viernes, 24 de mayo de 2013

LA FE… LA DUDA… LA FE




Me llama poderosamente la atención el interés recurrente y hasta tedioso, de los que a sí mismos se califican como ateos, en hacer blanco de sus iras al Cristianismo en general y a la Iglesia Católica en particular. Forma parte del escenario cotidiano de nuestros días en nuestro país asistir de manera empecinada a la ridiculización de la fé de los cristianos, y al insulto y mofa de aquellos que libremente profesan el Cristianismo fundamento de su religión.

Una vez más no es mi adhesión a una idea, en este caso a una fe, lo que me ha movido a colgar esta página en las paredes de esta mi casa virtual. Lo que me sucede es que la estulticia cobardona de algunos, me pone; como decía el otro, me estimula, y mis neuronas se ponen en funcionamiento con agilidad y premura, cuando percibo con nitidez las embestidas gratuitas contra la fe que son fruto no tanto de un análisis racional y reflexivo, como de simplones prejuicios adornados con cuatro párrafos sacados a toda prisa de la wikipedia, ya saben, esa fuente de saber de plexiglás, de todo a cien, que la red de redes proporciona en un pis pas a los intelectos perezosos y a las mentes que están artríticas a fuerza de tragar píldoras doradas de ideologías adocenadoras, excluyentes y totalitarias.

A mi, personalmente, ya me gustaría poder decir que la fe preside mi vida, y no la duda. Desgraciadamente para mi, parece que el futuro que se me aventura es similar al pasado en que descansa mi recuerdo, y la búsqueda se me antoja hoy, como el hilo conductor de un anhelo que lejos de adormecer mi esperanza, funciona a modo de espuela, atizando mi curiosidad y descubriéndome a mi misma, más lucida y libre que nunca. Por eso me llama tanto la atención la insistencia en el insulto y la agresión, que destilan aquellos que sabiéndose ateos y al margen de cualquier creencia en la trascendencia, dedican tanta energía a combatir furiosamente aquello que no les atañe, y de lo que se sienten, por la gracia de su voluntad, ajenos.

El anti-cristianismo es en nuestro país una constante, y se alardea de él como si la negación de la fe que profesan los cristianos y el insulto y mofa de sus símbolos religiosos, fuera una acto avalado por la lógica de la superioridad moral e intelectual de los ateos, que añaden a su condición de increyentes, la de furibundos anticlericales. Los ejemplos son tantos y tan cotidianos, que a fuerza de presidir nuestra vida social, se han convertido un uso común en los medios de comunicación, centros de trabajo, universidades e incluso en las escuelas. Los mensajes materialistas, negacionistas de cualquier tipo de trascendencia, se han traducido en constantes ataques a todo aquello que se vincule con la fe católica. Hemos asistido a insultos a los obispos y sacerdotes en las calles con motivos tan peregrinos como la defensa del orgullo gay?…, hemos visto profanaciones de capillas de oración por mujeres a las que se les ha ocurrido mostrar sus tetas delante del altar donde cristianos rezaban, con el peregrino motivo dicen, de reivindicar su lesbianismo? Se ha tachado de todo lo imaginable e incluso de lo inimaginable, a aquellos ciudadanos que declarándose cristianos se han manifestado en contra del aborto o de la eutanasia; supuestos artistas han reivindicado su pretendida vena creadora, colocando falos erectos a Cristos yacentes o crucificados, o profanando la imagen de la Virgen Maria desnudándola como si de una prostituta se tratara; los curas se han convertido en una fuente constante de chanzas y de cachondeo en los medios de comunicación que se autocalifican como progresistas etc, etc.

En resumidas cuentas, ser cristiano en España, está mal visto, para que nos vamos a engañar. Lo que mola, es hacerse el gracioso a costa de la fe en Jesucristo. Eso cuando no se trata de hacerse el mas listo de la clase y el mas rojo rojísimo, alardeando de anticlericalismo y de anticristianismo. Esto ultimo me parece más elocuente, porque con frecuencia asistimos a campanudas tesis, disertaciones y lecciones magistrales, acerca de lo malo y peligroso que es para el pueblo la fe cristiana, la adoración a sus símbolos, seguimiento de su moral y la práctica de sus mandamientos, cuando lo bueno, lo feten de verdad, lo auténticamente moderno y evolucionado es pasar por esta vida como quieren aquellos que están en la pomada, que suelen coincidir con los que se lo llevan crudo, es decir, adorando a todo aquello que se decide en los despachos del poder político asesorados debidamente por ilustrísimos pedagogos venidos a mas.

De manera que para ser culto y progresista es condición necesaria e indispensable no solo identificarse con el ateísmo, sino y sobre todo, militar en el anti-cristianismo. En alguna ocasión me he preguntado, ¿pero que mas les da lo que ataña a la fe de los otros…? Enseguida me han saltado las alertas de la evidencia y el análisis mas elemental. La fe religiosa fortalece el espíritu del hombre libre, refuerza sobremanera su voluntad, y tamiza por el filtro de su moral, el juicio del entorno presente, y las alternativas transformadoras del Mundo del futuro. Contrariamente a lo que se argumenta a vuela pluma simplona de la chanza y el prejuicio anticristiano, los hombres y mujeres creyentes, le plantan cara a las voluntades políticas, las enjuician y las denuncian, y no son fáciles de doblegar y de someter. Los cristianos alzan la voz en aquellas sociedades en las que se pretende silenciarlos por las armas o por las burlas y dicen  NO, sin violencia, con tesón y perseverancia.

Me vienen a la memoria unas escenas que se pudieron contemplar en Madrid, en las fechas en que la ciudad se llenó de jóvenes, en la Jornadas de la Juventud, en el mes de julio de hace un par de años. Chicos y chicas, casi unos niños, fueron escupidos, acosados e insultados, impunemente en las calles, por personas adultas que encolerizadas lanzaban exabruptos contra aquellos chavales que en muchas ocasiones tuvieron que ser protegidos por las fuerzas del orden, contra viejos rojos comunistas, (como a ellos les gusta denominarse) casposos e iracundos, y jóvenes del entonces movimiento en apogeo 11-M, que llenos de un odio patológico, nos dejaron imágenes para un recuerdo de vergüenza, de miedo y de asco.

Los de siempre no quieren que los cristianos tengan voz y opinión pública. No interesa la discrepancia. Saben que mientras existan hombres y mujeres adheridos a la fe de Cristo, tendrán en frente conciencias libres, palabras criticas y conductas insumisas. Sucede, como explicación lógica a tanto énfasis anticlerical y tan numerosas actitudes irrespetuosas con el derecho a la libertad religiosa, que no pueden soportarlo, que no están dispuestos a tolerar la existencia de personas libres dentro de lo que pretenden sea su particular corral.

En alguna ocasión he comentado en esta casa, que hay dos cosas que me resultan verdaderamente insufribles, la una es la vulgaridad de lo aburido, y la otra, la banalidad del mal. Ambas presiden los juicios, subvertidos en prejuicios, actuaciones y propagandas manipuladoras y de mala fe, contra los cristianos y contra la creencia religiosa en Jesucristo. De todos es sabido que la Iglesia católica y el cristianismo, a lo largo de sus 2000 años de existencia ha tenido sombras tenebrosas, y grandes pecadores en su seno; que se han producido entre sus pastores terribles deslealtades y traiciones al mandamiento de Jesús. El reconocimiento honesto y sincero de esta realidad no resta un ápice de legitimidad a la libertad de enseñar y recibir el mensaje cristiano y profesar la fe católica de todos y cada uno de los seres humanos que así lo decidan. Y, no exime, en absoluto, de la obligación de respetar esta fe, con fundamento en el derecho de todo ciudadano a la libertad religiosa y de culto, reconocida en la Constitución Española y así como en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuando aludde a la libertad de pensamiento, de conciencia, y de religión.

Quiero insistir, en el reconocimiento de las gravísimas faltas que se han producido en el seno de la Iglesia católica. Faltas o delitos, que deben ser enjuiciados con los códigos penales en la mano, desde toda perspectiva y con absoluto rigor, contundencia y justicia. Dicho lo cual, es necesario precisar, para que se entienda el sentido justo de la crítica que con toda lógica es licito y obligado hacer la Iglesia, que cuando se han producido por parte de sus clérigos, pastores y miembros, atentados contra otros seres humanos, es porque esos cristianos han tenido conductas de las que participan, en gran medida, aquellos que pretendidamente se erigen en sus implacables juzgadores, contraviniendo y pecando contra el mensaje de Jesucristo al que deberían haber seguido y servido.

A aquellos que pretenden, haciendo uso de su poder mediático, político o económico, arrancar el alma cristiana de los creyentes, deberían en mi opinión, ir perdiendo toda esperanza de éxito en el empeño. La Fe, no es un modo de ser, maleable y manipulable, con la presión, el castigo o el halago. La Fe es un modo de estar en este mundo con la mirada esperanzada del mundo del otro lado, donde habita la trascendencia. Una manera de sentir que inunda el espíritu de una esperanza profunda e insondable. La Fe es una forma de percibir la existencia dotada de sentido y de coherencia, que se blinda en la libertad y la voluntad de decidir quien se es y como se es, no sujeta a mandato humano alguno.

Alguien podría preguntarse como se estas cosas cuando en mi alma no se aloja otra cosa que la duda. Quizá la respuesta fuera, que la duda, precisamente por ser contraria a la certeza, abre la puerta a hacer posible a aquello que deseamos, y mientras eso sea así, muchos estamos decididos a caminar sobre la incertidumbre en busca de la belleza, la bondad y la trascendencia.

Aquellos que tienen fe, pero sobre todo, aquellos que solo tenemos dudas, no estamos dispuestos a renunciar a nuestra esperanza. Como decía Chesteron, cuando el hombre deja de creen en Dios es capaz de creen en cualquier cosa.