Se ha dicho de todo, se ha
dicho de todas las maneras posibles, desde todas las perspectivas habidas y por
haber, en relación con la cita electoral del día de hoy, día 27 de Septiembre de
2015, en Cataluña.
Pongo mis ojos y mis oídos en
el escenario en el que se desarrolla la tragicomedia bufa y contemplo a los personajes que la
protagonizan y a sus secundarios, con curiosidad intelectual, intentando
adivinar hasta que punto es capaz de resistir la asfixia la nación más antigua
de Europa. España se muere, a manos de
ladrones, togados, sotanas y patéticos personajillos del famoseo televisivo
mientras el pueblo soberano, sus instituciones democráticas, sus estructuras
jurídicas, y militares, los medios de comunicación, los agentes sociales y
culturales… mientras, la nación toda, asiste impasible a la crónica de una
muerte anunciada.
Yo tampoco me siento
concernida. Ha dejado de gustarme este lugar mío que aún siento como mi país. De
alguna manera, como los pesimistas y dolientes intelectuales del 98, me muevo
entre la tristeza y la rabia, y constato el fracaso, no de la España nacida de voluntades
recias y esperanzadas, hacedoras de Historia y de futuro, no. Veo con pesar y
vergüenza, el desden de un pueblo por su dignidad, por su libertad, por la
igualdad de los ciudadanos, catapultando a las mas altas esferas del poder, a
corruptos, y corruptores, ladrones de todo tipo y pelaje, inmorales, vendedores
y compradores de comisiones, y de coimas, de una derecha nacionalista
devoradora durante décadas de indignidades, de una curia católica xenófoba y racista, de una izquierda
de coletas sucias y sucias intenciones,
de estómagos agradecidos. Todos estos, los peores entre los peores, se
agitan grotescamente en el escenario, y hacen sonar ruidos de látigos y carracas,
dejando bien claro quien manda en masía, y quien se somete. Los indiferentes, los mansos, los neutros, en
Cataluña han mirado para otro lado durante lustros, elección tras elección, y han
echado a los cerdos su libertad, su capacidad de ser, de inclinar el fiel de la
balanza y erigirse en árbitros del destino.
Como siempre, como ha sido
desde que yo recuerdo, las voces, las frágiles voces de los disidentes compatriotas
catalanes, siendo muchas, no son suficientes. Apelan a la esperanza, al sentido
común, a la Historia ; al más puro
pragmatismo del interés económico, de la pertenencia a Europa. Personalmente,
creo que llegados a este punto ninguno de estos motivos puede ser determinante. Nada puede cambiar las cosas. La suerte está
echada. Ya es tarde para Cataluña y es tarde para también España.
Por mi parte, que se marchen
o que se queden, ¡¡ pero que se callen ¡¡. El discurso xenófobo, racista,
antihistórico, diseñado desde un talante dictatorial y totalitario, por
politicastros de medio pelo, me parece, sinceramente insoportable. Son tan
aburridos, tan previsibles, tan engreídos, tan fatuos los discursos independentistas que hasta
pereza da tomarlos en serio.
Sea cual sea el resultado de
estas elecciones autonómicas catalanas, en las que se pretende ni mas ni menos
que romper España, lo que me temo es que en todo caso, si o si, nos costara aflojar
la cartera a todos los españoles. Si se van porque se irán llevándose lo que no
es suyo. Si se quedan, porque lo harán amenazando con que se van, si no
soltamos la pasta. Esto no va a ser un divorcio de mutuo acuerdo, ni tampoco un
matrimonio de conveniencia, esto, desgraciadamente, supondrá para España ser
tratada como una puta por el señorito catalán, y además tener que poner la
cama. catre en la que llegado el caso, se buscará un hueco caliente el independentismo
vasco, que, como ya nos han enseñado, nunca le hacen ascos a nada. Siempre será más
cómoda una cama redonda que andar dejando muertos por las aceras, que afean el
paisaje.
Ahora, a estas horas de la
tarde, estamos a un paso de conocer lo que los catalanes ha decidido en la
urnas. Pero aquí no se acaba todo, mas bien, es este el momento en que comienza
el baile.
En fin, que voten los
ciudadanos catalanes en una elecciones autonómicas se ha convertido en un acontecimiento
nacional, al menos, eso se creen ellos. En mi opinión lo que verdaderamente
debe importarnos es lo que nos va a
costar a todos los españoles su decisión, conocer los partidos y dirigentes
políticos que nos han conducido a esta situación por acción y/o por omisión, y
recordarlo en las próximas elecciones generales, que están a la vuelta de la
esquina.
En todo caso, habrá que
exigir el café para todos. Dicho de otro modo, si Cataluña se va, y no somos
capaces de defender la Nación
que es de todos que se marche con lo
puesto, y la España
que quede, que sea una nación de ciudadanos libres e iguales. Una nación
centenaria, a la que podamos llamar patria,
sin avergonzarnos, sin que nos insulten y sin que nos maten.