Me acababa de sentar a cenar, y como todas las noches, teníamos la caja tonta funcionando a modo de run-run de fondo, por si había alguna noticia de interés a la que prestarle atención. La verdad es que llevamos un tiempo largísimo en el que los informativos no pueden estar más pringosos así que solemos escuchar las noticias curados de espanto. La corrupción en todas sus variantes y modalidades florece en España por los cuatro costados, y no hay rincón de la vida pública que no apeste. Hemos salido de la última etapa del partido de los cien años de honradez que no hay por donde coger el país sin ponernos hechos una penita.
No me había dado tiempo a llevarme el primer bocado a la boca, cuando escucho salir de los altavoces de la TV, la siguiente frase: “… vean ustedes como le engancha la entrepierna al policía y no suelta…”. Llevada de la curiosidad dirijo la mirada a la pantalla del televisor. Efectivamente una cosa con aspecto humanoide estaba enganchada con sus dientes al escroto, con perdón, de la autoridad y se afanaba en pegarle unos buenos viajes a dentelladas en los “mismísimos” al joven policía, hasta que un compañero acudió en su auxilio y asió por los hombros a la cosa voraz que se resistía con todas sus fuerzas a soltar su presa, alojada ésta en los bajos del cuerpo policial, es decir, del poli.
Como repitieron varias veces la escena, pude ver al humanoide arrebatando, unos momentos antes, la porra a la autoridad; hecho un poseso la blandía al aire, mientras el policía intentaba sin éxito recuperar su arma reglamentaria. En ese forcejeo, completamente incruento, fueron deslizándose ambos hasta el asfalto, donde, sin mediar mas tramites, la cosa vestida con jersey rojo giró la cabeza hacia abajo y le clavó los dientes en la entrepierna y aledaños a la autoridad. El uniformado, un hombre joven, supongo que flipado por el ímpetu de las embestidas dentales recibidas es sus partes y viendo todas las estrellas de esta galaxia y alguna otra, procuraba el pobre, zafarse del agresor y librarse de las fauces que le estaban devorando las zonas nobles.
Alguien podría pensar que el policía estaba siendo víctima del ataque salvaje de un perro enloquecido, de un cerdo al que se le había ido la olla, una rata furiosa salida de una alcantarilla, o una piraña protagonista de una película de terror… Pues no, no era bicho de cuatro patas, sino de dos. Se trataba de un indignao cabreado por los recortes del gobierno de la Generalidad Valenciana, en particular, por los de la educación, según se explicaba el comentarista de la tele. El personaje de las dentelladas era un tío más bien entrado en años pero un malaleche de mucho cuidado. No se si además, tenía afición al pelo o a la pluma; me lo pregunto, más que nada, por la elección de la zona corporal del poli elegida como objeto de su venganza bucal, y este fulano, con la puesta en escena depredadora, iba buscando lo que iba buscando, con cualquier excusa, allí en lo recóndito del uniforme. Ya se sabe que a algunos, los correajes y los galones les ponen, y pierden la cabecita por un mocetón. En fin, después de visto lo visto, la verdad es que no podía quitarme de la cabeza la noche aciaga que iba a pasar el miembro de la autoridad con su maltrecho miembro (valga la redundancia) recuperándose de tan indeseable contacto en sus partes más íntimas.
Las algaradas se suceden esta semana. Un día si y otro también, la basura a-social va tomando nuestras calles y se multiplican los actos vandálicos que amenazan la seguridad de los sufridos ciudadanos, liderada por personajes de izquierdas todos ellos, disfrutando los unos de su minuto de gloria televisa mientras echan espumarajos por la boca, como la joven que en el mismo informativo que el de las dentelladas, dirigía todo tipo de insultos a los policías, convertida tan mona ella, en la niña del exorcista. Otros, los políticos de nombre y de escaño, llaman a la movilización con modales parlamentarios. ¡Que considerados¡¡.
Los protagonistas activos, directos incendiarios de la calle, no son muy numerosos. Son, simplemente, los suficientes. La izquierda, cuando detenta el poder lleva a cabo su acción política desde los despachos, con mano de hierro, acosando y aislando a la oposición democrática; y cuando la izquierda pierde el poder, hace exactamente lo mismo, en este caso, traslada a la calle el acoso y la amenaza al Gobierno conservador, legalmente constituido. La violencia está servida, la desestabilización del gobierno es el medio. El objetivo, recuperar el poder. El precio, el que haga falta. Siempre ha sido igual, la misma rutina, el mismo proceso. La situación es muy sencilla de analizar, de comprender, de prever, y sería igualmente muy fácil de controlar con altura moral y firmeza democrática. Los ciudadanos hemos cumplido con nuestra tarea en las urnas dando al Partido Popular el mandato de gobierno. Está por ver si es capaz de afrontar su responsabilidad histórica o si por el contrario, dejará el poder con el rabo entre las piernas, y con nuestra libertad ciudadana hecha jirones por las dentelladas de las ratas.