Mareando la perdiz. He perdido la
cuenta del tiempo que los líderes de los principales partidos políticos llevan
buscando, supuestamente, la solución que desenrede el nudo gordiano en que se ha convertido la
gobernabilidad de Nación. La ciudadanía
asiste entre bostezos y bocinazos, según el pié con el que nos hayamos
levantado, a la escenificación de las negociaciones, conversaciones, citas,
ruedas de prensa, declaraciones, intervenciones televisivas, twits etc, etc,
que PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos protagonizan desde que los resultados en las
urnas revelaron que los españoles, optamos
por alternativas políticas suficientemente diversas como para dificultar
extremadamente una mayoría de gobierno.
Este hecho que, a mi modo de ver, es incontestable, evidente y claro como el
agua cristalina, resulta, sin embargo, que ha llevado desde el minuto cero a
las distintas formaciones a intentar
desaforadamente pactos y propuestas a troche y moche, ofreciendo y sugiriendo acuerdos
a izquierda y derecha, con el resultado de nulidad absoluta, de esfuerzos
baldíos y de una inconmensurable pérdida de tiempo. Parecieran sus señorías pollos sin cabeza,
aturdidos, y balbuceantes, buscando salidas a tontas y a locas, con tal de
satisfacer sus muy legítimos intereses. A veces su patetismo mueve a la sonrisa
y otras al gesto agrio; las mas de las
ocasiones resultan insoportablemente tediosos repitiendo como loritos bobos consignas
imposibles, llamamientos a consensos desnaturalizados, y dando la impresión de
que sus palabras ocultan intereses inconfesables. Se encuentran en reuniones
que llaman discretas, en las que parecieran diseñarse estrategias de puñalada
trapera, en cualquier dirección guiada por la oportunidad, y dirigida al socio
o al adversario indistintamente, atributo este en constante cambio.
El PP se ofrece al PSOE, el
PSOE llega a acuerdos con Ciudadanos,
que a su vez, busca la colaboración del PP, ¡¡ pero sin Rajoy ¡¡, mientras los
socialistas avisan que de pacto con PP ni hablar, ni con Mariano ni sin él; dice Sanchez, que
él se encontraría cómodo con Podemos, , mientras Iglesias plantea un no como la catedral de Burgos al señor Rivera,
socio de de Sanchez, a lo que Rivera poniéndose estupendo contesta que él con
Podemos, a ninguna parte. Mientras
tanto, como mariposillas frivolonas, los
independentistas de todo pelaje y condición, desde los filoterroristas vascos
de Bidu, pasando por el catolicísimo PNV, ultra-mega izquierda de las CUP,
Esquerra Republicana, las “mareas diversas”, los de CIU del 3% de toda la
vida, revolotean a ver como pueden hacer
valer su presencia en el Parlamento, y venden sus votos, a cambio de dar un paso adelante, uno más, en
su objetivo natural de primero, o
simultáneamente, robar y destruir la
Nación española. El
partido de Albert y el de Mariano, por ahora, tienen claro que con
independendistas, no tienen nada que decirse abiertamente. Por lo bajini, eso ya es harina de otro costal. Ya sabemos
que en política hay que hablar de todo, con todo el mundo y que los escrúpulos tienen poco recorrido. Sabemos
por desgraciada experiencia que cuando pintan bastos, no se hace ascos prácticamente
a nada, ni siquiera las pistolas asesinas sobre la mesa han trazado líneas
rojas moralmente infranqueables en España. De manera que no se trata de ser de optimista o pesimista, o de tener
neutralidad de ánimo, es que, sencillamente la aritmética se impone testaruda y
ninguna de las opciones exploradas es
suficiente en términos numéricos para desembocar en una mayoría de Gobierno.
Aun así, desde los medios, cada uno desde su particular interes,
impele a los distintos partidos a buscar
y a encontrar acuerdos. Oigo decir que los españoles hemos decidido en las urnas que no haya mayorías claras en el
Parlamento, y que en el pacto está la solución a nuestra maltrecha situación
democrática. Escucho que estamos en un tiempo nuevo, abocados a la experiencia
de una manera diferente de hacer política. Que los partidos llamados emergentes,
nacidos de la fragmentación del voto, tienen la palabra y deben tener su merecido
protagonismo. En fin, parece que deberíamos haber descubierto la panacea y sin
embargo, el tiempo transcurre en una especie de calma chica que aburre a las
ovejas, mientras esperamos a que sus
señorías tengan a bien convocarnos a las urnas de una maldita vez, a ver si,
como si tratara de una segunda vuelta, los españoles nos decidimos por mayorías
más claras que permitan una mas sencilla gobernabilidad.
A
mi no me parece, en absoluto, que estemos ante un escenario
esperanzador. Es verdad que la realidad política es hoy en mayor medida multipartidista, pero eso, no es
necesariamente es positivo en si mismo, en términos democráticos. En primer
lugar, porque si hemos llegado al nacimiento y éxito de partidos nuevos en la esfera política con
capacidad de influir y hacer progresar nuestra democracia, no se ha debido a
que sus propuestas novedosas que hayan generado un entusiasmo extraordinario.
Más bien ha sido el resultado de la previa degradación de la ética política, de una corrupción
insoportable, y de una crisis económica gravísima, por no hablar de los agentes
externos interesados de manera inequívoca en dar voz, imagen y rios de tinta, a
determinadas opciones y negárselas con igual tenacidad a otras. Por otro lado, la sombra alargada del auge del
populismo de izquierdas más peligroso, encarnado en políticos de dudosísima
trayectoria democrática ha cobrado una fuerza inusitada y eso lejos de ser una
alternativa que induzca al optimismo, da motivos sobrados para la inquietud.
Partidos comunistas rebautizados al modo y manera de la modernidad mas
inmediata, hacen uso intensivo de los medios de comunicación y de imagen
poderosísimos, de las redes sociales, de internet, y de todos los medios
audiovisuales en general. Aplican metódicamente y de manera ejemplar, las
técnicas de propaganda y adoctrinamiento de masas que no por ser archiconocidas
dejan de ser eficaces. De manera que una parte muy importante de esos movimientos
autoproclamados “regeneradores” desde la
izquierda, no son otra cosa, que formulismos totalitarios, simples y
elementales. Antiguallas casposas que se alimentan, como siempre ha sido, de lo
peor de nuestras sociedades, de nosotros mismos, de nuestras mezquindades, envidias, desgracias
y frustraciones.
De manera que de novedoso, innovador e ilusionante, en general, el panorama tiene poco, más bien
todo contrario. Una reflexión serena nos
llevaría a concluir que es momento para la precaución, y la firmeza, porque si
bien es indispensable avanzar, mejor hacerlo con prudencia cuando tenemos tan
cerca el abismo. Pese a todo, yo creo que esta situación un poco
desconcertante y muy compleja era ineludible, sencillamente inevitable. Nuestros
políticos, nos han mentido, nos han robado. Nos han insultado con su despotismo, con su
indiferencia, con su soberbia, con sus malas artes y con sus conductas
delincuentes. Se han comportado con una
avaricia voraz, con una codicia feroz, y lo que es peor, con absoluta impunidad
durante décadas. Esto ha sido así con gobiernos de diferente color, con los
gobiernos del PSOE, con los gobiernos del PP, en gobiernos autónomicos nacionalistas, en ayuntamientos o
en diputaciones. Da igual en la
dirección que pongamos la mirada, siempre encontramos un político robando y
riendo. Riéndose de nosotros, de los que le pagamos el sueldo, al muy
miserable.
La ciudadanía española, tan dada
en ir “a lo suyo”, se ha puesto de uñas cuando le han tocado las talandas, y se
ha quedado sin trabajo o ha visto disminuidos sus ingresos, es decir, lo suyo:
su hipoteca, sus copas del finde, sus vacaciones, sus expectativas, sus cosas
de sí mismo, valga la redundancia. Ha pasado de reírle la graceta al chulo
de opulencia recien estrenada, de ser condescendiente con la coima, con la practica de el truco de
toco mocho, porque, “a ver quien no haría lo mismo si pudiera …”, a descargar sobre los listos, los reyes del
mambo, los espabilaos de los negocios de amiguetes, todas sus iras, toda su rabia, toda su frustración,
haciéndoles culpables directos de su inmenso fracaso, de su inestable presente, de su miedo al futuro. Al
español de a pié le ha estallado en la cara la burbuja inmobiliaria, con sus terribles consecuencias. Se ha visto
arrastrado por una crisis económica profundísima producto de una economía virtual, volátil, e inconsistente, basada en el tarjetazo Visa, en el crédito fácil, en el
endeudamiento irresponsable, en el consumo irracional, en la corrupción y la
inmoralidad. Hemos transitado por el
invierno de la crisis provistos únicamente de la ética vital de la cigarra, y,
como no podía ser de otro modo, estamos muertos de frío, y muy, muy cabreados.
Yo también estoy, francamente,
muy enfadada. Pero mi malestar tiene más de desprecio que de ira. Tengo la sensación de que no hemos sido
suficientemente cuidadosos con nuestra Democracia. No les hemos hecho saber a aquellos en los que delegamos,
solo delegamos, la gestión de nuestros asuntos públicos, que no estábamos
dispuestos a ser consentidores, espectadores pasivos de sus desmanes; a transigir, a hacer la vista gorda con sus
comportamientos indeseables y delictivos. Ni siquiera a cambio de las migajas
que se les cayeran de la mesa en forma de un ficticio bienestar que traía en si
mismo la simiente de nuestra desgracia colectiva. El bollo crujiente para hoy y el hambre para mañana.
Nos hemos dejado arrastrar por un
ensueño banal, ramplón, de pobretones renacidos en nuevos ricos…, y hemos
descuidado la educación rigurosa y de calidad de nuestros hijos, el ejercicio de una
Justicia no contaminada por estar al servicio de intereses inconfesables. No
hemos protegido a nuestros jóvenes talentos, ni fomentado la inversion en
I+D. No hemos dirigido nuestro esfuerzo al
desarrollo de una economía productiva, sostenible, y respetuosa
con el medio ambiente. Hemos ignorado, incluso denostado, los valores de la disciplina, de la voluntad,
y de la excelencia, como simiente indispensable en una sociedad de progreso,
que no debe entenderse necesariamente, como sinónimo de una sociedad
progresista en el sentido y la acepción que a esta palabra le atribuye la izquierda.
Nos hemos conformado los
españoles, con poca cosa, y con cosas, que el tiempo se ha encargado de poner
en su justo valor. Ladrillo a precio de oro, y oro a precio de ilusión, y eso, evidentemente
no ha funcionado. Hemos sido poco ambiciosos porque lo importante no ha sido
para nosotros lo prioritario. Ahora
buscamos culpables. Estamos de suerte, porque haberlos, claro que los hay, por
todas partes. Como estamos en tiempo de derribo, las ratas salen de sus
escondrijos espantadas con lo que se les viene encima. Les vemos entrar
ojerosos y circunspectos, en los
Juzgados, un dia si y otro también.
Alguno incluso, está en la cárcel y
algún otro veremos cruzar la puerta de la trena. Otros, los más, se irán de
rositas. Tampoco eso es una novedad, siempre ha sido así. Ya se sabe, hay que tener amigos hasta en el
Infierno, y estas gentes, tienen muchas voluntades compradas y amenazadas.
En cualquier caso, nuestro futuro sigue siendo nuestra responsabilidad. Esta es nuestra suerte y nuestro riesgo. Es intransferible. Podemos hacer como que no nos concierne. Incidir en el error, una y otra vez, de ignorar nuestra obligación de exigir responsabilidades a quien le damos nuestra confianza de gobernabilidad. Podemos trasladar y depositar en otros, cualesquiera que estos sean, y llámense como se llamen, la culpabilidad, que en gran medida se encuentra en nuestra toma de decisiones.
Ciertamente, la competencia sobre
los asuntos de Universo Mundo, son para nosotros inalcanzables, e inasumibles,
sin embargo, es fundamental tomar las riendas de nuestra inmediata vida personal y
social, con determinación, con autoexigencia, y con madurez si queremos que en
el infortunio tenga cabida la esperanza. Una sociedad que confía su futuro a un
Estado supuestamente benefactor, paternal, tutelador, es un sociedad
infantilizada, inmadura, y frágil. Será
siempre vulnerable, estará indefensa, sujeta a los vaivenes de la voluntad discrecional de los
poderosos, se muestren estos ante las cámaras con chaqueta de Armani o camisa de
baratillo; se peinen con rizo engominado jerezano o coleta sobre la joroba mal disimulada.
La dignidad, la Justicia , la Igualdad y
la Libertad, no se mendigan. Se exigen y se ejercen. No vale todo, y no todo
tiene un precio. Esta, creo yo, debería ser una regla un oro para los
ciudadanos. Para cada uno de nosotros. Evidentemente, no podemos exigir a otros
lo que no estamos dispuestos a exigirnos
a nosotros mismos.
Mi abuela decía que así te ven … así te tratan. A nosotros nos
han tratado muy, pero que muy mal. Este es el momento de preguntarnos el por qué. Nunca
es tarde para ponerse delante del espejo.