Los lobos han acudido en manada presurosos hasta el matadero. Muy juntos, unos al lado de los otros, se han fotografiado para la posteridad en una imagen que la Historia podrá valorar en su verdadera y profunda dimensión. En número de 70 se han congregado los asesinos de ETA puestos en libertad por la Nación Española. La secuencia de los hechos acaecidos desde que se iniciaron las negociaciones del último Presidente de Gobierno socialista parecen no dejar margen para la duda, y la hoja de ruta se va cumpliendo inexorablemente, obedientemente, por parte del Presidente Rodríguez, su impulsor, asumida y continuada por parte del Presidente Rajoy. Mucho se ha debatido en tertulias, en los medios, se ha escrito en prensa, sobre los condicionamientos, las formas, la oportunidad política y la legitimidad democrática para llevar a cabo pactos, acuerdos, negociaciones del poder democrático, con la banda de asesinos vascos. Ninguna de estas cuestiones tiene, en mi opinión, mayor relevancia en los momentos que vivimos en España. Lo que sucede, al margen de valoraciones edulcoradas, queda expresado con extraordinaria nitidez y contundencia, en el retrato de la manada en el matadero de Durango, un rato antes de que ellos y ellas se hayan ido a comer y tomarse unos vinos por la zona.
He mirado la imagen fotográfica con algún detenimiento. No es masoquismo, es curiosidad, casi científica. Todos los días no se tiene oportunidad de ver con nuestros propios ojos, y en un solo golpe de vista, un grupo humano cuya característica esencial es su naturaleza homicida. No recuerdo a un grupo tan numeroso de asesinos juntos desde que en Nuremberg fueran juzgados por delitos contra la humanidad los ejecutores de acciones criminales nazis.
Constato que no tienen nada de especial. Son todos ellos, entrados en años, viejos y feos. Ellas son igual de feas, y alguna más joven. Me pregunto cuando los observo, si alguna vez se arrepintieron de su maldad, del dolor que infligieron a sus victimas; si recuerdan su ultima mirada; si al ver a niños por la calle, no les vino a la memoria, al menos un instante, el llanto de aquellos pequeños a los que asesinaron.
En cada ocasión en la que las victimas han llamado a la opinión publica a manifestarse pacíficamente para reclamar Memoria, Dignidad y Justicia de un Estado, que se ha mostrado cruel e insensible con su sufrimiento, he acudido a la calle para acompañarlas en la creencia de que me unía a ellas mucho más que la compasión. Los muertos eran suyos, pero en cada atentado, mi seguridad y mi libertad como ciudadana de un estado democrático, había sido agredida violentamente. La victimas y yo, estamos en el mismo lado, por eso les mataron a ellos; por eso podríamos haber caído muertos cualquiera de nosotros, como consecuencia de la mas abyecta de las violencias modernas: el terrorismo.
En esos momentos, en los que escuchaba desgranarse una a una las palabras de los huérfanos, de las viudas, de los hermanos, de las madres, recordando a los seres amados que ETA arrancó de cuajo de sus vidas, mi pensamiento volaba sin pretenderlo hacia sus asesinos. Me he preguntado un millón de veces, como sería su cara, como sería su voz, si habría algo en su mirada que les hiciera diferentes, que nos alertara de la dureza de su corazón. Hoy, les he podido ver a todos juntos, uno a uno, en esa foto grupal de rostros pasados por los años. No hay nada que comentar al respecto. Son personas, aparentemente, como todas las demás, y sin embargo, no conocen la compasión, ni la piedad. Son seres humanos incapaces de sentir arrepentimiento y por ello, no son merecedores de nuestro perdón. En todo caso, ni siquiera el perdón, les eximiría de su gravísima culpa.
Los lobos están en la calle, se pasean, bromean de sus cosas y pueden llegar a confundirse con el entorno. En el autobús, en el bar de la esquina, en cualquier calle, podríamos pensar que se trata de un ciudadanos corrientes. Nada mas alejado de la realidad. Ellos, que han matado a sangre fría a los inocentes, que han celebrado y brindado entre risas por el sufrimiento de las victimas, que han humillado al Estado, han corrompido a los cobardes, han amenazado a los justos, han aterrorizado a la gente sencilla, ellos son, profundamente distintos de nosotros.
Los terroristas que ahora caminan sobre la libertad son y serán por siempre, lo que eligieron ser: vulgares y crueles asesinos, hasta el mismo día de su muerte. Todos somos lo que decidimos ser en cada momento de nuestra vida. Los suyos, sus hijos, sus padres, sus amigos, su familia, sus vecinos, sus cercanos, lo saben de igual modo que yo lo se, y cuando en el silencio les miren a los ojos, a solas, o disimuladamente, sabrán, como se yo, que sus manos están manchadas por la sangre vertida de sus victimas, y que estas estarán indisolublemente unidos a ellos, hasta el final de su tiempo. Sabrán, que los rostros de los asesinos, su mera existencia, será el monumento vivo del recuerdo de sus victimas. Cada uno de ellos, será por siempre, antes que ninguna otra cosa en este mundo, aquel que asesinó a …, y sobre los puntos suspensivos se escribirán con letras de sangre los nombres de sus victimas inocentes, que seguirán clamando Memoria, Dignidad y Justicia, hasta que la Historia recoja su lamento y les devuelva su dignidad arrebatada.
Los poderes del Estado, afanados como nunca en sus propios asuntos, regidos por sus particulares intereses, andan en estos tiempos recorriendo los mil vericuetos del cinismo, de la hipocresía, de la mentira. Usando palabras grandilocuentes pretenden distraernos de la realidad más evidente, que no es otra que sus acuerdos pactados a fuego con la banda de asesinos. Algún día conoceremos exactamente en que términos se llevaron a cabo los cambalaches, y a cambio de qué ha sido posible el retrato de la manada en el matadero de Durango. Matadero en el que no hay victimas, porque las victimas las llevaban puestas en las venas esos hombres y mujeres homicidas, allí reunidos.
Algún día, quizá conoceremos, por qué los terroristas están en la calle sin acabar de cumplir sus condenas; por qué los Gobiernos de España procuran beneficios penitenciarios a los presos etarras sin su preceptivo arrepentimiento, sin colaborar con la Justicia, en el esclarecimiento de asesinatos perpetrados por la banda aun sin resolver. Quizá sabremos, qué temen los gobiernos de España … a quien temen, y cuales son los motivos de ese temor.
Mientras tanto el líder de la manada en la calle, se dirige a la opinión publica, y a su conducta criminal, a sus asesinatos cometidos los califica de “daños colaterales. Así están las cosas en nuestro país; estas son las ruedas de molino con las que los españoles nos desayunamos día y si y día también. Debe ser esto a lo que algunos llaman la marca España.
Aquellos que se comportan como gusanos, es normal que perezcan aplastados como tales. Alguien debería tomar nota.
He mirado la imagen fotográfica con algún detenimiento. No es masoquismo, es curiosidad, casi científica. Todos los días no se tiene oportunidad de ver con nuestros propios ojos, y en un solo golpe de vista, un grupo humano cuya característica esencial es su naturaleza homicida. No recuerdo a un grupo tan numeroso de asesinos juntos desde que en Nuremberg fueran juzgados por delitos contra la humanidad los ejecutores de acciones criminales nazis.
Constato que no tienen nada de especial. Son todos ellos, entrados en años, viejos y feos. Ellas son igual de feas, y alguna más joven. Me pregunto cuando los observo, si alguna vez se arrepintieron de su maldad, del dolor que infligieron a sus victimas; si recuerdan su ultima mirada; si al ver a niños por la calle, no les vino a la memoria, al menos un instante, el llanto de aquellos pequeños a los que asesinaron.
En cada ocasión en la que las victimas han llamado a la opinión publica a manifestarse pacíficamente para reclamar Memoria, Dignidad y Justicia de un Estado, que se ha mostrado cruel e insensible con su sufrimiento, he acudido a la calle para acompañarlas en la creencia de que me unía a ellas mucho más que la compasión. Los muertos eran suyos, pero en cada atentado, mi seguridad y mi libertad como ciudadana de un estado democrático, había sido agredida violentamente. La victimas y yo, estamos en el mismo lado, por eso les mataron a ellos; por eso podríamos haber caído muertos cualquiera de nosotros, como consecuencia de la mas abyecta de las violencias modernas: el terrorismo.
En esos momentos, en los que escuchaba desgranarse una a una las palabras de los huérfanos, de las viudas, de los hermanos, de las madres, recordando a los seres amados que ETA arrancó de cuajo de sus vidas, mi pensamiento volaba sin pretenderlo hacia sus asesinos. Me he preguntado un millón de veces, como sería su cara, como sería su voz, si habría algo en su mirada que les hiciera diferentes, que nos alertara de la dureza de su corazón. Hoy, les he podido ver a todos juntos, uno a uno, en esa foto grupal de rostros pasados por los años. No hay nada que comentar al respecto. Son personas, aparentemente, como todas las demás, y sin embargo, no conocen la compasión, ni la piedad. Son seres humanos incapaces de sentir arrepentimiento y por ello, no son merecedores de nuestro perdón. En todo caso, ni siquiera el perdón, les eximiría de su gravísima culpa.
Los lobos están en la calle, se pasean, bromean de sus cosas y pueden llegar a confundirse con el entorno. En el autobús, en el bar de la esquina, en cualquier calle, podríamos pensar que se trata de un ciudadanos corrientes. Nada mas alejado de la realidad. Ellos, que han matado a sangre fría a los inocentes, que han celebrado y brindado entre risas por el sufrimiento de las victimas, que han humillado al Estado, han corrompido a los cobardes, han amenazado a los justos, han aterrorizado a la gente sencilla, ellos son, profundamente distintos de nosotros.
Los terroristas que ahora caminan sobre la libertad son y serán por siempre, lo que eligieron ser: vulgares y crueles asesinos, hasta el mismo día de su muerte. Todos somos lo que decidimos ser en cada momento de nuestra vida. Los suyos, sus hijos, sus padres, sus amigos, su familia, sus vecinos, sus cercanos, lo saben de igual modo que yo lo se, y cuando en el silencio les miren a los ojos, a solas, o disimuladamente, sabrán, como se yo, que sus manos están manchadas por la sangre vertida de sus victimas, y que estas estarán indisolublemente unidos a ellos, hasta el final de su tiempo. Sabrán, que los rostros de los asesinos, su mera existencia, será el monumento vivo del recuerdo de sus victimas. Cada uno de ellos, será por siempre, antes que ninguna otra cosa en este mundo, aquel que asesinó a …, y sobre los puntos suspensivos se escribirán con letras de sangre los nombres de sus victimas inocentes, que seguirán clamando Memoria, Dignidad y Justicia, hasta que la Historia recoja su lamento y les devuelva su dignidad arrebatada.
Los poderes del Estado, afanados como nunca en sus propios asuntos, regidos por sus particulares intereses, andan en estos tiempos recorriendo los mil vericuetos del cinismo, de la hipocresía, de la mentira. Usando palabras grandilocuentes pretenden distraernos de la realidad más evidente, que no es otra que sus acuerdos pactados a fuego con la banda de asesinos. Algún día conoceremos exactamente en que términos se llevaron a cabo los cambalaches, y a cambio de qué ha sido posible el retrato de la manada en el matadero de Durango. Matadero en el que no hay victimas, porque las victimas las llevaban puestas en las venas esos hombres y mujeres homicidas, allí reunidos.
Algún día, quizá conoceremos, por qué los terroristas están en la calle sin acabar de cumplir sus condenas; por qué los Gobiernos de España procuran beneficios penitenciarios a los presos etarras sin su preceptivo arrepentimiento, sin colaborar con la Justicia, en el esclarecimiento de asesinatos perpetrados por la banda aun sin resolver. Quizá sabremos, qué temen los gobiernos de España … a quien temen, y cuales son los motivos de ese temor.
Mientras tanto el líder de la manada en la calle, se dirige a la opinión publica, y a su conducta criminal, a sus asesinatos cometidos los califica de “daños colaterales. Así están las cosas en nuestro país; estas son las ruedas de molino con las que los españoles nos desayunamos día y si y día también. Debe ser esto a lo que algunos llaman la marca España.
Aquellos que se comportan como gusanos, es normal que perezcan aplastados como tales. Alguien debería tomar nota.