miércoles, 9 de julio de 2014

PERROS Y GATOS, ALEJADOS DE LOS ESCAPARATES

Ha tenido que pasar dos años y medio para que el PP tomara una iniciativa de Gobierno que me pareciera digna de alabanza. Leo en un medio digital que el Ministerio de Agricultura, ultima un anteproyecto de ley que incluye la normativa básica del comercio y tenencia responsable de perros y gatos, con la que pretende prohibir la venta de animales en las tiendas de mascotas, así como su exhibición y exposición en escaparates con fines comerciales, lo cual podría conllevar una multa de hasta 200.000 euros.

La medida me ha sorprendido muy gratamente. Visito con cierta frecuencia las tiendas de venta de productos para mascotas dado que en mi casa, vivimos dos personas con dos gatos, una perrita, un pájaro. Para todos aquellos que pudieran imaginarse un hogar de estas características como un espacio caótico, de dudosa limpieza, y sometido a todo tipo de ruidos extraños, tengo que puntualizar que nada hay mas lejos de la realidad. En mi hogar las paredes se visten con lienzos y fotografías, decenas de libros que han llenado mi memoria de historias, fantasías y pensamientos, divertidos, interesantes o audaces; en nuestras dos terrazas cultivamos plantas sencillas, domésticas, y hierbas aromáticas, además de una higuera, un limonero y un olivo. Nuestra casa es un lugar normalmente silencioso y limpio, razonablemente ordenado y alegre. Y, todo esto, es posible en convivencia con nuestras mascotas, y quizá, de alguna manera, gracias a ellas. Dicho lo cual, se entenderá con facilidad, que mi relación con perros y gatos, que viene ya de mucho tiempo atrás, se ha forjado desde el respeto a estas otras formas de vida, que comparten con nosotros nuestro tiempo y nuestra historia vital.

No pretendo hacer una alegato de los aspectos positivos que yo considero posee la tenencia de un animal de compañía. Dejo que los estúpidos, en su ignorancia, sigan atribuyendo el amor entrañable a un perro o a un gato, como fruto o consecuencia de la soledad, del aislamiento, de la carencia de afectos humanos; de haber procreado o no, una extensa prole. También desisto de convencer a histéricos/as del orden, que consideran que gatos y perros son fuente de enfermedades demoníacas y parasitarias. Les dejo con sus neurosis de autodesprecio y con sus cocinas rebosantes de asepsia, cual fríos quirófanos, y con sus cabezas calientes de estériles y tediosas ansiedades.

Sí deseo, sin embargo, felicitarme por la medida, que al parecer, quiere llevar a cabo la ministra de Agricultura y Medioambiente, castigando severamente los negocios que tengan por objetivo lucrarse sometiendo a maltrato a cachorros de perros y gatos, recluidos en reducidisimas jaulas en centros comerciales, hasta ser objeto de compra por parte de un cliente.

Los escaparates no son lugar adecuado para hermosos seres inocentes que aguardan un amo. Es necesario, imprescindible, me atrevería a decir, que tomemos conciencia de que el maltrato animal, es en primer lugar una banal e innecesaria crueldad que causa sufrimiento gratuito en seres indefensos, al tiempo que nos denigra profundamente a los seres humanos que ejercemos este dolor sobre ellos, o que lo consentimos con indiferencia. Poco a poco, España comienza a transitar por el camino de la sensibilización en la protección de la Naturaleza, y nada mas cerca de nosotros, que aquellos de sus miembros con los que llevamos milenios compartiendo estrechamente nuestra existencia.

Seguramente alguien podrá preguntarse porqué no he dedicado estas líneas a un tema de mayor actualidad y enjundia, como por ejemplo … a Podemos, como por otro lado, hace todo el mundo. Aclaro en un pispás mi, peculiar decisión.

No me gusta el personaje, me desagrada su look. Tiene aspecto demasiado blando para mi, y una mirada demasiado dura para mis ojos. Su tono de voz es ampuloso, relamido, y se escucha a si mismo cuando habla. Pareciera que al tiempo que se muestra a su auditorio con gesto humilde, lanzara sobre nuestras cabezas implacables maldiciones y amenazas Que va, !no me gusta ni un pelo¡ Su sonrisa, me da miedo, me recuerda vagamente los rostros mesiánicos que maldicen a Dios. Cuando le escucho, me dan ganas de declararme a grito pelao, como una irreducta pecadora capitalista dispuesta a condenarme con una sonrisa en la economía de libre mercado, y en mi incorregible adhesión a la Libertad.

Pero sobre todo, es que Pablo Iglesias me aburre muchísimo. Me parece un plasta, un pesado, un vendedor de humo, un charlatán de feria, mercader del mágico crecepelo que ha dejado calvo a todo hijo de vecino en Cuba y Venezuela. Además, no me gustan sus malas compañías, sospechosos filoterroristas con los que según él se afana en buscar soluciones para nuestros problemas, los peores, los que tienen que ver con el asesinato y con la muerte. Iglesias se reúne con la zorra que devora a las gallinas, para que, las gallinas sigamos poniendo huevos aunque estemos moribundas. Que no, que no me gusta un pelo este pavo.

No me gusta su sombra, ese ciudadano que se apellida Moreno. Le separa la silla deferente, y deja que fotografíen al líder que da mejor fotogenía … mientras él se sitúa entre bambalinas, segundo plano, como al acecho, vigilante. La lengua suelta y la voz firme, “Me siento digno defendiendo a Chavez frente a la basura mediática de España” decía no hace mucho. Ufff... !que miedo dan estos salvapatrias y condena hombres¡

A mi, me parecen ultras, vulgares y tediosos, no por ello carentes de peligro. Nuestras vidas, nuestras haciendas y nuestra libertad, si alguna vez llegan a caer en sus manos perderán, sin lugar a dudas, su garantías democráticas. Ellos tiene otro estilo, el del chavismo y el castrismo, tan feo, tan decrépito, tan desesperanzado... “¡¡expropiese, expropieeeessse, rugia el tirano venezolano.¡¡¡ Ellos son el ruido de sables, los portadores del silencio, de la pobreza, del miedo.


Soy muy consciente del auge de su popularidad, de su fama, de que muchos votos ciudadanos han sido, y posiblemente, serán para ellos, y me digo, peor para nosotros; eso si, que no me pida nadie que les tome en serio, porque en mi razón y en mi corazón, muchos otros les van por delante, por ejemplo, perros y gatos, felices y lejos de los escaparates.