Un juez ha hablado. La ley sigue su curso y los delincuentes
recorren el único camino posible en un Estado de Derecho, el indicado por poder
judicial, único legitimado para emitir sentencia.
Los políticos catalanes, con responsabilidad ejecutiva y
legislativa, tienen tomada desde hace muchísimo tiempo la decisión de situarse
no solo al margen de la ley sino en abierta confrontación con ella. Hemos visto, como día a día, paso a paso, han
ejercicio sus funciones con la determinación de amputar a Cataluña del resto de
España. El golpe a la nación española, a la Constitución de
todos, se puso en marcha hace muchos años, demasiados años.
El juez Llarena, ha
tenido el coraje de aplicar la ley y de llamar a las cosas por su nombre. La
calificación que ha hecho después de valorar jurídicamente y en profundidad los
hechos acaecidos en Cataluña, es gravísima: rebelión, malversación de caudales
públicos… Los delincuentes, en este caso, lo son de cuello blanco, lo que no
puede hacernos perder de vista que el inocente lo es no por aparentarlo, sino
por serlo, y el delito responde no a la presunción sino a la prueba. Los
políticos catalanes delincuentes, así calificados por la Justicia, simulan ser
gente de bien. Hablan con engolamiento, y utilizan un lenguaje formalmente
correcto. Todos ellos se desenvuelven con soltura ante los medios de
comunicación y las palabras Democracia,
diálogo, derechos y libertades están presentes en todas y cada uno de sus intervenciones
públicas. No dudo de que en su vida privada sean buenos padres, amigos, o
amantes, sean de comunión diaria, o amantes de los perros, o se desvivan por la
capa de ozono. Pero esas virtudes
loables sin duda en el ámbito de lo
personal, son del todo irrelevantes en el contexto en el que se ha
desarrollado su actividad delictiva y por la que han sido llevados ante los
Tribunales.
Asistimos desde hace años al permanente e insufrible
victimismo de una clase política catalana, la nacionalista/independentista,
acostumbrada a manejar el cotarro, no solo económico, dentro de Cataluña y fuera
de ella. El nacionalismo catalán ha utilizado como eje fundamental de su desempeño
político, el control, la presión y el chantaje a todos y cada uno de los
gobiernos centrales de desde que se aprobó la Constitución del 78. Vestidos de limpio, y desde
sus gafas fashion, los independentistas catalanes han perpetrado desde el
minuto cero, la mayor y más notoria estafa democrática que probablemente se
haya vivido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial,
en la medida que ha utilizado los resortes democráticos de nuestro sistema
político, para atentar con él. Se ha servido de los instrumentos autogobierno emanados de la Constitución para destruir, precisamente el marco legal que les procura y
garantiza su existencia.
Cada competencia transferida desde el Estado, el
independentismo la ha transformado en un instrumento de agresión a la Nación española. Cada euro
destinado a Cataluña, se ha traducido en una inversión que pudiera materializar la
división entre los propios catalanes y de éstos con el resto de sus
compatriotas españoles. Un ejemplo paradigmático de ello lo encontramos en el
uso dictatorial que se ha hecho de la cooficialidad de la lengua catalana con
el Español en esta comunidad autónoma. Especialmente lacerante ha sido la
intervención del independentismo en la educación, en la escuela. En la actualidad, se podría hablar con toda
justeza de segregación de los niños castellano-parlantes en el sistema
educativo catalán, obligados sin miramiento, implacablemente, a desarrollar su
proceso de aprendizaje en una lengua ajena a la de su familia, convirtiéndoles,
de hecho en “alumnos de segunda” y poniendo a sus padres en una situación
límite de marginalidad. Ahí quedan, las denuncias caídas en saco roto, de las
familias que han sido incapaces de encontrar un centro en el que sus niños
puedan ser escolarizados en Castellano o en Castellano y Catalán, en ambas
lenguas en igualdad de condiciones. La cultura, los medios de comunicación, el
mundo empresarial, todo el entramado socio-económico ha ido siendo permeado de
una catalanidad excluyente, xenofóbica y supremacista a lo largo de décadas.
Se ha utilizado en Cataluña, todos y cada uno de los
resortes que el poder proporciona, para ejercer el autoritarismo, incrementando
la presión y la coacción, al modo de mafias fascistas, y trasladando a la
sociedad en su conjunto, que ser catalán es ser independentista, y que no ser
independentista es, ser menos que nada; únicamente personas insignificantes,
inferiores, con acentos “pintorescos”, son “españolistas”. Ser español en
Cataluña es cada día más difícil, salvo que sea un español ciego, sordo y mudo
en su ámbito social. Ser español en Cataluña, en definitiva, significa estar condenado a no poder
expresarse, vivir, y disfrutar de su libertad, en su propio país.
Décadas de cuidada ingeniería social en esta Comunidad
Autónoma han dado sus frutos. Dos o tres generaciones, al menos, han sido
educados, formados y aleccionados debidamente en el desprecio a España, en el odio a lo español. La última idea fuerza
difundida por el independentismo ha sido el miserable slogan que no se les cae
de la boca, de “España nos roba”, en una acusación que en absoluto responde a
la realidad, pero que sin embargo, ha servido para seguir atizando el
victimismo y el rechazo al resto de los españoles. Les han contado a los jóvenes
catalanes, que ellos, los del terruño, son distintos a nosotros, porque en
definitiva son mejores; que los necesitamos para que nos sigan soltando los
mendrugos que sacian nuestra necesidad de muertos de hambre. El prejuicio
contra España y lo español, impregna la catalanidad. La Constitución , el Jefe
del Estado, el himno nacional, la bandera de nuestro país, todos nuestros símbolos
hace años que son vejados, insultados y sometidos a todo tiempo de escarnios
públicamente. Ser catalán y español es,
a día de hoy y desde hace años, una heroicidad.
Los últimos acontecimientos en Cataluña parece que han
supuesto un punto de inflexión. Los políticos independentistas, con la antigua
CIU la cabeza, pringados de corrupción hasta el tuétano, se lo han querido
jugar todo a una carta, la del referendum y la subsecuente ruptura con España. En mi opinión, han elegido el momento en el
que la organización de asesinos terroristas vascos, ETA, parece aletargada no se si
por un coma profundo, o porque se hace la dormida. El independentismo catalán ha pensando que se
acercaba su momento estelar. Un gobierno nacional dirigido por un presidente
acosado por los casos de corrupción y con una clara precariedad parlamentaria,
hacia que la ocasión la pintaran calva. El resultado es el de todos conocido.
Un golpe de estado en toda regla, con la celebración de un referendum
patéticamente fraudulento y antidemocrático, en el fondo y en las formas, y una
declaración unilateral de independencia proclamada desde la propia institución
del parlamento autonómico.
Su cálculo, en mi opinión, en principio no tenía porque se
ser del todo malo. Yo creo que si finalmente ha descarrilado su propósito, ha
sido, por factores que desde su estulticia no habían tenido en consideración. En primer lugar por
la actuación de D. Felipe VI, Jefe del Estado, que felizmente, parece tener más
de su apellido Grecia que de Borbon. El discurso del Rey a la Nación Española , y a los
catalanes por ende, dejó muy claro, que en absoluto la Corona tenía intención
alguna de hacer dejación de las funciones que la Constitución le
reconoce y las obligaciones que de ello se derivan. La primera y principal de ellas, actuar como símbolo
de la unidad de España y su permanencia. La respuesta de la ciudadanía
nacional, y de los catalanes fue inmediata. Centenares de miles de catalanes
ocuparon las calles con la bandera nacional en una mano y la bandera autonómica
en la otra, para reivindicar pleno pulmón su españolidad. En solidaridad con
los compatriotas de Cataluña, las ciudades y pueblos de España, se llenaron de
ventanas con la bandera de nuestro país, y aún, después de meses permanecen en
muchas de ellas. Los ciudadanos y el Rey de España le han plantado cara al
desafío totalitario soberanista forzando al Gobierno a activar el art. 155.
Sinceramente creo que el independentismo ensoberbecido y
borracho de poder, no contaba con estos dos factores que en mi opinión han sido
fundamentales y con un tercer actor entrando a escena, absolutamente
imprevisto. Un pequeño partido, VOX sin
representación parlamentaria, y con grandísimas dosis de intrepidez y de arrojo,
se ha personado como acusación particular en la causa jurídica seguida contra
los golpistas y ha llevado adelante sin estructura, sin apoyos, y en el mas
vergonzoso silencio mediático, una hazaña épica de carácter legal de la que
estoy convencida se hablará y mucho, en los libros de Historia y en las
Facultades de Derecho. En engranaje judicial se ha puesto en marcha y los
jueces hacen su trabajo con el resultado de todos conocido. Los máximos
representantes políticos del independentismo con responsabilidades
parlamentarias y ejecutivas, duermen hoy en prisión, acusados de los mas importantes delitos que un político puede cometer en una país democrático: atentar contra la Nación , en su pervivencia,
y en su integridad, socavar el orden constitucional y democrático, patrimonio
de todos los españoles, subvertir el estatuto de autonomía catalán ignorando a
la mayoría de los ciudadanos catalanes convertidos en disidentes, y destinar los caudales públicos de sus
ciudadanos, para un uso, no solo ilegitimo, sino delictivo.
Como hace un maravilloso mal tiempo primaveral, el aperitivo nos lo hemos tomado en casa a
cubierto, lo que me ha permitido darle un vistazo a la Tv , que he sintonizado en la
cadena propiedad de un multimillonario empresario que para no variar, se
autoproclama de izquierdas, y que para no perder la costumbre es ampliamente
beneficiado por los gobiernos pusilánimes de centro-derecha. Las escenas parecían
desarrollarse en el programa de “supervivientes”. Los políticos independentistas,
se derretían en lágrimas, abrazos, emoción contenida, victimismo a raudales, en
alusión y recuerdo de los delicuentes golpistas
en prisión.
Solo faltaría que debamos
atenernos al relato de los hechos que al independentismo le interesa difundir.
No. Las cosas ni son, ni han sucedido como pretenden hacernos creer, por más
lágrimas de cocodrilo que corran por sus mejillas. Es fundamental no jugar con
las cartas marcadas que nos proponen, ni al juego que políticamente les
interesa que no es otro, que presentar a los responsables del golpe de estado
como seres arcangélicos de impoluta virtud. Ese por ello que me parecería
interesante, si tenemos algún interés en este asunto, acudir a la fuente y darle una lectura rápida
al auto condenatorio del Juez Llarena, así podremos entender con bastante
facilidad, (solo hace falta un cuarto de hora y saber leer) que ellos y ellas,
además de ser lo que en su vida privada sean, cosa que considero importa cero
salvo a sus amigos y familiares, lo que verdaderamente constituyen son elementos
indispensables de un perfecto engranaje criminal, cuyos comportamientos, actuaciones,
y objetivos, en el ejercicio de sus
responsabilidades políticas (que son las únicas que aqui se juzgan y que aquí interesan)
son en si mismos delictivos y estaban, además encaminados a las consecución de
fines ilegítimos e ilegales.
No se les juzga por ser independentistas, sino por ser
golpistas. No se le les juzga por hacer una consulta a la ciudadanía, sino por
realizar un referendum ilegal. Se les juzga, no porque en España no exista
libertad, o porque no se respeten sus derechos politicos o ciudadanos, sino
porque ellos, y ellas, constituyen un entramado de poder contra la libertad, y
la democracia en nuestro país. Es fundamental que entendamos que mas allá de
las personas, de sus creencias, su ideología o de su estilo de vida, su
apariencia o cualquier otra consideración, en España rigen los principios de un
Estado de Derecho, lo que supone que nuestra vida individual y colectiva, nuestros
derechos personales y políticos, están amparados, protegidos y garantizados, por nuestra Constitución intachablemente
democrática, y por el marco legal de nuestro país, y que nadie, en ningún caso y por ninguna
circunstancia de oportunidad esta al margen del cumplimiento de ordenamiento
jurídico.
España debería, de una vez por otras, emprender el camino de
la mayoría de edad. Hace 70 años que murió el General Franco, y todavía
seguimos con las mandangas infantiloides y ridículas, de ver quien gana a ser “menos”
franquista. A veces parecemos actorcillos histriónicos de una especie de comedia bufa con
la que únicamente dan ganas de llorar. A ver si nos quitamos el pelo de la
dehesa, de una maldita vez, y nos decidimos a ser lo que somos. Hace 70 años
que en España da vergüenza ajena decir que eres español y a fuerza de humillar la
cabeza cobardeando los gobiernos nacionales y de poner el cazo os gobiernos
autonómicos, hemos abonado el terreno para que la Nación se vea sometida a
tensiones y conflictos de muy difícil solución a dia hoy.
Los prohombres de nuestra reciente historia, Felipe
Gonzalez, Jose María Aznar, Jose Luis Rodriguez Z., y el aun presidente Mariano
Rajoy, tienen una inmensa responsabilidad en lo que hoy sucede en Cataluña. Sus
figuras políticas, con el paso del tiempo, se vuelven raquíticas, insignificantes,
y apestan a deslealtad. Ninguno de ellos quiso o supo, que no se que es peor,
poner en valor, por encima de sus intereses de poder, la Unidad de nuestra nación
desde la defensa de sus enriquecedoras peculiaridades. El servilismo pusilánime
que han manifestado alimentando las fuerzas independentistas nos ha traído
hasta aquí, que no es otro lugar que la zona de conflicto, de confrontación, generadora de sufrimiento, de inestabilidad económica, de agravios y de rencores, de
fragmentación de la sociedad.
Por ahora, todo parece indicar que el órdago a España
lanzado por el independentismo no va a salir gratis. Millones de David,
pequeños y silenciosos, mantienen la esperanza
y el coraje, dispuestos a enfrentarse al todo poderoso Goliat.