Se llama “reducción selectiva”.
Me resulta complicado deducir el significado de las dos palabras juntas, y me
pregunto que querrá decir este enunciado. Sigo leyendo y me deslizo por las
palabras, las frases, los signos de puntuación hasta finalizar el texto de la
siguiente noticia:
"Todas las
mujeres, independientemente de si son noruegas o extranjeras tienen el mismo
derecho al aborto y la reducción selectiva", ha señalado Torunn
Janbu, representante de la junta directiva de salud noruega e impulsor
de la nueva ley. Asimismo, Torunn ha explicado que en
Noruega, “todas las mujeres van a tener en nuestros hospitales la absoluta
libertad para abortar”.
Según recoge el portal
estadounidense LifeSiteNews, el
departamento de salud noruego ha tomado esta medida tras el aumento de la demanda de mujeres danesas que piden atención en los hospitales
del país para abortar a uno de sus gemelos.
La entrada en vigor de esta monstruosa medida
legislativa en un país de la Unión Europea apenas
ha tenido difusión en los medios de comunicación, lo que pone de manifiesto, en
mi opinión, el grado de profunda degeneración moral que la prensa ha alcanzado
en nuestro tiempo.
Me pregunto cual es el criterio de elección para destruir la
vida de uno de los dos gemelos. ¿el sexo, matar al niño, o a la niña? ¿El azar?
Se juegan a los dados los matarifes en el quirófano a cual de ellos van a
despedazar? O lo echan a suertes? ¿O quizá es la madre, la que tiene la opción
de elegir atendiendo a algún caprichoso misterio?
Reducción selectiva
Me pregunto como se sentirá el hombre o mujer superviviente de
la matanza cuando sea capaz de comprender lo que le hicieron a su hermano, su
intimo compañero en el útero materno, aquel con el que compartió muchísimo mas de
lo que jamás compartirá con nada ni con nadie en este mundo suyo y nuestro, por
mas larga, hermosa, e intensa que pudiera ser su vida. Me pregunto cuanto, cuanto tiempo durará su
añoranza, su desarraigo, la extrañeza de su solitaria individualidad sabiéndose
amputado de la vida compartida, del otro corazón que una vez acompaño con su
latido el latido de su propia existencia. Me digo a mi misma, ¿como amanecerán sus días?, sabiéndose
abandonado a la otredad, sin la calida e intrínseca vivencia compartida del ser
siendo esencialmente con el otro, junto
al otro, desde el otro. Añorando la respiración de la sangre al compás,
flotando en la oscuridad del nido materno, acompañado en la oscura calidez de
la vida recién estrenada.
Reducción selectiva
Vuelvo a preguntarme, y me adentro en ese mundo de la vida
humana embrionaria, a la que nos hemos asomado en multitud de ocasiones a
través las técnicas médicas de imagen, y ahora, la imaginación me ofrece
escenas de insoportable dolor. El sufrimiento inconsciente del desgarro, de la
desvinculación, de lo que han denominado reducción. Hasta la palabra resulta un
insulto hiriente por lo que tienen de cínico engaño porque en un embarazo de
gemelos no hay nada susceptible de ser reducido.
Nada hay que pueda convertirse
de mas amplio en mas estrecho, de mas alto en mas bajo. La existencia
embrionaria de los gemelos no puede ser redimensionada, empequeñecida,
limitada. Una vez mas las palabras ocultan comportamientos humanos perversos,
infinitamente crueles, incomprensiblemente inhumanos. Los nazis, evitaron
cuidadosamente utilizar las palabras asesinato, genocidio, para referirse a
exterminio de la población judía. La proyectaron, diseñaron, y la llevaron a la práctica
bajo el eufemismo “solución final”. Pronunciadas las dos palabras, al igual que
sucede con "reducción selectiva", parecieran inocuas, con un significado neutro. Nos
sugieren conceptos ligados semánticamente con la eficacia, la eficiencia. Porque,
reducción, selectiva, solución, final, no son palabras en si mismas que pudieran inquietaarnos,
que avancen en nuestro universo cognitivo ninguna imagen atemorizante,
negativa, destructiva o amenazadora.
Noruega pertenece a una cultura, la nuestra, en la que las
palabras hace ya mucho tiempo que tienen como fin el engaño. Donde bajo el paraguas de una
supuesta libertad, nos adentramos en un oscuro y proceloso mundo de la sofisticada mentira y de la ingeniera social. Ni su riqueza como nación, que ha procurado un altísimo
nivel de vida a sus ciudadanos, ni su avanzado nivel cultura, han tenido
traducción en una más alta consideración de la vida humana. Por el contrario,
asistimos a un refinamiento sicopático, a la hora de ejercer el enorme poder de
la tecnología mas avanzada aplicada a práctica sanitaria, para arrancar del útero
materno a uno de los dos gemelos, sin ninguna otra consideración que la del
capricho de una voluntad todo poderosa, teñida de indiferencia y estoy segura,
que de infelicidad.
Hace solo unos minutos, cuando comencé a escribir estas
líneas, mis dedos sobre el teclado volaban llevados de la ira, eran guiados por
una inmensa indignación, sobrecogida por el escándalo que me produce ser
consciente de haber alcanzado estos niveles, mas que de inmoralidad, de
amoralidad, de ausencia de sentido del mal, de indiferencia ante el milagroso
acontecer de la vida humana. Ahora puedo afirmar, que mi pensamiento se asienta
sobre una emoción calibrada por la escritura. Que la palabra escrita afirma la reflexión
y asienta el ánimo, y no siento el ímpetu de la rabia, ni tampoco la lucidez del análisis
que emana de la razón. He llegado al final de esta breve exposición, y me
deslizo sobre la melancolía. La tristeza
se ha prendido del corazón y no dejo de preguntarme, por quienes lloraran en
este momento las imaginarias campanas.
Lloraran por el gemelo inocente arrancado del útero, succionado,
despedazado, que nunca verá la luz de
este mundo nuestro; llorarán por el gemelo abandonado a la soledad de un
vientre materno que dejo de ser el nido cálido en la mutua compañía del hermano,
para ser un receptáculo inhóspito, oscuro y solitario; por los padres y madres
llorarán, sobre todo por las madres, capaces de realizar la elección del
sacrificio de uno de sus hijos, porque no quieren que lleguen a su vida los
dos; Tañen dolientes las campanas por todos nosotros, que asistimos como
convidados de piedra a la consolidación de una cultura, de una sociedad, que
paulatinamente asciende a los mas altos peldaños de la ignominia, y cuando nos
preguntamos por que lo hacemos, nos respondemos, sencillamente, fríamente, impunemente, también con dos únicas palabras:
porque podemos.