Desde hace tres días no hay pagina de información digital, ni informativo de televisión que no haga mención de la liberación en Cleveland de las tres mujeres secuestradas durante 10 años por un tal Ariel Castro. El cautiverio de estas personas, sometidas a todo tipo de vejaciones y torturas, ha conmocionado a la opinión pública. Cada día que pasa conocemos más detalles del comportamiento cruel y perverso de su torturador/secuestrador, y del inconmensurable sufrimiento que ha causado en sus victimas.
El día 17 de Agosto de 2012, hace nueve meses, Instituciones Penitenciarias, es decir el Ministerio de Interior del Gobierno de Mariano Rajoy, decide conceder la libertad condicional al preso terrorista de ETA, Uribetxebarria (conocido por Bolinaga) por motivos humanitarios, justificados en la enfermedad que padece que dicen, es terminal. No hace falta entrar en muchas consideraciones para poner de manifiesto lo que es una evidencia; el terrorista no solo no ha tenido una muerte inminente, sino que muy al contrario, se le ve con salud suficiente para salir a tomar unos vinos con los amiguetes de siempre.
Bolinaga mantuvo secuestrado en un zulo bajo tierra a un ser humano, llamado Jose Antonio Ortega Lara, durante 534 días con sus noches, mes tras mes, semana tras semana, hora tras hora, minuto a minuto… El habitáculo inmundo en el que sufrió las torturas tenía las dimensiones de 3m de ancho por 2m de largo, por 1,8m de alto. Para hacernos una idea, poco más que las dimensiones de una cama de Ikea, el tamaño de un ascensor de nuestra escalera o de un armario ropero. Le alimentaron únicamente con vegetales, y recibía el agua para su “aseo” en el mismo orinal donde le obligaban a hacer sus necesidades. Le privaron de su dignidad humana, le sometieron y se burlaron de su debilidad; el terrorista Bolinaga jugaba a las cartas con sus secuaces y daba de comer a los perros del taller en cuyo suelo, dentro de un agujero, José Antonio se moría lentamente. Durante todo este tiempo, estuvo prácticamente a oscuras, sufrió diarreas, fiebres, dolores, hongos... Su maltratado cuerpo perdió 25 kilos de masa muscular y masa ósea. Vivió el pánico, la desesperación, la soledad …
Cuando la Guardia Civil detuvo a Bolinaga, y le conminaron a revelar donde tenían secuestrada su victima, el terrorista se negó a declarar, para que a Jose Antonio jamás pudieran encontrarlo y con la esperanza de que muriera, finalmente, de hambre bajo tierra, en el zulo.
Me pregunto, qué motivos llevarían al Presidente de los Estados Unidos de América, a un Jurado, a los Jueces, a la ciudadanía americana a poner en la calle sin cumplir su condena al secuestrador Ariel Castro, en unos años; si el hecho de padecer una enfermedad perfectamente tratable en prisión, sería razón suficiente para que viéramos, al monstuo, paseándose con los colegas por las calles de Clevelan mientras las tres mujeres que son sus victimas contemplan como su torturador pasea sonriente por las calles de su ciudad.
Me pregunto, que clase de enfermedad moral aqueja a España para que nuestras instituciones lleven a cabo actuaciones que ponen libertad a los secuestradores/torturadores sin cumplir íntegramente sus condenas, haciendo que el dolor y el sufrimiento de las victimas se prolonguen en el tiempo, incluso, después de haber sido liberadas físicamente de la tortura. Me pregunto, qué tipo de descomposición aqueja a nuestra ciudadanía que tolera y apoya a una clase política indiferente al sufrimiento de las víctimas; que las somete a la humillación que supone para ellas eximir del cumplimiento de las penas impuestas por la justicia a crueles y perversos delicuentes; que sirviendo a sus particulares intereses de control de poder han confinado a las victimas a su ámbito doméstico donde deberán sufrir en el ostracismo social y el silencio político el dolor infligido por sus victimarios.
Alguien quizá pudiera pensar que entre nuestro Bolinaga y el Castro estadunidense existe alguna diferencia, que le hace merecedor al terrorista vasco de un tratamiento diferente, a la hora de la aplicación y el cumplimiento de la Ley. Sería tanto como admitir que existen asesinos y torturadores buenos y malos. Esta dicotomía rayana en el absurdo y, lo que es peor, en la inmoralidad mas profunda es impensable en un país maduro, evolucionado y democrático.
Me pregunto, por qué no veo escraches a la puerta de los Bolinagas de mi país, y de sus complices; de todos aquellos que son responsables de la ignominia contra las victimas. Me pregunto, por qué los jueces se pringan con el polvo de un camino que recorren por mandato de lo peor de nuestra vida social y política, a cambio de unas monedas de plata que serán por siempre símbolo de la verguenza para nuestra Justicia. Me pregunto, por qué les traicionamos a ellos, a las victimas, a los indefensos, a los buenos, a los que tanto debemos.
Me contesto que, desgraciadamente, España y los españoles, damos muestras todos los días de ser una sociedad infantil, inmoral e irresponsable. Somos erráticos en nuestro comportamiento, teatrales y sensibleros. Tan pronto tenemos los rasgos dóciles y mansos del rebaño, como esgrimimos una violencia y una agresividad infantiloide y feroz. Somos duros de corazón y blandos de voluntad, de lágrima fácil y débil memoria.
Me contesto, que España "is different"; tan distinta es, que el futuro se nos escapa, huye de nosotros, y nos deja, con lo que somos y con lo que tenemos, con la tristeza de que, quizá, no nos merecemos otra cosa que la nada.