miércoles, 7 de marzo de 2018

HUELGA FEMINISTA...CONMIGO QUE NO CUENTEN


Dejo constancia en esta primera línea de que, no, no soy feminista. En general tiendo a no sentirme identificada  los “ismos” y  los “istas”, pero en el caso del feminismo contemporáneo mi rechazo es particularmente rotundo. No comparto para nada sus presupuestos argumentales, ni la ideología política de corte izquierdo-comunista que abandera e impulsa este movimiento, ni las formas ni los modos en que se manifiesta de modo habitual sus demandas.

Es casi imposible hoy en día sustraerse a la propaganda,  a la presión, a la publicidad de determinados acontecimientos. En este caso, como  en las celebraciones del día del orgullo gay, los  medios de comunicación y las redes sociales parecen competir en  un carrera desaforada por ser el más de lo más en la defensa, promoción, y difusión de este tipo convocatorias y manifestaciones que, sin embargo,  en absoluto son fruto de la espontaneidad,  ni se sustentan en una demanda social, que esté en la calle, sino que están perfectamente diseñadas y dirigidas por asociaciones, lobys y centros de poder idológico/político, generalmente, pertenecientes al espectro de la izquierda, con las que se mimetizan partidos, grupos y sectores de la sociedad que a priori no parecen compartir con este moviendo principios y valores.  De manera que  me leído el manifiesto de convocatoria de la huelga de mujeres promovida para el día 8 de Marzo, mas que nada para conocer de primera mano, de que iba la cosa. En  mi opinión, se ha rizado el rizo. El llamamiento a las mujeres a una huelga de de carácter general, va más allá de lo laboral, trasciende a su actividad profesional en sus centros de trabajo, y se convoca a las mujeres a un “paro” efectivo en las actividades de  su hogar, en el cuidado de sus hijos, de sus padres dependientes, por ejemplo. El feminismo radical ha traspasado en esta ocasión los limites más elementales del sentido común, de la responsabilidad, y me atrevo a decir que también de la ética, cosificando a hijos y padres, y parejas, demonizando la proyección personal de las mujeres en su ámbito afectivo-domestico, y considerando las relaciones personales de las mujeres con su entorno familiar mas próximo como si fueran relaciones de estricta servidumbre carentes de emotividad.  No solo creo que es este un planteamiento del todo  equivocado, sino que además, pone de manifiesto la ceguera, la cerrazón, y la falta de racionalidad y sentido común de este tipo de ideologías radicales y sectarias.

En todo caso, si algo no le falta a la convocatoria de esta semana, es el sentido de la oportunidad. El ambiente ya venía siendo propicio desde hace meses con las denuncias de abusos sexuales sufridos por actrices norteamericanas del mundo del cine y protagonizados, a su vez, por hombres actores, productores etc, igualmente famosos. El movimiento #Me Too, ha ido tomando impulso, y la denuncias se han multiplicado alcanzando una enorme difusión en los medios de comunicación. En otro orden de cosas, nos encontramos con la tragedia insoportable de mujeres asesinadas en nuestro país a manos de sus parejas, que se ha convertido en noticia habitual en nuestro país y las reiteradas e insistentes afirmaciones de la existencia de la llamada brecha salarial entre hombres y mujeres en el mercado laboral.

El abuso sexual, el maltrato hasta el asesinato, y la sumisión socioeconómica, constituyen tres ejes fundamentales de la victimización de las mujeres esgrimida por el movimiento feminista y que justifican la reivindicación y denuncia en las calles, y la convocatoria de una huelga bajo el lema “Sin nosotras se para el mundo”

Mi posición al respecto de esta afirmación es radical y diáfana, negando la mayor: las mujeres no somos víctimas, y claro, evidentemente que sin nosotras se para el mundo, tanto como se pararía sin los hombres. Si queremos validar los postulados feministas respecto de la falta de libertad, la desigualdad, la precariedad laboral, el abuso sexual, la sumisión y sometimiento brutal de las mujeres, tenemos que salir de nuestro, globalmente confortable mundo occidental, y poner los ojos en las mujeres africanas, asiáticas, latinoamericanas, en la practica totalidad de las mujeres de los países islámicos y en las minorías islámicas de Europa o Norteamérica. En mi opinión es de una frivolidad ignominiosa la victimización con carácter general de las mujeres en nuestro acomodado ”Primer Mundo”.

Nuestros países, todos ellos, España a la cabeza,  recogen sin excepción en sus legislaciones fundamentales, en sus constituciones, la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Sin matizaciones, y manera radical. Es más, la llamada discriminación positiva, con el establecimiento de cupos privilegia a las mujeres respecto de los hombres, en determinados aspectos de la vida socio-laboral que son importantes.  Asimismo, al menos en el caso de España, en consideración de una supuesta especifica vulnerabilidad de las mujeres como víctimas de violencia de género, nuestras leyes han traspasado, incluso, el principio de igualdad ante la  ley entre hombre y mujeres, colocando a los hombres en la situación verdaderamente complicada en términos jurídicos a la hora de defender su inocencia ante la denuncia practicada por violencia de genero por parte de una mujer.

Leo otro de los lemas que seguramente escucharemos el día la huelga, “Paramos para cambiarlo todo”. Sinceramente, me pregunto, ¿Qué todo o parte del todo es el que pretende cambiar el movimiento feminista de hoy?. Mas allá de toda la parafernalia que ya conocemos, la puesta en escena colorista, lo que de atractivo pueda tener una día de jolgorio callejero y de “manifa”, de las horas de cámara que chuparán algunos políticos, siempre babeantes ante la oportunidad de arañar un voto,  y los minutos o segunditos de gloria que pillará algún manifestante al que entrevistarán los periodistas de siempre, en los medios de siempre, lo cierto es que, en mi opinión, los fastos previstos para el Día de la Mujer creo que están fuera del tiempo y fuera de lugar. No creo que las demandas del feminismo radical, tengan justificación alguna aquí y ahora, y ello no porque lo que se reivindica  no sea absolutamente de justicia, sino porque gracias al esfuerzo de todos, hombres y mujeres, que nos precedieron y que creyeron en la libertad y en la democracia, esa justicia hace décadas que comenzó a hacerse realidad, y hoy podemos afirmar rotundamente que en España vivimos en una sociedad en la que la conculcación de los derechos humanos, es inadmisible, y por tanto, es punible ante la ley que ampara a hombres y mujeres indistintamente.

Una de las reivindicaciones feministas que esa en el debate es la ruptura del llamado “techo de cristal” que impide a las mujeres, según la tesis feministas, alcanzar niveles de responsabilidad socio-cultural, políticos y económicos, de igual rango, reconocimiento y poder que los hombres. Nuevamente el planteamiento creo que está mal enfocado de partida. La cuestión, no creo que deba abordarse en términos de si hay mas o menos mujeres u hombres en tales o cuales puestos de la sociedad, sino desde la consideración de si las mujeres y los hombres, tienen iguales posibilidades, y alternativas para acceder a ellos, y si, está entre sus intereses vitales alcanzarlos. Doy taxativamente por supuesto y fuera de toda duda la igualdad de capacidades entre ambos sexos para el desempeño de cualquier tarea de la vida social y/o familiar.

Nuestra vida entera consiste en una infinidad de toma de decisiones a cerca de multitud de alternativas posibles. Que nos decantemos en un momento dado por una u otra alternativa esta en relación, a su vez, con las limitaciones,  capacidades, y posibilidades reales de alcanzarlas, siempre sujetas a circunstancias aleatorias e imprevisibles, pero es fundamental contar con el ejercicio de nuestra  determinación, y de nuestra voluntad a la hora de conseguir nuestros objetivos, y esto es válido para hombres y mujeres. Desde estas premisas, aunque parezca una obviedad, creo que es importante recordar que hombres y mujeres, mujeres y hombres, somos personas con igual dignidad, iguales derechos, iguales capacidades y sin embargo no somos idénticos. No solo ningún ser humano es idéntico a otro, sino que  dentro de esta diversidad, somos además de manera elemental biológicamente diversos. En esencia somos portadores de una dicotomía sexual con la que venimos al mundo, y con la nos despediremos de él. Ya se, que esta afirmación, pudiera no conciliarse con la consideración actual de que las personas “puede y de hecho eligen” el genero al que se sienten o desean pertenecer, independientemente de su sexo por nacimiento. No pretendo entrar en este debate en este momento. En mi opinión es incontestable que nuestra fisiología es una y no otra, independientemente de cualquier otra consideración, convención, acuerdo, o legislación al respecto etc. Pero volviendo a los supuestos condicionantes sociales, culturales, y económicos que según el feminismo actual hacen de las mujeres victimas inocentes de un sistema patriarcal y capitalista injusto, sería quizá interesante y tomar en consideración en el análisis,  el papel de la libertad, de la voluntad, en la toma de decisiones de las mujeres a la hora de encauzar su vida en los distintos aspectos en los que se desarrolla su vida en el momento actual en España, mas que  nada para poner en valor el enorme e histórico avance llevado a cabo en nuestro país, en términos de igual de oportunidades entre hombres y mujeres y creo que en el encauzamiento de tales decisiones influye de manera, sino radical, si muy importante el hecho de que la maternidad solo y únicamente concierne a la mujer. Solo la mujer se embaraza, solo ella trae al mundo a sus hijos. Este hecho de una trascendencia importantísima en su vida, afecta de modo determinante a su vida emocional, afectiva, en el orden de la percepción de la responsabilidad personal, y evidentemente, desde aquí, a completo universo vital. Quiere esto decir que la mujer limita o debería limitar su vida al único y principal rol de madre? En ningún caso. Sin embargo, no parece descabellado pensar que esta dentro de lo muy probable que las mujeres elijan la cercanía a sus hijos, su amamantamiento, su cuidado, y su disfrute, sobre todo en los primeros meses de la vida de sus bebes. Efectivamente que el padre esta capacitado para dispensar los cuidados que requiere un niño, seguro que si, y nuestra legislación contempla la posibilidad de dispensa laboral por nacimiento indistintamente al padre, a la madre, o a ambos. Pero eso no invalida el hecho de que sean muchas,  me atrevo a decir, que mayoritariamente,  las madres que eligen posponer durante algún tiempo su actividad profesional para  disponer de  ese permiso por maternidad para pasarlo con sus niños, lo que en ningún caso debería tener en consecuencias negativas para su carrera profesional.

Los niños pequeños y los padres ancianos son las personas más frágiles de nuestro mundo. Su dependencia psicofísica no podemos obviarla o mirar hacia otro lado. Ellos están ahí, forman parte e nuestro mundo afectivo más íntimo, más valioso, y su atención y cuidado por nuestra parte se ha vuelto una  misión prácticamente imposible en un mundo altamente tecnificado e intensamente materialista, que nos exige enormes esfuerzos, en términos de tiempo y de dedicación profesional. La incompatibilidad entre la actividad profesional y nuestra presencia en las vidas de nuestra familia dependiente, constituye un motivo de angustia, de preocupación muy importante para mujeres y hombres, que en mi opinión esta muy lejos de su solución. Hasta hace  unas pocas décadas, la distribución de roles entre hombre y mujeres, zanjaba el asunto sin mas conflicto de la manera que todos conocemos, la mujer en el ámbito doméstico el hombre en el ámbito laboral externo. El pasado recoge siglos de sumisión de la mujer que afortunadamente han quedado para la historia. Sin embargo, del reajuste de roles sociales entre hombres y mujeres emergen en la actualidad, nuevos problemas que urge resolver, fundamentalmente el de la dependencia. La solución de carácter “institucional” que forma parte de las tesis feministas, ampliamente asumidas políticamente, que traslada a guarderías y residencias geriátricas el cuidado de nuestros hijos y de nuestros padres ancianos, en mi opinión no da una respuesta eficaz ni satisfactoria al problema, y en absoluto facilita los mecanismos reales que hagan posible la libertad personal de ser nosotros mismos,  o no, los que podamos tomar la decisión personal de elegir ocuparnos de “los nuestros”, por el tiempo que decidamos. Quiero explicitar, para que no quede duda de cual es mi posición al respecto, que creo debería tomarse en consideración, favorecer y facilitar, la opción legítima  de hombres y mujeres, indistintamente de atender y cuidar de sus hijos o sus padres ancianos y dependientes si así lo desean, y de que esta actividad personal no solo contribuye a la humanización de nuestro mundo mas inmediato, a alcanzar mayores cotas de bienestar y satisfacción personal, sino que es posible interpretarla, valorarla, y reconocerla en términos económicos por parte de los poderes públicos. Es evidente que este planteamiento esta en las Antípodas de lo políticamente correcto. Pero si lo pienso, y así lo digo.


Como en tantas ocasiones, las dificultades surgen a la hora de abordar los problemas en su naturaleza esencial, y cuando nos alejamos del ruido y del celofán.  En mi opinión el debate no debería plantearse en términos victimista, imponiendo una discriminación positiva para las mujeres que no necesitamos,  y culpabilizando  a eso que se dado en llamar de modo grandielocuente el “patriarcado” dominante y esclavista. Este escenario que nos vende el feminismo de mujeres sometidas, humilladas, ignoradas, y explotadas por sus maridos, hermanos, padres, hijos, y patronos, me parece sencillamente de ciencia ficción en nuestra sociedad. Es un planteamiento no solo equivocado, sino profundamente injusto, para todos, pero especialmente para las mujeres que lejos de avanzar en sus logros igualitarios tienen que experimentar una nueva forma de opresión y manipulación, en este caso liderada por mujeres (pero no solo) dispuestas a condenarlas a la hoguera de una durísima inquisición si no se ajustan al paradigma vital diseñado por un feminismo radical enmarcado en una ideología de género que ha impregnado en los últimos años todos los ámbitos de nuestra sociedad.

Hasta tal punto el feminismo ideológico se ha incorporado a nuestra cotidianidad que no ser feminista se considera automáticamente sinónimo de ser machista, hasta ese punto de la estupidez hemos llegado, y lo políticamente correcto, que es ser feminista,  se ha convertido en una tiranía ante la cual, genuflexos los partidos políticos en su práctica totalidad toman posiciones a favor de viento arrastrados por el terror de ser considerados insuficientemente progresistas. A mi, particularmente no me interesa absolutamente nada este feminismo, ni me identifico con sus propuestas, ni me parecen respetables sus argumentos. Por el contrario, considero que esta impregnado de motivaciones espurias que en nada tienen que ver con la realidad de las mujeres en España ni con sus verdaderos intereses. No siento a los hombres como el enemigo a batir, ni siento la feminidad como una lacra de la que es urgente y necesario despojarse.

Las mujeres tienen mucho, muchísimo que aportar a la sociedad y de hecho ya lo hacen. Si se vulneran sus derechos personales, civiles, sociales o laborales, tienen y deben hacer lo mismo que deben y tienen que hacer los hombres en un Estado democrático, denunciar los hechos y acogerse al amparo de la ley. Poco más puede y debe hacer el Estado, y no es poco, si es eficaz en su tarea. Pretender que el Estado llegue hasta la cocina de nuestros hogares, y se meta en nuestra cama a determinar y regular nuestras relaciones de familia, de pareja y me atrevo decir, que hasta sexuales,  ya se que es el sueño dorado de las mentalidades totalitarias, de este feminismo enraizado con posiciones de la izquierda política,  empeñado en construir una sociedad a su medida, en la que las personas, hombres y mujeres no tengan la ultima palabra sobre sus vidas, pero desde luego no es la   función de ningún gobierno, ni su derecho sobre los ciudadanos.

Ciertamente que existe el conflicto entre los sexos. Evidentemente. Es una tensión viva, a veces latente, y a veces explicita, e indestructible. Me atrevo a decir, que fructífera, gratificante, creativa y hasta divertida, siempre y cuando se desarrolle en términos de igualdad y de libertad, de respeto mutuo, y de honestidad en las reglas del juego, en  un partido que nunca se da por perdido por ninguna de los “contendientes”, y que nunca tendrá un ganador definitivo.  El feminismo radical, me temo que está muy alejado de este concepto de las relaciones interpersonales, intersexuales.

En vísperas de la convocatoria de la huelga feminista, se multiplican las cifras y las estadísticas sobre la indeseable situación de la mujer en la sociedad española. Se me ocurre que puestos a recabar datos así, a palo seco, podríamos encontrar fácilmente infinidad de indicadores en los que los hombres salen mal, muy mal parados, como por ejemplo, que la tasa de sucio masculina supera el  doble de la tasa de suicidio femenina, o que la tasa de accidentes laborales alcanza el 95% de los hombres, en tanto que la tasa de accidentes en el trabajo de la mujer es del 5%. , en fin…Insisto en que este no es el debate, no debemos usar su lenguaje manipulador, el de las cifras descontextulizadas.

No creo que sea necesario, ni siquiera positivo, designar un día “de la mujer”. Por que un día de la mujer…? Me da vergüenza ajena recibir esos mensajitos de mujer a mujer, que viajan por las redes, en las que nos repetimos como loros plañideros, y monos amaestrados, lo estupendas que somos, los amigas que nos sentimos unas de otras, aunque no nos conozcamos de nada, nos felicitamos, nos jaleamos y nos reivindicamos con eslóganes infantiles y gazmoños. Y todo porque somos … “mujeres”. Francamente me cuesta muchísimo entender este modo de sentir la existencia. Para mi ser mujer es algo natural, que vivo sin encumbramiento, sin resentimiento, sin vanidad, y sin  humildad. Debe ser porque jamás me he sentido sometida, porque  nunca me he dejado humillar, y si en alguna ocasión, que la ha habido, algún hombre me ha ofendido, ha habido multitud de hombres cercanos a mi vida, por los que me he sentido querida, valorada, y respetada. Pero esta reflexión personal, podría leerse en términos femeninos, y ser aplicada a las mujeres que he conocido, sin cambiar un punto, una coma, ni una palabra.

Para mi es esencial vivir experimentando la vida como un ejercicio de libertad personal, de ser dueña de mis palabras, y de mis decisiones, de mis aciertos y de mis errores, y eso es incompatible con la tiranía ideológica del feminismo radical. No me siento más cercana a una mujer que a un hombre, ni tengo nada a favor de un hombre que no tenga a favor de una mujer. Para ambos deseo, lo que para mi deseo, una sociedad justa, igualitaria y libre, en la que una niña pueda aspirar legítimamente a ser astronauta o monja, o un niño pueda ser ingeniero, o maestro de infantil. Que ambos puedan decidir tener familia numerosa o no tener hijos, que puedan ser ateos, agnósticos, o creyentes practicantes, sin que por ello se vean amenazados sus legítimos derechos y su libertad.

El día 8 de marzo tomará la calle el movimiento feminista, apoyado por activa, por pasiva, por los gritos de sus compromisarios y por los silencios cobardones de todos los demás. Yo seguiré pensando, diciendo e insistiendo en que las mujeres no somos niñas, no necesitamos especiales tutelas, no somos infraseres necesitadas de protección especifica como una especie animal en extinción. Reivindico, si,  nuestra identidad con escotes y zapatos de tacón, o vestidas de ursulinas, nuestros rostros maquillados o nuestra cara lavada recién levantadas… Las mujeres quieren ser libres para aceptar un piropo, para no aceptarlo, o para ser ellas las que se lo susurren al oído al hombre que desean.  Las mujeres quieren flitear como les parezca bien, y quieren ser azafatas o coronel del ejército, o barrendera sin  que nadie les diga si eso es bueno o malo para ellas. Las mujeres quieren poder elegir, sin  imposición alguna, cuidar de los que de sus hijos cuando acaban de llegar al mundo o cuando esta próxima la hora de dejar la vida, de sus padres o sus abuelos. Las mujeres queremos poder ser la mejor ama de casa del universo mundo, y queremos poder dedicar nuestra vida a la investigación de la física cuántica, queremos hacerlo por un tiempo, o por siempre jamás, queremos que esas mujeres horribles que se autodenominan “femen” y que dicen representarnos, cargadas de odio y semidesnudas se olviden para siempre de nosotras, y que el feminismo no tiranice nuestra voluntad y no grite en nuestro nombre consignas que no compartimos y que avergüenzan.

El día 8 de marzo, muchas mujeres estaremos deseando que nos dejen en paz. Es tan difícil de comprender? Quizá si, porque sin hacer ruido, y sin rugir…estaremos a lo  nuestro, que no es otra cosa que ser primero persona, luego mujer, y después ser, lo que nos da la gana. No estoy dispuesta a pedir permiso para eso ni perdón por ello. Faltaría mas¡