En el mes de agosto
colgué un post sobre el Ebola con el titulo “Ebola, el nombre de
nuestro miedo”. En aquel momento, por los comentarios que oía a mi
alrededor, y por el run-run que se expandía por las redes sociales,
la crítica al Partido Popular que había tomado la decisión de
repatriar a los dos misioneros españoles enfermos de Ébola dejaban
entrever con claridad meridiana intereses políticos pretendidamente
sustentados en datos e informes técnicos, sobre la preparación del
sistema sanitario español para enfrentarse a una situación
sanitaria inédita y enormemente peligrosa.
Pasados dos meses, el
contagio de una de los auxiliares de enfermería que estuvieron en
contacto con los doctores misioneros repatriados, era conocido la
semana pasada. A día de hoy, esta trabajadora sanitaria permanece
ingresada en el Hospital Carlos III de Madrid, a menos de un km, de
mi casa, debatiéndose entre la vida y la muerte y recibiendo toda la
atención médica disponible, como no podía ser de otro modo.
Según parece, el
procedimiento de seguridad, seguido en la atención hospitalaria a
uno de los misioneros, se quebró en algún momento, dando lugar a un
contagio con el que no contaba nadie. El ébola vuelve a estar entre
nosotros, y en este caso, no se trata de personas llegadas de Africa,
sino de Alcorcón. Eso ha supuesto un cambio radical en la manera de
percibir el problema por parte de la opinión pública. En esta
ultima semana todos los medios sin excepción, ha recogido opiniones,
informaciones, bulos, intoxicaciones informativas, rumores, sembrando
el caos y estimulando el miedo en la población, hasta el paroxismo,
y diría que hasta el ridículo.
Yo, como todo el mundo,
tengo mi personal opinión. En lo que se refiere a la cuestión
técnica, científica, o médica del contagio, evidentemente, mi
modesta impresión se va configurando con las pocas cosas
aparentemente veraces que vamos sabiendo. Pudiera ser, que la
auxiliar hubiera tenido un proceder incorrecto, de modo accidental,
fortuito e incluso inconsciente, en relación al incumplimiento del
protocolo. Me parece que de ser así, resulta completamente
irrelevante a la hora de enjuiciar su actuación profesional y sobre
todo personal. Esta auxiliar de clínica se ofreció voluntaria para
hacer su trabajo con los dos misioneros enfermos, con aquellos de los
que muchos se alejaron, presas de pánico. Su actitud encomiable,
solidaria, y valiente, es para mi radicalmente importante a la hora
de valorar a esta profesional.
A partir de su
“accidente”, sea este el que fuere, se producen los
acontecimientos verdaderamente graves para la seguridad sanitaria de
los ciudadanos. Se suceden las actuaciones, aparentemente
inexplicables, cuando la auxiliar se siente enferma, y no comunica a
su médico de cabecera su reciente contacto con enfermos de Ebola;
seguidamente acude a realizarse una depilación a una peluquería,
mientras en su casa, parece mantener ciertas pautas de prevención
con su marido. Se administra un antitérmico para paliar su malestar,
lo cual hubiera podido enmascarar un temperatura corporal mas alta de
la que refiere. Pero quiero insistir en que, si bien esta manera de
proceder de Teresa Romero no se comprende, lo fundamental en mi
opinión, es que nunca, en ningún caso, y por ninguna
circunstancias, debería haberse dejado bajo la exclusiva
responsabilidad de ella, ni de ningún otro sanitario el seguimiento
de su salud, cuando esta había trascendido absolutamente el ámbito
personal, para convertirse en una factor de seguridad sanitaria
nacional e incluso internacional, sobre todo, cuando se estaba
enfrentando un problema sanitario sin experiencia previa, y en el
cual, el factor riesgo cero, sencillamente no existía como los
hechos se han encargado, desgraciadamente en demostrar. Las personas
somos sensibles al estrés, al miedo, al cansancio y nada nos asegura
que en condiciones de extrema exposición a situaciones de peligro,
nuestras actuaciones se guíen por pautas de estricta racionalidad.
De manera que el acento en todo este asunto, habría que ponerlo, en
todos aquellos que han tomado la decisión de no controlar directa y
absolutamente el estado sanitario por el tiempo necesario de 21 días,
de todos aquellos profesionales que han estado en contacto con
enfermos de Ebola.
De haber procedido de
este modo, Teresa habría recibido muchísimo antes atención médica,
fundamental para hacer posible su recuperacion. Ninguna de las
personas ingresadas por haber mantenido contacto con ella, como su
doctora de cabecera o las dos peluqueras habrían pasado por el
calvario en el que se encuentran en este momento. Su marido estaría
en casa cuidando de Excalibur, que seguiría siendo una mascota sana
y feliz, y ambos aguardarían a Teresa esperanzados.
Resumiendo, el contagio
de Teresa habría sido un trágico accidente laboral, no habría sido
un caso de emergencia sanitaria nacional, de carácter
epidemiológico.
Detrás de todo este
asunto, hay responsables. Claro que hay responsables: todos aquellos
que no determinaron la existencia de las cámaras preceptivas que
grabaran en todo momento la actuación de los profesionales,
cubriendo todos los pasos del cumplimiento del protocolo establecido;
que las esclusas donde debían cambiarse los trajes de protección
fueran las adecuadas para una tarea peligrosísima y que exige enorme
precisión; que hubiera estado un segundo profesional haciendo el
seguimiento de despojarse del traje de trabajo; que se aplicara con
una rigurosidad rayana en el ridículo la cifra de 38,6 grados de
temperatura como si fuera la muralla china que separara la enfermedad
de la salud, la vida de la muerte.
Quizá este momento, no
es el adecuado para el movimiento de sillas, para ceses fulminantes,
porque es demasiado importante intentar salir de esta situación en
la que nos encontramos de la mejor manera posible. Lo importante es
la vida de Teresa, y la de las otras personas aisladas en este
momento. Lo fundamental es el control del brote de Ebola con el que
estamos conviviendo ahora.
Sin embargo, la ministra
de Sanidad Ana Mato, tiene que estar fuera del poder, mas pronto que
tarde y con ella, todos los altos cargos ministeriales, y de la
Consejería de Madrid, que han intervenido en el despliegue de medios
para el tratamiento del Ebola en España. A todos ellos les pagamos
con nuestros impuestos, y han hecho gala de una irresponsabilidad, de
una incompetencia que son un insulto para todos nosotros. Porque no
es verdad que haya fallado el protocolo como dicen, es que no se ha
implementado, es que se ha obviado en aspectos fundamentales.
Demasiados inútiles al mando. Eso es lo que parece que ha quedado
meridianamente claro en la crisis del Ebola.
Las crisis, todas las
crisis, incluso las personales, dejan al descubierto la “esencia”
natural de las cosas y de las personas. En estos días, hemos visto y
oído cosas que no por esperadas causan menos repugnancia. El
comportamiento de los tentáculos de la izquierda oficial y de la
izquierda de “calle”, no ha podido ser mas deleznable. Todavía
recuerdo el tuit de la Ada Colau expandiendo veneno en la red, de los
cabecillas de las mareas blancas sacando tajada de la tragedia que
está viviendo Teresa Romero, de las acusaciones al gobierno por
traer a “dos curas que ya se estaban muriendo” poniendo en riesgo
al país para contentar al Opus. No quiero entrar en mas detalles en
este momento, por no hacerme eco de frases y conductas que producen
sonrojo. Por otro lado, ha sido un comportamiento que a nadie puede
extrañar, sencillamente porque es siempre el mismo. La ausencia
absoluta de ética política manipulando hasta la vergüenza las
crisis humanitarias en España como forma de hacer oposición
política. Los que tenemos memoria podemos recordar la manera en la
que se “usaron” los muertos del atentado terrorista del 11M para
derribar a un gobierno elegido democráticamente en las urnas, como
lo hicieron con la tragedia medioambiental del Prestige, como lo han
hecho ahora poniendo en relación la crisis del Ebola con los
supuestos recortes en sanidad. Siempre es mas de lo mismo. No se
trata de renunciar al control del Gobierno en sus actuaciones, como
es el derecho y la obligación de la oposición y de los ciudadanos
en general, se trata de proceder responsablemente, verazmente,
buscando el servicio a la Nación con honestidad y con solvencia
intelectual.
Me pregunto como habría
conducido una crisis sanitaria de esta magnitud el Gobierno de
Zapatero, que puso al frente del Ministerio de Sanidad a Leire
Pajin, quien será recordada por su celebre anuncio del
acontecimiento “interplanetario” en el encuentro entre el
Presidente Obama y el Presidente Rodrígue Z. Si la alternativa a Ana
Mato es Leire Pajin los ciudadanos debemos saber de las manos que
venimos y en las manos que estamos. Haciendo un ejercicio de fantasía
rayana en la pesadilla, podemos imaginarnos la sanidad de España en
manos, por ejemplo de la antes mencionada Ada Colau icono de la
izquierda de barricadas, o a inefables representantes de la izquierda
comunista mesiánica que se nos avecina.
Me pregunto muchas veces,
si los españoles nos merecemos la llamada casta que padecemos. Esa
cuestión me la planteo cada vez que se celebran elecciones, y
constato lo que es una evidencia: si. Elegimos una y otra vez a
nuestros representantes, que no son muy diferentes, de lo que como
sociedad somos todos nosotros. Mantenemos en el poder a gobiernos
abiertamente corruptos, como el gobierno Andaluz o Catalán. Damos
voz a sindicatos de clase que nos roban a raudales los fondos
destinados a los parados. Enriquecemos con nuestra activa audiencia a
medios de comunicación comprados y vendidos al poder político, a
cambio de la manipulación informativa y la estupidización de la
opinión pública, con programas de nulo interés intelectual y de
dudosa ética. Toleramos, gratis total, sentencias judiciales de una
estructura jurídica que ponen en la calle a terroristas, pederastas,
traficantes, sin cumplimiento efectivo de sus condenas. Estamos
dispuestos a votar de nuevo, al partido del gobierno que ha
traicionado de arriba a abajo a sus votantes en todas y cada una de
las decisiones que ha tomado en el poder, comenzando con la política
antiterrorista contra la ETA y terminando con la retirada de la ley
del aborto, y cuando nos planteamos una posible alternativa para
nuestro voto, aupamos con objetivo de gobierno, a partidos como
Podemos, a sus líderes, salvadores comunistas mesiánicos,
dispuestos a aplicarle la cicuta a nuestro sistema de libertados sin
un pestañeo. Que nadie lo dude.
Poco antes de escribir
estas letras leía que existen fundadas esperanzas de que Teresa
Romero pudiera superar la enfermedad y que ninguna de las personas
que con ella tuvieron contacto han dado síntomas de padecer Ebola.
De seguir todo así, en unos días, podría darse por concluida la
crisis, sin embargo, sería a partir de ese momento, cuando nuestra
memoria debería estar mas ágil, más despierta, y recordar el papel
que ha jugado cada cargo público, cada medio de comunicación, cada
una de las voces políticas y sindicales que se han pronunciado y
como han procedido. Los ciudadanos deberíamos tener muy presente
quienes nos gobiernan, quienes nos engañan, quienes son aquellos que
se acercan a nosotros azuzando nuestros miedos y nuestros peores
sentimientos en provecho propio, de sus ansias de poder. Deberíamos
recordar qué nos han prometido y qué nos han dado; con qué
formulas mágicas vienen a solucionar nuestros problemas, las graves
circunstancias por las que atraviesa nuestro país, por si no fueran
otra cosa que la adormidera de la voluntad, de la conciencia y de la
libertad.
Será a partir de ese
momento, cuando Teresa Romero vuelva a casa, Dios lo quiera, y con
ella aquellos que compartieron de alguna manera sus angustiosa
enfermedad, Cuando Teresa vuelva a ser una ciudadana común y
corriente, nosotros deberíamos recordar mas que nunca, su valentía,
su vulnerabilidad, su solidaridad con los misioneros enfermos, su
capacidad para sobreponerse al miedo dándoles su cuidado pese a
todo, su capacidad de lucha cuando ella misma estaba enferma.
Deberíamos recordar también, a la hermana Paciencia, a la que no
repatriamos porque no era española, porque era, únicamente una
amenaza para nosotros. La misionera católica, se encuentra en este
momento en España. Ha venido, solo para dar su sangre a Teresa, toda
la que haga falta, para salvar la vida de la profesional que cuidó
hasta el último momento de los doctores misioneros y compañeros
suyos en Africa. Deberíamos reflexionar sobre todo ello, con los
ojos abiertos y la mente lúcida, porque somos testigos directos de
un momento excepcional en nuestra vida.
Deberíamos abrazar la
limpieza de su proceder, su generosidad, también sus posibles
errores, su fragilidad, y hacerlos nuestros, aprender de ellos,
porque ellos, las víctimas de la enfermedad, nos han dado una
lección magistral de responsabilidad y de solidaridad humana.