Los asesinos han puesto fecha a
su puesta de largo como organización terrorista “desarmada”. Es complejo seguir
los vericuetos de este proceso de descomposición de la manada de asesinos terroristas vascos.
Intervienen tantos actores, y tan cubiertos por mascaras dispares, que
determinar hasta qué punto su papel en esta función infame ha sido determinante
exige un esfuerzo que excede en mucho la atención que estoy dispuesta a
prestarles. En mi opinión, la cuestión es mucho más sencilla, y se define con
el término “complicidad”; puesta en
común de un acuerdo unas veces tácito, y otras expreso, las más de las
ocasiones vergonzante y secreto, entre bambalinas, llevado a cabo con
“discreción”, como eufemísticamente les gusta llamar a las fechorías que
perpetran a espaldas de la ciudanía, y sobre todo de las víctimas de este
aquelarre de muerte que ha protagonizado la banda terrorista ETA durante
décadas, contra la ciudanía y la Nación española.
La iglesia católica, con la
Conferencia Episcopal a la cabeza en la persona de monseñor Blázquez no ha
tenido escrúpulo alguno en jugar al parchís con el mismísimo diablo etarra. El
mismo clero que durante años negó los funerales los guardia civiles asesinados
en el Pais Vasco, argumentando que las oraciones por las almas de las victimas
podían interpretarse como una provocación. Monseñor Setién, cuando le pidieron
explicaciones sobre su cruel conducta,
le dejo a Maria San Gil,
meridanamente claro de que calaña era su siniestro espíritu. “Quien os ha dicho a vosotros que un padre
quiere a todos sus hijos por
igual…” le contestó a la mujer que había
visto con sus propios ojos como su compañero y amigo Gregorio Ordoñez caía
muerto de un disparo en la cabeza. Esta ha sido la conducta ignominiosa del
clero vasco, y de la Iglesia Católica en España hasta el día de la fecha. La
práctica de la equidistancia, la equiparación de víctimas y verdugos sigue
siendo la tónica de sus acciones y de sus declaraciones públicas, expresadas
con más o menos énfasis, con más menos
disimulo.
Actores. El PSOE con el
presidente del gobierno Zapatero, artesano de los acuerdos sellados con la
sangre de la T 4 de
Madrid, ha sido una pieza determinante
de este proceso. Mientras el inefable socialista vasco Jesús Eguiguren se
tomaba unos potes con el jefe de los
criminales Josu Ternera y hablaban de sus cosas, distendidamente, con esa
cercanía que unen a la gente de la misma tierra. Me
pregunto como en sus amigables charletas, abordarían entre tragos y unas risas,
la cuestión de los tiros en la nuca a ciudadanos indefensos.
Josu y Jesús, Jesús y Josu, el asesino, entre docenas, de las gemelitas de tres
años del cuartel de Zaragoza, el macho alfa de la jauría etarra, el jefe, el
capo, el dedo condenador de niños a la muerte, en nombre del terruño vasco. Da
nauseas.
Poco a poco, como una lluvia fina,
se mueven los hilos, también los de la Justicia.
Lo que haga falta con tal de acabar con este marrón, que ya
hiede, de tener un terrorismo domestico, con lo que desluce al progreso. Nada,
como decía en frase memorable donde las haya, el Fiscal del gobierno socialista
señor Conde Pumpido, si hay que mancharse las togas con el barro del camino,
pues no hay inconveniente alguno. Con el barro, y con el estiércol. A Zapatero
no le salió bien la jugada, se le cruzó la crisis, y se comió hasta el tuétano
del hueso de la burbuja inmobiliaria y las otras burbujas aledañas, mientras
intentaba contarse y contarnos la milonga de que aquello de la ruina no iba con
nosotros, que eso era cosa de los americanos que ya se sabe son unos torpes. El
pobre, infeliz no pasará a la historia por nada, salvo por la patética sonrisa
que le adorno el rostro hasta el ultimo momento y por su infinita incompetencia
para prácticamente cualquier acción de gobierno. La gloria de la “paz con Eta”
será cosa de otros. Hay que ver cómo se las gasta el destino.
Actores. El Partido Popular, el de Mariano Rajoy, recoge las instrucciones detalladas de su
predecesor respecto a la ruedo de molino que tiene que tragarse y sin rechistar.
Las cosas no están para andarse con pamplinas después de los atentados del 11
de marzo en Madrid. Han sacado músculo y la calle es suya. Los papelitos
firmados con la ETA y con observadores
internacionales en algún país extranjero,
se le ponen encima de la mesa, van a
misa, y además son lentejas. La respuesta no se hace esperar. A pies
juntillas, ¡si señor, a mandar¡. Y nos
sacamos de la manga la vía Nanclares, y chapucerías judiciales todas las que
haga falta. A la calle Bolinaga. Además, 60 sanguinarios criminales fueron puestos en libertad, como consecuencias del turbio
asunto de la anulación de a doctrina Parot por el Tribunal de Estrasburgo, que
aclaremos no es un tribunal en sentido estricto y que además, no era en
absoluto vinculante para el Gobierno. Curiosamente, sospechosamente el Gobierno
de Rajoy no mueve un dedo para evitar lo que fue una especie de amnistía
parcial encubierta.
No falta alguien de confianza
para las trapacerías, con un disfraz especialmente apropiado, el ministro de
Interior Jorge Fernandez Diaz parece un hábito. El ministro se dice ferviente
cristiano, católico para más señas. Le toca lidiar con las victimas, sin
pestañear, opta por el ninguneo, y cuando osan preguntar por la justicia para
sus muertos, les acusa de buscar venganza, a ellos, cuyo único papel en nuestra
reciente historia ha sido sumar lagrimas, y clamar en el desierto, de una
sociedad arrasada por la indiferencia.
Se vuelve cansino la enumeración
de los intervinientes en el desarrollo de esa infamia nacional. El PNV ha
tenido una responsabilidad y protagonismo absolutamente relevante en la
historia de terrorismo etarra. Su actitud a lo largo de todos estos años, fue
definida extraordinariamente bien por Javier Arzallus, historico dirigente de
la formación nacionalista/independentista. ETA, decía este personaje
despreciable y abyecto, sacude el árbol y nosotros recogemos las nueces. Hasta
aquí hemos llegado, arrastrando con esta filosofía criminal, una herencia de mas
de mil muertos, decenas de miles de exiliados, y una sociedad demasiadas veces
cómplice, abotargada y enmudecid, a fuerza de construir silencios al servicio
de los recogedores de frutos envenenados.
Actores. La izquierda toda, de
cabo a rabo, en los últimos años, con Podemos a la cabeza, siempre ha actuado en
defensa de lo inconfesable. Pablo Iglesias y su compadreo político con Otegui,
terrorista vestido de domingo con buena fotogenia, es lo suficientemente
elocuente, y se califica por sí mismo. Nada más que añadir. El desprecio no me
permite dedicarle una sola palabra más a ese señor famoso por su coleta, y
célebre, por sus amistades peligrosas en Venezuela y en Irán.
Leo en el día de hoy, que el
asesino etarra Txapote obtiene permiso penitenciario para visitar a su padre
enfermo. El asesino de Miguel Angel Blanco, de Fernando Buesa, de Jorge Diaz
Elorza, su escolta, de Fernando Múgica,
de Gregorio Ordoñez, de Jose Luis Lopez de la Calle , de dos guardia civiles. Recuerdo perfectamente
su jeta malencarada y sonriente, haciéndole ojitos en el juicio a su hembra
allí presente y también miembro de ETA. Tengo
entendido que la administración de Justicia y la legislación vigente, ha puesto
los medios necesarios para el apareamiento de la pareja y que tienen dos hijos fruto
de estos contactos carcelarios vis a vis. El historial de ambos no puede ser más
ilustrativo de la ralea de las dos fieras. Me pregunto cómo será la experiencia
de ser padre y ser hijo de sanguinarios asesinos. Saber que aquel al que se dio
la vida, y aquel de quien la recibiste, arrebató el presente y el futuro de
personas inocentes e indefensas con un tiro un la nuca, o reventando su vida de
un bombazo callejero.
Actores y máscaras, revolotean
danzarinas en el baile de la ignominia. Todos sabiéndose cómplices, y todos
exonerados de balde en su responsabilidad histórica. Eso se creen ellos.
La paz a cualquier precio. Es lo
que toca. Todas las nueces yacen esparcidas a nuestros pies. Cada una de ella
es un nombre, un rostro, una historia vital; un padre, una madre, un hijo, un
bebe, una novia, un amigo. Cada una, es vida arrancada de cuajo. Un presente
truncado y un futuro muerto. Una historia inacabada por siempre jamás.
El precio a pagar, me temo que
esta amortizado desde hace ya mucho tiempo. Sobre la mesa de las negociaciones con los
asesinos, sus pistolas, sus bombas, sus amenazas, su terror, a cambio de la memoria, la dignidad y
la justicia de sus víctimas, de los últimos héroes de nuestra nación. Es un final, inmisericorde, y melancólico, diseñado
por todos aquellos que, han echado sal y cal viva sobre la verdad histórica, sobre las décadas de plomo que amordazaron
nuestra adolescente democracia, sobre los trescientos asesinados por la banda
terrorista aun sin esclarecer y que quedarán sin respuesta.
A partir del día 8 de abril,
veremos como se materializan finalmente los
pactos acordados y las concesiones a los asesinos, que envolverán en celofán
con un lacito rosa. La palabra mágica paz llenará los telediarios, las
tertulias, y las redes sociales celebraran ruidosamente, no me cabe la menor
duda, el final de la actividad sanguinaria de la ETA , sin preguntas, sin otra reflexión que
priorizar la supuesta seguridad de nuestro metro cuadrado.
Creo que la paz es mucho más que la ausencia de violencia. En absoluto es un
valor suficiente en sí mismo para justificar lo injustificable, para olvidar lo
inolvidable, para manipular la verdad y distorsionara la realidad, por cobardía
y ambición política, disfrazadas de razón de estado.