por causa de
la ideología comunista clarifican bastante las cosas. Ningún régimen criminal y
totalitario puede defenderse o
legitimarse como una alternativa, de transformación, de solución de los problemas
políticos, sociales o económicos, en ninguna circunstancia, bajo ningún concepto, ni en el pasado ni en el presente.
La ley de la Memoria Histórica en España es, en mi opinión,
una muestra lamentabilísima del perdurable enconamiento del odio hacia la que consideran
la otra España. Es una imposición pseudodemocrática producto de una supuesta supremacía moral que
plantea como indiscutibles e incuestionables el relato de la Historia diseñado
a su medida y desde su obligo.
En mi opinión hace muchísimo tiempo que a los españoles ni
Franco ni Hazaña les quitan el sueño. Es, creo yo, el momento de la Historia , del trabajo
honesto los historiadores, del ejercicio en libertad y sin prejuicios del análisis
riguroso y veraz de nuestro pasado, y desde esa perspectiva, dejar descansar a
los muertos. A todos los muertos. Da vergüenza ajena contemplar el odio y el
regusto de personajes políticos a los que solo les queda babear como hienas,
contemplando la carroña con la que alimentar su ego, su diminuta y mezquina
talla política, en un espectáculo incomprensibe y obsceno.
Desde mi libertad nada me lleva a defender lo que para mi es
indefendible, y mi posición radicalmente democrática me permite contemplar con
nitidez todo lo que de abominable tuvo el régimen franquista. Con idéntica
claridad puedo decir que, en mi opinión,
la Republica
no fue ejemplo de democracia, sino que más bien, de todo lo contrario. Gestó en
su corto tiempo de vida, las condiciones en las que desde La responsabilidad de
sus gobiernos dirigidos por políticos de ideología socialcomunista y anarquista, se violaron gravísimamente y de una manera
insostenible e insoportable, los derechos políticos y civiles, y se aniquilaron
los derechos humanos en España.
La Guerra Civil española
fue una guerra entre hermanos. No se
me ocurre mayor mayor sufrimiento y mayor indignidad para una Nación,
para que ahora, después de casi 100 años, vengan algunos con lecciones de moral
a examinarnos de pureza democrática.
No pueden dar más pena y más asco.