Llegamos a la recta final. La meta se encuentra a tan solo un par
de días. Los comicios del próximo domingo todo parece indicar que
supondrán un vuelco en el panorama político territorial. Los
partidos nacionales hasta ahora mayoritarios han mostrado fisuras, grietas, y
quebrantamientos que en mi opinión no vienen causadas por su edad sino por su
degradación. En este contexto, para que repetir lo que todo el mundo sabe, el
nicho del hartazgo ciudadano será ocupado por otras opciones que agazapadas
esperan su oportunidad, su momento, para tocar poder.
Las dos palabras mas usadas en esta campaña por los diferentes
lideres políticos han sido corrupción y regeneración. Está bien. Es interesante
que nos hagan el diagnostico, por otro lado, también sujeto a subjetividades.
Parece que todos estamos de acuerdo en que llegados aquí, somos conscientes y
sufrientes, de que la corrupción en España es un problema importante, que
obstaculiza de manera radical nuestro progreso económico, social y atenta
directamente contra el sistema democrático al que hemos llegado dando tumbos,
con esfuerzo y como los hechos ponen de manifiesto, a trompicones.
Pero creo que sería bueno dar un paso más en el análisis, aunque
el pasito sea corto y lo hagamos con las zapatillas de andar por casa. Un
pasito sin pretensiones, pero que nos sirva para poder contextualizar
someramente la situación en la que se celebrarán las elecciones del domingo.
La corrupción en España, desgraciadamente no es un fenómeno nuevo.
Mas pareciera que se encuentra incrustada en nuestro ADN. Hagamos un poco de
memoria y consideremos algunas cuestiones.
El mandato socialista de Felipe González tuvo un final apoteósico,
en el que la corrupción chorreaba por los cuatro costados patrios.
No había día que nos levantáramos sin un escándalo mayúsculo, ni
institución que no estuviera pringada hasta las cachas. De esto hace ya varios
lustros.
Y si atendemos a la distribución de la corrupción territorial, y
no temporal, los sucedido en Cataluña con el nacionalismo de Convergencia
encarnado en el prohombre Pujol, sabemos ya a ciencia cierta que era conocido
por todas las fuerzas políticas de esa comunidad autónoma, PSOE, PP, ER etc. e
incluso de ámbito nacional. Pero los intereses de partido, y el intercambio de
cromos políticos, poder autonomico/estatal, ha funcionado como un reloj y se ha
consentido durante años barra libre para el latrocinio político autonómico
catalán.
Ahora podemos mirar al Sur. La palma se la lleva, con todos
los honores la izquierda andaluza, con el partido socialista a la cabeza, y los
sindicatos llamados de clase. Los socialistas y comunistas, han robado más que
nadie, o por lo menos, tanto como los más ladrones que por ahora se encuentran
en Cataluña, atendiendo al montante de decenas de miles de euros que han
trincado. Madrid, y Valencia, también ocupan posiciones destacadas en la
cosa del trinque y manejo de lo público de manera deleznable y vergonzosa.
Aunque si somos sinceros, no se si por cuestión de oportunidad o de necesidad,
lo del centro reformista pepero metiendo la mano en la caja de todos, ha sido
una cosa de menor cuantía, en comparación con los fortunones que se han soplado
sus competidores.
Miremos al Norte. Alli, que tengamos noticias, por ahora,
parece que robar a los ciudadanos y atracarles el bolsillo no ha sido la
prioridad de los golfos. Allí, los indesables, los corruptores de tomo y lomo,
a los que habría que añadir a la clase política, la Iglesia que se
autodenomina vasca, practican la mayor y peor de las corrupciones. La corrupción
mas inmoral, que revestida de un supuesto espíritu independentista , ha
repartido adormidera a tutiplén, y ha nutrido a sus instituciones autonomicas y
municipales, de lo peor que los españoles hemos excretado desde hace 200 años.
Filoterroristas y consentidores ostentan obscenamente el poder público en
Vascongadas, y claman por tierra, mar y aire que el Estado libere y ponga en la
calle, con diversos subterfugios, a los asesinos y torturadores etarras que
cumplen sus condenas en las cárceles de nuestro país.
Pero la corrupción adopta también la engañosa forma de legitimidad
democrática otorgada en las urnas, cuando los partidos políticos, solicitan
nuestro voto, nuestra confianza, y una vez obtenido el poder, abusando del
mismo, y despreciando el contrato suscrito con los ciudadanos en su programa
electoral, gobiernan no solo en dirección distinta a la comprometida, sino
incluso, en el sentido contrario. El exponente máximo de corrupción política en
este sentido lo ostenta, en mi opinión, el Partido Popular , el Gobierno de
Mariano Rajoy. No solo, como se nos suele decir a modo de cantinela
exculpatoria, por la herencia recibida del gobierno socialista, sino por las
decisiones adoptadas libérrimamente por el partido del gobierno en asuntos de índole
estrictamente política, que son un obús lanzado al corazón mismo de los
principios y valores de sus electores. Esta es una forma de corrupción tan
habitual que desde la soberbia que caracteriza a nuestros gobernantes, que
deben entender que está amortizada; algo de razón tienen los prohombres de la
poltrona, ya que los españoles no tenemos costumbre de hacer cumplir los
compromisos asumidos por los candidatos politicos.
Si decidimos poner la atención en otros ámbitos e instituciones
que han dado muestras de un corrupción sobresaliente nos encontramos con las
mas altas instancias del Estado, la
Corona , los Jueces y Banqueros, empresarios y medios de
comunicación. La aldea global nacional, en la que de manera natural, se han
pasado el testigo los unos a los otros para tapar venguenzas o dejar al otro
con el culo al aire, según venga el aire, y según convenga. Es el juego del
poder en el todos los participantes llevan un carta en la manga, o una afilada
navaja en la liga, con la que rebanarte el cuello o cortarte de cuajo los
cataplines. Todo de manera muy exquisita, con abundancia de botox, tetas
de plexiglás, y ricitos jerezanos una vez recorridas las calvas evidentes, o
cubiertas con crecepelos que cuestan un fortuna. Entre ladrones anda el
juego, pero lo que ponen sobre la mesa es nuestra dignidad y nuestro progreso,
mientras la ciudadanía derrama lagrimas de cocodrilo y a grito pelado clama ¡¡
…y que hay de lo mio¡¡.
Y para que en el escenario no falte la corrución exótica hay que
mencionar a la izquierda radical, con billete de ida y vuelta hacia los
regimenes populistas, de corte fascistoide e indigenista. Han llegado con un
lenguaje que si no fuera porque da auténtico terror, podría mover a la
hilaridad, por el ridículo y casposo estilo de su puesta en escena. Con
frases trasnochadas, y en un lenguje incendiario, alardean de comprarse las
bragas y los calconzillos en el supermercado del barrio. Traen la mochila
llenecita de odio y de maledicencia, y pretenden alcanzar el podio alimentando
lo peor de nuestra naturelaza, principalmente la envidia, pecado capital con el
que nos adornamos los españoles como de todos es sabido. Son la opcion corrupta
del engaño, de la estrategia liberticida. Encarnan la mentira y son
extremadamente peligrosos porque su objetivo prioritario no es otro que acabar
con la esperanza de que las cosas pudieran mejorar, aun cuando el esfuerzo
exigido sea descomunal. Una victoria de las opciones tóxicas supondría la
renuncia a la política y a la libertad. Donde asentan sus reales no crece la
hierba, y la Historia
se convierte en el escenario de la tierra quemada.
Durante años, décadas, los ciudadanos españoles hemos hecho la
vista gorda mientras el caldo era espeso, refrendando ese refrán tan nuestro, dame
pan y llámame tonto. Y nos han tomada la palabra. ¡Vaya si nos
la han tomado¡ Hemos pagado un precio carísimo por nuestro desinterés, nuestra
irresponsabilidad, nuestra triste adhesión al plato de lentejas con la mezquina
ilusión de ser, cada uno de nosotros, el primero en pillar el trozo de chorizo
que nos han asegurado llegará en cualquier cucharada.
Entre tanto, y entre nosotros, cada uno a su nivel, procuramos
buscarnos la vida y cada uno a su rollo como se suele decir, reproducimos punto
por punto, los comportamientos en los que hemos sido aleccionados y que dócilmente
hemos hecho nuestros. Mentimos, defraudamos, nos escaqueamos de nuestras
obligaciones hasta donde nos es posible. Procuramos hacernos con todo
aquello que creemos que debe ser nuestro, a cualquier precio, y cuando
tampoco asumimos nuestros compromisos clamamos contra la mala suerte, contra
los vivos y los muertos; nos cabreamos con los mandamases, y nos rebelamos
contra las estrellas del mal fario, porque en el fondo sabemos que el que no
hace la pifia es, porque no puede. ¿Cuantas veces hemos oido esta frase? y nos
decimos que “todo el mundo tiene un precio”.
La corrupción nos acompaña desde hace demasiado tiempo. Es por eso
que deberíamos comprender que ningún cambio llegará de las estrellas; que la
transformación de nuestra sociedad no emanará de un elixir mágico. Que los mesías
que nos prometen la felicidad para nuestra vida está invadiendo el territorio
de nuestra intimidad. Que el protagonismo de la historia nos pertenece y por
ello somos responsables, radicalmente responsables, del rumbo que adopte el
camino por el que transite nuestra vida social.
Somos políticos. Debemos reivindicar la política como el
instrumento mediante el cual los ciudadanos nos organizamos en un sociedad de
seres humanos libre e iguales.
Nuestro sistema electoral es coactivo, y limitante, en la medida
que la Democracia
se ve mutilada por un método de representación escasamente democrático que
favorece a los grandes partidos y hace extremadamente dificil la transformación
y el cambio politico. No obstante, es indispensable seguir avanzando, tirando de
este pesado carro en el que se han encargado de ponerle palos en la ruedas,
aquellos estúpidos que sienten tocados por el dedo divino. No importa. Habrá
que redoblar el esfuerzo y convertirnos de corredores de fondo, porque la meta
no se encuentra al final del camino, sino en cada recodo en el que aguardan las
pequeñas victorias capaces de modificar en profundidad el estado de las cosas
que parecen inamovibles. Pero, solo lo parecen. La ultima palabra la tenemos
nosotros, y la manifestamos cuando depositamos nuestro voto, de manera
especialmente relevante, aunque no la última, ni la única.
El domingo, votemos en conciencia, haciendo memoria, y sobre todo,
haciendo uso del sentido común. Votemos libremente, reivindicando nuestras
creencias, nuestra ideología y nuestra fe, o nuestra falta de fe. Pero sobre
todo, en mi opinión, sería importante que el voto, se convirtiera en un acto
responsable y audaz, porque los ciudadanos somos mucho más que estómagos
agradecidos o deudores. Votemos lo que votemos, hagámoslo a nuestro favor,
pensando en nuestro futuro y reconociendo que si en el pasado ellos nos
engañaron y nosotros nos equivocamos, hoy ha llegado el momento de decir …
Nosotros votamos en conciencia, ¡¡Ya basta¡¡