Desde la llegada de Trump a la Casa Blanca , se
producen todo tipo de noticias relacionadas con el Islam, y casi todas ellas,
para proclamar a los cuatro vientos el
carácter racista y xenófobo de las primeras medidas tomadas por el presidente
americano, fundamentalmente en lo concerniente al tratamiento de a inmigración
procedente de siete países musulmanes. Una abrumadora mayoría de medios de
comunicación, y muchas de las mas importantes multinacionales americanas, así como celebres miembros del cine, de la
música, de la "gente guapa" americana y europea, mandatarios
socialdemócratas, asociaciones no gubernamentales, hasta el mismismo Papa
Francisco, máximo representante de la Iglesia Católica , han alzado a voz para calificar durísimamente
los primeros pasos legislativos dados por el Sr. Trump.
Así las cosas, es raro el día que no nos encontramos con
noticias y opiniones editoriales, que
llegan hasta el insulto del político americano, tachándole de islamófobo. Se da la circunstancia de que
paradójicamente, estas noticias en los mas media comparten espacio inmediato
con otras que informan de la
desarticulación de comandos terroristas islámicos, dispuestos a segar la vida
de los ciudadanos europeos y americanos, haciendo uso todos los recursos
estructurales que nuestras sociedades ponen a su alcance para destruirlas. Sin
embargo no quiero tratar en esta entrada la cuestión problemática del islamismo
radical incrustado en las sociedades occidentales. He querido poner el acento,
únicamente, en la unanimidad que parece existir a tenor de las manifestaciones
y actuaciones dominantes en la sociedad europea, para autocalificarnos de islamofobos y dar pábulo a las opiniones supuestamente
autorizadas, desde el ámbito político, cultural y de las organizaciones
sociales que denuncian permanentemente,
la escasa tolerancia que practicamos en Occidente con el islamismo en nuestro
entorno, insistiendo en la necesidad de ser mas escrupulosos en todos los órdenes
con las poblaciones musulmanas asentadas
o recién llegadas a nuestros países.
Quiero decir explícitamente llegado este punto, que en
absoluto comparto esta opinión mayoritaria. Mas bien, al contrario, tengo la
certeza de que los ciudadanos de origen extranjeros , que practican el Islam como religión/cultura, son objeto del mas
absoluto respeto institucional, tienen acceso
a las ayudas sociales sin ningún tipo de restricción de carácter racial o
religiosa, (mas bien al contrario, resultan ser colectivos especialmente
favorecidos en este sentido), pueden y
de hecho o hacen, practicar el culto islámico sin impedimento alguno, son protegidos por la Ley en sus derechos humanos al
igual que los nacionales, etc., etc. Otra cosa muy distinta es, que estas
poblaciones, formen parte de núcleos de población desfavorecidos
económicamente, que protagonicen dificultades de integración, o que puedan
percibir su condición de grupo minoritario
y que tal diferenciación genere desajustes sociales cuyos efectos son,
evidentemente indeseables.
En este punto quiero detenerme para adentrarme en el tema
que quiero abordar. En contraposición a la consideración que los fieles
musulmanes tienen en las sociedades occidentales y a la libertad y el rigor con
la que el Islam se practica en el mundo occidental, los cristianos estan sufriendo
una auténtica persecución religiosa. Pero veamos lo datos, que nos permiten
contemplar el escenario aterrador en el que los cristianos sobreviven en una
multitud de paises, la abrumadora mayoria de los mismos, de confesión islámica.
La organización de carácter internacional, cuya Web recomiendo visitar por su
absoluto interés, PuertasAbiertas, https://www.puertasabiertas.org/
nos aporta siguiente gráfico,
En total, 215 millones de personas en el mundo, son victimas
de persecución alta, muy alta, o extrema
a causa de su fe cristiana. Cito
textualmente de la propia web:
“De
los 50 países que ocupan la
Lista Mundial de la Persecución habitan un total de 4.830 millones de
personas y el número aproximado de cristianos en estos países es de 650
millones (13%). De estos 650 millones, Puertas Abiertas considera que 215
millones (33%) sufre un grado de persecución “alto, muy alto o extremo”, según
los niveles que se establecen en la metodología de la Lista Mundial de la Persecución. En 21
de los 50 países la persecución es sufrida por el 100% de los cristianos en el
país”
La persecución de los cristianos, en general, católicos,
cristianos evangelistas etc., en el mundo reviste una gravedad escalofriante,
desde el acoso, la marginación, el encarcelamiento, la violación de sus
derechos humanos más elementales y hasta el propio asesinato. Esta realidad esta al alcance del conocimiento y la difusión de todos los medios, y sin embargo,
un silencio terrible se cierne sobre las
informaciones que tienen que ver con la atroz violación de los derechos
humanos, en este caso, el derecho inalienable de profesar y practicar la fe
cristiana. A modo de ejemplo podemos constatar el continuo debate que existe en
Occidente sobre el uso/imposición del
velo islámico en a mujeres musulmanas que viven en nuestras sociedades. De
nuevo quiero no entrar en este momento en este particular, solo reseñar que los
países de procedencia de estos ciudadanos, el debate de la libertad religiosa
se zanja simple y sencillamente con el acoso, la cárcel o la muerte. La
cristiandad sufre una terrible persecución en el mundo, y el silencio de las
potencias occidentales, hace más ostensible el escándalo y la vergüenza.
Habría que preguntarse cuales son los valores y la ética que
Occidente hace suyos para comprender el por qué de esta aparente sinrazón
histórica. Si nos atenemos a la ideología que proyectan los medios de
comunicación y que hasta este momento han llevado incorporada los partidos
políticos mayoritarios en sus programas y a su actuación en el poder, la
tendencia es, a todas luces, a un anticristianismo progresivamente más radical, más
contundente. El relativismo cultural, el ateísmo como supuesto eje fundamental
del progreso tecnológico, la ideología de genero transformadora
fundamentalmente el núcleo familiar compuesto de una madre, y un padre y unos
hijos, una reducción hasta el nivel de lo nuclear de la familia extensa, una
valoración esencialmente materialista de la vida humana, son los emblemas una sociedad autocalificada
de progresista, que parece afirmarse por la contraposición con los valores y la
ética cristianos.
La civilización occidental evolucionada desde y en la
superestructura cultural y religiosa de a fe de Cristo, ha girado sobre si
misma para abandonar los postulados que le dieron la vida y que ha permitido su
evolución y crecimiento durante veintiún siglos hasta el día de hoy. No está bien visto ser cristiano en nuestros
días y, la discrepancia, también en Occidente, es incluso objeto de sanción y
aislamiento social. Los medios de comunicación poderosísima fuente de
información/manipulación, a penas tienen interés en reflejar la vida del cristianismo
en el mundo de hoy, a no ser que la noticia sea la denuncia de sacerdotes
implicados en asuntos de pederastia o delitos económicos. Los delincuentes que
existen en el seno de la
Iglesia católica se han convertido en el escaparate al que se
asoman con curiosidad y desprecio, como no podía ser de otro modo, nuestra
ciudadanía, dejando en la oscuridad y el anonimato todo aquello que pudiera
mostrar la cara valerosa, honesta, y pacifica de una fe que se extiende por el
mundo haciendo el bien, especialmente entre los mas necesitados.
Al igual que la fe del converso esta alimentada por la
emoción del descubrimiento, la pasión del apostata es incuestionable. Occidente
vive con apasionamiento el desgarro de su pasada fe. Y en esta pasión, en el
deseo de enterrar lo que fue, de reinventarse, es perfectamente capaz de
defender el velo que cubra púdicamente la cabeza y el rostro de las mujeres al
tiempo que violenta un templo católico inundando de gritos y de insultos
soeces, a sus fieles a los que incluso amenaza de muerte, con total y absoluta
impunidad, como ha sucedido en Madrid, con representante podemita en el
Ayuntamiento. De exigir en los comedores escolares menús adaptados al credo musulmán,
al tiempo que reivindica la supresión de los villancicos navideños en os
colegios, o convierte Cabalgata de Reyes, en algo mas parecido a una desfile de
carnaval que a una tradición religiosa. Los ejemplos son innumerables y muy
ilustrativos del tiempo de transformación socio-cultural que vivimos. No
participar de la conveniencia denominar matrimonio a las uniones homosexuales,
la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo, ser pro-vida,
posicionarse a favor de la mujer y en contra del aborto, denunciar los vientres
de alquiler como una forma de esclavitud de la mujer inaceptable, defender la
libertad económica y la propiedad privada al tiempo que se reivindicar la caridad y la misericordia,
defender la Naturaleza
y a vida animal desde un ecologismo radicalmente respetuoso y
esperanzador, que ponga sin embargo al
ser humano como el primer bien a proteger indisolublemente unido a una
Naturaleza de la que forma parte, son cuestiones que inmediatamente sitúan al
ciudadano en la periferia de lo pretendidamente progresista, de lo
políticamente incorrecto, y lo convierte en un elemento a silenciar. Esto es
así hasta tal punto, que en cuestiones que atañen a LGTB y la ideología de
genero, la ley se ocupa ya, en este momento, con legislación perfectamente
desarrollada y de aplicación, de imponer determinados postulados educativos a
nivel de primera infancia al tiempo que se constituye como delito la
discrepancia de opinión y de expresión.
La cristianofobia es en mi opinión una realidad incontestable.
A nivel mundial se esta produciendo una durísima persecución a la cristiandad. El mundo Occidental es
conocedor de la violencia ejercida sobre los cristianos en el mundo, y
contempla la escena con indiferencia vergonzosa. Asimismo, en nuestras propias
sociedades poco a poco han ido estrechando el cerco a los valores a la ética
cristiana, con el propósito de que quede circunscrita al ámbito estricto de lo
domestico. El cristianismo debe quedar
dentro de los muros de los templos, sin traspasar el umbral donde se desarrolla
“lo social , lo publico. Esta dimensión debe ser estrictamente controlada
políticamente, tutelada bajo parámetros ideológicos
perfectamente definidos e impuestos. El humanismo cristiano queda reemplazado
por un antropocentrismo de carácter
global, tecnológico y telemático, en el que se hace realidad todo lo posible,
en el que el ser humano es simultáneamente el centro y la derivada. La vida
humana queda circunscrita a un valor que radica en la propia eficiencia para
existir y fuera de este rendimiento eficaz, el sistema facilita y me atrevería
a decir que induce, los elementos necesarios
para su eliminación, que se materializa en el aborto y la eutanasia. El hombre
centro del universo, se ha convertido en un Dios devorador de tiempo, productor
y consumidor de estímulos, insaciable acumulador de experiencias y
comunicaciones virtuales. La ética de lo posible avala y justifica actuaciones biotecnológicas
de dudosa rectitud, y desplaza la ética cristiana de lo humanamente deseable.
El aborto de seres humanos en nivel embrionario o fetal, el alquiler o compra de mujeres para engendrar seres
humanos, la incapacidad para aceptar que el intercambio sexual entre personas
del mismo sexo es necesariamente estéril e infecundo, parece estar refrendado por una moral aséptica,
neutra y yo creo que trágicamente infantiloide e inmadura, que se hace posible
gracias a una ciencia en permanente y exitosa evolución, y un mercado, también
global, dispuesto a mercantilizar todo susceptible de ser comprado y ser
vendido. El precio a pagar es evidentemente altísimo, tanto que, en demasiadas
ocasiones, se nos exige disociar nuestro ser, por la exigencia implacable de vivir
proyectados fuera de nosotros mismos, enajenados de una Naturaleza que agoniza
mientras la fotografiamos y adornamos con frasecitas pseudofilosoficas de autoayuda
de andar por casa en los Chats donde buscamos cobijo.
El humanismo cristiano, no tiene encaje en este diseño. El
mensaje de Jesús de Nazaret , esta muy alejado de estos planteamientos vitales.
Es por eso por lo que se ha vuelto absolutamente insoportable a los ojos de los
poderosos, de los que ansían lo imposible, de los que desvirtúan la realidad,
de los que desnudan las palabras de significado para que expresen lo que las
palabras no dicen, para los que pretenden dotar de naturalidad lo que
sencillamente es en la
Naturaleza imposible e inexistente. El humanismo cristiano es, tremendamente
incomodo en la era postmoderna en la que vive la Civilización
occidental.
No es cierto que la realidad sea según el cristal con que se mire. No. La verdad es única
y eterna, esta impresa en nuestra naturaleza humana, se oculta en los rincones más
profundos de nuestro mas intimo ser. La aceptación de la verdad, su
reivindicación, es una tarea de los seres humanos indistintamente de su raza, su
cultura o la fe que profesen. Es una labor ardua, un largo camino por recorrer,
una misión sencilla y a la vez grandiosa, de carácter transversal y
universal. Esta misión se encuentra en el ADN del humanismo
cristiano. Un humanismo acogedor,
enraizado en los valores de la paz, la justicia, la libertad, y sobre todo de
la verdad. Desde esta perspectiva, no todo vale. No todo lo que se puede hacer
debe hacerse. No todo lo posible es lo deseable y no todo lo deseable tiene
justificación ética y moral. Por eso, y
aunque perseguido, burlado, menospreciado el Cristianismo es el mundo de hoy,
absolutamente indispensable, como testigo y protagonista activo de la Historia.