19 de Marzo.
He dejado pasar unos días para
escribir, en esta mi casa, lo que no pretende ser más que una
reflexión personal sobre los sucesos acaecidos en Madrid el 11 de
Marzo de hace ahora 10 años. Lo hago negro sobre blanco, con letras
de luto, regadas por las lágrimas del recuerdo de lo que viví en
aquel día fatídico para mi país, en el que se atentó contra la
vida, la libertad, y la democracia de los españoles con
una mortífera eficacia.
Doscientos muertos y centenares de heridos escribieron con su sangre
derramada una de las páginas más dolorosas de la reciente historia
de España de la que, tengo el íntimo convencimiento, no conocemos
en su verdadera y autentica dimensión.
El asesinato
de ciudadanos inocentes se llevó a cabo en un acto terrorista
perfectamente planificado, coordinado y exitoso para los homicidas.
El objetivo de causar muerte, dolor y terror, se consiguió
cumpliendo todas las aspiraciones para lo que fue diseñado.
Madrid en particular, y España en general, vivió con estupor, rabia
y desolación, la pérdida de vidas humanas a manos de asesinos hasta
aquel momento desconocidos para nosotros y lloramos a nuestros
muertos con tanta tristeza como indignación.
La distancia
temporal de los acontecimientos, sobre todo de aquellos que tienen
efectos muy traumáticos, nos permite un análisis sosegado y en mi
opinión más certero de los mismos; no sólo porque contamos con más
información respecto de los hechos concretos, sino, sobre todo,
porque nos permite abordarlos en un contexto mas amplio, el de sus
efectos inmediatos y las consecuencias para el futuro derivadas de
los mismos. Observamos como los diferentes actores actúan,
reaccionan, y evolucionan siguiendo sus propios intereses, o
sometidos a intereses de otros, de manera que aquello que en tiempo
real no pudimos vislumbrar, quizá ni siquiera imaginar, comienza a
mostrarse, a dibujarse con cierta nitidez, a adquirir una entidad
insospechada. El tiempo es un elemento fundamental que permite poner
en relación los hechos, las circunstancias, las actuaciones
individuales, grupales e institucionales, que en un principio, en su
foto fija, parecieran inconexas y sin vinculación alguna, fruto del
azar o de la casualidad, y en todo caso, irrelevantes respecto del
acontecimiento que mueve a nuestra reflexión.
La necesidad de comprender nace en nosotros preguntándonos qué ha sucedido en realidad y por qué han tenido lugar aquellos hechos que nos ha sumido en la conmoción y el aturdimiento en los primeros momentos. Casi inmediatamente el sufrimiento y el temor, nos urgen a encontrar una respuesta capaz de calmar la ansiedad y la sensación de vulnerabilidad y de pérdida que soportamos cuando recibimos una agresión insospechada y mortal. El transcurso del tiempo juega una baza fundamental a favor del esclarecimiento de la verdad porque poco a poco desnuda la realidad, y como suele decirse, pone las cosas en su sitio.
A lo largo de
estos años, he seguido con atención las noticias relacionadas con
los atentados del 11 de Marzo en Madrid. He concluido que en esencia,
no hay nada nuevo en su naturaleza, nada diferente de lo que ya
conocíamos los ciudadanos en materia de terrorismo. Se trató de un
salvaje atentado terrorista, nada mas ni nada menos.
ETA nos ha
tenido acostumbrados durante decenas de años a los españoles a
convivir con actos de terror similares, con la diferencia de que, por
interés estratégico de los asesinos, o por su incapacidad o por su
incompetencia, sus actos de violencia y de terror, han tenido un
diferente estilo, y han causado un número inferior de víctimas en
un solo zarpazo. Por lo demás, la intención y el objetivo, es
similar: asesinar y aterrorizar, con un objetivo político, en un
caso matando a 200 ciudadanos de una vez, y en el otro, matando a
veinte, a algunas docenas, a miles, poco a poco, en un goteo
incesante de sangre. Entre tanto se lleva a cabo la socialización
del terror mediante la amenaza, el secuestro, el chantaje, el
amedrantamiento ciudadano, ejecutándose como instrumentos de
coacción individual, social y política. Son métodos archiconocidos
y ensayados durante el nazismo en el pasado, por comunismo, en el
pasado y en el presente en Cuba o Corea, y practicados por los
regímenes totalitarios de todo pelaje, que actúan como un péndulo
implacable oscilando entre el asesinato de los ciudadanos disidentes
y la presión y la coacción, para no dejarles vivir hasta conseguir
expulsión al exilio (los mas afortunados), o su asimilación
colaboracionista con el régimen violento de poder, en este caso, con
la ideología euskonazi que paulatinamente va convirtiéndose en
dominante.