viernes, 27 de marzo de 2020

EL GOBIERNO EN EL TIEMPO DE LA PANDEMIA


Si digo que han pasado muchas cosas en España desde nuestra última cita, seguramente siendo verdad,  no seria cierto del todo. Porque pareciera que la vida se ha saltado un semáforo en rojo y nos encontráramos, asi, de golpe y porrazo, maltrechos y paralizados, apenas sin aliento, en manos de nadie, aguardando a la suerte, o a la muerte, que nunca se sabe.  Confinados recorremos una y otra vez un poco aturdidos  cada metro cuadrado de nuestro particular refugio, que sabemos  vulnerable, indefendible del todo, por cuyos infinitos y recónditos resquicios se nos puede colar el siniestro invasor que navegara por nuestros capilares y anidara tan campante en nuestros bronquios hasta que dejemos de serle útiles y confortables y finalmente, nos abandone, inertes, en busca de otro huésped con mejor pronostico, al que también, conducirá si, le dejamos, hasta la desconocida línea de nuestra meta vital, de modo inesperado, sorpresivo. Demasiado pronto, porque siempre nos pilla con demasiadas cosas por hacer.

Aguardamos, perplejos y cansados, que cada nuevo día al despertarnos, un rayo de sol desafíe a la madrugada y salpique de luz nuestra desesperanza. Abrimos nuestros ojos a la mañana y se que alguien le rogará a Dios,  el bálsamo paternal que nos ayude a dominar  el miedo que todo lo invade. Un miedo feroz,  que incrustado en cada átomo de nuestro tiempo, se ha hecho el amo y manda, mas que el aire que respiramos, mas que nuestra secuestrada libertad.

En estos días en los que la pandemia se ha hecho fuerte,  para mi sorpresa, asisto a un poderoso y virtual espectáculo de  masas que viaja por las redes sociales a una vertiginosa velocidad, compitiendo en celeridad y eficacia con las que el Covid-19 se replica en nuestras células, sigilosamente. Me pregunto, ahora, que el tiempo me sobra tanto, si no será este, el ultimo que me queda y sobre todo, si estoy dispuesta a entregar al pánico mi cordura, y mi razón al coaching que ha puesto en marcha a través de las telecomunicaciones y las redes sociales,  el poder político.  Yo lo tengo claro. Ni al uno ni al otro, les regalo esta partida. Morir es lo único cierto que en algún momento nos pasará a todos. Es lo que tiene haber llegado a la existencia, que inexorablemente, cada uno en su momento, tendremos que partir y decir hasta siempre, o lo que es lo mismo, hasta dentro de un rato. No es este momento para el miedo, sino para la vida.

Al otro, a la otra pata de la estulticia que nos acosa con insidiosa tenacidad,  al poder político, ni agua le doy. Ni  el pan y ni la sal que alimente su infinita y entupida soberbia. El Gobierno que nos ha robado la verdad y nos ha conducido hacia el abismo donde habitan el dolor y la melancolía se asoma día a día a nuestros hogares convertidos en nidos de reclusión forzada, para pedirnos unidad callada. Nos reclama mansedumbre en medio de la tragedia confiando en  que el temor narcotice nuestra consciencia, aplaque la ira que nace de nuestro sufrimiento, y doblegue nuestra voluntad, para no convertirnos en ciudadanos molestos.

Mi respuesta ya la tiene:  a todo No.

Es de suponer que el gobierno social comunista en cuyas manos agonizan  nuestra libertades individuales y colectivas, a estas alturas de la película de terror en la que  la la el protagonista estelar es la ciudadanía, tendrá a su disposición una legión de psicólogos sociales, y sociólogos malabaristas,  produciendo a mansalva pildoritas ideológicas y mantras de adormidera que nos mantengan sumidos en una suerte de infantilismo social dócil y sumiso.

A falta de respiradores, de guantes, de mascarillas de UCIS, que nos ayuden a dar la batalla por nuestra vida y sobrevivir a la pandemia, aquellos que nos gobiernan nos piden “unidad” como si la palabra en si misma fuera un conjuro, una pócima eficaz contra el coronavirus  que arrasa nuestras vidas. En su discurso, desde el minuto cero de esta historia que no es otra que una historia de miedo y de muerte, repiquetea saltarina la palabra “juntos” un cierto numero de veces en una calculada y reiterada cantidad frases hechas, vacuas, resecas y sin contenido,  que insultan nuestra madurez y aumentan nuestra desconfianza y nuestra ansiedad. Tañen sus diferentes voces ministeriales como campanas ensordecedoras, que atruenan nuestras cabezas y pretenden inocularnos, una vez mas, la verdad horneada en los despachos, su verdad oficial; una verdad de pacotilla, de medio pelo, envuelta en un vistoso y frágil celofán, que se muestra incapaz de contener el hedor que expele la sucia mentira en la que están sumidos.  Se  agarran con uñas y dientes al poder ocupando las poltronas con las que alimentan su glotonería,  sus inmensos egos los personajes públicos mas insignificantes e inmorales que han conocido nuestra reciente historia. Estos, no otros. Estos, los representantes de la izquierda mas miserable de Europa, son los que nos quieren callados y colaboradores. No, conmigo que no cuenten para bendecir su contubernio.

La muerte, el miedo, el sufrimiento asola nuestros hospitales. Enfermos y sanitarios se ven atrapados en la tela de araña de la impotencia viviendo la pulsión heroica como victimas o como supervivientes. Son los elegidos por el azar, para ocupar para siempre un lugar en la Historia.  No quiero imaginar la oscura soledad de los ancianos perdidos en limbo cruel y doloroso del Alzheimer y de la demencia dejando esta vida despojados de su humana  dignidad. Apenas puedo soportar el confinamiento sine die, sin horizonte y sin caducidad; ni el mio ni el de los niños, ni el de los adolescentes incapaces de metabolizar psicológicamente la inmovilidad de sus inquietos músculos, la cortedad de sus pasos, el silencio impuesto a sus jóvenes secretos, el aplazamiento insoportable de la ansiada complicidad de sus iguales.

El silencio se ha derramado como un torrente imparable por las calles de nuestras ciudades, cuyos corazones lates atemorizados, esperando a que amaine esta tempestad invisible que inflama los bronquios de nuestros pulmones y nos lleva a la muerte. A quienes? A los mayores, nos dicen, sobre todo a los mas débiles, es decir, a todos. Porque ellos somos nosotros. Porque ellos y no otros, son los nuestros. Todos ellos. Cada uno de ellos.

No. Conmigo que no cuenten. Le niego mi solidaridad, claro que se la niego,  al Gobierno de Sánchez y de Iglesias. Que nadie pueda confundirme con una ciudadana de sus huestes. No estamos juntos. No. Ellos y yo, no estamos del mismo lado. Con la mirada atenta, espectante, desconfiada y firme, me tienen en frente.

Mi lugar esta como siempre ha estado, con las victimas. Con los miles de hombres y mujeres que trabajan al tiempo que lloran de miedo, de cansancio, de desesperanza: el camionero, la cajera, el enfermero, el medico, el guardia jurado… Mi corazón esta, con  nuestros policías; con el Ejército de la España nuestra, que bajo la bandera nacional denostada y vilipendiada por los socios de gobierno de Sánchez, cuida de todos, trabaja para todos obediente y callado. Con la Guardia Civil dispuesta siempre a dejarse la vida, si hace falta,  incluso por aquellos que  escupen e insultan a sus hombres, en las calles de Cataluña, que acosan y humillan a sus niños en las escuelas  por ser hijos de guardias; incluso, por aquellos que les vilipendian desde su cargo publico, legión de tontos de baba, inútiles y holgazanes.  

Yo, elijo mi lugar, y me enorgullezco de estar con esa ciudadania que representa lo mas valioso de nuestra sociedad. Voluntarios que levantan hospitales en un santiamén, trabajadores de oficio, de obra dispuestos a dar  lo mejor de si mismos, armados de sus herramientas, para lo que hagan falta.  Estoy, con los universitarios avezados, ingeniosos, creadores de iniciativas que buscan desesperadamente, con entusiasmo inigualable, crear ingenios que salven vidas. Yo, elijo mi lugar, al lado de los empresarios solidarios que  ofrecen sus estructuras económicas al servicio de la Nación, de las personas, cuando se les necesita. Yo elijo mi lugar, al lado de Amancio Ortega y me emociono con la grandeza de su generosidad.

Soy testigo de mi tiempo y soy libre, por ahora. Me pueden obligar a la obediencia, pero no me pueden exigir silencio. Eso no. Nunca.  Porque en este caos nacional, en esta tragedia inconmensurable, en este país nuestro desolado, mantienen mas alta que nunca su despreciable soberbia, y con aires de macarra barriobajero limitan la actividad y el control democrático al Gobierno del Congreso de los Diputados. Pretenden silenciar en lo posible a la oposición, y  nos ponen negro sobre blanco sus normas, para indicarnos quien esta al mando en este corral: ellos.

Ellos. Estos. Son los mismos, que desoyeron las voces que eran un clamor, de los organismos internacionales que advertían una y otra vez  de la peligrosidad de la pandemia que avanzaba amenazante desde China y poco mas tarde asolaba Italia; Ellos. Estos, son los mismos que sabían, que se cotorreaban entre susurros ministeriales, que el monstruo andaba suelto por nuestras calles, incontrolado, invisible, creciendo en la oscuridad, multiplicándose en silencio, y ellos, que lo sabían, se negaron a tomar las mínimas medidas que protegieran a los nuestros ciudadanos, a nuestra nación. Ellos. Estos, continuaron como si tal cosa, utilizando con vergonzosa impunidad su extraordinaria capacidad de control y de movilización de la sociedad para fortalecer su poder político y  apuntalar en la sociedad su ideología. Ellos. Estos. tomaron decisiones políticas negligentes, irresponsables, de una temeridad criminal: permitieron el ibre transito de ciudadanos con Italia pais infectado gravemente, mantuvieron concentraciones deportivas multitudinarias, aconsejaron la celebración de actos políticos de otras formaciones, y sobre todo, llevaron a la calle a decenas de miles de personas en las manifestaciones feministas del 8 de marzo, metiendo en una ratonera sanitaria, no solo a los que allí se congregaron, sino a las miles de personas que fueron alcanzadas por el contagio exponencial de una enfermedad peligrosísima, a la que brindaron la oportunidad de oro para que nos propinara un zarpazo mortal.

España celebro elecciones generales hace muy poco tiempo. De las urnas nació, un Gobierno social comunista de “alto riesgo”. Llegado el momento de la verdad, y ante una situación de enorme complejidad, ni ha sabido ni ha querido o ambas cosas, igualmente graves, prevenir y proteger a España, y a los españoles,  lo que se veía venir, desgraciadamente, desde el primer momento.

Sánchez solo ha ofrecido a nuestro pais excusas de mal pagador, incapaz de asumir su responsabilidad en la gestión del ataque de Covid 19. Haciendo gala de  su insoportable fatuidad nos larga eternos discursos vacuos, nos abruma con su cansina y vacía verborrea para no decirnos nada, porque no hay nada que pueda decirnos. Eso si, ayer mismo en el Congreso y con motivo de la prórroga del Estado de Alarma, volvió una vez mas, a enchularse con la oposición, mientra el NODO fascistocomunistoide de TV1 repetía al unísono con el resto de las terminales rojas al servicio del Gobierno, el mantra de la universal ignorancia sobre la naturaleza del Coronavirus y la exculpación de la acción politica de este Gobierno que en todo momento, dicen, fue obediente con el consejo de los expertos de sanidad.

España entera se pregunta que expertos son esos que no conoce nadie, quienes son los asesores internacionales que aconsejan a Sánchez justamente lo contrario de lo que la comunidad científica mundial viene reiterando desde que el Covid-19 se expandió por China. Mienten. Continuamente mienten.

Hasta yo, una simple ciudadana que forma parte de la gente corriente, viendo lo que sucedía en China, y en Italia, me preguntaba una y otra vez atemorizada, por que el Gobierno español no tomaba ninguna medida de precaución, por que se burlaba de las voces también políticas, que le demandaban una actitud proactiva y preventiva, antes de que el coronavirus cruzara nuestras frontera, porque los medios de comunicación al unísono, afines al Gobierno de Sánchez y de Iglesias se mofaban de las personas que se temían una tragedia sanitaria, también en España.

Por que lo hacían? Sencillamente, porque podían. Cuando la amenaza del coronavirus se cernía sobre nosotros, lo españoles no sabíamos nada. Pero ellos, Estos. El Gobierno si lo sabía.

Confío en que en algún momento este Gobierno indigno rinda cuentas ante la sociedad española por su parte de responsabilidad en la magnitud de la tragedia que nos asola, hasta las últimas consecuencias, incluso penales, si fuera ello fuera posible. Ahora su cobardía llena los telediarios de la cantinela gubernamental pío, pío que yo no he sido, escurriendo el bulto, disimulando y mintiendo. Una y otra vez, mintiendo.  

Los partidos de la oposición sobre todo PP, VOX y CS deberían ser conscientes de la delgada línea que separa en estos momentos, la pretendida unidad que reclama interesadamente el gobierno socialcomunista,  de la culposa complicidad. No estaría de mas que reflexionaran sobre la naturaleza personal de Sánchez y de su socio Iglesias y recordaran la cita del Evangelio “por sus obras les conoceréis”.  Ninguno de los dos da puntada sin hilo.

Cuando la oposición se plantee tenderle la mano a este Gobierno que tengan muy en cuenta que quizá no es una mano inocente la que les ofrecen sino la mano que mece la cuna.