En el día
de ayer, 17 de diciembre de 2014, ha tenido lugar la apertura de
relaciones diplomáticas de los Estados Unidos de América, con el
régimen comunista Cubano, después de 50 años de incomunicación y
condena radical de los gobiernos norteamericanos a la dictadura
castrista.
Al parecer,
la diplomacia vaticana, y en particular, la personal implicación en
el proceso por parte del papa argentino Francisco, ha sido
determinante en la consecución del acuerdo entre los dos países.
Una vez más
asisto perpleja al hecho, prácticamente irrefutable, de que en esta
película, han ganado finalmente los malos. Dolorosamente sorprendida
me pregunto por qué la Iglesia Católica, abandona a los pobres, a
los débiles, a los presos, a los torturados, a los indefensos
ciudadanos cubanos en manos de la ferocidad del régimen comunista.
Qué razones han llevado al Vaticano a apartarse del recto camino de
la denuncia de los tiranos y la protección de los mansos,
promoviendo un acuerdo diplomático cuya traducción parece que no es
otra que la inversión fiananciera y la expansión e influencia
económica de USA en la Isla, al tiempo que le salva el culo a los
dirigentes comunistas, abocados al colapso económico del régimen
sin el apoyo que hasta la fecha ha venido recibiendo desde su
implantación genocida. El comunismo cubano ha sido sostenido
durante años por la URSSS, y una vez desmoronado el comunismo en
Europa, financiado por parte de Venezuela, país que como de todos es
sabido, hoy es un nido de corrupción, pobreza y violencia; una
dictadura patética y asesina, que no es capaz de procurar a sus
ciudadanos papel higiénico ni aspirinas. Chavismo y castrismo,
unidos por una idología totalitaria habían recorrido un camino
conducente a un callejón sin salida, hasta el momento en que
Venezuela ha tocado fondo y no le queda otra que entrar en una
dinámica de deterioro inexorable, mostrándose incapaz ya, de tirar
de Cuba, convertida en una rémora para superviviencia del gobierno
de Maduro.
Imagino que
la ocasión la pintaban calva, y que este momento era especialmente
adecuado para que el cambio político pudiera hacerse posible en
Cuba. Pero no ha sido eso lo que se ha producido, lo que se ha
mostrado al mundo, lo que los dirigentes de ambos países han
trasladado a la comunidad internacional. Los acuerdos de tipo
comercial y diplomático, no parecen haber tenido como contrapartida
la inmediata apertura del régimen dictatorial hacia una senda de
democratización de Cuba. Que sean intereses económicos,
comerciales, de inversión, de comunicación y diplomáticos los que
quedan reflejados en los acuerdos que hemos conocido, cuando
centenares de cubanos jóvenes, ancianos y casi niños se pudren en
las cárceles cubanas… cuando no hace ni quince días, se
reprimieron a golpes brutales a las mujeres de blanco en las calles
por reclamar el respeto a los derechos humanos para sus seres
queridos presos en cáceles inmundas, muchos de ellos enfermos;
cuando millones de cubanos se mantienen en el exilio alejados de sus
familias por la persecución política de que son objeto... En
definitiva, que se hable “de la pasta”, lisa y llanamente, para
justificar un acuerdo entre una democracia y un régimen genocida, la
dictadura más antigua del Mundo en este momento, como es la
cubana, me parece de una inmoralidad extrema. Que en este mangoneo,
haya participado el Vaticano con entusiasmo, es desolador.
Barack Obama
dejará el poder en fechas no muy lejanas. Recién llegado a la
presidencia de Estados Unidos, y sin estrenarla apenas, la comunidad
internacional le otorgó el premio Nobel de la Paz. Francamente no
recuerdo ni un solo hecho en su breve carrera política de nueve
meses por aquel entonces, que justificara merito alguno que le
hicieses merecedor de tal galardón. No se si en este mundo que se
muestra cuanto mas tecnificado mas estupidizado, el color de la
piel, en este caso color café con leche, es motivo suficiente para
ser encumbrado con tan alta estima. En todo caso, el Rodriguez Z.
americano, como el nacional, para desgracia de las victimas, en el
caso de Cuba, exiliados y masacrados por el régimen, y en el caso
español, victimas del terrorismo vasco, de la organización asesina
ETA, se han propuesto pasar a la historia del universo mundo,
teniendo un rengloncito dedicado a sus nombres. El deseo ególatra es
en algunos seres humanos inconmensurable. La vanidad tantas veces
unida a la estupidez, constituye sin embargo, también con suma
frecuencia, iconos y símbolos en los que los que incautos, y
bobalicones, encuentran una especie de grandeza de medio pelo, de
relumbrón de lentejuela y baratija de todo a cien que ejerce sobre
ellos enorme fascinación. Prohombres cuyo mayor merito esta
depositado en la mirada perspicaz de los que detentan poderes e
intereses espúreos, curiosamente aunados a los inmensamente mas
numerosos, que esperan encontrar en su gobernantes una suerte de
padres protectores, a cuya tutela entregan sin rechistar su legitima
y obligada reflexión critica e individual, propias de un ciudadano
responsable y libre.
En este
contexto, en un mundo imperativamente mediático, una parte
abrumadora de la ciudadanía, exige a sus líderes políticos, que
comuniquen bien, que sean poseedores una una fotogenia que “enamore”,
que se hayan aprendido el discurso con la debida entonación y la
pertinente sonrisa y que en su lenguaje ante los medios, se adecue
estrictamente a lo “políticamente, oportunamente correcto”.
Estos son los que alcanzar el poder, y desde él, emiten incesantes
mensajes minuciosa y estratégicamente definidos por legiones de
técnicos de la comunicación y de la ingeniería social. En frente,
mirando como David miró a Goliat, las víctimas son ignoradas,
cuidadosamente envueltas en silencios de celofán hasta que se sus
gritos perezcan por asfixia, hasta acallar por siempre su voz.
Hasta que el olvido digiera su pasada o presente existencia.
Me refería
anteriormente a la implicación personal del Papa Francisco en los
acuerdos diplomáticos del gobierno de Obama y el gobierno de los
Castro, a la excelencia incontestable que se le atribuye a la
diplomacia vaticana y aguardo a que el Jefe de la Iglesia Católica
dedique alguna de sus palabras a la pobreza, la indefensión, la
dignidad, el hambre de los desvalidos, la soledad, el sufrimiento, el
dolor, la enfermedad, que se sufre en Cuba, no en las mansiones de
los Castro, ni en las los cuadros del partido, ni en sus policías
criminales, ni en comisarios políticos, ni en los delatores del
régimen, ni en sus torturadores. No. Sino a sus victimas, a los
ciudadanos privados de las libertades básicas democráticas, de los
derechos humanos individuales; a los miles de cubanos, hombres y
mujeres, que viven con pánico, en la pobreza, con tristeza, con
desesperanza, aplastados por las botas de un Gobierno dictatorial,
violento y cruel, a quien el Vaticano, el Papa Francisco, el
Presidente Obama, fundamentalmente, han decidido darle carta de
interlocutor, como si de un igual se tratase, sin contrapartida
alguna, ni siquiera de carácter humanitario, lo que constituye un
éxito importantísimo del gobierno comunista cubano, y una tragedia
para sus victimas, tanto en Cuba como en el exilio, un desprecio
inmenso a la memoria de los miles de cubanos muertos intentando huir
del comunismo o victimas de él.
La comunidad
internacional recibe este acuerdo con regocijo y se felicita por la
apertura de las relaciones cubano-americanas. Yo me temo muchísimo
que asistiremos al desarrollo de un símil a pequeña escala del
comunismo capitalista que se sufre en China, en el mejor de los
casos.
Nada
importante cambiará en la isla si el régimen comunista prevalece,
si los derechos humanos siguen siendo palabras de estercolero, si los
Castro siguen ejerciendo la crueldad que les ha caracterizado sobre
su pueblo.
En los
comunicados de Obama y de Castro, no se ha pronunciado la palabra
Libertad ni Democracia para Cuba, esas palabras por las que han
entregado la vida millones de personas en todo el mundo en su lucha
contra los totalitarismos de todo pelaje. La misma Libertad, en este
caso, de fe espiritual, por la que centenares de miles de cristianos
son perseguidos y asesinados por los gobiernos de países sobre todo
de confesión musulmana. Quiero recordar a la joven católica Bibi
Asia presa y condenada a muerte por el gobierno de Pakistán, que el
día 12 de este mes cumplió 2000 días de terrible cautiverio
esperando su ejecución. Sería de agradecer que las excelencias de
la diplomacia del Vaticano y la implicación personal del Papa
Francisco, dirigieran compasivamente sus ojos hacia esta mujer,
separada de sus dos niños, y de su familia y que aguarda la muerte
por no renunciar a su fe en Jesucristo.
La verdadera
noticia respecto de Cuba sería, no la apertura de las
relaciones diplomáticas y comerciales entre Cuba y USA, sino la
apertura de las celdas en las que permanecen prisioneros sus heroicos hijos; la apertura de las cárceles, instrumentos de
violación de los derechos humanos por parte del régimen comunista.
La noticia,
la única noticia digna de ser conocida con alegría y esperanza, se
producirá cuando un ciudadano cubano pueda salir a la puerta de su
casa, y alzando la voz pueda gritar a los cuatro vientos, ¡Soy un ciudadano libre¡ y no se encuentre como respuesta un fusil disparándole
al corazón. Entre tanto, tendremos que hablar de otras cosas, de las
cosas que parecen importarle al Papa Francisco, al flamante
presidente Obama, a los repugnantes dictadores comunistas hermanos
Castro, pero que a mi, personalmente, no me interesan nada.