martes, 14 de octubre de 2014

EL EBOLA ENTRE NOSOTROS

En el mes de agosto colgué un post sobre el Ebola con el titulo “Ebola, el nombre de nuestro miedo”. En aquel momento, por los comentarios que oía a mi alrededor, y por el run-run que se expandía por las redes sociales, la crítica al Partido Popular que había tomado la decisión de repatriar a los dos misioneros españoles enfermos de Ébola dejaban entrever con claridad meridiana intereses políticos pretendidamente sustentados en datos e informes técnicos, sobre la preparación del sistema sanitario español para enfrentarse a una situación sanitaria inédita y enormemente peligrosa.

Pasados dos meses, el contagio de una de los auxiliares de enfermería que estuvieron en contacto con los doctores misioneros repatriados, era conocido la semana pasada. A día de hoy, esta trabajadora sanitaria permanece ingresada en el Hospital Carlos III de Madrid, a menos de un km, de mi casa, debatiéndose entre la vida y la muerte y recibiendo toda la atención médica disponible, como no podía ser de otro modo.

Según parece, el procedimiento de seguridad, seguido en la atención hospitalaria a uno de los misioneros, se quebró en algún momento, dando lugar a un contagio con el que no contaba nadie. El ébola vuelve a estar entre nosotros, y en este caso, no se trata de personas llegadas de Africa, sino de Alcorcón. Eso ha supuesto un cambio radical en la manera de percibir el problema por parte de la opinión pública. En esta ultima semana todos los medios sin excepción, ha recogido opiniones, informaciones, bulos, intoxicaciones informativas, rumores, sembrando el caos y estimulando el miedo en la población, hasta el paroxismo, y diría que hasta el ridículo.

Yo, como todo el mundo, tengo mi personal opinión. En lo que se refiere a la cuestión técnica, científica, o médica del contagio, evidentemente, mi modesta impresión se va configurando con las pocas cosas aparentemente veraces que vamos sabiendo. Pudiera ser, que la auxiliar hubiera tenido un proceder incorrecto, de modo accidental, fortuito e incluso inconsciente, en relación al incumplimiento del protocolo. Me parece que de ser así, resulta completamente irrelevante a la hora de enjuiciar su actuación profesional y sobre todo personal. Esta auxiliar de clínica se ofreció voluntaria para hacer su trabajo con los dos misioneros enfermos, con aquellos de los que muchos se alejaron, presas de pánico. Su actitud encomiable, solidaria, y valiente, es para mi radicalmente importante a la hora de valorar a esta profesional.

A partir de su “accidente”, sea este el que fuere, se producen los acontecimientos verdaderamente graves para la seguridad sanitaria de los ciudadanos. Se suceden las actuaciones, aparentemente inexplicables, cuando la auxiliar se siente enferma, y no comunica a su médico de cabecera su reciente contacto con enfermos de Ebola; seguidamente acude a realizarse una depilación a una peluquería, mientras en su casa, parece mantener ciertas pautas de prevención con su marido. Se administra un antitérmico para paliar su malestar, lo cual hubiera podido enmascarar un temperatura corporal mas alta de la que refiere. Pero quiero insistir en que, si bien esta manera de proceder de Teresa Romero no se comprende, lo fundamental en mi opinión, es que nunca, en ningún caso, y por ninguna circunstancias, debería haberse dejado bajo la exclusiva responsabilidad de ella, ni de ningún otro sanitario el seguimiento de su salud, cuando esta había trascendido absolutamente el ámbito personal, para convertirse en una factor de seguridad sanitaria nacional e incluso internacional, sobre todo, cuando se estaba enfrentando un problema sanitario sin experiencia previa, y en el cual, el factor riesgo cero, sencillamente no existía como los hechos se han encargado, desgraciadamente en demostrar. Las personas somos sensibles al estrés, al miedo, al cansancio y nada nos asegura que en condiciones de extrema exposición a situaciones de peligro, nuestras actuaciones se guíen por pautas de estricta racionalidad. De manera que el acento en todo este asunto, habría que ponerlo, en todos aquellos que han tomado la decisión de no controlar directa y absolutamente el estado sanitario por el tiempo necesario de 21 días, de todos aquellos profesionales que han estado en contacto con enfermos de Ebola.

De haber procedido de este modo, Teresa habría recibido muchísimo antes atención médica, fundamental para hacer posible su recuperacion. Ninguna de las personas ingresadas por haber mantenido contacto con ella, como su doctora de cabecera o las dos peluqueras habrían pasado por el calvario en el que se encuentran en este momento. Su marido estaría en casa cuidando de Excalibur, que seguiría siendo una mascota sana y feliz, y ambos aguardarían a Teresa esperanzados.

Resumiendo, el contagio de Teresa habría sido un trágico accidente laboral, no habría sido un caso de emergencia sanitaria nacional, de carácter epidemiológico.

Detrás de todo este asunto, hay responsables. Claro que hay responsables: todos aquellos que no determinaron la existencia de las cámaras preceptivas que grabaran en todo momento la actuación de los profesionales, cubriendo todos los pasos del cumplimiento del protocolo establecido; que las esclusas donde debían cambiarse los trajes de protección fueran las adecuadas para una tarea peligrosísima y que exige enorme precisión; que hubiera estado un segundo profesional haciendo el seguimiento de despojarse del traje de trabajo; que se aplicara con una rigurosidad rayana en el ridículo la cifra de 38,6 grados de temperatura como si fuera la muralla china que separara la enfermedad de la salud, la vida de la muerte.

Quizá este momento, no es el adecuado para el movimiento de sillas, para ceses fulminantes, porque es demasiado importante intentar salir de esta situación en la que nos encontramos de la mejor manera posible. Lo importante es la vida de Teresa, y la de las otras personas aisladas en este momento. Lo fundamental es el control del brote de Ebola con el que estamos conviviendo ahora.

Sin embargo, la ministra de Sanidad Ana Mato, tiene que estar fuera del poder, mas pronto que tarde y con ella, todos los altos cargos ministeriales, y de la Consejería de Madrid, que han intervenido en el despliegue de medios para el tratamiento del Ebola en España. A todos ellos les pagamos con nuestros impuestos, y han hecho gala de una irresponsabilidad, de una incompetencia que son un insulto para todos nosotros. Porque no es verdad que haya fallado el protocolo como dicen, es que no se ha implementado, es que se ha obviado en aspectos fundamentales. Demasiados inútiles al mando. Eso es lo que parece que ha quedado meridianamente claro en la crisis del Ebola.

Las crisis, todas las crisis, incluso las personales, dejan al descubierto la “esencia” natural de las cosas y de las personas. En estos días, hemos visto y oído cosas que no por esperadas causan menos repugnancia. El comportamiento de los tentáculos de la izquierda oficial y de la izquierda de “calle”, no ha podido ser mas deleznable. Todavía recuerdo el tuit de la Ada Colau expandiendo veneno en la red, de los cabecillas de las mareas blancas sacando tajada de la tragedia que está viviendo Teresa Romero, de las acusaciones al gobierno por traer a “dos curas que ya se estaban muriendo” poniendo en riesgo al país para contentar al Opus. No quiero entrar en mas detalles en este momento, por no hacerme eco de frases y conductas que producen sonrojo. Por otro lado, ha sido un comportamiento que a nadie puede extrañar, sencillamente porque es siempre el mismo. La ausencia absoluta de ética política manipulando hasta la vergüenza las crisis humanitarias en España como forma de hacer oposición política. Los que tenemos memoria podemos recordar la manera en la que se “usaron” los muertos del atentado terrorista del 11M para derribar a un gobierno elegido democráticamente en las urnas, como lo hicieron con la tragedia medioambiental del Prestige, como lo han hecho ahora poniendo en relación la crisis del Ebola con los supuestos recortes en sanidad. Siempre es mas de lo mismo. No se trata de renunciar al control del Gobierno en sus actuaciones, como es el derecho y la obligación de la oposición y de los ciudadanos en general, se trata de proceder responsablemente, verazmente, buscando el servicio a la Nación con honestidad y con solvencia intelectual.

Me pregunto como habría conducido una crisis sanitaria de esta magnitud el Gobierno de Zapatero, que puso al frente del Ministerio de Sanidad a Leire Pajin, quien será recordada por su celebre anuncio del acontecimiento “interplanetario” en el encuentro entre el Presidente Obama y el Presidente Rodrígue Z. Si la alternativa a Ana Mato es Leire Pajin los ciudadanos debemos saber de las manos que venimos y en las manos que estamos. Haciendo un ejercicio de fantasía rayana en la pesadilla, podemos imaginarnos la sanidad de España en manos, por ejemplo de la antes mencionada Ada Colau icono de la izquierda de barricadas, o a inefables representantes de la izquierda comunista mesiánica que se nos avecina.

Me pregunto muchas veces, si los españoles nos merecemos la llamada casta que padecemos. Esa cuestión me la planteo cada vez que se celebran elecciones, y constato lo que es una evidencia: si. Elegimos una y otra vez a nuestros representantes, que no son muy diferentes, de lo que como sociedad somos todos nosotros. Mantenemos en el poder a gobiernos abiertamente corruptos, como el gobierno Andaluz o Catalán. Damos voz a sindicatos de clase que nos roban a raudales los fondos destinados a los parados. Enriquecemos con nuestra activa audiencia a medios de comunicación comprados y vendidos al poder político, a cambio de la manipulación informativa y la estupidización de la opinión pública, con programas de nulo interés intelectual y de dudosa ética. Toleramos, gratis total, sentencias judiciales de una estructura jurídica que ponen en la calle a terroristas, pederastas, traficantes, sin cumplimiento efectivo de sus condenas. Estamos dispuestos a votar de nuevo, al partido del gobierno que ha traicionado de arriba a abajo a sus votantes en todas y cada una de las decisiones que ha tomado en el poder, comenzando con la política antiterrorista contra la ETA y terminando con la retirada de la ley del aborto, y cuando nos planteamos una posible alternativa para nuestro voto, aupamos con objetivo de gobierno, a partidos como Podemos, a sus líderes, salvadores comunistas mesiánicos, dispuestos a aplicarle la cicuta a nuestro sistema de libertados sin un pestañeo. Que nadie lo dude.


Poco antes de escribir estas letras leía que existen fundadas esperanzas de que Teresa Romero pudiera superar la enfermedad y que ninguna de las personas que con ella tuvieron contacto han dado síntomas de padecer Ebola. De seguir todo así, en unos días, podría darse por concluida la crisis, sin embargo, sería a partir de ese momento, cuando nuestra memoria debería estar mas ágil, más despierta, y recordar el papel que ha jugado cada cargo público, cada medio de comunicación, cada una de las voces políticas y sindicales que se han pronunciado y como han procedido. Los ciudadanos deberíamos tener muy presente quienes nos gobiernan, quienes nos engañan, quienes son aquellos que se acercan a nosotros azuzando nuestros miedos y nuestros peores sentimientos en provecho propio, de sus ansias de poder. Deberíamos recordar qué nos han prometido y qué nos han dado; con qué formulas mágicas vienen a solucionar nuestros problemas, las graves circunstancias por las que atraviesa nuestro país, por si no fueran otra cosa que la adormidera de la voluntad, de la conciencia y de la libertad.

Será a partir de ese momento, cuando Teresa Romero vuelva a casa, Dios lo quiera, y con ella aquellos que compartieron de alguna manera sus angustiosa enfermedad, Cuando Teresa vuelva a ser una ciudadana común y corriente, nosotros deberíamos recordar mas que nunca, su valentía, su vulnerabilidad, su solidaridad con los misioneros enfermos, su capacidad para sobreponerse al miedo dándoles su cuidado pese a todo, su capacidad de lucha cuando ella misma estaba enferma. Deberíamos recordar también, a la hermana Paciencia, a la que no repatriamos porque no era española, porque era, únicamente una amenaza para nosotros. La misionera católica, se encuentra en este momento en España. Ha venido, solo para dar su sangre a Teresa, toda la que haga falta, para salvar la vida de la profesional que cuidó hasta el último momento de los doctores misioneros y compañeros suyos en Africa. Deberíamos reflexionar sobre todo ello, con los ojos abiertos y la mente lúcida, porque somos testigos directos de un momento excepcional en nuestra vida.


Deberíamos abrazar la limpieza de su proceder, su generosidad, también sus posibles errores, su fragilidad, y hacerlos nuestros, aprender de ellos, porque ellos, las víctimas de la enfermedad, nos han dado una lección magistral de responsabilidad y de solidaridad humana.