Nuevamente Tarantino, mi admiradísimo Tarantino, me ha hecho pasar un par de horas fascinada
por el séptimo arte. Django Desencadenado, el
último trabajo de este genio de la creación cinematográfica me ha parecido una
película sencillamente maravillosa.
Sin
concesiones, de la mano del director, hacemos un recorrido a veces doloroso, a
veces divertido, por la naturaleza humana en su dimensión más certera, en la
que la poesía está presente en cada plano.
Tarantino
construye un mágico y sufriente cosmos, redimido por la belleza, por la bondad, por la
lealtad, por la fuerza arrasadora del amor. Un universo en el que las pasiones
que se nos muestran desatadas y desplegando
todo su poderío, son, a la vez, mantenidas a raya por el creador de la ficción,
medidas escrupulosamente, cuidadosamente y siempre al servicio de una verdad
intelectual que resulta inapelable.
La
película aborda, en un contexto de la persecución racial y esclavitud en
Estados Unidos, en el tiempo histórico previo a la Guerra Civil americana, cuestiones
que sin embargo son de absoluta
actualidad, por ser intemporales y
recurrentes en la historia de la
Humanidad : el Hombre y
la Libertad ;
la insultante banalidad del Mal; la capacidad transformadora del Bien.
Agradezco a Tarantino el respeto con que trata a los espectadores de su
película, y no cede un ápice a falsos mitos o estereotipos engañosos a que tan
acostumbrados nos tienen los cineastas que se autodenominan progresistas a uno
y otro lado del Atlántico. Los buenos y los malos ocupan lugares alternativos
de manera que el mejor amigo hasta la sangre, es, el contrario y el enemigo más
cruel pareciera ser el semejante. Al fondo un paisaje de humanidad descanada
donde la vida vale lo que cuesta un negocio, y donde la sumisión convierte a la
victima en el mas atroz de los verdugos.
Viendo
la película de Tarantino sentimos que no hay nada de novedoso en los actos de
los hombres que nos aterrorizan en nuestro tiempo, se cambia de estilo y de
escenario, de formas y matices quizá folclóricos, localistas y transitorios,
sin embargo, la esencia de la naturaleza del ser evolucionado que habita en
nosotros permanece. Las pulsiones de muerte y de poder, de dominación y de
sometimiento de unos seres humanos por otros, y también, diría yo, y sobre
todo, la necesidad irrefrenable de trascender, de jugarse la vida por respirar
en libertad, de ser leales a lo que somos y a lo que de nosotros se espera. Y,
luego está el amor, manoseada palabra
por aquellos que seguramente no pueden perdonarse no haberlo encontrado;
palpitar vital que lo llena de todo de interrogantes insondables, mágicos hilos
que determinan el destino de aquellos que lo darán todo por una mirada que es
una caricia para el alma. Tarantino aborda el enamoramiento de sus personajes
desde la ternura, la sensibilidad y la fidelidad, sin asomarse siquiera por los derroteros harto
frecuentes del reduccionismo del amor erótico a la genitalidad y a la desnudez
desprovista de significados espirituales y/o sicológicos.
Tarantino
ha querido narrarnos una historia de verdades y mentiras, de buenos y malos, de esclavitud y de libertad, y lo ha
hecho, como él lo hace, sin complejos y sin contemplaciones. A veces como un
cuento, a veces como un cómic, con inteligencia, y con poesía. De fondo, y
enraizada a las imágenes bellísimas y de
acción trepidante, la música recorre las más de dos horas que dura la película.
Excelentes piezas musicales que contribuyen de manera definitiva a que el
trabajo de Quentin
Tarantino sea, en mi opinión, una obra conmovedora, emocionante, y muy
divertida.
Decir, finalmente, que los actores bordan sus
personajes. Jamie Foxx Leonardo DiCaprio Christoph Waltz Kerry Washington Samuel L. Jackson es una verdadera gozada
verles interpretar.
Ahhh,
se me olvidaba decir que, al final, muy
al final de la historia, les aguarda una sonrisa, la de ustedes mismos, antes
de que las letras THE END aparezcan en la pantalla. No se la pierdan si no la
han visto.