domingo, 18 de marzo de 2012

SI RAJOY NOS MIENTE…. LE DEJAREMOS CAER.


Esta semana el recién estrenado Ministro de Interior del gobierno popular, señor Fenandez Díaz, ha comunicado a los ciudadanos, contestando a una pregunta de la prensa, que el Gobierno apoyará, impulsará y promoverá, en el marco de la ley penitenciaria, la llamada "vía Nanclares", impulsada por su antecesor,  Alfredo Pérez Rubalcaba, con la que según él se propicia  que los terroristas se arrepientan y pidan perdón a sus víctimas…"Es lo que ha venido llamándose la vía Nanclares, que la impulsamos y promovemos porque es legal y es la que más se adecúa al espíritu de la Constitución." En este contexto, también en esa semana conocemos que Fernando de Luis Astarola condenado a 100 años de cárcel por el asesinato de dos personas que actualmente se encuentra en tercer grado, por lo que puede salir diariamente de prisión, conseguirá la  libertad provisional  por lo que ya no tendrá, ni siquiera, que dormir en el centro penitenciario.

Hace solo unos meses, que Rajoy nos pedía el voto y se comprometía en cada mitin ha promover la ilegalización de Amaiur y el cumplimiento íntegro de las penas para los asesinos de la ETA.  Nos mintió. Tiene mayoría absoluta, detenta el mayor poder que ha tenido  ningún otro Presidente en España en todo el periodo democrático,  y lo está utilizando,  desde el minuto cero de su gobierno, para traicionar sus promesas; para poner de manifiesto que engañó a sus electores.

Hoy ya nadie puede creer que Rajoy no estuviera al tanto, punto por punto, de lo que el PSOE se traía entre manos, desde su primer día de gobierno, y sobre todo en la segunda legislatura socialista. El disimulo, las dobles palabras y las peores intenciones, han sido abc del comportamiento del hoy presidente del Gobierno con sus votantes a lo largo de los últimos años. En todo caso ha llegado la hora de la verdad y el señor Presidente se va a tener que retratar de arriba a abajo.  Es  lo que tiene gobernar, que entonar la cancioncilla a la que son tan aficionados los políticos de todo pelaje, del pio pio que yo no he sido, ya no es posible. Ese tiempo quedó atrás para Rajoy  cuando dejo de ser el líder del principal partido de la oposición para ser, por mandato de las urnas, el presidente del gobierno de España. Ahora,  en el caso que nos ocupa de la política antiterrorista  y su hermana de sangre, (nunca mejor dicho) de la política penitenciaria, el Presidente es, desde su investidura, absoluta y radicalmente responsable de sus actos.

Estamos hablando de una materia  extremadamente sensible para la vida democrática de nuestro país. No se trata de llevar a cabo una u otra política económica, de implementar medidas fiscales mas o menos adecuadas; hablamos de cosas mucho más serias. De asuntos que afectan directamente al corazón de la Democracia, a la pervivencia de la Nación Española, a la Libertad de los ciudadanos y sobre todo, a la Justicia, sin la cual, ningún gobierno tiene legitimidad moral alguna, por más legal que sea.


Afectan al Partido Popular las mismas exigencia de comportamiento democrático  que afectaban al Partido Socialista para ser digno de legitimidad política. Es sencillo. La legalidad de las actuaciones es una condición necesaria del ejercicio del poder, pero no es suficiente para que el poder sea merecedor del respeto del ciudadano.  Las mas terroríficas  dictaduras  de la historia han tenido el común denominador de ser “legales”. Podemos mirar en cualquier dirección desde el Tercer Mundo, a nuestro Primer Mundo. Cuba, Venezuela, Iran, … la Alemania Nazi, la Unión Soviética, China… Todos los regímenes asesinos de la Historia se han articulado en torno a la Legalidad a través de la promulgación de Constituciones y legislaciones que han regulado “legalmente” las atrocidades fruto de la actuación del poder político. Algunos accediendo gobierno  por la vía revolucionaria y otros, como el nazismo alemán mediante la más escrupulosa de las consultas a la ciudadanía, por la vía democrática del voto y de la soberanía popular.

El Gobierno, sea del signo que sea, está obligado no solo a ser legal, sino a que sus actuaciones sean legítimas, y cumplan, en primera instancia, con su condición de ser justas,  ciñéndose de manera estricta al reconocimiento de la igualdad de todos los ciudadanos en el tratamiento que la Justicia les otorgue. Estas, son a mi modo de ver, las reglas del juego democrático esenciales. Sin Justicia y sin Igualdad, no es posible la Libertad y sin Libertad, no hay legitimación posible a la actuación del poder tenga éste el color que tenga. Y, es precisamente, en este aspecto básico y fundamental para enjuiciar la actuación política del gobernante, donde Mariano Rajoy está despertando mas dudas en sus votantes. En mi caso, mi duda se desliza hacia la certeza moral de que la traición a las víctimas del terrorismo y todo lo que eso conlleva, está servida, porque está pactada entre poderes ajenos a los ciudadanos, en las apestosas y oscuras cloacas del Estado.

Me temo que, por supuesto, todo se hará con el gobierno popular, como todo se ha venido haciendo en los últimos años con el gobierno socialista,  desde la más estricta legalidad, como les gusta decir a los políticos cuando la mentira no les cabe en la boca. Este latiguillo empleado hasta aburrimiento por los responsables políticos, no tiene para mi la menor relevancia, ni ofrece ninguna garantía que me permita ser optimista, por la sencilla razón, desgraciadamente ya constatada, de que para que las actuaciones del poder sean legales, únicamente es necesario legislar. Eso es todo.

Soy consciente de que las cosas son más complejas y que este es un análisis de brocha gorda y que, efectivamente, es necesaria la aquiescencia, en todo este proceso, de los demás actores de la sociedad democrática dispuestos a converger con las intenciones políticas del poder. Sin embargo, el procedimiento democrático que exigiría una autentico juego de “pareceres” articuladores del equilibrio democrático en la nación,   en un Estado como el nuestro, en el que la separación de poderes ha dejado de existir de facto; en el que Poder Judicial, está dispuesto a arrastrar las togas por donde haga falta, como el Fiscal del Estado Sr. Conde Pumpido se encargo de recordarnos; y en el que  Poder Legislativo maniobra en mayorías que parecieran imposibles, en aras a dar cobertura a los intereses partidarios mas obscenos y disparatados, la Democracia se disuelve como una azucarcillo en las aguas viciadas de la complicidad interesada de esos mismos poderes, que actuando en beneficio propio, y a espaldas de los ciudadanos, traicionan al sistema democrático y a la Nación a la que deberían servir.

Han pasado un par de meses desde que Rajoy ocupa el sillón presidencial y los primeros pasos dados por su gobierno no han podido ser mas decepcionante y mas preocupantes, en el tratamiento del tema terrorista. Aquellos que confiaban en que Rajoy cumpliría con los compromisos adquiridos con las victimas y con toda la ciudadanía tenemos demasiadas razones para temernos lo peor. Solo hay que recordar la “visita” de Rodríguez Z. en persona al recién nombrado Ministro de Interior señor Fernandez Díaz. Los gestos permiten adivinar un proceso turbio,  tenebroso, hediondo…. Todo parece indicar que los compromisos del presidente Rajoy no están con las victimas y todo lo que ellas significan para este país, sino con los terroristas, haciendo suyos los acuerdos a los que llego con la ETA el presidente Rodríguez Z.

De confirmarse este escenario, que desgraciadamente es el más probable, por lo que vamos viendo, pudiera suceder, lo que en mi opinión la inmensa soberbia del señor Presidente parece que no le permite ver: lo efímero que puede llegar a ser su poder. Porque  sus días en la Moncloa quizá esten contados, cuando casi no ha terminado de hacer la mudanza y el  final de la Legislatura  a lo peor  se encuentra ahí mismo, como quien dice,  a la vuelta de la esquina. Pudiera suceder que  Rajoy se ahogara, mas pronto que tarde, en las  siempre turbulentas aguas de la Historia,  asfixiado por su propia arrogancia.

No hace falta ser un avezado un analista político, es suficiente y sobrado, con tener algún alcance (que diría mi padre), para saber que aunque el Sr. Rajoy ha sido votado por  una sociedad inmersa en una profunda crisis, como la española, y sobre todo una sociedad con encefalograma plano en lo que ha valores se refiere, sus victoria electoral, ha tenido un paupérrima traducción en votos contantes y sonantes.  El  poder le ha llegado a las manos  porque la oposición estaba a por uvas y en Europa le habían puesto las orejas de burro  al Presidente socialista. Su victoria ha sido, en gran medida, por incomparecencia de su oponente. Los votantes de izquierda se quedaron en casa en las últimas elecciones. La ruina económica  estaba apretando el bolsillo a la ciudadanía, y el gobierno socialista de Rodriguez Z. había llegado a dar miedo, incluso a los suyos, que decidieron esperar a ver si escampaba.

De las circunstancias más desgraciadas para la nación y de la tenaz perseverancia de Mariano ha nacido su poder. Pero, por ahora, los ciudadanos no quieren a su presidente, y sobre todo, no le quiere su propio electorado.  No conozco a nadie que haya votado al PP que se fíe de Rajoy; que sienta por el Presidente de Gobierno eso tan sutil, tan inconsciente, y tan indispensable para mantenerse en el poder, como es la adhesión al líder. Mas bien todo lo contrario. No le valoran positivamente, no les ilusiona, no les “cae simpático”. En definitiva,  los votantes de la derecha española, en mi opinión, no quieren a Rajoy.

El gobierno de Mariano Rajoy, al menos en esta primera legislatura, tendrá que soportar el embite feroz de la izquierda, que va a estar en la calle montando la algarada, con estrategias diseñadas para la  desestabilización política, eso lo sabemos, sencillamente, porque lo hemos visto antes con al guerra de Irak, el Prestige etc, y porque es lo que la izquierda ha hecho desde siempre. Pero la calle, como también hemos visto en las dos anteriores legislaturas, ha dejado de ser patrimonio de la izquierda. Determinados valores actúan como ideas fuerza capaces de movilizar a la  derecha sociológica española. En mi opinión son dos los valores irrenunciables para esa parte del electorado: la Nación y las victimas del terrorismmo. Ambos conceptos están íntimamente imbricados el uno con el otro, hasta el punto de que hoy, para muchos ciudadanos, entre los que me encuentro, las unas son el símbolo preclaro de la otra.

Las victimas lo son porque son ciudadanos españoles. Fueron asesinados porque matándoles, los asesinos independentistas, atentaban y aterrorizaban a España con el objetivo de destruirla. Las victimas, con adhesión inquebrantable a la Nación  por la que los suyos habían sido asesinados, confiaron a su Justicia el futuro de la Dignidad y la Memoria de sus muertos. Las víctimas que jamás han protagonizado actos de venganza contra  los criminales ni contra aquellos que les han apoyado, han sufrido día a día  su dolor respetando y defendiendo  la Democracia de nuestro país, heroicamente.

Si Rajoy no cumple sus compromiso de hacer Justicia a las victimas, es muy probable que la Rebelión Cívica vuelva a las calles de nuestras ciudades, a clamar por aquello que nadie puede arrebatarles: la Justicia para sus muertos: la condena implacable e impecablemente democrática para sus asesinos. Volverán a  movilizarse alzando la voz contra los traidores a su Memoria; contra los que pretenden mancillar lo único que ya les queda: su Dignidad y muchos, miles de ciudadanos, estaremos a su lado, recordando Rajoy sus promesas y el compromiso con sus electores, que le dimos la confianza siendo, no obstante, muy poco merecedor de ella.

Si Rajoy abandona a las victimas,  muchos ciudadanos asistiremos como convidados de piedra, impasibles, al enfrentamiento con  la izquierda crecida, anhelante de volver al poder, y le negaremos nuestra confianza y nuestro voto. El voto, sin el que él no será otra cosa que historia para este país. Un breve, diminuta  y decepcionante parte de la Historia España.  No se si nosotros seremos muchos, pero si se que seremos los suficientes, para dejarle caer.