Asisto con estupor a la noticia de la
puesta en libertad en el día de hoy de dos de los mas sanguinarios
asesinos de ETA, cuyas condenas alcanzaban al año 2025. Son los
históricos de la banda. Los peores entre los peores. Los jefes de la
manada. Los machos alfa. Las hienas mas feroces.
Santi Potros, director de las acciones
asesinas de la organización terrorista durante años. Responsable
del asesinato de 21 personas en el atentado salvaje de Hipercor. Sus
víctimas murieron abrasadas o asfixiadas. Cuatro de ellas eran niños.
La decisión de su puesta en libertad
tiene los rasgos de una decisión claramente política cocinada en
los fogones de la judicatura... La togas en Epaña hace años que
vienen arrastrándose por el fango. Desde que lo dejo dicho con
todas las letras y con toda su cara, el fiscal socialista del
gobierno de Rodríguez Zapatero, Conde Pumpido. Tanto se han rebajado
los jueces de la Audiencia, que no se comprende como pueden soportar
el hedor irrespirable que expele el cadáver putrefacto de la
Justicia.
Los detalles de la información son
sumamente escuetos. La Audiencia hace suya una decisión marco de la
Unión Europea no vinculante para los Estados. Dicho y hecho, las
fieras ya estan en la calle.
El transcurso del tiempo, la distancia,
permite adivinar en qué consistieron los acuerdos del Gobierno
socialista con los asesinos y la ya inequívoca aquiescencia de la
entonces oposición liderada por el Partido Popular en las
componendas del Presidente socialista con la ETA. Tomarse la molestia
de contar los asesinos etarras excarcelados con una u otra excusa
jurídica de medio pelo, da vergüenza ajena.
La puesta en libertad de los asesinos
de la ETA de sobra saben que no les quitará los votos que necesitan
para mantenerse en el poder. Al menos, no los suficientes. Los
muertos no empuñan pistolas, y los niños huérfanos tampoco. Las
lágrimas y el dolor de las victimas no cotizan en bolsa. La
desesperanza, ni siquiera la ira, de las madres que enterraron, no
hace tanto, los cuerpos destrozados de sus hijos por las bombas de los
asesinos, que jamas se arrepintieron, están amortizadas sobradamente
en los Consejos de Ministros.
A estas horas, en que Santi Potros
contamina con su libertad el oxígeno de nuestras calles, en las que
Bolinaga aun permanece en este mundo, suponemos en haciendo gala de
su estado terminal con extraordinaria salud, escucho en la televisión
decir al ministro de Interior, Fernández, que su prioridad es dar
con los implicados en la muerte del ultra del Deportivo de la Coruña
y, nuevamente, se que se mofan abiertamente, cruelmente, de los
ciudadanos.
En las altas esferas del Estado, entre
Gobierno, oposición, jueces y asesinos, se practica el porno duro en
las relaciones del ejercicio del poder. Asesinos, ladrones,
corruptos, compran y venden voluntades, al tiempo que los partidos de
la casta y los recién llegados comunistas asesores de dictaduras
bolivarianas, elaboran programas electorales diseñados a modo de
pienso para puercos, oloroso, apetecible y codiciable, envuelto en
rentas subsidiadas, bajadas de impuestos irrelevantes, prebendas, y a
la postre, migajas de adormidera, apelando al estómago del populacho
capaz de ignorar voluntariamente su esencial naturaleza de personas
responsables, dignas y libres.
La vida no vale nada en España y el
asesinato de inocentes españoles ha tenido premio. El premio del
poder; el premio del ejercicio de la humillación a las victimas.
Matar ha sido extremadamente rentable para los asesinos, que pasean
crecidos su victoria sobre un país incapaz de mostrarse digno de tal
nombre. A la ETA, a sus simpatizantes, a todos aquellos que buscan
la excusa, la justificación de sus asesinatos con ánimos
templados, donde solo se desarrollan las bacterias y los gusanos,
les ha salido de perlas cada tiro en la nuca, las soledades huérfanas
de los inocentes.
Nada sucede porque si. Nada es casual
en la vida de las personas ni de las naciones. Los ciudadanos hemos
abandonado a los nuestros, hemos olvidado a los inocentes. Hemos
mirado hacia otro lado molestos, cuando en la calle, en convocatorias agónicas
pedían entre sollozos y rabia, nuestra solidaridad, porque nos venían con su deprimente cantinela … ¡que mal rollo, tanta lágrima en un día de sol y
de piscina, de pincho de tortilla y caña¡.