Mañana se celebran las elecciones
autonómicas andaluzas. Menos mal, todo termina llegando y lo que es mejor,
pasando. Los ciudadanos tienen la palabra, el voto, y su decisión de optar por
una u otra opción política la ejercerán en absoluta libertad. Cabe deducir que
de igual modo será su individual y colectiva responsabilidad, también absoluta.
Dicho de otro modo, lo que decidan será para su bienestar o para su desgracia,
en todo caso, y dicho vulgarmente, es su problema... que los demás tenemos los
nuestros, entre otros, me temo, soltar la pasta gansa en aras a eso que llaman
la solidaridad interautonómica.
El caso es que con motivo de las
elecciones hemos tenido la oportunidad de ver en acción y reacción a los
líderes políticos de las distintas formaciones que concurren a los comicios. Nos han brindado estelares momentos para tomar
nota, y con ella, que cada cual haga lo que le parezca conveniente. Como hoy
estamos en jornada de reflexión, no quiero yo, apuntar en dirección alguna, por
eso, y porque me ha llamado la atención, quiero comentar la marchita que
discurre hoy por Madrid, llamada de la dignidad.
La
izquierda todita toda, se da cita a través de la asistencia de mas de 300
organizaciones que vienen a Madrid a poner toda la carne en el asador sacando
músculo como antesala a una próxima huelga general que dicen será convocada
para el mes de octubre. El lema de la marcha es un clásico, “Pan, trabajo y
techo”. Entre los asistentes/convocantes Podemos, IU, y Bildu.
Francamente, me debato entre el bostezo y el vómito. Los amigos de los terroristas de la ETA , y simpatizantes llegan a
las calles de Madrid alzando la voz, y soltando mantras trasnochados y tóxicos.
Las mismas calles que chorreaban sangre, no hace tanto, de las víctimas
inocentes de las bombas asesinas que pusieron las
alimañas que estos forasteros llaman
gudaris.
Estos eslóganes, parecen
sacados del baúl de los recuerdos, a modo de historieta del abuelito Cebolleta,
huelen a moho y a tocino rancio, sin embargo, destilan violencia, un odio feroz, un rencor inasumible en una sociedad moderna y de progreso, en la
que el pan, el trabajo, y el techo, por poner tres ejemplos que igualmente
podrían aplicarse como necesidades básicas a mi perrita Tussi, (sin entendemos
por trabajo su función inestimable de hacer mi vida mas feliz), son asunto de
cada uno en particular, fruto y consecuencia de su libertad para decidir, de su
responsabilidad individual y de su libertad personal; mas que nada, porque los
seres humanos no somos perros, aunque algunos estén empeñados en hacernos creer
lo contrario. Desgraciadamente la izquierda, la peor izquierda, la mas
engañosa, la marxista de buena cepa, la oportunista, se da cita en Madrid, y
entre los muy graves problemas que nos aquejan a los españoles, viene
reclamando a grito pelado que les alimenten, les calienten y les de cobijo,
como si fuéramos pobres bestias de carga, mendicantes de un pesebre y una
cuadra.
A estos pastores de ovejas con el
corazón emponzoñado, sin embargo, les mola toma el te con la pijeria mas
televisiva, en pisos del Barrio Salamanca de Madrid y se pirran por posar en
los medios a modo de baronesa subida al
tacón y con maquillaje de nombre francés y duques de mirada profunda
sin monóculo pero con muchísimo morro. Tienen a bien jugar a la juego del
monopoly ocupando casitas y chaleses si se tercia, de aquella manera, y se las
pintan solos en el birli-birloque del parné. Luego pasa lo que pasa, y las malas lenguas van y les
hacen preguntas en los medios y en los juzgados, indiscretas, indecorosas,
impertinente, inapropiadas, inconvenientes, y muy, muy molestosas.
Lo cierto es que hemos recorrido
un larguísimo camino para que la libertad real tomara forma en nuestras sociedades
occidentales, en las que, cada uno de nosotros, fuéramos capaces de asumir las
riendas de nuestra vida, en el seno de un Estado tutelado por la ciudadanía y
no al revés. Un estado garante de la igualdad de oportunidades, que nada tiene
que ver con la tabla rasa que comparten las ovejas de un rebaño; un Estado obligado
cumplir la ley y a hacerla cumplir sin distinciones ni privilegios de clase o
de estatus; un Estado que sea un instrumento y no un obstáculo para la
innovación, la iniciativa individual, la superación personal, estimulador de la
fraternidad y la solidaridad entre personas libres e iguales, donde la corrupción, el fraude, sean castigados penalmente y donde la inoperancia y la incompetencia, la voluntad, la creatividad, la valía y la honradez coloque a cada uno en el lugar social que se merezca.
Llevamos decenios escuchando
vanagloriarse a la Izquierda
de su supuesta superioridad moral. Me he preguntado muchísimas veces donde se
esconde su moral, para empezar, porque en aquellos lugares del Mundo en
general, y en nuestro país en particular, donde los derechos humanos son
masacrados de manera implacable solo se escucha su ominoso silencio, cuando no
sus voces y sus deleznables actuaciones llamando y ejerciendo la violación de tales
derechos.
La solución a los gravísimos
problemas que nos aquejan no llegará de la mano de aquellos que han sido sus
responsables directos. Aquellos que han generado la enfermedad no pueden ser el
remedio. Pero, en ningún caso, pueden serlo aquellos que cuando se dirigen a
nosotros nos faltan el respeto a nosotros y a nuestra libertad. Los ciudadanos
libres no pedimos pan, ni techo. Exigimos al Estado que sea instrumental y este
a nuestro servicio, y que en este contexto, y con este sentido, ponga los
medios para que nosotros, y nadie más que nosotros, decidamos que queremos
hacer con nuestra vida, en los buenos, en los malos, y en los peores momentos.
No tengo la menor duda de que cada uno de nosotros, encontraremos nuestro
camino, con nuestro esfuerzo, con nuestra responsabilidad, con nuestra
voluntad.
A mi perrita Tussi, sin necesidad
de atribuirme ninguna superioridad, ni siquiera moral, me ocupare de
procurarle, su pienso y su techo, que es mi propia casa. No necesito que esta Izquierda
tediosa y feroz me baile el agua, ya lo
hace Tussi, y me hace muy feliz.