Hoy es el último día del año. 2013 se aleja de nosotros envejecido y cansado dejando paso a 2014, que ya se encuentra a la vuelta de la esquina de nuestra vida.
Es este un momento proclive a declamar ampulosos discursos por parte de los hombres que encarnan el poder, de justificaciones grandilocuentes de sus fracasos, de propuestas apelando al optimismo para el futuro que encarna el año que se aproxima a pasos agigantados. Se hacen resúmenes de los acontecimientos acaecidos más sobresalientes, se recuerdan las grandes catástrofes, hambrunas y guerras…De igual modo, se hace el correlato de triunfos deportivos, artísticos, y científicos. Se enumeran hitos, se publican estadísticas de toda índole, se cifran los beneficios, las perdidas, las muertes y las vidas.
Año tras año se reproducen idénticas noticias, únicamente cambian los protagonistas, sus nombres, los seres humanos que las encarnan. Pareciera que el tiempo se reproduce a si mismo “in eternum” mientras nosotros, cada uno de nosotros, vamos ocupando el lugar anecdótico y casual que la existencia nos asigna sin pedirnos permiso. Pareciera ser así, pero … las cosas no son como parecen.
El mundo gira a nuestro alrededor velozmente, con nosotros, con cada uno de nosotros convertido, sin embargo, en su epicentro; porque, a pesar de todo, de nuestra frágil y contingente naturaleza, tenemos la inmensa fortuna de ser únicos, irrepetibles, conscientes y libres. El tiempo nos conforma, el tiempo nos acuna, y el tiempo, también nos duele, pero nosotros, podemos y debemos tener respuesta, porque nada, ni nadie, puede hacer que dejemos de ser, no únicamente lo que somos sino, lo que deseamos ser; que dejemos de anhelar aquello que nuestro deseo de superación nos dicte; que después de cada fracaso levantemos la mirada confiando en que en el siguiente intento lo habremos conseguido; que la esperanza sea, pese a todo, y en cualquier circunstancia, la semilla que de fruto en nuestra vida.
Ciertamente que el tiempo transforma nuestro cuerpo y nuestra mente, pero somos nosotros los que podemos, si así lo decidimos, reconocer en cada arruga que surca nuestra frente el devenir enriquecedor de la existencia vivida, y en la experiencia añeja, la sabiduría de la que el alma se alimenta.
Dejemos que 2013 se marche, que se lleve lo que es suyo, aunque también sea lo nuestro, porque las cosas más importantes de la vida, no hay tiempo posible que nos las arrebate, muy al contrario, una vez que se han convertido en nosotros se aúnan en la pasta sublime de la que estamos hechos y existen con nosotros y por nosotros, hasta nuestro ultimo aliento.
Acojamos a 2014 con los brazos abiertos y los ojos entornados, no para imaginar lo que podrá depararnos, sino para soñar lo que cada uno de nosotros deseamos ser en él. Pongamos el coraje donde nos faltó el valor, y la generosidad donde escatimamos de aquello de lo que nunca carecimos. Escuchemos atentamente aquellas palabras que no se dicen, que suelen ser las más importantes, y confiemos en el silencio reflexivo que nos instruye y nos hace sabios. Volvamos la espalda a todos aquellos cuya palabra nos ha mentido, cuyas excusas nos han corrompido, cuyas acciones nos han humillado, cuyas omisiones nos han dejado abandonados, caídos sobre el olvido. Construyamos sobre nuestra libertad y nuestra responsabilidad, sobre las ilusiones legítimas de ser mejores, y reconozcamos en las cosas más pequeñas los momentos mágicos donde la felicidad está escondida.
Abramos de par en par la puerta de nuestra vida al año que en unas horas nos visita. Bienvenido, 2014.