Las imágenes de las decenas de miles de personas a las que tuve el honor de acompañar estos años de atrás en cada una de las convocatorias que la AVT llevó a cabo en defensa de la Memoria, la Dignidad y la Justicia de las victimas del terrorismo me vienen nítidamente a la memoria en este momento. Mi presencia en estas manifestaciones multitudinarias me permitió, en más de una ocasión, mirar directamente a los ojos de J. Antonio Alcaráz, observar el gesto de el agotamiento de su rostro, y su triste sonrisa. Los asesinos vascos asesinaron a su hermano del alma cuando él tenia 19 años, y a sus dos sobrinas, dos niñitas de tres años cuyo cuerpos saltaron por los aires destrazos por una bomba en el año 1987. Desde aquel día han transcurrido 23 años, durante los cuales Alcaraz ha luchado denodadamente para que el recuerdo de todas víctimas de ETA no fuera borrado de nuestra memoria.
He aludido al caso de J. Antonio Alcaraz porque me parece que encarna perfectamente el heroísmo que los que como él han resistido los envites, las calumnias, las presiones del aparto del poder. El Gobierno había valorado políticamente rentable la negociación con los asesinos y sus cómplices y estaba decidido a llevarla a término, incluso cuando fueron asesinados de un bombazo en el aeropuerto de Madrid los dos jóvenes inmigrantes latinoamericanos que aguardaban a recibir a sus familias. La complacencia de la mayoría del arco parlamentario con esta determinación es algo que en mi opinión, define con bastante precisión el estado de deterioro moral de nuestra clase política y de la ciudadanía que con su voto o con su indiferencia sigue manteniéndola en el poder.
La AVT desde el primer momento lideró la resistencia pacífica, la movilización de ciudadanos libres y solidarios con su dolor. Sabíamos que las víctimas lo eran por el único motivo de ser españoles, y que sus asesinos, secuestrando y matando a miembros de la fuerzas de seguridad, del ejército, de partidos políticos, jueces, periodistas, niños pequeños indefensos, ciudadanos elegidos al azar, etc. tenían como objetivo doblegar nuestra Democracia e imponer su voluntad a través de actos de terror, por eso, los millones de ciudadanos que asistimos una y otra vez a aquellas convocatorias exigimos del Gobierno socialista el cumplimiento escrupuloso de la ley y el ejercicio de la justicia para derrotar a la banda de asesinos que nos causaba tan terrible sufrimiento, sabedores de que es éste el camino y ningún otro, el que garantiza nuestra Libertad en un estado democrático. Lo hicimos sin transgredir en ningún momento ni una sola de las reglas democráticas de nuestra convivencia; defendimos con nuestra presencia la identidad de las víctimas como sujetos políticos imposibles de ignorar en cualquier hipotético escenario que tuviera que ver con su derecho irrenunciable a la Memoria, la Dignidad y la Justicia.
Hoy, constatamos, una vez más que el Gobierno nunca ha abandonado su interés en la negociación y que en las alcantarillas, donde los gusanos y las ratas tienen cobijo, se reúnen los hombres del Gobierno con los asesinos a jugar su partida, a llevar a cabo el intercambio de cromos que a los dos satisfaga. Los unos ponen sobre la mesa las lágrimas, los otros, las balas. Constatamos una vez más algo a lo que ya estamos muchos acostumbrados, a su pretensión de engañarnos, porque nos han perdido el respeto, porque no somos para ellos otra cosa que un saco de votos con que acrecentar su poder a costa de nuestra dignidad.
Negociación.
Los asesinos obtienen privilegios penitenciarios, reducen condenas y salen a la calle en regímenes semiabiertos. Traslados “discretos” a cárceles más confortables, chivatazos a los etarras de que van a ser detenidos que proceden de los propios ámbitos de la seguridad del Estado, detenciones de “oportunidad” y asesinos “en fuga” que muchos intuimos es consentida. Decenas de asesinatos llenan los historiales delictivos de algunos de los asesinos agraciados mientras el Ministro de Interior sigue negando la evidencia y el Presidente de Gobierno habla al país de los brotes verdes… Su profunda y radical obscenidad política es sobrecogedora.
La negociación de un Gobierno con una banda de terroristas asesinos es, en mi opinión, sencillamente inadmisible, incuestionable y debería ser inabordable en una sociedad sólida moralmente. Negociar implica mutuas contrapartidas, y, en este caso, no hay contrapartida que el Gobierno pueda ofrecer a cambio del cese de terror. Estas no son las reglas del juego en un Estado democrático. ETA es una organización terrorista que actúa con métodos de violencia extrema contra ciudadanos indefensos o en situación de absoluta indefensión. Los miembros de la banda son delincuentes peligrosísimos, infiltrados en nuestro entorno, silentes, y de una crueldad rayana en lo patológico, como hemos podido ver en multitud de ocasiones, como cuando dispararon a muerte a Ascensión en avanzado estado de gestación después de asesinar a su marido el concejal sevillano Alberto Garcia Becerril delante de sus ojos, o cuando sometieron al torturante cautiverio de meses a Ortega Lara en condiciones infrahumanas, o cuando asesinaron a Miguel Angel Blanco cuya autopsia reveló un inconmensurable sufrimiento previo a su asesinato, y como éstos podríamos seguir poniendo espeluznantes ejemplos del sadismo de la banda asesina. No. El tratamiento de hechos de esta naturaleza es en un país democrático la persecución policial, la aplicación con el máximo rigor de ley, y el cumplimiento estricto de las máximas condenas en la cárcel, sin paliativos posibles, y con el mayor rigor.
España, los españoles, no estamos en guerra contra ETA; de estarlo, los ciudadanos nos defenderíamos de otro modo. El Ejército español habría asumido la defensa de la nación y de sus ciudadanos. No estamos en guerra. El Gobierno, por tanto, no puede negociar la “paz” con ETA.
Las contrapartidas y exigencias que la banda de asesinos reclama no están en la esfera de las competencias que con carácter de “interinidad” este o cualquier otro Gobierno administra. La fragmentación de una parte de la nación española, la libertad de los asesinos o sus prebendas carcelarias, NO son atribuciones de las que el Gobierno pueda discrecionalmente disponer sin arrebatarnos a todos los ciudadanos en general y a la víctimas de los asesinos en particular el derecho a la justicia que nos asiste en un Estado democrático. Muchos jamás les perdonaremos, muchos de nosotros no lo consentiremos.
ETA debe dejar de matar porque la aplicación todos los mecanismos de los que dispone el Estado de Derecho lo haga posible y en esta dirección todos los esfuerzos que es Estado realice son pocos. Destinar recursos económicos y los medios más sofisticados, modernos y eficientes a las fuerzas de seguridad; medidas legislativas que drásticamente eliminen del escenario político la presencia de los terroristas y de sus apoyos, aislamiento internacional, persecución de sus actividades económicas vinculadas a ETA o a sus colaboradores, apoyo diáfano y sin ambigüedades a las víctimas de su barbarie…
Es fundamental en este sentido decir NO a la equidistancia que se pretende imponer entre las víctimas y sus asesinos o los cómplices de éstos en el tratamiento del problema del terrorismo en España y de la que son partícipes y responsables numerosas instituciones de nuestro país, comenzando por la Iglesia Católica que debería, pedir perdón y hacer propósito de enmienda, por su actitud ante el fenómeno terrorista de ETA, que nos llena de vergüenza a muchos católicos, ocultando durante lustros las palabras del Evangelio bajo el ideario independentista; partidos nacionalistas que recogiendo las nueces impregnadas de sangre del árbol doliente que ETA sacudía hacía caja en las elecciones; partidos nacionales comprando y vendiendo lealtades en el Parlamento Nacional a cambio de hacer la vista gorda cuando no asumiendo derivas nacionalistas periféricas cuya vocación separatista ha sembrado el desconocimiento, la manipulación y el odio a España y a su Historia; jueces y fiscales que en el ejercicio de sus funciones no han dudado en “arrastrar las togas por el barro” según sus propia palabras, si eso era lo que el momento político demandaba.
Ahora el Gobierno nos niega la evidencia, lo que los medios de comunicación difunden con descaro. Mañana, como esta película ya nos la sabemos, pretenderán vendernos su actuación deleznable como esfuerzos encaminados a conseguir la paz con ETA aunque se a cualquier precio.
NO. La paz no se negocia, se defiende. La Justicia que asiste a las victimas no está en venta ni puede ser el objeto de sus componendas con los asesinos. La memoria de los muertos, el sufrimiento por la perdida de los hijos o los padres, los días agónicos de hospital y de muerte no serán nunca moneda de cambio. La Nación Española no es su cortijo, y los españoles, al menos algunos, no nos alimentamos de bellotas. Que no se equivoque el Gobierno, ETA no es buena compañía para compartir la mesa, ni siquiera esa que anhelan de la negociación con la que esperan mantenerse sine die en el poder. Puede sucederle, además, lo que le pasó a la rana de la vieja y sabia fábula de Jean de La Fontaine, que dice así:
“… en la tierra de Shien-Lon, después de intensas lluvias un alacrán le dijo a una rana:-Oye, llévame sobre tu lomo hasta tierra firme... Si no me salvas, moriré ahogado... La rana miró al alacrán, dubitativa, y le contestó:-No... no puedo llevarte, porque si subes sobre mi lomo me picarás y moriré...-Anda, rana... ¡Sálvame! Prometo formalmente no picarte con mi aguijón...La rana asomó la verde cabeza fuera del agua y dijo:-No, no me fío de ti... Me picarás... Eres un alacrán...-¡No!! -respondió el alacrán- ¡No te picaré! ¡Lo juro!-¡Anda, sálvame! Y puedes tener mi palabra de honor de que no te picaré... pues si lo hago moriríamos los dos. Entonces, está bien - dijo la rana convencida por la fuerza del argumento del insecto - acepto tu palabra, pero lo haré con esa condición. Y así fue como el alacrán montó sobre el lomo de la rana y ambos se dirigieron nadando hacia la salvación... Y así, iban bogando, a través de aquel inmenso piélago interior, cuando de repente la rana sintió un fuerte dolor en la nuca… Era un dolor agudo, lacerante, adormecedor... Enseguida, comenzó a estremecerse... El veneno corría raudo a través de sus venas, paralizando los miembros y obnubilando los sentidos... La rana se dio cuenta de que el aguijón del alacrán había penetrado en sus carnes, inyectando el letal veneno...Ya, en el último instante de lucidez, alcanzó a musitar: -Alacrán... ¿Por qué me has picado? -La tierra firme aún está muy lejos, ahora moriremos los dos... Y mientras ambos se hundían en el agua, irremisiblemente, el alacrán alcanzó a decir:
-Perdóname... No pude evitarlo... es mi naturaleza.
Pues eso. Y es que me temo lo peor, que a la maldad que le es propia a nuestra clase política en general, sobre todo a la que hoy ponemos caras socialistas en el poder, se une la estulticia que caracteriza a este Gobierno; y lo peor es que cuando el alacrán le atice su inexorable picotazo a la rana, la muy estúpida nos arrastrará con ella hasta lo más profundo de las aguas. Quizá nos lo merezcamos, por habernos prestado a ser su salvavidas.