Pasados los efluvios del día del Orgullo en Madrid, el
Ayuntamiento podemita y el gobierno autonómico pepero, han recogido y plegado
las banderitas arco iris para desempolvarlas en algún otro evento de naturaleza
sexo-propagandística. Los partidos políticos con representación parlamentaria
han echado carreras a ver quien llegaba más lejos en su defensa de los derechos
supuestamente vulnerados de aquella parte de la ciudadanía que cuya elección
sexual es la que ella ha decidido libremente ser.
Francamente no dejan de asombrarme estos fastos, estos
festejos, en los que la reivindicación y el homenaje se centran en las
preferencias sexuales de los individuos/as. Pensaba yo, al parecer presa de una
ignorancia supina, que la defensa de los derechos humanos recogida en nuestra
Constitución, era de carácter inclusivo, que hombres y mujeres
independientemente de su legítima opción sexual, se encontraban representados,
sin más.
Tampoco alcanzo a entender el eslogan, por otro lado, de
alcance internacional, que utilizan los ciudadanos de opción sexual homosexual,
bisexual, intersexual… y me permito dejarlo aquí, para no extenderme. Los
llamados colectivos LGTBI, hablan de las celebraciones como día del “Orgullo”.
Nunca se me hubiera ocurrido que practicar sexo, o elegir pareja con uno, con
una, o con ambos, tuviera mérito alguno del que sentirse orgulloso. El sexo, la
opción sexual, el intercambio sexual, no añade ni quita nada a la persona. Las opciones
sexuales están ahí, y cada uno determina cual es el campo en el que quiere
jugar. Incluso, debe tener la legítima opción libre, de no elegir ninguna y
mantenerse en la abstinencia sexual. Puestos a considerar opciones, más o menos
frecuentes, y sin recurrir al celibato por razones de índole religiosa como en
el caso de los monjes y monjas budistas y los sacerdotes, monjes y monjas
católicos, existen personas cuya opción es la a-sexualidad, y cuyo
interés por el sexo es nulo.
No se si los célibes, por uno u otro motivo, han
reflexionado sobre el orgullo que deben esgrimir ante el resto de la
ciudadanía, porque su elección haya sido la abstinencia. Por otro lado, los
ciudadanos y ciudadanas heterosexuales, no se si han caído en la cuenta de que
por abrumadora mayoría, además, deberían tomar las calles, y a grito pelado
lanzar consignas reivindicativas y folklóricas sobre lo estupendo, natural
y saludable que es copular, cuanto mas mejor, con el sexo opuesto.
A mi, para que decir otra cosa, no me gusta el numerito
multitudinario y carnavalesco de los fastos del llamado orgullo, en este caso,
me voy a permitir escribirlo con minúsculas, porque creo que no da para mas el
vocablo en esta ocasión. Me parece una fiesta banal, y carente de verdadera enjundia
reivindicativa. Probablemente porque aquí y ahora, no hay derechos cercenados,
ni menosprecio a las minorías, cuyas preferencias sexuales, no son la
heterosexualidad. La reivindicación se convierte en humo, a lo sumo, en una
fiesta de disfraces, cuando aquello que es supuestamente vulnerado
resulta que se encuentra protegido y defendido en la mismísima ley. No se puede
ir más allá en el reconocimiento de los derechos ciudadanos que su defensa
plasmada en la legislación derivada de la Carta Magna.
Otra cosa muy distinta es que bajo el argumento de la
reivindicación y la denuncia, los colectivos LGTBI, persigan la implantación en
la sociedad de determinados esquemas y modelos de familia, de pareja, de
creencias y modos de sexualidad. En este punto, es de reconocer, que la presión
ejercida por los lobby LGTBI ha sido eficaz y muy exitosa. Hasta el punto de
que el poder ejecutivo (por ahora autonómico) ha liderado la imposición legal
de la limitación del derecho de libertad expresión y educación, sobre lo que es
o no licito considerar y opinar en el ámbito de la libertad individual sobre
estos asuntos. Seria muy largo y tedioso enumerar en detalle los aspectos
legales de la Ley de Protección Integral contra la
LGTBIfobia y la Discriminación por Razón de Orientación e
Identidad Sexual aprobada en la Comunidad de Madrid por el
Gobierno de Cristina Cifuentes, por ejemplo. Baste decir que deja
meridianamente clara cual es la posición política del ejecutivo y del
legislativo autonómico, y lo que es mas, cual es la intención de los mismos, a
la hora de controlar e imponer a los ciudadanos su particular interpretación de
esta realidad. El poder político esta dispuesto a utilizar todos los
resortes de que dispone, con la mayor contundencia, es decir desde la coacción
de la ley y la penalización de la infracción de la misma, en la implantación de
la ideología que considera oportuna al respecto.
A mi, personalmente me parece mal, muy mal, fatal, por la
sencilla razón de que si bien los derechos humanos son incuestionables y la
dignidad de la persona es inherente a la misma independientemente de cualquier
otra consideración, los comportamientos individuales y colectivos, también los
sexuales, pertenecientes a LGTBI o heterosexuales, pueden ser, han sido, son y
serán, objeto de valoración ética, moral, o estética incluso, por parte del
resto de la sociedad. Intentar eliminar mediante la imposición legal y/o
mediante el adoctrinamiento educativo la libertad individual de juicio y
criterio respecto de las conductas humanas, también sexuales, creo que tendrá
un éxito aparente y formal, pero considero, sinceramente, que es intentar
ponerle puertas al campo. Hasta tal punto es así, que incluso desde el corazón
del colectivo LGTBI, surgen voces que, paradójicamente, comparten criterios con
posiciones esgrimidas desde ámbitos sociales muy críticos, por ejemplo, con los
modos y maneras llamémoslos benévolamente “peculiares” de expresión de lo
específicamente gay con las que no solo no se sienten identificados, sino que
les resultan ofensivas, inadecuadas y perjudiciales para sus intereses y su
proyección en libertad dentro de la sociedad.
Tengo la impresión de que asistimos a una eclosión un tanto
artificial y de postureo, de ensalzamiento del homosexualismo, y sus diversas y
extensas variables. Una vez más, parece que nos encontramos sometidos a
la imposición de lo políticamente correcto. En este caso, es el sexo, las
opciones sexuales, con lo que mercadean políticos, medios de comunicación
fundamentalmente. La imposición de la ideología de género, sin la que es
prácticamente imposible comprender como hemos llegado a la calificar de
“orgullo” la homosexualidad y el lesbianismo, la bisexualidad, intersexualidad,
etc., (es evidente que nadie menciona el orgullo al referirse a la
heterosexualidad), es un objetivo que se define perfectamente en los manuales y
programas de prácticamente todos los partidos políticos en las democracias
occidentales. No basta la igualdad en la diversidad, pareciera que se hace
indispensable ahondar, promover, difundir e implantar, la generalización de lo
particular, la socialización en las opciones sexuales naturalmente minoritarias.
Cuando digo “naturalmente” me refiero en sentido estricto y literal de la
palabra. Es natural y mayoritaria, la copulación y relación de pareja
heterosexual simplemente porque es indispensable en términos instintivos, para
la reproducción de la especie humana. Simplemente eso, de lo que no cabe
inferir, que la homosexualidad no sea una conducta sexual practicada por los
seres humanos, en mayor o menor medida, con mas o menos aceptación social, en
las sociedades y colectividades a lo largo de la historia. Por otro lado, es
una obviedad que la sociedades humanas, cualesquiera que sean, desde sus
más antiguos ancestros han sido mayoritariamente heterosexuales, y en
condiciones de especial dificultad de supervivencia para el grupo, ávidamente,
codiciosamente heterosexuales.
Al margen de estas cuestiones, podría debatirse ampliamente
sobre algunas de las reivindicaciones de la comunidad LGTBI, la fundamental, en
mi opinión, la adopción de niños huérfanos por parte de sus miembros. Mi
posición es nítida en este asunto: en absoluto reconozco tal derecho a los
adultos. Este enfoque me parece del todo equivocado, y esencialmente injusto.
El derecho a contemplar, no es el de los adultos, heterosexuales u homosexuales
etc., el derecho es el que asiste a los menores a tener una familia en la que
crecer, y evolucionar, en la que sentirse amados y protegidos. Y, en este
sentido, considero que un niño tiene el derecho a ser adoptado por una familia
compuesta por un padre y una madre, y a ser posible, compartirlos con hermanos.
No pongo en cuestión la capacidad de amar y cuidar adecuadamente a un menor por
parte de homosexuales o lesbianas, etc etc. Lo que planteo es que el niño o la
niña deben tener el derecho y la oportunidad, de crecer en una familia con
referentes paterno y materno. Insisto, en que el derecho de hombres y mujeres
adultas, heterosexuales, o lesbianas, u homosexuales, no debería, en mi opinión
ser objeto de planteamiento o discusión en este caso. Podrían argumentarse
múltiples razones, desde perspectivas muy diferentes que no entro a valorar en
este momento.
Para mí la cuestión es bastante simple, elemental si se
quiere. Somos hijos de la Naturaleza. Sofisticados, evolucionados y
culturalmente extraordinarios gigantes. Elegimos nuestras opciones sexuales,
las reconocemos en nuestras legislaciones, y garantizamos el derecho a la
dignidad de ciudadanos y ciudadanas que se identifican con cualquiera de estas
opciones, protegiendo los derechos humanos desde el reconocimiento de la
diversidad, pero eso en absoluto es óbice para tener muy presente a la hora de
regular la adopción de los menores, que nacemos de una mujer, que nuestra
llegada a la existencia se gesta en un útero y que este que no es un
receptáculo reproductivo, sino que forma parte de la naturaleza humana materna;
que para hacer realidad la vida, es condición biológica de nuestra especie la
fecundación de una mujer por el esperma de un hombre, que no es una semilla
inanimada, sino esencia y origen de la paternidad. Nos reconocemos a nosotros mismos,
independientemente de cualquier otra consideración, como los hijos de una
pareja heterosexual, de unos progenitores, padre y madre, hombre y mujer. Eso
es lo que yo deseo para los niños, que han perdido a los suyos. Ellos no pueden
elegir. Entiendo que el Estado esta obligado proteger prioritariamente el bien
mayor: el niño, siendo muy escrupuloso a la hora de ejercitar su tutela sobre
el menor, de no legislar en favor de los adultos, libres de elegir sus
opciones sexuales, permitan éstas o no su capacidad de procrear, en
detrimento de los mas débiles, los niños que necesitan y tienen derecho, (ellos
si) a ser miembros de una familia.
Podría argumentarse que existen en la actualidad los
llamados vientres de alquiler, técnicas de fertilización in vitro, “almacenes”
de óvulos descartados y donantes de esperma anónimos etc… Ciertamente que
la biotecnología permite técnicas de reproducción humana altamente
sofisticadas, pero eso no afecta al fondo del asunto que aquí se considera. La maternidad,
la paternidad y la filiación trascienden el ámbito de lo técnicamente
posible, para adentrarse en el territorio de la ética, de la moral, y de la
psique, tres aspectos estos que son el núcleo de la naturaleza individual y
social del hombre; forman parte indisociable de la esencia personal que nos
permite la autoidentificación como hijos de una madre y de un padre en términos
reales, pero sobre todo, en términos simbólicos.
Creo recordar que son veinticinco el número de países que
han permitido la adopción de niños por parejas del mismo sexo, yo me sitúo en
la posición que mantienen el resto de los países del Mundo.
Madrid es una ciudad maravillosa, mundana, dada al jolgorio
y a la fiesta, a las celebraciones y a los ritos. Sus calles se llenan con
decenas de miles de personas, en manifestaciones políticas multitudinarias, en
carnavales, en el desfile de los Reyes Magos, en las procesiones de Semana
Santa como la del Cristo de Medinaceli, que moviliza centenares de miles de
fieles por las calles. También, claro que si, en las fiestas del Orgullo Gay,
participa la ciudad con entusiasmo, porque son eso, una fiesta en la que se
cumple con toda la parafernalia de banderitas, enseñas y colorines con la que
se atavían los ciudadanos de cualquier condición sexual al ritmo de la fiesta
callejera. La diferencia muy notable a considerar es que en ninguno de
estos acontecimientos y manifestaciones, las autoridades políticas haciendo
pleno, se han empleado a fondo junto con los medios de comunicación social,
dando una cobertura extraordinaria, llamando a la población a participar en las
mismas e invirtiendo recursos económicos y de toda índole, de manera
absolutamente desmedida, y en mi opinión, injustificada. Ellos sabrán porque.
Yo creo intuirlo.
En todo caso, una vez más, miembros colectivo LGTBI se
ha comportado en las calles, haciendo uso de su libertad, como ya nos tiene
acostumbrados y hemos asistido a imágenes en las que se ha insultado y vejado
las creencias y símbolos religiosos católicos, se han utilizados modos y
maneras de expresión de dudoso respeto a los menores, se ha hecho alarde de
gestos obscenos en la calle publica, se ha practicado sexo de manera
francamente sucia, en portales, en rincones y parques de la ciudad. En fin, yo
creo que si este colectivo tiene verdadero interés en ser, como no puede ser de
otro modo, respetado por la ciudadanía deberían hacérselo mirar desmarcándose
de imágenes tan poco edificantes como los patéticos cueros y dominaciones que
se arrastran por las aceras, obscenidades, y postureo pretendidamente
escandalizante en la vía pública, que los medios de comunicación difunden
profusamente para vergüenza ajena, lo que debería ser de propia vergüenza.
Por otro lado, y a la postre, tengo la sensación de que no
tanto como champán, si no mas bien, como la gaseosa, la fiesta ha pasado en un
chim-pump, esfumándose como las burbujas que se diluyen en un tinto de verano
peleón. Eso ha sido todo. A mi me parece mas bien poco para tan insistente
vocerío y relumbrón.
Habría que preguntarse de donde sacan los colectivos
LGTBI pa tanto como destacan, como decía la canción. La respuesta
nos daría seguramente la clave para entender en gran medida, de donde venimos,
pero sobre todo, hacia donde vamos, y decidir, si es ese el camino que queremos
recorrer, si estas son nuestras banderas. O no