jueves, 30 de marzo de 2017

ETA SE DESARMA …. EL ESTADO SE DESNUDA

Los asesinos han puesto fecha a su puesta de largo como organización terrorista “desarmada”. Es complejo seguir los vericuetos de este proceso de descomposición  de la manada de asesinos terroristas vascos. Intervienen tantos actores, y tan cubiertos por mascaras dispares, que determinar hasta qué punto su papel en esta función infame ha sido determinante exige un esfuerzo que excede en mucho la atención que estoy dispuesta a prestarles. En mi opinión, la cuestión es mucho más sencilla, y se define con el término “complicidad”;  puesta en común de un acuerdo unas veces tácito, y otras expreso, las más de las ocasiones vergonzante y secreto, entre bambalinas, llevado a cabo con “discreción”, como eufemísticamente les gusta llamar a las fechorías que perpetran a espaldas de la ciudanía, y sobre todo de las víctimas de este aquelarre de muerte que ha protagonizado la banda terrorista ETA durante décadas, contra la ciudanía y la Nación española.

La iglesia católica, con la Conferencia Episcopal a la cabeza en la persona de monseñor Blázquez no ha tenido escrúpulo alguno en jugar al parchís con el mismísimo diablo etarra. El mismo clero que durante años negó los funerales los guardia civiles asesinados en el Pais Vasco, argumentando que las oraciones por las almas de las victimas podían interpretarse como una provocación. Monseñor Setién, cuando le pidieron explicaciones sobre su cruel conducta,  le dejo a Maria San Gil,  meridanamente claro de que calaña era su siniestro espíritu.  “Quien os ha dicho a vosotros que un padre quiere a todos sus  hijos por igual…”  le contestó a la mujer que había visto con sus propios ojos como su compañero y amigo Gregorio Ordoñez caía muerto de un disparo en la cabeza. Esta ha sido la conducta ignominiosa del clero vasco, y de la Iglesia Católica en España hasta el día de la fecha. La práctica de la equidistancia, la equiparación de víctimas y verdugos sigue siendo la tónica de sus acciones y de sus declaraciones públicas, expresadas con más o menos énfasis, con más  menos disimulo.

Actores. El PSOE con el presidente del gobierno Zapatero, artesano de los acuerdos sellados con la sangre de la T4 de Madrid, ha sido una  pieza determinante de este proceso. Mientras el inefable socialista vasco Jesús Eguiguren se tomaba unos potes  con el jefe de los criminales Josu Ternera y hablaban de sus cosas, distendidamente, con esa cercanía que unen a la gente de la misma tierra.   Me pregunto como en sus amigables charletas, abordarían entre tragos y unas risas,  la cuestión de los  tiros en la nuca a ciudadanos indefensos. Josu y Jesús, Jesús y Josu, el asesino, entre docenas, de las gemelitas de tres años del cuartel de Zaragoza, el macho alfa de la jauría etarra, el jefe, el capo, el dedo condenador de niños a la muerte, en nombre del terruño vasco. Da nauseas.

Poco a poco, como una lluvia fina, se mueven los hilos, también los de la Justicia. Lo que haga falta con tal de acabar con este marrón, que ya hiede, de tener un terrorismo domestico, con lo que desluce al progreso. Nada, como decía en frase memorable donde las haya, el Fiscal del gobierno socialista señor Conde Pumpido, si hay que mancharse las togas con el barro del camino, pues no hay inconveniente alguno. Con el barro, y con el estiércol. A Zapatero no le salió bien la jugada, se le cruzó la crisis, y se comió hasta el tuétano del hueso de la burbuja inmobiliaria y las otras burbujas aledañas, mientras intentaba contarse y contarnos la milonga de que aquello de la ruina no iba con nosotros, que eso era cosa de los americanos que ya se sabe son unos torpes. El pobre, infeliz no pasará a la historia por nada, salvo por la patética sonrisa que le adorno el rostro hasta el ultimo momento y por su infinita incompetencia para prácticamente cualquier acción de gobierno. La gloria de la “paz con Eta” será cosa de otros. Hay que ver cómo se las gasta el destino.

Actores.  El Partido Popular, el de Mariano Rajoy,  recoge las instrucciones detalladas de su predecesor respecto a la ruedo de molino que tiene que tragarse y sin rechistar. Las cosas no están para andarse con pamplinas después de los atentados del 11 de marzo en Madrid. Han sacado músculo y la calle es suya. Los papelitos firmados con la ETA y  con observadores internacionales en algún país extranjero,  se le ponen encima de la mesa, van a  misa, y además son lentejas. La respuesta no se hace esperar. A pies juntillas, ¡si señor, a  mandar¡. Y nos sacamos de la manga la vía Nanclares, y chapucerías judiciales todas las que haga falta. A la calle Bolinaga. Además, 60  sanguinarios criminales fueron puestos en  libertad, como consecuencias del turbio asunto de la anulación de a doctrina Parot por el Tribunal de Estrasburgo, que aclaremos no es un tribunal en sentido estricto y que además, no era en absoluto vinculante para el Gobierno. Curiosamente, sospechosamente el Gobierno de Rajoy no mueve un dedo para evitar lo que fue una especie de amnistía parcial encubierta.  
No falta alguien de confianza para las trapacerías, con un disfraz especialmente apropiado, el ministro de Interior Jorge Fernandez Diaz parece un hábito. El ministro se dice ferviente cristiano, católico para más señas. Le toca lidiar con las victimas, sin pestañear, opta por el ninguneo, y cuando osan preguntar por la justicia para sus muertos, les acusa de buscar venganza, a ellos, cuyo único papel en nuestra reciente historia ha sido sumar lagrimas, y clamar en el desierto, de una sociedad arrasada por la indiferencia.

Se vuelve cansino la enumeración de los intervinientes en el desarrollo de esa infamia nacional. El PNV ha tenido una responsabilidad y protagonismo absolutamente relevante en la historia de terrorismo etarra. Su actitud a lo largo de todos estos años, fue definida extraordinariamente bien por Javier Arzallus, historico dirigente de la formación nacionalista/independentista. ETA, decía este personaje despreciable y abyecto, sacude el árbol y nosotros recogemos las nueces. Hasta aquí hemos llegado, arrastrando con esta filosofía criminal, una herencia de mas de mil muertos, decenas de miles de exiliados, y una sociedad demasiadas veces cómplice, abotargada y enmudecid, a fuerza de construir silencios al servicio de los recogedores de frutos envenenados.

Actores. La izquierda toda, de cabo a rabo, en los últimos años, con Podemos a la cabeza, siempre ha actuado en defensa de lo inconfesable. Pablo Iglesias y su compadreo político con Otegui, terrorista vestido de domingo con buena fotogenia, es lo suficientemente elocuente, y se califica por sí mismo. Nada más que añadir. El desprecio no me permite dedicarle una sola palabra más a ese señor famoso por su coleta, y célebre, por sus amistades peligrosas en Venezuela y en Irán.

Leo en el día de hoy, que el asesino etarra Txapote obtiene permiso penitenciario para visitar a su padre enfermo. El asesino de Miguel Angel Blanco, de Fernando Buesa, de Jorge Diaz Elorza, su escolta,  de Fernando Múgica, de Gregorio Ordoñez, de Jose Luis Lopez de la Calle, de dos guardia civiles. Recuerdo perfectamente su jeta malencarada y sonriente, haciéndole ojitos en el juicio a su hembra allí  presente y también miembro de ETA. Tengo entendido que la administración de Justicia y la legislación vigente, ha puesto los medios necesarios para el apareamiento de la pareja y que tienen dos hijos fruto de estos contactos carcelarios vis a vis. El historial de ambos no puede ser más ilustrativo de la ralea de las dos fieras. Me pregunto cómo será la experiencia de ser padre y ser hijo de sanguinarios asesinos. Saber que aquel al que se dio la vida, y aquel de quien la recibiste, arrebató el presente y el futuro de personas inocentes e indefensas con un tiro un la nuca, o reventando su vida de un bombazo callejero.

Actores y máscaras, revolotean danzarinas en el baile de la ignominia. Todos sabiéndose cómplices, y todos exonerados de balde en su responsabilidad histórica. Eso se creen ellos.

La paz a cualquier precio. Es lo que toca. Todas las nueces yacen esparcidas a nuestros pies. Cada una de ella es un nombre, un rostro, una historia vital; un padre, una madre, un hijo, un bebe, una novia, un amigo. Cada una, es vida arrancada de cuajo. Un presente truncado y un futuro muerto. Una historia inacabada por siempre jamás.

El precio a pagar, me temo que esta amortizado desde hace ya mucho tiempo.  Sobre la mesa de las negociaciones con los asesinos, sus pistolas, sus bombas, sus amenazas, su  terror, a cambio de la memoria, la dignidad y la justicia de sus víctimas, de los últimos héroes de nuestra nación.  Es un final, inmisericorde, y melancólico, diseñado por todos aquellos que, han echado sal y cal viva sobre la verdad histórica,  sobre las décadas de plomo que amordazaron nuestra adolescente democracia, sobre los trescientos asesinados por la banda terrorista aun sin esclarecer y que quedarán sin respuesta.

A partir del día 8 de abril, veremos como se materializan  finalmente los pactos acordados y las concesiones a los asesinos, que envolverán en celofán con un lacito rosa. La palabra mágica paz llenará los telediarios, las tertulias, y las redes sociales celebraran ruidosamente, no me cabe la menor duda, el final de la actividad sanguinaria de la ETA, sin preguntas, sin otra reflexión que priorizar la supuesta seguridad de nuestro metro cuadrado.

Creo que la paz es mucho más que  la ausencia de violencia. En absoluto es un valor suficiente en sí mismo para justificar lo injustificable, para olvidar lo inolvidable, para manipular la verdad y distorsionara la realidad, por cobardía y ambición política, disfrazadas de razón de estado.

Eta se desarma y a cambio, el Estado, la Nación se desnuda. Se queda en cueros vivos Y nos permite contemplar su decrepitud sin  maquillaje alguno. Leí en una ocasión una frase de Desmán Tutu que decía algo así como, “si te sitúas en la posición neutral, en un escenario de injusticia, te has posicionado al lado del opresor, del mal”. Imagino, que esta reflexión no tendrá el menor interés cuando de lo que se trata es de hacer realidad el innoble y popular dicho, tan desgraciadamente español, del muerto al hoyo y el vivo al bollo. No parece que seamos conscientes de que el muerto, en definitiva, el muerto somos todos, y más pronto que tarde a todos se nos quitarán las ganas de comer, incluso el bollo, cuando as alimañas tomen las calles.