miércoles, 23 de mayo de 2012

“…CREA USTED A SUS PROPIOS OJOS”.

Dicen, que la realidad se muestra según el cristal con que se mire, y que el vaso podemos verlo medio lleno o medio vacío, dependiendo de si nos hemos levantado con el pié izquierdo o con el derecho. Eso, por no adentrarnos en las procelosas aguas de la filosofía platónica o kantiana, que nos sitúan irremediablemente en un universo virtual, apenas consistente en otro medio que no sea nuestra propia, individual y exclusiva percepción, convertida en realidad misma para cada uno de nosotros. A mi, que me aferro como una lapa a la dura roca a todo aquello que puedo ver, oír, y tocar, como referencia indispensable para construir volátiles sueños y que utilizo como argamasa de mi construcción intelectual, las evidencias analíticas que tengo a mi alcance, me cuesta muchísimo aceptar impunemente que la razón de las cosas está avalada por el posicionamiento de las sacrosantas mayorías políticamente correctas, a menudo instaladas, confortablemente, en la desidia intelectual y el adocenamiento como guía de conducta.
Una y otra vez, me viene a la memoria el inefable Grucho Marx, cuando haciendo uso su brillantísima inteligencia en una de sus maravillosas películas pronunció la frase ¿…a quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos? Esta posición intelectual y de juicio ante las cosas, juiciosa en extremo, valga la redundancia, está hoy muy denostada, y es objeto no tanto de la crítica como del silencio. Paradójicamente ahora, que vivimos un tiempo en el que proliferan opinadores, analistas, redes sociales, artilugios móviles y diminutos que nos permiten estar en permanente y continuo contacto “virtual” con decenas de personas simultáneamente, se acepta como real con una facilidad pasmosa, todo aquello que emana desde los múltiples ámbitos de opinión y de comunicación y se da por incontestable el mensaje por el mero hecho de proceder de una fuente de información pública.
Parece que nos hallamos ante la formulación inversamente proporcional de "a mas información menos reflexión". Sabemos por lo que nos cuentan y nos damos por enterados de todo aquello que transcurre formalmente por los canales informativos, sobre todo audiovisuales; conformamos nuestras conciencias ahormadas con precisión a los modelos propuestos y anhelamos como bien supremo el consenso, convertido éste en la norma moral rectora de la vida social. Hacemos actos de fe, cada vez que afirmamos como verdad soberana aquello “que han dicho por la tele” y se disipan nuestras dudas,  de existir, cuando la información queda contrastada afirmativamente, si la encontramos en otro medio distinto, que no necesita, ni siquiera, ser alternativo.
Por otro lado, los contenidos de la comunicación, no especializados en información, y presentes en la programación de las televisiones públicas o privadas, prensa escrita o digital, manifestaciones culturales como el cine o la literatura, etc, participan, mayoritariamente de las orientaciones institucionalmente aceptadas como adecuadas y funcionales en aras a la cohesión y a la conformación de una especie de conciencia colectiva acrítica, maleable y fundamentalmente dócil.
Recientemente parecen surgir del sistema pseudomovimientos de protesta que se presentan con una aparente actitud de rebeldía contra el orden establecido, cuando este no da satisfacción a las expectativas en él depositadas. El sistema económico, apenas capitalista, revestido de socialdemocracia, a fuerza de ser intervenido y agujereado como un queso gruyere, suelta por las grietas su bilis mas amarga. Podría aventurarse que tal situación tendría su traducción, a modo de acicate, en propuestas, actuaciones y movimientos ciudadanos de calado, capaces de generar una alternativa real de progreso para la sociedad en términos de participación política y protagonismo ciudadano; de responsabilidad y regeneración democrática de la vida pública.

Los medios, en general, se ocupan de dar cabida de manera exhaustiva a estas movilizaciones protagonizadas por gente joven, sindicatos de clase de orientación comunista o socialista, partidos de izquierdas, desde el partido comunista hasta el partido socialista, a los que hay que sumar, el independentismo periférico, de carácter transversal políticamente hablando, que oscila desde partidos conservadores como el PNV a partidos de extrema izquierda como ER catalana, o filoterroristas como Amaiur, a los que el sistema ha dado cabida la inestimable colaboración política del PSOE y la inanidad del Partido Popular, haciendo que hace y descansando de no hacer nada. Hay que añadir a esta amalgama de intervinientes en la movida callejera, el mundo de la cultura, más bien el sub-mundo o la infra-cultura, como queramos decirlo, siempre dispuestos a chupar cámara, tinta, y red. No en vano, la mayor parte de ellos, sobreviven más a golpe de popularidad ganada en la pomada del famoseo guarripé televisivo que por sus méritos artísticos, pírricos y estrechos, carentes por lo general, del interés que merece la honesta e independiente actividad creadora,  por modesta que ésta sea.
El movimientillo del 11-M, las huelgas de todo tipo, especialmente vinculadas a las medidas de restricción en el gasto en educación y sanidad, parecen ser las expresiones del descontento de la ciudadanía más evidentes. Día si y día también, nos encontramos con la  movida callejera en las grandes ciudades, en las que sus participantes se desgañitan poniendo al sistema, lisa y llanamente, a parir, mientras se toman cervecitas en las plazas contestatarias ahora que ha llegado el buen tiempo y se hacen fotos con los amiguetes para la posteridad, supongo con el fin de contarles a sus hijos o nietos  alguna trola reivindicativa, que como aquellas que les contaron sus padres, no existió nunca en ningún otro sitio que no fuera en sus fantasias infantiloides de rojos de medio pelo, apegados como nadie a sus gustos burgueses de clase media, presumiendo de todo aquello que les separa de la clase trabajadora; de  aquellos que denominan despectivamente, marujas, curritos, horteras... y si, además,  van a misa de vez en cuando, y votan a la derecha, bajan aun un peldaño en su consdieración y pasan a formar parte, ademas de todo lo dicho, del ambito de los fachas, la derechona, la caverna... Así son los que mueven el cotarro, los nuevos señoritos o aspirantes a serlo de la España reivindicativa de hoy.

En algo, sin embargo, tienen un punto de razón. Ciertamente, el panorama no es edificante en absoluto. Vaso medio lleno o medio vacío, el caso es que pongamos la vista donde la pongamos España pringa por todas partes. El argumento se sostiene en la realidad de que vivimos rodeados y gobernados, por golfos, irresponsables, inmorales… Podría utilizar palabras más gruesas, como ladrones, sinvergüenzas, estafadores, corruptos…, Estos elementos pestilentes del sistema nutren las estructuras de poder económico, político e incluyen amplios y diferentes rangos institucionales hasta hacer de España un país, cada vez más pobre y más patético.

Es el momento de poner los ojos en el movimiento de la discordia, en la rebeldía, en la protesta, en la indignación ciudadana, par encontrar ¿qué?. Bueno, aquí me remito al amigo Grucho, y sigo su consejo, pretendo creer aquello que ven mis ojos. Y no me gusta. No me gusta, nada de nada, lo que veo. 

La ciudadanía común no es muy diferente de sus gobernantes. Ni una propuesta con enjundia intelectual, sloganes socialistoides casposos, aburridos y que ya eran antiguos hace treinta años. Actitudes violentas y coactivas contra las personas y la propiedad; analfabetos funcionales crecidos en la impunidad de la chusma, a precio gratis total. Ni una propuesta inteligente, ni una alternativa política viable y seria. Ni una llamada a la responsabilidad, el esfuerzo, el trabajo y el mérito. Ni una exigencia de responsabilidades penales para aquellos que han metido a España en el fango en el que nos encontramos. Silencio y mas silencio en relación a la lucha por la dignidad y la justicia efectiva que llevan a cabo las victimas del terrorismo en España, o las familias de las niñas victimas de asesinatos y violaciones sexuales, por poner un ejemplo. Silencio en lo concerniente a la violación de los derechos humanos y linguisticos de los ciudanos españoles y de sus hijos, que pretenden comunicarse en su lengua materna, si esta es el Español, sobre todo en Cataluña, donde son castigados, hostigados y discriminados institucionalemente. Los silencios son tantos y tan atronadores que se convierte en absurdo insistir en lo que todos sabemos, tambien los "protestones".

 Mi ojos lo que ven, cuando miran a la clase política y económica, a las mas altas instituciones del Estado, a los Jueces, no es otra cosa que un fiel reflejo de lo que es la propia ciudadanía. No es mejor, pero tampoco es peor. Les diferencia el poder, la circunstancia, la ubicación y el estatus social, pero no hay distinción en esencia de carácter moral. Aquello que guía la conducta es de idéntica naturaleza entre los unos y los otros, muy alejados en su con su conjunto,  de los valores y de los principios que hacen que una nación tenga razones para confiar en el futuro, independientemente de sus puntuales circunstancias históricas, por dificultosas que éstas sean.

Mis ojos, lo que ven, es que ayer la chusma violenta, que protestaba contra los recortes en educación zarandearon y humillaron a una mujer indefensa en su despacho de trabajo en la Consejería Balear de Educación. Daba pánico ver las imágenes de aquellos reinvindicadores actuando como aprendices de las SS.

Mis ojos, lo que ven, en el día de hoy, es una fotografía del Concejal del Patido Popular en el Ayuntamiento de Logroño, el pelotari Titin III, posando sonriente en la cárcel con el terrorista vasco Otegui.
Alguien podría considerar que el vaso está medio lleno o que está medio vacío,  pero mis ojos lo que ven es que los dos hechos referidos, suceden en España sin pagar ni precio penal ni político, es decir, gratis total. Mientras eso sea así, que no cuenten conmigo para formar parte de este consenso que no provoca otra cosa que la nausea.