13 de Noviembre de 2009. Pongo mis primeras palabras en esta página que al igual que los primeros pasos de un niño arrancan sin rumbo cierto, casi, sin intención controlada, pero con la decidida voluntad, por inevitable, de hacerse realidad. Escribo en primera persona, “En mi propio nombre”, y miro desde el color que llega a la retina de mis ojos, sin excusas ni posibles eximentes. Citada con el azar a este lado del monitor, quizá con poca puntualidad, (así soy yo, que le vamos a hacer…) arribaré a las playas diarias que se desprenden del calendario, y en la cresta de cada ola, unas veces ocultas por la espuma, y otras ardientes de sol, Palabras e Imágenes se encontrarán en la senda de la comunicación que fluye constante desde y para el Alma.
… El otro día salí de caza. Buscaba atrapar las formas de luz y colores. No sabía que estaban esperándome en el bellísimo bosque urbano del Parque del Retiro. Centenares de árboles inocentes del frío y la soledad que se avecina permanecían hermosos y pacientes, todavía poseedores de un cuerpo frondoso.
Se habían vuelto amarillos y rojos. La última vez que los visité eran tan jóvenes que en cada rama las hojas recién nacidas se disputaban vitales y descaradas cada centímetro, acunando el bullicio de miles de pájaros. Han envejecido en estos meses transcurridos, pero están más hermosos aún, si cabe, y eso, la luz lo sabe bien; se filtra implacable y navega por el vacío hasta encontrar esa hoja que haga justicia a su inmenso poderío desde el principio del Principio. Amen.
Es la Luz.
Y allí estaba yo, con mi pequeña cámara de fotos intentando regalarme un instante de esa cascada de rayos multicolores para llevarme su creación a casa. Traigo hasta este, mi otro lar, cuyos tejado, paredes, puertas y ventanas, comienzo hoy a diseñar con cada palabra, los rastros ya eternos de aquellos instantes. Mi captura, al contrario de lo que sucede en la caza, no rapta, ni encarcela. No asesina ni mutila, ni causa dolor o sufrimiento. Las imágenes impresas en el objetivo de la cámara de aquellos momentos se suspenden en las alas del tiempo con un pie en la Eternidad.
Regresaré nuevamente al parque adentrado el Invierno. Volveré a visitar a los viejos robles que ya estarán desnudos y silenciosos. Ni siquiera a sus pies quedarán los rastros de las hermosas ropas de su juventud y la tierra, fría y hambrienta, habrá devorado los restos de la pasión que vivieron en Otoño. Volveré, con mi cámara de fotos y me llevaré, también, a casa su desnudez. El misterio escondido en su fortaleza. Su alianza indestructible con la Luz de la que nace la fe inquebrantable en su inminente renacer.
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