He abierto el portátil y me he dado de morros con la noticia: “una mujer ex concejal del Psoe de Baracaldo se ha tirado por la ventana de su casa, perdiendo la vida, ante la amenaza inminente de ser desalojada de su vivienda en un procedimiento de desahucio“. Esta es la noticia que se ha extendido como la pólvora por la red, y, como he podido ver, también en todas las cadenas de televisión.
El suicidio de esta persona se ha convertido, en fuente de opinión de transeúntes y caminantes urbanos, abordados por reporteros imberbes ansiosos de lograr su minuto de gloria televisiva recogiendo en caliente las palabras de ciudadanos indignados con la situación por la que España se desliza hacia el abismo y que alcanza las máximas cotas de dramatismo, como no podría ser de otro modo, con las muertes desencadenadas por suicidio de aquellos que se quitan de en medio antes de soportar el desalojo de las casas que debían a los bancos, en forma de créditos hipotecarios.
La realidad es tozuda, se impone y nos persigue a lo largo de nuestra vida. El mundo happy en el que hemos jugado al juego peligrosísimo del que hay de lo mío, en las últimas décadas, se ha esfumado y nos encontramos con que nuestras actuaciones del pasado, mas o menos inmediato, nos persiguen como fantasmas que nos miran a los ojos y nos causan terror. No quiero entrar a valorar si la ley hipotecaria española es más o menos adecuada, y mucho menos voy a entrar en la cuestión de si la banca y las instituciones financieras en general tienen dientes afilados como puñales con los que nos devoran con ansias asesinas…Doy por hecho que vivo en un país en el que la corrupción chorrea por los cuatro costados; en el que, políticos, sindicalistas (valga la redundancia), jueces, artistillos, medios de comunicación, compiten en desvergüenza y deshonestidad, y un día si y otro también, nos encontramos con escándalos protagonizados por los prohombres y megamujeres miembros (y miembras, como diría alguna feminista del rojerío) de las elites dirigentes, de esta cosa que ha dejado de ser una ciudadanía para ser “pueblo” , como a la mayor parte de los españoles les complace denominarse.
Estamos en crisis. Es obvio, y de tanto oírlo y tanto decirlo, no se percibe como una circunstancia que tiene el nacimiento en nosotros mismos, en la que hemos participado activamente, de la que somos protagonistas principales y en la que ostentamos una directa responsabilidad. Cada día mas, en mi opinión, el momento crítico que vivimos, que se expande en el tiempo densamente e impregna todos los ámbitos de la vida social, pareciera fruto de una maldición de dioses perversos; fruto del proceder de entes capitalistas, difusos e imprecisos, pero que, en todo caso, nada tiene que ver con cada uno de nosotros. Esta perspectiva, que se desprende de comentarios en la calle, en los medios, y de la mayor parte de las fuerzas políticas y sociales, constituye el máximo exponente de nuestra inmadurez colectiva y de los escasas posibilidades con las que contamos para superar nuestra penosísima situación actual.
El Estado español no paga las deudas que ha contraído con sus prestamistas internacionales, mediante las cuales ha venido financiando, a crédito, el escandaloso despilfarro nacional con el que hemos vivido sin pegar palo al agua, como quien dice, (basta comparar nuestros índices de productividad, con los de aquellos países a los que les debemos hasta la camisa). Las Administraciones (sobre todo Autonómica y Local, pero también Central) nutridas de poltronas en las que asientan sus posaderas centenares de miles de politicastros nacionalistas y no nacionalistas, no pagan tampoco lo que deben, arruinando a los acreedores, en este casi compatriotas (pymes, autónomos etc), con lo que han propiciado la perdida de centenares de miles de puestos de trabajo. Y, llegamos al final de la cadena, a los ciudadanos corrientes y molientes, que, al igual que los anteriores, tampoco asumen sus compromisos económicos, entre ellos, el pago de las hipotecas de sus casas, contratadas a crédito variable de n-mil años, con una banca deleznable, irresponsable y codiciosa, es decir, como todos. Es decir, como ellos mismos. Esto es lo que somos, un país moroso de morosos.
En estos años, ser pobre pero honrado, había dejado de ser un referente de dignidad personal. Los modelos imperantes han sido otros y muy distintos, primando sobre todas las cosas, el axioma de que todo el mundo tenía un precio, que este precio era relativo, variable y coyuntural, siempre funcional y a servicio del objetivo a conseguir. Hemos asistido al espectáculo lamentable de una sociedad cuyas élites se nutren de famas y honores inmerecidos, de hombres y mujeres estúpidos, incultos y ambiciosos; de una ciudadanía en gran parte irresponsable, de conducta infantil, banal y acrítica, que se encontraba en una básica y elemental sintonía con sus dirigentes en cuanto al objetivo que han compartido: tener mas por menos, poner menos por más. Un sociedad en la que prima la ley del mínimo esfuerzo, la licitud de cualquier medio para conseguir el fin; en la que todo el mundo ha llegado al convencimiento, por la constatación misma de los hechos,de que la Ley está, sobre todo y fundamentalmente, para no cumplirla. A esto lo han descrito en innumerables ocasiones como “la paz social”, evidencia patente de que nos han tomado por imbéciles y no nos hemos percatado de ello, o hemos mirado hacia otro lado, haciendo gala de una condición interesadamente lanar.
En este tristísimo panorama algunas personas, últimamente, han decidido quitarse la vida antes de que les “quitaran” la casa. Los medios y la mayor aparte de los agentes sociales, se han apresurado a ponerse graves, gravíiiisimos, y con voz campanuda claman enfurecidos porque se detengan los desahucios, alegando que los españoles se tiran por la ventana porque los bancos les quieren echar de sus casas, y que, la responsabilidad de que no paguen su hipoteca no es suya sino de la crisis.
Pensar que alguien se quita la vida porque pierda su techo, es en mi opinión, sencillamente una bobada no exenta de malignidad. Millones de personas en el mundo pierden sus casas o no conocen lo que es tener un techo. Hombres y mujeres a lo largo y ancho del Planeta sufren inconmensurablemente, víctimas de persecuciones, torturas, pobreza y enfermedad. Pierden a sus hijos pequeños, a sus padres; son objeto de humillaciones y de terribles abusos, y…no deciden quitarse la vida. El suicidio es otra cosa y tiene otras motivaciones, complejas, y de muy distinta índole.
Los que pretenden buscar una solución para los propietarios de viviendas que se embarcaron en deudas multimillonarias en relación a sus ingresos y sobre todo a la seguridad de los mismos, y que hoy, como era más que previsible, no pueden hacer frente a las mismas, buscando la cancelación de la deuda o justificando su impago, hacen un flaco favor a la economía global del país. La solución a una situación sobrevenida de indefensión social, tendrá que tener, en todo caso, un solución de la misma naturaleza. El banco no puede regalar el dinero, sencillamente, porque no es suyo, sino de sus depositantes.
Por otro lado, si la cosa va de no afrontar las deudas que los ciudadanos tienen contraídas, me pregunto si el desahucio por impago del alquiler no debería tener el mismo tratamiento. Es decir, que a los propietarios de viviendas arrendadas (en muchisimos casos a precios abusivos y en condiciones deplorables, por no utilizar otro adjetivo más contundente), en caso de que el inquilino no pague porque la crisis le ha afectado de manera notoria, se les plantee una moratoria forzada y sine die hasta que la situación mejore o una rebaja del precio del alquiler ajustada a la nueva situación del inquilino, decidida por ajenos, mientras el inquilino sigue ocupando su casa, le parezca al propietario, bien, mal o peor. No parece que vayan por ahí los tiros, mas bien todo lo contrario. No hace nada que el Gobierno ha aprobado una nueva Ley de Arrendamientos, en la que el retraso de 10 dias en el pago de la renta, pone la inquilino de patitas en la calle por la vía judicial. A todo el mundo le ha parecido estupendo el endurecimiento durísimo de esta ley y los arrendadores están dando palmas con las orejas. Se la denomina con inexplicable orgullo la Ley del desahucio expres, ¡es que tiene bemoles la cosa¡
El problema de la pérdida de la propiedad por incumplimiento de la obligaciones contractuales contraídas se puede hacer extensivo a multitud de situaciones: al impago de la cuotas del coche, que necesitamos para ir al curro, o incluso que utilizamos como herramienta de trabajo, por ejemplo.. Y qué podríamos decir de todos aquellos que de manera imprevista se han convertido en viudos o viudas de la noche a la mañana y han visto reducidos sus ingresos familiares al cincuenta por ciento, ¿no deberían tener un tratamiento "considerado" en relación con sus deudas contraidas? Igualmente debería suceder con las victimas de la enfermedad sobrevenida, o de la mala suerte en general. Por no hablar de aquellos que por su mala cabeza y su peor vivir, se han fundido los sueldos en copas, viajes, vacaciones, cruceritos, cenas, trapos, móviles de ultima generación, baretos, al tiempo que ostentaban la doble condición de propietario-hipotecado, y ahora lloran lágrimas de cocodrílo porque les ha sucedido lo que a la cigarra, que ha llegado el invierno y están cagaditos de frio, o lo que es lo mismo, en la puñetera calle con la que está cayendo.
Es el momento de crecer de una vez y dejarnos de tanta mandanga propia de niños malcriados. Es urgente madurar, mirarnos a nosotros mismos, y si no soportamos la imagen que vemos, a lo peor decidimos optar por el suicidio, que, por otro lado, ha sido una opción humana desde el principio de los tiempos, seguramente la mas equivocada de todas las opciones posibles. Hay otras alterantivas, quizá mas difíciles, como la de volver a empezar, por ejemplo.
Perder la casa, y mantener la vida es una enorme suerte. Solo hay que darse una vuelta por cualquier hospital, cerrar la boca y abrir bien los ojos. Mirar al futuro, partiendo de cero, es una oportunidad que nadie debería desperdiciar, pero eso solo es posible si estamos dispuestos a cambiar las reglas de juego por el que se rige nuestra existencia cotidiana. Asimismo, es indispensable también, la exigencia de responsabilidades, incluso en el orden penal, a los cargos públicos y dirigentes políticos, que traicionan e incumplen el deber que se les ha encomendado democráticamente de ejercer una acción política transparente, ajustada a la ley, y con estricto respeto a la igualdad y la libertad de todos los ciudadanos. Habría que comenzar por asumir que somos libres para actuar y responsables de nuestras acciones. Que nuestra conducta tienen consecuencias, que nadie mas que nosotros somos actores protagonistas de nuestra vida.
En este tiempo he pensado con frecuencia en la sencilla fórmula de economía familiar que se vivía en mi casa cuando yo era niña. Se trataba de no gastar lo que no se tenía, de guardar un poquito de lo que se ganaba, y de no pedir aquello que no se sabía que se podría devolver. Esto es lo que mi madre y padre hacían cuando mis hermanas y yo eramos pequeñas, administrando de manera magistral la escasez de aquellos tiempos que fueron verdaderamente duros y en los que en nuestra vida de niñas nunca faltó lo básico, lo fundamental, lo realmente indispensable. Esto fue lo que ellos me enseñaron, lo yo que aprendí y lo que aun no he olvidado.
Vivir es un ejercicio de alto riesgo, que comporta esfuerzo y coraje, grandes dosis de paciencia, y sobre todo de esperanza. Es el momento de comportarse con altura de miras y disciplinadamente. Parece que hemos crecido pero no nos hemos hecho mayores, y los zapatos escolares nos han quedado pequeños, nos han hecho ampollas. El dolor no nos dejan caminar, causándonos mas sufrimiento del que podíamos imaginarnos. Es preferible ir descalzo, y ligero, confiando en que nuestra piel se curtírá con cada uno de nuestros pasos. El camino que queda por delante, es felizmente largo e incierto; nada está perdido ni ganado para siempre. Como decía D. Antonio Machado (que no Serrat con sus ridículos gorgoritos) “para el caminante no hay camino, se hace camino al andar… golpe a golpe, pero también… verso a verso”.