Dejo constancia en esta primera línea de que, no, no soy
feminista. En general tiendo a no sentirme identificada los “ismos” y
los “istas”, pero en el caso del feminismo contemporáneo mi rechazo es
particularmente rotundo. No comparto para nada sus presupuestos argumentales,
ni la ideología política de corte izquierdo-comunista que abandera e impulsa
este movimiento, ni las formas ni los modos en que se manifiesta de modo
habitual sus demandas.
Es casi imposible hoy en día sustraerse a la propaganda, a la presión, a la publicidad de determinados
acontecimientos. En este caso, como en
las celebraciones del día del orgullo gay, los
medios de comunicación y las redes sociales parecen competir en un carrera desaforada por ser el más de lo más
en la defensa, promoción, y difusión de este tipo convocatorias y
manifestaciones que, sin embargo, en
absoluto son fruto de la espontaneidad, ni
se sustentan en una demanda social, que esté en la calle, sino que están perfectamente
diseñadas y dirigidas por asociaciones, lobys y centros de poder idológico/político,
generalmente, pertenecientes al espectro de la izquierda, con las que se
mimetizan partidos, grupos y sectores de la sociedad que a priori no parecen
compartir con este moviendo principios y valores. De manera que me leído el manifiesto de convocatoria de la
huelga de mujeres promovida para el día 8 de Marzo, mas que nada para conocer de
primera mano, de que iba la cosa. En mi
opinión, se ha rizado el rizo. El llamamiento a las mujeres a una huelga de de
carácter general, va más allá de lo laboral, trasciende a su actividad
profesional en sus centros de trabajo, y se convoca a las mujeres a un “paro”
efectivo en las actividades de su hogar,
en el cuidado de sus hijos, de sus padres dependientes, por ejemplo. El
feminismo radical ha traspasado en esta ocasión los limites más elementales del
sentido común, de la responsabilidad, y me atrevo a decir que también de la ética,
cosificando a hijos y padres, y parejas, demonizando la proyección personal de
las mujeres en su ámbito afectivo-domestico, y considerando las relaciones personales
de las mujeres con su entorno familiar mas próximo como si fueran relaciones de
estricta servidumbre carentes de emotividad. No solo creo que es este un planteamiento del
todo equivocado, sino que además, pone
de manifiesto la ceguera, la cerrazón, y la falta de racionalidad y sentido
común de este tipo de ideologías radicales y sectarias.
En todo caso, si algo no le falta a la convocatoria de esta
semana, es el sentido de la oportunidad. El ambiente ya venía siendo propicio
desde hace meses con las denuncias de abusos sexuales sufridos por actrices norteamericanas
del mundo del cine y protagonizados, a su vez, por hombres actores, productores
etc, igualmente famosos. El movimiento #Me Too, ha ido tomando impulso, y la
denuncias se han multiplicado alcanzando una enorme difusión en los medios de
comunicación. En otro orden de cosas, nos encontramos con la tragedia
insoportable de mujeres asesinadas en nuestro país a manos de sus parejas, que
se ha convertido en noticia habitual en nuestro país y las reiteradas e
insistentes afirmaciones de la existencia de la llamada brecha salarial entre
hombres y mujeres en el mercado laboral.
El abuso sexual, el maltrato hasta el asesinato, y la
sumisión socioeconómica, constituyen tres ejes fundamentales de la victimización
de las mujeres esgrimida por el movimiento feminista y que justifican la
reivindicación y denuncia en las calles, y la convocatoria de una huelga bajo
el lema “Sin nosotras se para el mundo”
Mi posición al respecto de esta
afirmación es radical y diáfana, negando la mayor: las mujeres no somos víctimas,
y claro, evidentemente que sin nosotras se para el mundo, tanto como se pararía
sin los hombres. Si queremos validar los postulados feministas respecto de la
falta de libertad, la desigualdad, la precariedad laboral, el abuso sexual, la
sumisión y sometimiento brutal de las mujeres, tenemos que salir de nuestro,
globalmente confortable mundo occidental, y poner los ojos en las mujeres
africanas, asiáticas, latinoamericanas, en la practica totalidad de las mujeres
de los países islámicos y en las minorías islámicas de Europa o Norteamérica.
En mi opinión es de una frivolidad ignominiosa la victimización con carácter
general de las mujeres en nuestro acomodado ”Primer
Mundo”.
Nuestros países, todos ellos,
España a la cabeza, recogen sin
excepción en sus legislaciones fundamentales, en sus constituciones, la
igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Sin matizaciones, y manera radical.
Es más, la llamada discriminación positiva, con el establecimiento de cupos privilegia
a las mujeres respecto de los hombres, en determinados aspectos de la vida socio-laboral
que son importantes. Asimismo, al menos
en el caso de España, en consideración de una supuesta especifica vulnerabilidad
de las mujeres como víctimas de violencia de género, nuestras leyes han
traspasado, incluso, el principio de igualdad ante la ley entre hombre y mujeres, colocando a los
hombres en la situación verdaderamente complicada en términos jurídicos a la
hora de defender su inocencia ante la denuncia practicada por violencia de
genero por parte de una mujer.
Leo otro de los lemas que
seguramente escucharemos el día la huelga, “Paramos
para cambiarlo todo”. Sinceramente, me pregunto, ¿Qué todo o parte del todo es el que pretende cambiar el movimiento
feminista de hoy?. Mas allá de toda la parafernalia que ya conocemos, la puesta
en escena colorista, lo que de atractivo pueda tener una día de jolgorio
callejero y de “manifa”, de las horas de cámara que chuparán algunos políticos,
siempre babeantes ante la oportunidad de arañar un voto, y los minutos o segunditos de gloria que
pillará algún manifestante al que entrevistarán los periodistas de siempre, en
los medios de siempre, lo cierto es que, en mi opinión, los fastos previstos
para el Día de la Mujer
creo que están fuera del tiempo y fuera de lugar. No creo que las demandas del
feminismo radical, tengan justificación alguna aquí y ahora, y ello no porque lo
que se reivindica no sea absolutamente
de justicia, sino porque gracias al esfuerzo de todos, hombres y mujeres, que nos
precedieron y que creyeron en la libertad y en la democracia, esa justicia hace
décadas que comenzó a hacerse realidad, y hoy podemos afirmar rotundamente que
en España vivimos en una sociedad en la que la conculcación de los derechos
humanos, es inadmisible, y por tanto, es punible ante la ley que ampara a
hombres y mujeres indistintamente.
Una de las reivindicaciones
feministas que esa en el debate es la ruptura del llamado “techo de cristal”
que impide a las mujeres, según la tesis feministas, alcanzar niveles de responsabilidad
socio-cultural, políticos y económicos, de igual rango, reconocimiento y poder que
los hombres. Nuevamente el planteamiento creo que está mal enfocado de partida.
La cuestión, no creo que deba abordarse en términos de si hay mas o menos
mujeres u hombres en tales o cuales puestos de la sociedad, sino desde la
consideración de si las mujeres y los hombres, tienen iguales posibilidades, y
alternativas para acceder a ellos, y si, está entre sus intereses vitales
alcanzarlos. Doy taxativamente por supuesto y fuera de toda duda la igualdad de
capacidades entre ambos sexos para el desempeño de cualquier tarea de la vida
social y/o familiar.
Nuestra vida entera consiste en
una infinidad de toma de decisiones a cerca de multitud de alternativas
posibles. Que nos decantemos en un momento dado por una u otra alternativa esta
en relación, a su vez, con las limitaciones,
capacidades, y posibilidades reales de alcanzarlas, siempre sujetas a
circunstancias aleatorias e imprevisibles, pero es fundamental contar con el
ejercicio de nuestra determinación, y de
nuestra voluntad a la hora de conseguir nuestros objetivos, y esto es válido
para hombres y mujeres. Desde estas premisas, aunque parezca una obviedad, creo
que es importante recordar que hombres y mujeres, mujeres y hombres, somos
personas con igual dignidad, iguales derechos, iguales capacidades y sin
embargo no somos idénticos. No solo ningún ser humano es idéntico a otro, sino
que dentro de esta diversidad, somos
además de manera elemental biológicamente diversos. En esencia somos portadores
de una dicotomía sexual con la que venimos al mundo, y con la nos despediremos
de él. Ya se, que esta afirmación, pudiera no conciliarse con la consideración
actual de que las personas “puede y de hecho eligen” el genero al que se
sienten o desean pertenecer, independientemente de su sexo por nacimiento. No pretendo
entrar en este debate en este momento. En mi opinión es incontestable que
nuestra fisiología es una y no otra, independientemente de cualquier otra
consideración, convención, acuerdo, o legislación al respecto etc. Pero
volviendo a los supuestos condicionantes sociales, culturales, y económicos que
según el feminismo actual hacen de las mujeres victimas inocentes de un sistema
patriarcal y capitalista injusto, sería quizá interesante y tomar en
consideración en el análisis, el papel
de la libertad, de la voluntad, en la toma de decisiones de las mujeres a la hora
de encauzar su vida en los distintos aspectos en los que se desarrolla su vida en
el momento actual en España, mas que
nada para poner en valor el enorme e histórico avance llevado a cabo en
nuestro país, en términos de igual de oportunidades entre hombres y mujeres y
creo que en el encauzamiento de tales decisiones influye de manera, sino
radical, si muy importante el hecho de que la maternidad solo y únicamente
concierne a la mujer. Solo la mujer se embaraza, solo ella trae al mundo a sus
hijos. Este hecho de una trascendencia importantísima en su vida, afecta de
modo determinante a su vida emocional, afectiva, en el orden de la percepción
de la responsabilidad personal, y evidentemente, desde aquí, a completo
universo vital. Quiere esto decir que la mujer limita o debería limitar su vida
al único y principal rol de madre? En ningún caso. Sin embargo, no parece
descabellado pensar que esta dentro de lo muy probable que las mujeres elijan
la cercanía a sus hijos, su amamantamiento, su cuidado, y su disfrute, sobre
todo en los primeros meses de la vida de sus bebes. Efectivamente que el padre
esta capacitado para dispensar los cuidados que requiere un niño, seguro que
si, y nuestra legislación contempla la posibilidad de dispensa laboral por
nacimiento indistintamente al padre, a la madre, o a ambos. Pero eso no
invalida el hecho de que sean muchas, me
atrevo a decir, que mayoritariamente,
las madres que eligen posponer durante algún tiempo su actividad
profesional para disponer de ese permiso por maternidad para pasarlo con
sus niños, lo que en ningún caso debería tener en consecuencias negativas para
su carrera profesional.
Los niños pequeños y los padres
ancianos son las personas más frágiles de nuestro mundo. Su dependencia
psicofísica no podemos obviarla o mirar hacia otro lado. Ellos están ahí,
forman parte e nuestro mundo afectivo más íntimo, más valioso, y su atención y
cuidado por nuestra parte se ha vuelto una
misión prácticamente imposible en un mundo altamente tecnificado e
intensamente materialista, que nos exige enormes esfuerzos, en términos de
tiempo y de dedicación profesional. La incompatibilidad entre la actividad
profesional y nuestra presencia en las vidas de nuestra familia dependiente,
constituye un motivo de angustia, de preocupación muy importante para mujeres y
hombres, que en mi opinión esta muy lejos de su solución. Hasta hace unas pocas décadas, la distribución de roles entre
hombre y mujeres, zanjaba el asunto sin mas conflicto de la manera que todos
conocemos, la mujer en el ámbito doméstico el hombre en el ámbito laboral
externo. El pasado recoge siglos de sumisión de la mujer que afortunadamente
han quedado para la historia. Sin embargo, del reajuste de roles sociales entre
hombres y mujeres emergen en la actualidad, nuevos problemas que urge resolver,
fundamentalmente el de la dependencia. La solución de carácter “institucional”
que forma parte de las tesis feministas, ampliamente asumidas políticamente,
que traslada a guarderías y residencias geriátricas el cuidado de nuestros
hijos y de nuestros padres ancianos, en mi opinión no da una respuesta eficaz ni
satisfactoria al problema, y en absoluto facilita los mecanismos reales que
hagan posible la libertad personal de ser nosotros mismos, o no, los que podamos tomar la decisión
personal de elegir ocuparnos de “los nuestros”, por el tiempo que decidamos. Quiero
explicitar, para que no quede duda de cual es mi posición al respecto, que creo
debería tomarse en consideración, favorecer y facilitar, la opción legítima de hombres y mujeres, indistintamente de
atender y cuidar de sus hijos o sus padres ancianos y dependientes si así lo
desean, y de que esta actividad personal no solo contribuye a la humanización
de nuestro mundo mas inmediato, a alcanzar mayores cotas de bienestar y
satisfacción personal, sino que es posible interpretarla, valorarla, y reconocerla
en términos económicos por parte de los poderes públicos. Es evidente que este
planteamiento esta en las Antípodas de
lo políticamente correcto. Pero si lo pienso, y así lo digo.
Como en tantas ocasiones, las
dificultades surgen a la hora de abordar los problemas en su naturaleza
esencial, y cuando nos alejamos del ruido y del celofán. En mi opinión el debate no debería plantearse
en términos victimista, imponiendo una discriminación positiva para las mujeres
que no necesitamos, y culpabilizando a eso que se dado en llamar de modo
grandielocuente el “patriarcado” dominante y esclavista. Este escenario que nos
vende el feminismo de mujeres sometidas, humilladas, ignoradas, y explotadas
por sus maridos, hermanos, padres, hijos, y patronos, me parece sencillamente
de ciencia ficción en nuestra sociedad. Es un planteamiento no solo equivocado,
sino profundamente injusto, para todos, pero especialmente para las mujeres que
lejos de avanzar en sus logros igualitarios tienen que experimentar una nueva
forma de opresión y manipulación, en este caso liderada por mujeres (pero no
solo) dispuestas a condenarlas a la hoguera de una durísima inquisición si no
se ajustan al paradigma vital diseñado por un feminismo radical enmarcado en
una ideología de género que ha impregnado en los últimos años todos los ámbitos
de nuestra sociedad.
Hasta tal punto el feminismo ideológico
se ha incorporado a nuestra cotidianidad que no ser feminista se considera
automáticamente sinónimo de ser machista, hasta ese punto de la estupidez hemos
llegado, y lo políticamente correcto, que es ser feminista, se ha convertido en una tiranía ante la cual,
genuflexos los partidos políticos en su práctica totalidad toman posiciones a
favor de viento arrastrados por el terror de ser considerados insuficientemente
progresistas. A mi, particularmente no me interesa absolutamente nada este
feminismo, ni me identifico con sus propuestas, ni me parecen respetables sus
argumentos. Por el contrario, considero que esta impregnado de motivaciones
espurias que en nada tienen que ver con la realidad de las mujeres en España ni
con sus verdaderos intereses. No siento a los hombres como el enemigo a batir,
ni siento la feminidad como una lacra de la que es urgente y necesario
despojarse.
Las mujeres tienen mucho, muchísimo
que aportar a la sociedad y de hecho ya lo hacen. Si se vulneran sus derechos
personales, civiles, sociales o laborales, tienen y deben hacer lo mismo que
deben y tienen que hacer los hombres en un Estado democrático, denunciar los
hechos y acogerse al amparo de la ley. Poco más puede y debe hacer el Estado, y
no es poco, si es eficaz en su tarea. Pretender que el Estado llegue hasta la
cocina de nuestros hogares, y se meta en nuestra cama a determinar y regular
nuestras relaciones de familia, de pareja y me atrevo decir, que hasta
sexuales, ya se que es el sueño dorado
de las mentalidades totalitarias, de este feminismo enraizado con posiciones de
la izquierda política, empeñado en
construir una sociedad a su medida, en la que las personas, hombres y mujeres
no tengan la ultima palabra sobre sus vidas, pero desde luego no es la función de ningún gobierno, ni su derecho
sobre los ciudadanos.
Ciertamente que existe el
conflicto entre los sexos. Evidentemente. Es una tensión viva, a veces latente,
y a veces explicita, e indestructible. Me atrevo a decir, que fructífera,
gratificante, creativa y hasta divertida, siempre y cuando se desarrolle en términos
de igualdad y de libertad, de respeto mutuo, y de honestidad en las reglas del
juego, en un partido que nunca se da por
perdido por ninguna de los “contendientes”, y que nunca tendrá un ganador
definitivo. El feminismo radical, me
temo que está muy alejado de este concepto de las relaciones interpersonales,
intersexuales.
En vísperas de la convocatoria de
la huelga feminista, se multiplican las cifras y las estadísticas sobre la
indeseable situación de la mujer en la sociedad española. Se me ocurre que
puestos a recabar datos así, a palo seco, podríamos encontrar fácilmente
infinidad de indicadores en los que los hombres salen mal, muy mal parados,
como por ejemplo, que la tasa de sucio masculina supera el doble de la tasa de suicidio femenina, o que la
tasa de accidentes laborales alcanza el 95% de los hombres, en tanto que la
tasa de accidentes en el trabajo de la mujer es del 5%. , en fin…Insisto en que
este no es el debate, no debemos usar su lenguaje manipulador, el de las cifras
descontextulizadas.
No creo que sea necesario, ni
siquiera positivo, designar un día “de la mujer”. Por que un día de la mujer…?
Me da vergüenza ajena recibir esos mensajitos de mujer a mujer, que viajan por
las redes, en las que nos repetimos como loros plañideros, y monos amaestrados,
lo estupendas que somos, los amigas que nos sentimos unas de otras, aunque no
nos conozcamos de nada, nos felicitamos, nos jaleamos y nos reivindicamos con
eslóganes infantiles y gazmoños. Y todo porque somos … “mujeres”. Francamente
me cuesta muchísimo entender este modo de sentir la existencia. Para mi ser
mujer es algo natural, que vivo sin encumbramiento, sin resentimiento, sin
vanidad, y sin humildad. Debe ser porque
jamás me he sentido sometida, porque nunca me he dejado humillar, y si en alguna
ocasión, que la ha habido, algún hombre me ha ofendido, ha habido multitud de
hombres cercanos a mi vida, por los que me he sentido querida, valorada, y
respetada. Pero esta reflexión personal, podría leerse en términos femeninos, y
ser aplicada a las mujeres que he conocido, sin cambiar un punto, una coma, ni
una palabra.
Para mi es esencial vivir
experimentando la vida como un ejercicio de libertad personal, de ser dueña de
mis palabras, y de mis decisiones, de mis aciertos y de mis errores, y eso es
incompatible con la tiranía ideológica del feminismo radical. No me siento más
cercana a una mujer que a un hombre, ni tengo nada a favor de un hombre que no
tenga a favor de una mujer. Para ambos deseo, lo que para mi deseo, una
sociedad justa, igualitaria y libre, en la que una niña pueda aspirar
legítimamente a ser astronauta o monja, o un niño pueda ser ingeniero, o
maestro de infantil. Que ambos puedan decidir tener familia numerosa o no tener
hijos, que puedan ser ateos, agnósticos, o creyentes practicantes, sin que por
ello se vean amenazados sus legítimos derechos y su libertad.
El día 8 de marzo tomará la calle
el movimiento feminista, apoyado por activa, por pasiva, por los gritos de sus
compromisarios y por los silencios cobardones de todos los demás. Yo seguiré
pensando, diciendo e insistiendo en que las mujeres no somos niñas, no
necesitamos especiales tutelas, no somos infraseres necesitadas de protección
especifica como una especie animal en extinción. Reivindico, si, nuestra identidad con escotes y zapatos de
tacón, o vestidas de ursulinas, nuestros rostros maquillados o nuestra cara
lavada recién levantadas… Las mujeres quieren ser libres para aceptar un
piropo, para no aceptarlo, o para ser ellas las que se lo susurren al oído al hombre
que desean. Las mujeres quieren flitear
como les parezca bien, y quieren ser azafatas o coronel del ejército, o
barrendera sin que nadie les diga si eso
es bueno o malo para ellas. Las mujeres quieren poder elegir, sin imposición alguna, cuidar de los que de sus
hijos cuando acaban de llegar al mundo o cuando esta próxima la hora de dejar
la vida, de sus padres o sus abuelos. Las mujeres queremos poder ser la mejor
ama de casa del universo mundo, y queremos poder dedicar nuestra vida a la
investigación de la física cuántica, queremos hacerlo por un tiempo, o por
siempre jamás, queremos que esas mujeres horribles que se autodenominan “femen”
y que dicen representarnos, cargadas de odio y semidesnudas se olviden para
siempre de nosotras, y que el feminismo no tiranice nuestra voluntad y no grite
en nuestro nombre consignas que no compartimos y que avergüenzan.
El día 8 de marzo, muchas mujeres estaremos
deseando que nos dejen en paz. Es tan difícil de comprender? Quizá si, porque sin
hacer ruido, y sin rugir…estaremos a lo
nuestro, que no es otra cosa que ser primero persona, luego mujer, y después
ser, lo que nos da la gana. No estoy dispuesta a pedir permiso para eso ni
perdón por ello. Faltaría mas¡