miércoles, 1 de noviembre de 2017

GOLPE DE ESTADO EN CATALUÑA.

Nuevamente volvemos sobre el monotema político de los últimos meses, de los últimos años podría decirse: Cataluña. La deriva de la política independentista seguida por el Gobierno de la comunidad autónoma catalana ha desembocado en la proclamación de la república catalana.

Vivimos saturados de opiniones diversas, y los medios de comunicación son un constante clamor informativo desde todos los ángulos posibles, en relación a la cuestión catalana y los acontecimientos que hemos vivido recientemente, por lo que me siento razonablemente incapaz de añadir nada  nuevo a todo lo escrito, hablado y compartido en los medios; de aportar ninguna razón/opinión personal que no se haya dicho con anterioridad, y seguramente de manera mucho mas fundada que la que yo pudiera expresar. Es por ello, que, en esta mi casa, me quiero limitar en esta ocasión a poner negro sobre blanco, sin mas intención que la de aportar un punto vista, el mío. La mirada a la actualidad de una ciudadana sin mas pretensiones que las de ejercer su libertad de expresión y compartirla con aquellos que se hayan acercado a este modesto rincón de reflexión personal.

Así pues, comenzamos…

El viernes de la semana pasada el parlamento catalán votó la proclamación de “su” republica. Pudiera parecer una afirmación imposible semejante despropósito, sin embargo así fue.  Seguí con atención el desarrollo de la votación desde la TV de casa debatiéndome alternativamente entre la perplejidad y la ira, interrumpidas ambas emociones por esa risa tonta que nos da, nacida de la incredulidad y la certeza vividas al unísono. La oposición se levantó de sus escaños, y abandono en masa el hemiciclo. Sobre los escaños de algunos parlamentarios constitucionalistas, quedaban tendidas las bandera nacional y la señera catalana testigos silenciosos de la fechoría que allí estaba a punto de cometerse y que finalmente se perpetró. La imagen no podía ser mas deslucida, más triste, más vergonzosa. Los votantes independentistas del “si”, ellos con ellos, sin nadie mas, depositaron su voto de manera secreta, cobardemente, como ladrones intentando camuflarse en el anonimato del gentío. Así se llevó a cabo la ignominiosa votación convertida en golpe de Estado, para vergüenza de España, pero sobre todo, para vergüenza de Cataluña.

El numerito montado por los politicos catalanes, diseñado como un autentico esperpento en el fondo y en la forma, ambas ilegitimas e ilegales,”no ha sido sin embargo algo excepcional ni diferente en esencia de todo lo que lleva sucediendo en esta comunidad autónoma, en las últimas semanas,  meses, o incluso años. En el artículo que precede a este, ya comente algunos de los aspectos que en mi opinión nos habían traído hasta el momento presente en el que el “asunto catalán” ha tocado fondo. Honestamente creo que no podíamos esperar una cosa muy distinta de lo que ha sucedido. No será porque los políticos independentistas y sus socios de la extrema izquierda española, y catalana en particular, no lo venían avisando. Cada día daban un paso mas hacia la solución final, mientras el Gobierno de Mariano Rajoy se empeñaba una y otra vez en negar la evidencia, en decirnos que lo que nuestros oídos oían y nuestros ojos veían, era sencillamente un espejismo, imaginaciones nuestras, que no sabíamos de la misa la mitad, en tanto que por debajo de la mesa, con alevosía y ninguna vergüenza ni dignidad el Gobierno negociaba como echarle tierra al muerto que tenía encima y que apestaba y amenazaba su precaria estabilidad gubernamental. De manera que aplicó el método no por conocido menos deleznable. A iguales problemas idénticas soluciones. Asi pues a las amenazas del independentismo el señor Rajoy, ofrecía, medraba, y pasteleaba en la persona de su vicepresidenta señora Santamaria siempre poniendo pasta sobre la mesa de la negociación.   El señor Rajoy, imagino yo, confiaba con una ingenuidad rayana en la estupidez, que no llegarían a tanto, que este calentamiento de los ánimos catalanistas sería finalmente un farol, que nunca llegaría a celebrarse un referendum independentista y muchisimo menos la proclamación de la independencia. Aseguraron desde los despachos oficiales gubernamentales que el Gobierno controlaba la situación. El fracaso de la vicepresidenta no ha podido ser mas estrepitoso. Despues de marear la perdiz y darle masajes y sonrisitas, lo que no iban suceder, ha sucedido, lo uno primero y después lo otro. Lo han hecho en sus morros, en su mismísima cara, con luces y taquígrafos. Dicho sea de paso, no se como todavía tiene la cara dura de seguir ostendanto la ristra de cargazos, entre ellos el CNI, después del inmenso ridículo de su personal gestión.

Justo es decir que detrás de las actuaciones independentistas hay un ejército de bruñidores de realidad que se lo ha puesto difícil al Gobierno. Pero nunca dijo nadie que gobernar fuera sencillo, ni tampoco nadie obligó al señor Rajoy a mantenerse al frente del Ejecutivo si no se sentía capaz de lidiar este toro. Desde el gobierno autonómico y sus socios, y desde los medios de comunicación publicos, se han diseñado noticias, se han inventado ataques desproporcionados de las fuerzas de seguridad, se han sacado de la chistera mujeres abusadas sexualmente por la Guardia Civil, abuelitas inocentes atacadas por brutales fuerzas de ocupación. En fin, toda una panoplia de mentiras y medias verdades, que por otro lado, eran perfectamente previsibles.

La construcción de la realidad virtual separatista es insoportablemente burda, tosca y sin embargo eficaz. Pareciera diseñada para adoctrinar a párvulos, cuestión esta en la que tienen extensa y eficaz experiencia, pero funciona.  Sin embargo, esto que es cierto, no resta un ápice a la responsabilidad del Presidente del Gobierno, y a su mano derecha la señora Santamaría, que han  conducido a la nación española a los limites de lo intolerable en materia de seguridad nacional, a una situación de conflicto abierto en la sociedad catalana, a poner en cuestión nuestra democracia en los foros internacionales, a poner en peligro la seguridad económica y la prosperidad de nuestro país. Porque si bien es cierto que los políticos catalanes se han comportado lisa y llanamente como golpistas y por tanto como delincuentes, no es menos cierto que al gobierno de Mariano Rajoy se le ha desencadenado un incendio de proporciones descomunales porque ha sido incapaz de apagar las fogatas, mas o menos intensas, pero siempre peligrosas, cuando ha tenido oportunidad, y no solo eso, cuando tenía la obligación de hacerlo para preservar el bien supremo de todo gobierno que se precie de tal, como la integridad territorial,  el cumplimiento de las leyes y  de su Carta Magna. La responsabilidad política de Mariano Rajoy es en mi opinión insoslayable, en este caso por omisión, por inacción, por dejación en sus primordiales funciones como jefe del Ejecutivo.

Llevamos décadas en las que la Constitución ha dejado de aplicarse en distintos territorios nacionales en su letra y en su espiritu. Cataluña es un ejemplo palmario de ello y la deslealtad de los políticos catalanes y catalanistas, siempre ha recibido a cambio prebendas y privilegios, que, por otro lado, no ha llevado a ninguna otra cosa que no haya sido un victimismo constante, una vuelta de tuerca detrás de otra a los gobiernos de turno. Todo es y lleva siendo muchísimo tiempo, un despropósito descomunal, que ha terminado en esta tragicomedia, en este vodevil de ínfima categoría, con unos protagonistas, a cada lado, cual mas patético y mas ridículo. Porque si el papelón de Puigdemon es para nota, el de la vicepresidenta del gobierno, responsable además de los servicios de inteligencia no le va a la zaga.

Sin embargo se  ha producido en este breve espacio de tiempo, desde la celebración del no-referéndum, un fenómeno con el que yo creo que no contaba nadie. De la noche a la mañana comenzamos a ver algo inusual y completamente sorprendente en las calles, en los medios, en las televisiones.  Ciudadanos catalanes, comenzaban a significarse espontáneamente, a protestar abierta y públicamente contra la imposición fascista del independentismo de la que se sentían víctimas.

Recuerdo con especial emoción a ciudadanos ofreciendo sus casas para alojar a los guardias civiles y policía nacional, sometidos al acoso, a la humillación de no encontrar alojamiento, cuando intentaban llevar a cabo su trabajo con motivo de los mandamientos judiciales en relación con el supuesto referéndum eran insultados y amenazados en las calles en los tumultos independentistas. A partir de este momento, se han sucedido en toda España, y en Cataluña en particular, manifestaciones de centenares de miles de ciudadanos agitando la bandera de España y la bandera catalana, y reclamando su derecho en las calles a ser y sentirse españoles y catalanes, catalanes y españoles. Convocados por DANES o por Sociedad Civil Catalana, se han llenado las plazas de ciudades y pueblos españoles de banderas nacionales. La calle, ha dejado de ser de los independentistas y de la extrema izquierda. Los rostros felices y libres del millón de personas que alzaban sus banderas y cantaban el himno nacional en Barcelona del domingo pasado, es un hito en la historia de nuestro país. La ciudadanía le ha puesto cara a la españolidad, y los políticos de miserables intenciones y pusilánimes conductas, no les ha quedado otra que sumarse en un intento de rentabilizar, yo creo que electoralmente, el acto de valentía y coraje protagonizado por la ciudadanía común y corriente, cuando hanpercibido con absoluta nitidez que su nación estaba a punto de resquebrajarse y con ello, su libertad como ciudadanos.

A esta hora, Puigdemon y su sequito están  en Bruselas, una vez cesados de sus cargos, con la aplicación in extremis del Art. 155 de la Constitución, por el Gobierno y con la aquiescencia de Ciudadanos y el PSOE. Los responsables del golpe tendrán que dar cuenta de sus acciones ante los Tribunales, con acusaciones de sedición y otras de enorme importancia relacionadas con el acto de traición a la Constitución y al Estatuto catalán. La cobardía es la definición que mejor se ajusta a la conducta de estos delincuentes golpistas, que han dejado colgados de la brocha a los ciudadanos que sacaron a la calle, a los que aseguraron que ellos no solo eran diferentes del resto de los españoles, murcianos, andaluces, o castellanos, sino que eran además mejores, por el simple hecho, no de ser catalanes únicamente, sino por ser catalanes independentistas. Así se lo enseñan a los niños y jóvenes en las escuelas y centros educativos controlados por unas leyes de educación perversas y xenófobas en su aplicación. Esos ciudadanos que abducidos por un proyecto totalitario, como el nacionalista, en el que la siempre expresión de la opinión no independentista te convierte en un apestado, se ven por ahora, en tierra de nadie, con sus lideres institucionales “fugados”, esperando seguramente condenas importantes como rastreros delincuentes, y a las puertas de una convocatoria electoral a instancias Gobierno español, de resultados del todo inciertos para sus aspiraciones.

El depuesto expresidente de la comunidad autónoma catalana se busca la vida en Bruselas, a cubierto de su más que probable detención por protagonizar en el ejercicio de sus responsabilidades políticas, delitos de la más extraordinaria gravedad, llama a los ciudadanos catalanes a resistirse a ley, y que pongan la cara, donde, el no ha querido poner su culo. Las negociaciones, al parecer llevadas a cabo con el Gobierno central, intentando por todos los medios salvar ¡¡su patrimonio personal¡¡ y buscando no solo inmunidad penal sino también inmunidad patrimonial nos una idea de la calaña del señor Puigdemon. Ya se sabe… la pela es  la pela. Que poco elegante, cuanta zafiedad y que poco romanticismo/idealismo se atisba en esta ridícula, patética y delincuencial pantomima independentista. Veremos en que acaba la puesta en polvorosa del insigne Presidente autonómico y sus inmediatos colaboradores en el gobierno. Todo parece indicar que, como ha sucedido hasta el momento, en el extranjero, como se decía antiguamente, no les van dar ni media bola. La estrategia seguida por este señor apelando a la violencia del Estado español y a la falta de garantías para su seguridad, estamos aburridos de escucharla en boca de toda la basura etarra que ha buscado escaquearse de la responsabilidad de sus crímenes e incluso justificarlos. Los países de la UE se dirán probablemente, aquí tenemos otros perros con idéntico collar y que esa película ya la habian visto antes.

El Gobierno de España llama a las urnas para normalizar la situación en Cataluña. Esta patata caliente le quema a Rajoy como una brasa y como ya nos tiene acostumbrados, buscara la manera de soltarla a cualquier precio. Al mago de los tiempos, como le dicen algunos de los suyos, ya sabemos que le gustan las soluciones recocidas a fuego lento. Como si el resultado de unos comicios autonómicos fuera a resolver por arte de birli birloque la profundísima fractura social entre catalanes, y de Cataluña con España.

Es un hecho, ya no es un rumor, o un mensaje viajero de los wsp, que muchos españoles se detienen a comprobar que los productos que llenan la cesta de la compra, no lleven la identificación de producto catalán, porque son muchos los españoles que están dolidos, cansados y aburridos, de esa Cataluña que sale en la teles dia si y dia tambien, soberbia, faltona y despreciativa, que no permite hablar la lengua de todos en sus comercios o sus calles, que mira por encima del hombro a los ciudadanos andaluces, o menosprecia e insulta a extremeños o castellanos; de esa Cataluña, que les recuerdan siempre que tiene oportunidad, que ellos no son como nosotros, y que, por si fuera poco, exige mantener y aumentar sus privilegios en detrimento, como suele suceder de las comunidades mas pobres. Tantos españoles están hartos de esta mandanga, que han hecho de su consumo un elemento de presión, y de expresión de su cabreo mayúsculo, y  a esa burguesía catalana acomodada e indiferente, pero que no estúpida (según dicen),  tantas veces ensorbebecida y con tan pocos motivos para el engreimiento, ha comenzado a notar en su bolsillo o en el negocio, que viene a ser lo mismo que las cosas ya no son como antes, y que aun les queda muchisimo recorrido por empeorar, si el consumo se afianza en la discriminación por origen de los productos.  Esa conducta de muchísimos  consumidores parece que ha llegado muy lentamente, pero ha llegado para quedarse y no será  nada fácil de revertir.

Tampoco lo será, que las grandes empresas que han salido por patas de Cataluña, regresen. Mientras el gobierno de Cataluña sea un nido de grillos o de ratas, la seguridad jurídica estará en entredicho, y las grandes corporaciones ponen el ojo en su cuenta de resultados, que es donde resulta estar su verdadera y gélida identidad.

No será fácil tampoco reconvertir las actitudes y los estereotipos negativos provocados por décadas de educación xenófoba en Cataluña, en las que se ha reinventado la Historia de España para proyectar un odio feroz a nuestra nación y el desprecio a los españoles. El independentismo no ha ahorrado esfuerzos para controlar el sistema educativo, cultural y de los medios de comunicación hasta el punto que reivindicar la españolidad de los profesionales en estos ámbitos exige tener una vocación heroica.

Y sobre todo, no será fácil sacar a la gente de sus casas, para ir a votar en primer lugar, y en segundo lugar, a votar por opciones políticas constitucionalistas, que han sido objeto de desprecio publico, de estigmatización y de ninguneo por los medios de comunicación públicos catalanes y abiertamente independentistas, a los que se ha sumado la prensa de izquierdas nacional siempre comprometida con la destrucción de España, para ella sinónimo de un idealismo fascista y carca. Ya conocemos que la masa siempre suele estar al lado del ganador, y el constitucionalismo, ha sido claramente el perdedor durante todo nuestro periodo democrático. Sin embargo, la experiencia nos dice que este es el único camino posible para transformar la realidad de Cataluña, si es que aun podemos y queremos confiar en que ese camino que hasta hoy era inexistente podemos hacerlo realidad trazándolo, dibujándolo,  nosotros con nuestros pasos, uno a uno, y uno tras otro.

Las manifestaciones de estos días han roto el silencio de los ciudadanos invisibles y silentes. Salieron a la calle con su bandera y con su voz, y han protagonizado, ellos si, lo que pareciera una incipiente revolución de la sonrisa. Una revolución roji-gualda que podemos atisbar como un instante fugaz de la Historia, en esas imágenes aéreas de las calles de Barcelona y de la Pza.de Colon de Madrid, que se llenaron de un silencio mágico para escuchar sentidamente las notas del himno nacional, tantas veces abucheado y denostado en aglomeraciones independentistas impunemente.

No quiero dejar pasar la ocasión de mencionar al Rey de España. Lo  hago con satisfacción y sinceramente sorprendida. Mis inclinaciones monárquicas son francamente débiles y la figura del rey D. Juan Carlos no me parece la de un Jefe del estado del que sentirse orgulloso. No es este el lugar ni el momento dedicarle al penúltimo rey Borbón una mayor atención o comentario. Baste de decir que atisbo en su persona y su conducta demasiadas sombras, sospechosas opacidades, y vergonzosas evidencias y obviedades. A la luz de lo que me podria esperar en un primer momento,  la intervención del Rey de España Felipe VI dirigiéndose a los ciudadanos en defensa de la legalidad, de la Constitución y de la integridad y unidad nacional de España me pareció extraordinariamente importante, muy positiva y sobre todo muy esperanzadora. Ante una situación política de gravedad extrema, y de una, como poco,  aparente inconcreción y contundencia del Gobierno para abordarla, el rey se manifestó como el rey de todos, recordando que España no es un país tercermundista, una frívola aventura histórica, o una nación de plexiglás. España enfatizo Felipe VI es un pasado, casi ancestral, un proyecto de futuro y progreso, y una nación democrática en la que sus ciudadanos están protegidos y amparados por un Estado de Derecho. Los ciudadanos españoles han valorado las palabras y la posición adoptada por el Jefe del Estado, y le han manifestado su adhesión, y yo creo que también su agradecimiento, reivindicando su reconocimiento en cada manifestación multitudinaria que se ha celebrado, proclamando vivas al Rey.

Quedan 50 días para los comicios autonómicos. Francamente me es difícil ser optimista, porque  mi desconfianza en la clase política es radical. Las propuestas de algunos, de más autonomía y autogobierno y mejora en la financiación de Cataluña para que, como estos señoritos de política dicen, se sienta cómoda y encajada con el resto de España y los españoles, no son en mi opinión, un paso adelante, sino más de lo mismo, más de lo peor. Ni dentro ni fuera de la Constitución es coherente ya, plantear las soluciones a los conflictos territoriales desde el ahondamiento de las diferencias y el abundamiento de los privilegios, ni para Cataluña ni para ninguna otra Comunidad Autónoma. Por el contrario, soy partidaria de abolir fueros, y privilegios, anclados en supuestos derechos históricos que apestan a rancio, comenzando por el País Vasco y Navarra. No se puede consentir por mas tiempo, que territorios, sean los que sean,   asienten su progreso en la pobreza de los mas, o del patriotismo que se le presupone a Comunidades solventes, por el simple hecho de no tener aspiraciones nacionalistas, y sentirse absolutamente identificadas con su españolidad.

Llevamos décadas de democracia escuchando la martingala de los hechos diferenciales y entre ellos el de tener una lengua propia distinta del castellano.  Si eso es suficiente para justificar y aceptar la fuerza centrípeta  y desestabilizadora de nacionalismos egoístas siempre demandantes de privilegios sine die, en detrimento de l afirmación de una nación de ciudadanos libres e iguales, estamos poniendo la mirada fuera de foco. El bilingüismo no es que sea deseable, es que es imprescindible, para garantizar los derechos de todos los ciudadanos. Es inadmisible que en nuestro país, no pueda hablarse o expresarse con libertad en cualquier ámbito de la actividad cultural, económica o social, en castellano, la lengua que todos los ciudadanos españoles tienen reconocida en la Constitución como la lengua oficial del estado, con el deber de conocerla y el derecho a usarla, por su puesto, respetando la  oficialidad del resto de las lenguas cooficiales en sus territorios, que se consideran patrimonio cultural y que, además deben ser objeto de protección. No hace falta ser muy espabilado para darse cuenta que eso no será posible con una hora de español a la semana de enseñanza en las escuelas, o con la marginación de nuestro idioma, el idioma de todos, en los medios de comunicación, en la administración publica o en el ámbito de los negocios económicos.

La lengua, el bilingüismo, es la gran batalla que le queda por librar al constitucionalismo y que a día de hoy todo parece indicar que se da como una batalla perdida. Los padres que en Cataluña se han rebelado ante el imperativo autonómico que les obligaba a escolarizar a sus niños en un sistema que excluye el castellano, han sido literalmente abandonados cuando no negados de manera vergonzosa  por los gobiernos nacionales. Los intelectuales, creadores con deseos de expresarse en castellano de se han visto marginados y prácticamente expulsados, condenados al ostracismo, por los poderes públicos autonómicos catalanes, viéndose obligados a exiliarse fuera de Cataluña para seguir desarrollando su actividad docente, creadora o innovadora. Mención a parte merecería este asunto referido al País Vasco, donde hasta hace prácticamente un telediario, la discrepancia con el nacionalismo/independentismo afectaba, directamente a tu integridad personal o la de tu familia, porque en cualquier momento podías ser victima del euskonazismo y eso todos sabemos en que consistía y como acababa.

La cuestión territorial en España se ha convertido en un tema de absoluta gravedad y urgentes soluciones tr los gobiernos nacionales, qporque  constituye una espada de Damocles sobre nuestra pervivencia como nación, y sobre nuestro progreso. En mi opinión, el estado de las autonomías esta efectivamente agotado y sobre todo se ha convertido en una organización del estado costosísima para los ciudadanos, con una tendencia prácticamente inevitable a la corrupción política y económica, y de naturaleza tóxica y corrosiva. El estado autonómico se ha esclerotizado, ha dejado de ser funcional, y es fuente de desigualdades entre ciudadanos y territorios que es necesario corregir. No podemos aceptar que la inercia de la historia nos conduzca por caminos plagados de víboras que  nos acechan en cada recodo. No podemos consentir que partidos nacionalistas/independentista usen y abusen de nuestro sistema democrático para subvertirlo, para humillar al Estado y para ser una y otra vez, los adalides de intereses egoístas e insolidarios, planteando permanente chantaje a la gobernabilidad de la Nación.

Una vez llegados al punto en el que lo que temíamos que sucediera, finalmente ha sucedido, quizá habría que modificar las reglas del juego que nos dimos hace 40 años, para que con la experiencia que el paso del tiempo nos ha permitido acumular, pongamos en marcha una formula alternativa de organización territorial del estado, en la que todos los territorios que hoy denominamos Comunidades Autónomas, dispongan de al menos, las misma oportunidades de desarrollo, aportando un esfuerzo fiscal al conjunto cifrado en criterios justos, basados en la capacidad, en la responsabilidad y la solidaridad interterritorial. Pero no solo eso. El estado de las autonomías ha devenido en gran medida en una yuxtaposición de entes políticos progresivamente más desgajados del resto, más desafectos a la patria común.  Las lenguas propias de las comunidades que las poseen, no han contribuido al enriquecimiento de la Nación en su conjunto, como debería haber sido,  sino que se han utilizado por los partidos nacionalistas como barreras sociales, culturales y de identidad, generando tendencias a un autismo identitario intransigente, totalitario  y empobrecedor, que ha expulsando a sus conciudadanos a las tinieblas destinadas a la otredad, a los que no somos nosotros y convirtiendo a los castellano parlantes en ciudadanos de segunda, imponiendo con medidas de carácter político imperativas el progresivo abandono de la lengua común de todos los españoles con todo lo que ello tiene de significado disgregador.

La situación que vivimos es compleja, y no creo que unas elecciones autonómicas sean la panacea para abordar el comienzo de un cambio de rumbo en el Estado. Ello exigiría medidas políticas de calado como por ejemplo una modificación de la Ley Electoral que se sustentara en el criterio de un hombre, un voto, de manera que el voto de un ciudadano de Murcia valiera lo mismo en términos de representación que el de un ciudadano de Madrid, por ejemplo. Esta reforma seria fundamental para terminar de una vez por todas con la sobrerrepresentación parlamentaria de la que disponen los partidos nacionalistas, que les ha permitido tener una influencia parlamentaria determinante e inmerecida.

Otra de las cuestiones que habría que someter a discusión es si las competencias en asuntos troncales en los servicios públicos a los ciudadanos, como la sanidad, la educación, y posiblemente también la seguridad, no ganarían en eficiencia siendo competencias de responsabilidad estatal, siempre poniendo la atención del mejor servicio y atención a los ciudadanos. Un estado que se precie debe ser capaz de atender de manera óptima a todos sus ciudadanos, con idénticos recursos, en cualquier lugar del territorio. Debe así mismo, ofrecer una educación homogénea y de calidad en lo que concierne a la inversión de recursos educativos a cualquier niño o joven, independientemente no solo de su condición económica socio-familiar, sino también independientemente del lugar del territorio nacional en el que haya nacido y de que este disponga de mayor o menor capacidad y riqueza.

Deberíamos plantearnos de una vez por todas una  nación de ciudadanos y no tanto de territorios, en la que el bienestar y desarrollo de la persona estuviera por encima de cualquier otra consideración. Sobran quizá, superestructuras administrativas atomizadas, cuyos costes soportan los ciudadanos, y que pienso, no responden a los intereses reales y vitales de los mismos. Estas estructuras burocráticas autonómicas  se retroalimentan, crecen, se expanden, y resultan finalmente costosísimas. Son caldo de cultivo para las tomas de decisiones políticas  fraudulentas y corruptas, como ya estamos cansados de constatar y son parte esencial de nuestros problemas como país, no podemos esperar, por tanto, que se conviertan por si mismas en la solución.

Desde mi punto de vista, nos encontramos muy alejados de lo que yo humildemente considero podrían ser motivos para la esperanza. Desde luego, nada que esperar de nuestros partidos políticos ni a la derecha ni a la izquierda. En el partido popular, siguen encantados de conocerse, y el estado de las autonomías sigue siendo su mejor opción, no importa que el tinglado rezume corrupción por los cuatro costados y que se alcen en rebelión los socios con los que ha venido contando en sucesivos acuerdos parlamentarios. En el PSOE, su lider P. Sánchez sencillamente no parece saber por donde se las anda, salvo que parece dominarle la pasión por asentar sus posaderas en el palacio de la  Moncloa. Me siento incapaz de traducir a un lenguaje inteligible las asimetrías territoriales de las que habla con su media lengua de decir para no decir nada, como propuesta de su reforma constitucional.  Pero mal empezamos cuando trata de explicarnos que unas comunidades deberían ser mas asimétricas que otras… que que deberían serlo menos .., etc. El señor Iglesias, merece mi atención de una manera, francamente muy limitada, no porque crea que no es capaz de empeorar aun mas las cosas, sino porque de una ideología totalitaria como de la que hace gala, simplemente me espero lo peor y a eso no hay que darle muchas vueltas. Sus aspiraciones considero que en absoluto tienen que ver con un proyecto nacional, y de progreso para España, sino en alcanzar el poder a cualquier precio, para perpetuarse en él sine die, ya sea  pactando con terroristas como Otegui o apoyando de facto un golpe de estado contra España, como el perpetrado estos días en Cataluña.

Ciudadanos se perfila como una opción innovadora pero todo esta por ver. Pareciera, en principio que sus planteamientos están alejados de pactos o acuerdos con partidos nacionalistas y ese es un buen punto de partida. Pero nada más. Únicamente eso. Tiene que demostrar absolutamente todo en política de gobierno. Su planteamiento de una reforma constitucional pareciera estar más cerca de la cohesión que de la fragmentación del país. Ya veremos. A estas alturas de la película España no esta para dar cheques en blanco.

Mi posición personal es el escepticismo. Únicamente atisbo un motivo para la esperanza en los centenares de miles de españoles que han salido a las calles estos días para gritar a pleno pulmón que son y se sienten españoles, que tienen una bandera de la que se sienten orgullosos, que escuchan emocionados y respetuosos el himno nacional de su patria, y que le gritan a los vientos ¡¡Viva España y viva el rey¡ Esa ciudadanía compuesta de personas, (no de “gente”, en abstracto, muy diferente de una manada, o de la masa amorfa o informe), hombres y mujeres, trabajadores, jóvenes estudiantes y mayores jubilados, autónomos, emprendedores, amas de casa, que se han envuelto en la bandera nacional con la sonrisa en la cara y con aires de fiesta y de reivindicación en las calles, que no son hijos del franquismo. Que nadie se equivoque. Ellos no son una antigualla, ni son abanderados de un patrioterismo vacuo y superficial. Son nuevas y antiguas generaciones viviendo su presente, hijos de su tiempo, con deseo y voluntad de pertenecer y reivindicar su tierra, su pueblo, perteneciendo a una España moderna y democrática, y siendo, también, ciudadanos europeos. Es una ciudadanía asentada en el siglo XXI, con valores democráticos profundamente arraigados. Son ellos, los ciudadanos españoles los que tienen la última palabra. Si alguien puede cambiar el rumbo de la Historia son ellos, y su determinación, su esperanza y su coraje. Han recuperado la calle, han defendido su libertad, y le han plantado cara a los buitres que planean sobre una España maltratada y humillada pero en absoluto destruida, y ellos son el vivo ejemplo de su oculta vitalidad.

Como tantas otras otras veces en nuestra historia, el pueblo parece ser el adalid de su patria, el Pueblo y su Rey. Hoy  es el pueblo soberano de una Nación centenaria, regida por una Constitución democrática, organizada en torno a un Estado de Derecho y representada por el Jefe del Estado con funciones y atribuciones constitucionales. Queda por ver si los políticos que pretenden dirigir su destino están a la altura que el momento histórico les demanda, del pueblo español y de su Rey. Yo personalmente lo dudo. Nada me alegraría más que equivocarme