Si digo que han pasado muchas cosas en España desde nuestra
última cita, seguramente siendo verdad, no seria cierto del todo. Porque pareciera que
la vida se ha saltado un semáforo en rojo y nos encontráramos, asi, de golpe y
porrazo, maltrechos y paralizados, apenas sin aliento, en manos de nadie,
aguardando a la suerte, o a la muerte, que nunca se sabe. Confinados recorremos una y otra vez un poco
aturdidos cada metro cuadrado de nuestro
particular refugio, que sabemos vulnerable,
indefendible del todo, por cuyos infinitos y recónditos resquicios se nos puede
colar el siniestro invasor que navegara por nuestros capilares y anidara tan
campante en nuestros bronquios hasta que dejemos de serle útiles y confortables
y finalmente, nos abandone, inertes, en busca de otro huésped con mejor
pronostico, al que también, conducirá si, le dejamos, hasta la desconocida línea
de nuestra meta vital, de modo inesperado, sorpresivo. Demasiado pronto, porque
siempre nos pilla con demasiadas cosas por hacer.
Aguardamos, perplejos y cansados, que cada nuevo día al
despertarnos, un rayo de sol desafíe a la madrugada y salpique de luz nuestra desesperanza.
Abrimos nuestros ojos a la mañana y se que alguien le rogará a Dios, el bálsamo paternal que nos ayude a dominar el miedo que todo lo invade. Un miedo feroz, que incrustado en cada átomo de nuestro tiempo,
se ha hecho el amo y manda, mas que el aire que respiramos, mas que nuestra secuestrada
libertad.
En estos días en los que la pandemia se ha hecho fuerte, para mi sorpresa, asisto a un poderoso y
virtual espectáculo de masas que viaja
por las redes sociales a una vertiginosa velocidad, compitiendo en celeridad y eficacia
con las que el Covid-19 se replica en nuestras células, sigilosamente. Me
pregunto, ahora, que el tiempo me sobra tanto, si no será este, el ultimo que
me queda y sobre todo, si estoy dispuesta a entregar al pánico mi cordura, y mi
razón al coaching que ha puesto en
marcha a través de las telecomunicaciones y las redes sociales, el poder político. Yo lo tengo claro. Ni al uno ni al otro, les regalo
esta partida. Morir es lo único cierto que en algún momento nos pasará a todos.
Es lo que tiene haber llegado a la existencia, que inexorablemente, cada uno en
su momento, tendremos que partir y decir hasta siempre, o lo que es lo mismo,
hasta dentro de un rato. No es este momento para el miedo, sino para la vida.
Al otro, a la otra pata de la estulticia que nos acosa con
insidiosa tenacidad, al poder político,
ni agua le doy. Ni el pan y ni la sal que
alimente su infinita y entupida soberbia. El Gobierno que nos ha robado la
verdad y nos ha conducido hacia el abismo donde habitan el dolor y la melancolía
se asoma día a día a nuestros hogares convertidos en nidos de reclusión
forzada, para pedirnos unidad callada. Nos reclama mansedumbre en medio de la
tragedia confiando en que el temor
narcotice nuestra consciencia, aplaque la ira que nace de nuestro sufrimiento,
y doblegue nuestra voluntad, para no convertirnos en ciudadanos molestos.
Mi respuesta ya la tiene: a todo No.
Es de suponer que el gobierno social comunista en cuyas
manos agonizan nuestra libertades
individuales y colectivas, a estas alturas de la película de terror en la que la la el protagonista estelar es la ciudadanía,
tendrá a su disposición una legión de psicólogos sociales, y sociólogos
malabaristas, produciendo a mansalva pildoritas
ideológicas y mantras de adormidera que nos mantengan sumidos en una suerte de
infantilismo social dócil y sumiso.
A falta de respiradores, de guantes, de mascarillas de UCIS,
que nos ayuden a dar la batalla por nuestra vida y sobrevivir a la pandemia, aquellos
que nos gobiernan nos piden “unidad” como si la palabra en si misma fuera un
conjuro, una pócima eficaz contra el coronavirus que arrasa nuestras vidas. En su discurso,
desde el minuto cero de esta historia que no es otra que una historia de miedo
y de muerte, repiquetea saltarina la palabra “juntos” un cierto numero de veces
en una calculada y reiterada cantidad frases hechas, vacuas, resecas y sin
contenido, que insultan nuestra madurez
y aumentan nuestra desconfianza y nuestra ansiedad. Tañen sus diferentes voces
ministeriales como campanas ensordecedoras, que atruenan nuestras cabezas y
pretenden inocularnos, una vez mas, la verdad horneada en los despachos, su
verdad oficial; una verdad de pacotilla, de medio pelo, envuelta en un vistoso
y frágil celofán, que se muestra incapaz de contener el hedor que expele la
sucia mentira en la que están sumidos. Se agarran con uñas y dientes al poder ocupando las
poltronas con las que alimentan su glotonería, sus inmensos egos los personajes públicos mas
insignificantes e inmorales que han conocido nuestra reciente historia. Estos,
no otros. Estos, los representantes de la izquierda mas miserable de Europa, son
los que nos quieren callados y colaboradores. No, conmigo que no cuenten para
bendecir su contubernio.
La muerte, el miedo, el sufrimiento asola nuestros
hospitales. Enfermos y sanitarios se ven atrapados en la tela de araña de la
impotencia viviendo la pulsión heroica como victimas o como supervivientes. Son
los elegidos por el azar, para ocupar para siempre un lugar en la Historia. No quiero imaginar la oscura soledad de los
ancianos perdidos en limbo cruel y doloroso del Alzheimer y de la demencia
dejando esta vida despojados de su humana dignidad. Apenas puedo soportar el
confinamiento sine die, sin horizonte y sin caducidad; ni el mio ni el de los
niños, ni el de los adolescentes incapaces de metabolizar psicológicamente la
inmovilidad de sus inquietos músculos, la cortedad de sus pasos, el silencio
impuesto a sus jóvenes secretos, el aplazamiento insoportable de la ansiada complicidad
de sus iguales.
El silencio se ha derramado como un torrente imparable por
las calles de nuestras ciudades, cuyos corazones lates atemorizados, esperando
a que amaine esta tempestad invisible que inflama los bronquios de nuestros
pulmones y nos lleva a la muerte. A quienes? A los mayores, nos dicen, sobre
todo a los mas débiles, es decir, a todos. Porque ellos somos nosotros. Porque
ellos y no otros, son los nuestros. Todos ellos. Cada uno de ellos.
No. Conmigo que no cuenten. Le niego mi solidaridad, claro
que se la niego, al Gobierno de Sánchez
y de Iglesias. Que nadie pueda confundirme con una ciudadana de sus huestes. No
estamos juntos. No. Ellos y yo, no estamos del mismo lado. Con la mirada
atenta, espectante, desconfiada y firme, me tienen en frente.
Mi lugar esta como siempre ha estado, con las victimas. Con
los miles de hombres y mujeres que trabajan al tiempo que lloran de miedo, de
cansancio, de desesperanza: el camionero, la cajera, el enfermero, el medico,
el guardia jurado… Mi corazón esta, con nuestros policías; con el Ejército de la España
nuestra, que bajo la bandera nacional denostada y vilipendiada por los socios
de gobierno de Sánchez, cuida de todos, trabaja para todos obediente y callado.
Con la Guardia Civil dispuesta siempre a dejarse la vida, si hace falta, incluso por aquellos que escupen e insultan a sus hombres, en las
calles de Cataluña, que acosan y humillan a sus niños en las escuelas por ser hijos de guardias; incluso, por
aquellos que les vilipendian desde su cargo publico, legión de tontos de baba, inútiles
y holgazanes.
Yo, elijo mi lugar, y me enorgullezco de estar con esa ciudadania
que representa lo mas valioso de nuestra sociedad. Voluntarios que levantan
hospitales en un santiamén, trabajadores de oficio, de obra dispuestos a
dar lo mejor de si mismos, armados de
sus herramientas, para lo que hagan falta. Estoy, con los universitarios avezados,
ingeniosos, creadores de iniciativas que buscan desesperadamente, con
entusiasmo inigualable, crear ingenios que salven vidas. Yo, elijo mi lugar, al
lado de los empresarios solidarios que ofrecen
sus estructuras económicas al servicio de la Nación, de las personas, cuando se
les necesita. Yo elijo mi lugar, al lado de Amancio Ortega y me emociono con la
grandeza de su generosidad.
Soy testigo de mi tiempo y soy libre, por ahora. Me pueden
obligar a la obediencia, pero no me pueden exigir silencio. Eso no. Nunca. Porque en este caos nacional, en esta tragedia
inconmensurable, en este país nuestro desolado, mantienen mas alta que nunca su
despreciable soberbia, y con aires de macarra barriobajero limitan la actividad
y el control democrático al Gobierno del Congreso de los Diputados. Pretenden
silenciar en lo posible a la oposición, y
nos ponen negro sobre blanco sus normas, para indicarnos quien esta al
mando en este corral: ellos.
Ellos. Estos. Son los mismos, que desoyeron las voces que
eran un clamor, de los organismos internacionales que advertían una y otra vez de la peligrosidad de la pandemia que avanzaba
amenazante desde China y poco mas tarde asolaba Italia; Ellos. Estos, son los
mismos que sabían, que se cotorreaban entre susurros ministeriales, que el
monstruo andaba suelto por nuestras calles, incontrolado, invisible, creciendo
en la oscuridad, multiplicándose en silencio, y ellos, que lo sabían, se
negaron a tomar las mínimas medidas que protegieran a los nuestros ciudadanos, a
nuestra nación. Ellos. Estos, continuaron como si tal cosa, utilizando con
vergonzosa impunidad su extraordinaria capacidad de control y de movilización de
la sociedad para fortalecer su poder político y apuntalar en la sociedad su ideología. Ellos.
Estos. tomaron decisiones políticas negligentes, irresponsables, de una
temeridad criminal: permitieron el ibre transito de ciudadanos con Italia pais
infectado gravemente, mantuvieron concentraciones deportivas multitudinarias,
aconsejaron la celebración de actos políticos de otras formaciones, y sobre
todo, llevaron a la calle a decenas de miles de personas en las manifestaciones
feministas del 8 de marzo, metiendo en una ratonera sanitaria, no solo a los
que allí se congregaron, sino a las miles de personas que fueron alcanzadas por
el contagio exponencial de una enfermedad peligrosísima, a la que brindaron la
oportunidad de oro para que nos propinara un zarpazo mortal.
España celebro elecciones generales hace muy poco tiempo. De
las urnas nació, un Gobierno social comunista de “alto riesgo”. Llegado el
momento de la verdad, y ante una situación de enorme complejidad, ni ha sabido ni
ha querido o ambas cosas, igualmente graves, prevenir y proteger a España, y a
los españoles, lo que se veía venir, desgraciadamente,
desde el primer momento.
Sánchez solo ha ofrecido a nuestro pais excusas de mal
pagador, incapaz de asumir su responsabilidad en la gestión del ataque de Covid
19. Haciendo gala de su insoportable
fatuidad nos larga eternos discursos vacuos, nos abruma con su cansina y vacía
verborrea para no decirnos nada, porque no hay nada que pueda decirnos. Eso si,
ayer mismo en el Congreso y con motivo de la prórroga del Estado de Alarma, volvió
una vez mas, a enchularse con la oposición, mientra el NODO fascistocomunistoide
de TV1 repetía al unísono con el resto de las terminales rojas al servicio del Gobierno, el mantra de la universal
ignorancia sobre la naturaleza del Coronavirus y la exculpación de la acción politica
de este Gobierno que en todo momento, dicen, fue obediente con el consejo de los
expertos de sanidad.
España entera se pregunta que expertos son esos que no
conoce nadie, quienes son los asesores internacionales que aconsejan a Sánchez
justamente lo contrario de lo que la comunidad científica mundial viene
reiterando desde que el Covid-19 se expandió por China. Mienten. Continuamente
mienten.
Hasta yo, una simple ciudadana que forma parte de la gente
corriente, viendo lo que sucedía en China, y en Italia, me preguntaba una y otra
vez atemorizada, por que el Gobierno español no tomaba ninguna medida de
precaución, por que se burlaba de las voces también políticas, que le demandaban
una actitud proactiva y preventiva, antes de que el coronavirus cruzara
nuestras frontera, porque los medios de comunicación al unísono, afines al
Gobierno de Sánchez y de Iglesias se mofaban de las personas que se temían una
tragedia sanitaria, también en España.
Por que lo hacían? Sencillamente, porque podían. Cuando la
amenaza del coronavirus se cernía sobre nosotros, lo españoles no sabíamos
nada. Pero ellos, Estos. El Gobierno si lo sabía.
Confío en que en algún momento este Gobierno indigno rinda
cuentas ante la sociedad española por su parte de responsabilidad en la
magnitud de la tragedia que nos asola, hasta las últimas consecuencias, incluso
penales, si fuera ello fuera posible. Ahora su cobardía llena los telediarios
de la cantinela gubernamental pío, pío
que yo no he sido, escurriendo el bulto, disimulando y mintiendo. Una y
otra vez, mintiendo.
Los partidos de la oposición sobre todo PP, VOX y CS
deberían ser conscientes de la delgada línea que separa en estos momentos, la pretendida
unidad que reclama interesadamente el gobierno socialcomunista, de la culposa complicidad. No estaría de mas
que reflexionaran sobre la naturaleza personal de Sánchez y de su socio
Iglesias y recordaran la cita del Evangelio “por
sus obras les conoceréis”. Ninguno
de los dos da puntada sin hilo.
Cuando la oposición se plantee tenderle la mano a este Gobierno que
tengan muy en cuenta que quizá no es una mano inocente la que les ofrecen sino la mano que mece la cuna.