Madrid se pone de gala en la semana del 23 de junio al 2 de
julio para celebrar el World Pride 2017.
Con entusiasmo y alborozo la alcaldesa de Podemos, Sra. Camena anuncia que el
Ayuntamiento tiene preparadas “bonitas
sorpresas” para celebrar el evento por todo lo alto. Por su parte la señora
Cifuentes, que no quiere quedarse ni un milímetro atrás en el asunto este de la
celebración de la semana del orgullo gay, informa a los madrileños y a los
ciudadanos del mundo mundial que la Comunidad que ella preside no escatimará
medios ni inversiones para que el Pride
madrileño sea recordado por su pompa y su esplendor asombrará a las
generaciones venideras. Las autoridades políticas de Madrid quieren hacer de
la celebración de la semana reivindicativa de gais, lesbianas, bisexuales, y transexuales, un evento memorable. Leo en algún medio, que
se esperan mas de dos millones de visitantes a la ciudad, lo que tiene, además, un
efecto absolutamente deseable desde el punto de vista económico. En Madrid con
motivo la semana Pride, se va a mover muchísima pasta y ya se sabe que
cualquier plato gana en sabor de manera muy notoria con un buen aderezo.
Desde la extrema izquierda a la (mal llamada) derecha, pasando por los mediopensionistas ideológicos,
todo el espectro político que habitualmente no alcanza consenso en
prácticamente nada, parece haber encontrado en este caso la melodía con la que
bailar en íntima sintonía y todos a una como en Fuenteovejuna, proclaman su interés
de que el evento sea todo un éxito.
La temática LGTB francamente me interesa cero. Me resulta
cansino y aburridísimo la continua reivindicación de un colectivo que en mi
opinión hace muchísimo que se ha convertido en un auténtico loby con enorme
poder. Creo que ya lo he comentado en alguna ocasión, personalmente el uso que
cada uno o cada una haga de sus bajos es algo que en absoluto tiene interés para mi.
Allá cada cual y cada cuala con sus relaciones, con sus contactos y con sus órganos,
y con los usos y maneras que tengan a bien ponerlos en funcionamiento. Otra
cosa es que yo tenga alguna o ninguna opinión al respecto y otra cosa es, que
esta opinión la pueda expresar con la libertad propia de una sociedad democrática
y moderna, protegida por un estado de derecho digno de merecer tal
calificativo. Doy por descontado que mi manera de entender estas u otras cosas,
puede estar en abierta con coincidencia o por el contrario en franca oposición
con la corriente mayoritaria pero eso, a efectos del ejercicio de mi libertad,
en este caso de manifestación u opinión, debería ser irrelevante.
Es justamente en este punto en el que nos damos de bruces
con una desoladora realidad. España es paradigmática en este sentido, pero no
es una excepción en el contexto de las sociedades modernas occidentales,
regidas en su mayor parte por gobiernos socialdemócratas. Vivimos en las sociedades
opulentas del estado del bienestar venidas a menos, soportadas en los valores
propios del relativismo cultural, del agnosticismo, cuando no del ateísmo militante, en el plano de las creencias. La ideología de género
cierra el círculo perfecto con la aplicación con sus dogmas incuestionables, modelando en gran medida las pautas sociales, las relaciones interpersonales, las estructuras familiares y las relaciones
sexuales de sus individuos. Las nuestras son sociedades cohesionadas, de una
uniformidad ciertamente notable en torno a unos valores que imperan prácticamente
sin contestación alguna, que son ampliamente aceptados por la ciudadanía, valores incuestionados
y fuera de toda discusión. Partidos políticos, representantes de la llamada
cultura en sentido amplio, y sobre todo, medios de comunicación al servicio de
las estructuras de poder de las que se alimentan, mantienen la doble función de
creadores y propagadores eficacísimos del
abecedario de normas que constituyen el arquetipo de lo definido como políticamente correcto y
que han permeado la sociedad en todas sus estructuras, fundamentalmente
educativas y económicas, y es cabe señalar, también religiosas.
En mi opinión, la uniformidad de nuestras
sociedades es más que elocuente pese a que todos los días, con
reiteración hasta el hastío, se nos recuerda de un modo u otro, que la nuestra es una sociedad “diversa y plural” en la que tienen
cabida las legitimas diferencias y opciones vitales, de opinión política y de
expresión ideológica. Bajo el pretexto de la defensa de esta supuesta pluralidad y su
legitimo derecho de expresión, hace ya muchos años que se ha venido faltando el
respeto, insultando, menospreciando y vejando a determinados valores: de carácter patriótico,
histórico, racial o religioso. Los
ejemplos son innumerables. Los dianas se colocan, fundamentalmente, sobre los símbolos
de la religiosidad cristiana católica, sobre el pueblo judío, sobre todo aquello que representan
o hace alusión a la Nación Española; se hostiga y acosa a los ciudadanos castellanohablantes
de en comunidades autónomas con lengua propia cooficial, incluso cuando estos son niños; sobre las victimas del
terrorismo vasco de la organización criminal Eta, sobre los historiadores cuyos criterios
historiográficos no son coincidentes con la ortodoxia imperante, sobre los políticos
que puntualmente ha sido necesario “ablandar” mediante el amedrantamiento de un modo u otro.
Poco a poco, como una lluvia fina, se ha ido avanzando sutil, pero implacablemente, por la senda del adoctrinamiento generalista, hasta el
punto que la disidencia del sistema se ha convertido en un verdadero acto de
heroísmo. Manifestarse, no ya en contra de determinada posición dominante, sino
sencillamente a favor de una opción legítimamente diferente, convierte al
ciudadano en objeto de agresiones que se llevn a cabo con absoluta impunidad. La discrepancia, la
sola discrepancia, se considera una provocación, que el sistema combate con la contundencia
que haga falta. La eficacia de la represión se aplica como una mordaza al disidente. El silencio social y la invisibilidad de las opciones alternativas al pensamiento único, refuerzan y fortalecen el sistema instalado sobre una libertad de carácter meramente virtual.
Esta semana la polémica ha estado servida con la puesta en
circulación por las calles de Madrid del ya
famosísimo autobús de Hazteoir y su campaña contra el adoctrinamiento en
la ideología de género, que impregna las recientes incorporaciones legislativas
en el ámbito educativo, de las Comunidades Autónomas, entre ellas, y a la
cabeza de las mismas, de la
Comunidad de Madrid liderada por el Partido Popular en la
persona de la señora Cifuentes. La leyenda que mostraba el autobús naranja, era
a mi parecer, de Perogrullo. Que las
niñas tienen vulva y los niños tienen pene es una evidencia tal, que la polémica
suscitada me parece que no puede deberse a otra cosa que no sea haber perdido
del todo la noción de la realidad. Que los niños tienen pene, es sencilla y simplemente un hecho
constatable, tan objetivo como que el órgano de la vista es el ojo, o que las piernas tienen la función de ser
los miembros inferiores de los que dispone la especie humana para caminar en
posición de erguidos. Es cierto que en el cerebro humano reside el absoluto
de las funcionalidades físicas, y psíquicas, pero que el cerebro, sienta,
recepcione, detecte, y juzgue de determinada manera la realidad, no hace que la
realidad misma sea diferente, y lo que es mas contundente, que vaya a serlo
nunca. Pretender que la realidad se acomode a nuestro juicio voluntarista, a
nuestro criterio subjetivo, a nuestra personalísima e íntima percepción, no
añade un ápice de verdad a la existencia, ni supone, en mi opinión, otra cosa
que, finalmente, un callejón sin salida, que dificulta enormemente el análisis
racional de los problemas que surgen en la casuística individual e intrasferible, de los seres humanos.
Que los niños tienen pene y las niñas tienen vulva, es una
afirmación que, evidentemente, podemos filtrar por el criterio de
infalibilidad. En este caso, nos vamos a encontrar con que en casos
absolutamente infrecuentes, porcentajes ínfimos de individuos en la especie humana, y desconocidos prácticamente
en el mundo animal, el sexo “sentido” se encuentra podríamos decir, “trapado”
en un sexo biológico no correspondiente. Este es el momento de que el conocimiento
científico del que disponemos, en su aplicación neuropsiquiatrica, quirúrgica,
hormonal y de toda índole, se ponga al servicio, como no puede ser de otro
modo, de la salud humana con un sentido integral y tienda a corregir la disfunción que afecta a la
persona si ello fuera posible. Es de sentido común, que en el ámbito de lo social, estas personas deben
tener idéntica protección y derechos, iguales obligaciones y oportunidades, que
todos los demás ciudadanos.
Me he tomado la molestia de leer con cierta atención la Ley
de protección integral contra la discriminación por la diversidad Sexual y de
Género que ha aprobado la Comunidad de Madrid, impulsada y defendida por su
presienta la señora Cifuentees. Esta ley, contempla la obligación de educar en
la ideología de género a los niños en los colegios públicos, concertados y
privados. Personalmente creo que queda muy lejos de lo que sería deseable en
cuanto a un adecuado abordaje de la educación en la sexualidad humana, porque plantea una visión muy particular de la misma, y desde luego, completamente fuera de lugar, a edades de los niños tan tempranas. Este planteamiento
educativo, está definido de acuerdo con una especifica y concreta “ideología”:
la ideología de género. Sin entrar en este momento a valorarla positiva o
negativamente, (quizá lo haga en otro momento) considero que es, a todas luces,
una ingerencia indeseable, intolerable e ilegítima, en el derecho inalienable
que los padres tienen de educar a sus hijos en valores morales y éticos acordes con sus
creencias, siempre desde el respeto a los derechos humanos de las
personas, indistintamente de su
capacidad física o psíquica, su sexo, su raza, su religión o sus creencias.
Durante estos días hemos visto, un auténtico festival de
desafueros con motivo de la circulación del autobús de Hazteoir. Las manifestaciones de ira, de odio, de intolerancia, de
agresividad han sido abrumadras, y en mi opinión muy preocupantes. Sin debates, sin cambio de impresiones, sin un análisis
profundo de las cuestiones de fondo que se estaban dirimiendo, sin dar la
oportunidad a la explicación y el argumento. Ningún medio se ha puesto al servicio
de un ejercicio democrático de confrontación de las ideas en libertad, de exposición de los distintos puntos de vista,
de la defensa de los legítimos valores que cada uno considere pertinente
defender. Nada de esto ha llenado los titulares, los editoriales, las entradas
de noticias de las televisiones, únicamente ha tenido lugar un festival de odio. La ira, la amenaza, el insulto, la
descalificación con el objetivo, lamentablemente conseguido, de aplastar al
disidente, de silenciar la voz de los discrepantes, de condenar al ostracismo,
con “sanbenitos” de fascistas, homófobos, y todo tipo de imperios e insultos, a todos aquellos que han tenido la
osadía de manifestarse en contra de los dogmas de lo políticamente correcto.
La izquierda mas rancia y casposa, los representantes de la
mas repugnante de las ideologías políticas totalitarias; la misma izquierda, que ha justificado,
alabado, ensalzado los sistemas criminales mas aterradores de la historia de la
humanidad ha estado a la cabeza de los intentos liberticidas amenazando y
coartando la libertad de expresión y de opinión, incluso la integridad física,
con amenazas de muerte a la minoría disidente de los postulados del loby
LGTI y de los mecanismos económicos, sociales y políticos que lo apoyan. Pero
es justo decir que en este acoso a las libertades, ha tenido un protagonismo
deleznable, el PSOE y el Partido Popular a unísono, así como los medios de
comunicación afines, que son prácticamente la totalidad de de los medios de
comunicación en televisión, prensa escrita e Internet. Asimismo, vuelvo a referirme a las autoridades institucionales católicas que han hecho oídos sordos a los argumentos que presentaba Hazteoir y se han sumado a la corriente de descalificaciones, sin aportar ni un solo razonamiento que fuera aclaratorio de la posición que la Iglesia católica española tiene ante un tema altamente sensible y que afecta de modo tan directo al sistema de creencias y valores de los padres.
La puesta en escena de la sociedad mediática en su conjunto
ha sido francamente desoladora. Mientras se rasgaban las vestiduras por una
frase “los niños tienen pene….” se premiaba en Canarias un espectáculo sacrílego
profundamente doloroso para los cristianos, con la felicitación expresa de la
representante del Partido Popular en las islas. Son los dos exponentes que a mi
juicio ilustran perfectamente el tiempo que vivimos y como lo estamos viviendo.
Personalmente no tengo nada en contra de homosexuales,
bisexuales, transexuales, sexo-fuidos, intersexuales y así hasta las 32 posibles
variantes, (por ahora..) de identidad de género que se ha tenido a bien
reconocer. No tengo nada en contra ni tengo nada a favor. Si tengo, y mucho, en
contra de los comportamientos insultantes, despóticos, intolerantes, impositivos,
y fascistoides, que esgrimen con frecuencia miembros de colectivos LGTBI cuando deciden
hacerse “visibles”, y desfilan por las calles protagonizando numeritos sacrílegos y soeces, asaltando los templos, y exponiendo sus supuestas reivindicaciones de modos y maneras que no quiero ni describir ni calificar
para no ensuciar estas páginas.
Se acerca la Semana Santa, un tiempo extraordinariamente importante
para los cristianos de todo el mundo, en el que se conmemora la muerte y
resurrección de Jesús. Las calles en España se llenan de imágenes santas que
procesionan entre los fieles. Todos los años, por estas fechas, feministas y
partidos de izquierdas, (Podemos ha dadosu apoyo explícito) entre eslóganes e insultos a la Iglesia Católica, a sus
sacerdotes, a la fe cristiana, a sus símbolos sagrados, sacan a la calle en procesión lo que han dado en
llamar “procesión del coño insumiso”. Siento tener que utilizar este lenguaje,
pero es así como denominan a este acto aberrante y sacrílego consistente en sacar
una enorme vagina de plástico sobre una carroza, como si de la imagen de la Virgen María se tratara.
Entre insultos, y blasfemias estas
personas, en su mayoría mujeres, dicen ejercer su derecho de opinión y
expresión, con la voluntad de transgredir valores
opresores. Los tribunales, han reconocido su derecho a vejar, insultar,
humillar los sentimientos religiosos de los cristianos. Me temo que este año
una vez mas asistiremos a un espectáculo
semejante, con total impunidad, sencillamente porque este tipo de actos se
encuentran en la órbita de lo políticamente correcto.
Nuestra sociedad, supuestamente avanzada en materia de
reconocimiento de derechos y libertades, ha hecho suyos los valores del multiculturalismo,
basado en el relativismo cultural, del
feminismo radical y excluyente, de un ecologismo deshumanizado y malthusiano, de
la ideología de género de carácter generalista y sin límites, y de la
indispensable increencia o ateísmo, para que el circulo se cierre sobre sí
mismo con éxito. Se ha constituido como una sociedad implacable con el
disidente, al que se condena sin paliativos al silencio, al ostracismo social,
bajo la tesis de que quien no tiene voz no existe y quien no tiene existencia no tiene vida.
En plena era de las telecomunicaciones, es absolutamente innecesaria
la guillotina, como manera de "solución radica", con una buena mordaza es suficiente. Es por eso que hoy, más que
nunca, la disidencia tiene su fuerza, su inmensa fuerza, en la resistencia, en
la razón, y en la palabra.
Hoy más que nunca se hace necesario reivindicar frente al insulto, el argumento; frente a la propaganda, la razón; frente a la mordaza, la palabra. Frente al miedo, la resistencia. La fe frente a la desesperanza.
Hoy más que nunca se hace necesario reivindicar frente al insulto, el argumento; frente a la propaganda, la razón; frente a la mordaza, la palabra. Frente al miedo, la resistencia. La fe frente a la desesperanza.