Nuevamente volvemos sobre el monotema político de los últimos
meses, de los últimos años podría decirse: Cataluña. La deriva de la política independentista
seguida por el Gobierno de la comunidad autónoma catalana ha desembocado en la
proclamación de la república catalana.
Vivimos saturados de opiniones diversas, y los medios de
comunicación son un constante clamor informativo desde todos los ángulos
posibles, en relación a la cuestión catalana y los acontecimientos que hemos
vivido recientemente, por lo que me siento razonablemente incapaz de añadir nada nuevo a todo lo escrito, hablado y compartido
en los medios; de aportar ninguna razón/opinión personal que no se haya dicho
con anterioridad, y seguramente de manera mucho mas fundada que la que yo
pudiera expresar. Es por ello, que, en esta mi casa, me quiero limitar en esta
ocasión a poner negro sobre blanco, sin mas intención que la de aportar un
punto vista, el mío. La mirada a la actualidad de una ciudadana sin mas pretensiones
que las de ejercer su libertad de expresión y compartirla con aquellos que se
hayan acercado a este modesto rincón de reflexión personal.
Así pues, comenzamos…
El viernes de la semana pasada el parlamento catalán votó la
proclamación de “su” republica. Pudiera parecer una afirmación imposible
semejante despropósito, sin embargo así fue.
Seguí con atención el desarrollo de la votación desde la TV de casa debatiéndome
alternativamente entre la perplejidad y la ira, interrumpidas ambas emociones
por esa risa tonta que nos da, nacida de la incredulidad y la certeza vividas
al unísono. La oposición se levantó de sus escaños, y abandono en masa el
hemiciclo. Sobre los escaños de algunos parlamentarios constitucionalistas, quedaban
tendidas las bandera nacional y la señera catalana testigos silenciosos de la fechoría
que allí estaba a punto de cometerse y que finalmente se perpetró. La imagen no
podía ser mas deslucida, más triste, más vergonzosa. Los votantes independentistas
del “si”, ellos con ellos, sin nadie mas, depositaron su voto de manera secreta,
cobardemente, como ladrones intentando camuflarse en el anonimato del gentío.
Así se llevó a cabo la ignominiosa votación convertida en golpe de Estado, para
vergüenza de España, pero sobre todo, para vergüenza de Cataluña.
El numerito montado por los politicos catalanes, diseñado
como un autentico esperpento en el fondo y en la forma, ambas ilegitimas e
ilegales,”no ha sido sin embargo algo excepcional ni diferente en esencia de
todo lo que lleva sucediendo en esta comunidad autónoma, en las últimas
semanas, meses, o incluso años. En el artículo
que precede a este, ya comente algunos de los aspectos que en mi opinión nos habían
traído hasta el momento presente en el que el “asunto catalán” ha tocado fondo.
Honestamente creo que no podíamos esperar una cosa muy distinta de lo que ha
sucedido. No será porque los políticos independentistas y sus socios de la
extrema izquierda española, y catalana en particular, no lo venían avisando.
Cada día daban un paso mas hacia la solución final, mientras el Gobierno de
Mariano Rajoy se empeñaba una y otra vez en negar la evidencia, en decirnos que
lo que nuestros oídos oían y nuestros ojos veían, era sencillamente un
espejismo, imaginaciones nuestras, que no sabíamos de la misa la mitad, en
tanto que por debajo de la mesa, con alevosía y ninguna vergüenza ni dignidad
el Gobierno negociaba como echarle tierra al muerto que tenía encima y que
apestaba y amenazaba su precaria estabilidad gubernamental. De manera que aplicó
el método no por conocido menos deleznable. A iguales problemas idénticas
soluciones. Asi pues a las amenazas del independentismo el señor Rajoy,
ofrecía, medraba, y pasteleaba en la persona de su vicepresidenta señora
Santamaria siempre poniendo pasta sobre la mesa de la negociación. El
señor Rajoy, imagino yo, confiaba con una ingenuidad rayana en la estupidez,
que no llegarían a tanto, que este calentamiento de los ánimos catalanistas
sería finalmente un farol, que nunca llegaría a celebrarse un referendum
independentista y muchisimo menos la proclamación de la independencia. Aseguraron
desde los despachos oficiales gubernamentales que el Gobierno controlaba la
situación. El fracaso de la vicepresidenta no ha podido ser mas estrepitoso.
Despues de marear la perdiz y darle masajes y sonrisitas, lo que no iban
suceder, ha sucedido, lo uno primero y después lo otro. Lo han hecho en sus
morros, en su mismísima cara, con luces y taquígrafos. Dicho sea de paso, no se
como todavía tiene la cara dura de seguir ostendanto la ristra de cargazos,
entre ellos el CNI, después del inmenso ridículo de su personal gestión.
Justo es decir que detrás de las actuaciones
independentistas hay un ejército de bruñidores de realidad que se lo ha puesto
difícil al Gobierno. Pero nunca dijo nadie que gobernar fuera sencillo, ni
tampoco nadie obligó al señor Rajoy a mantenerse al frente del Ejecutivo si no
se sentía capaz de lidiar este toro. Desde el gobierno autonómico y sus socios,
y desde los medios de comunicación publicos, se han diseñado noticias, se han
inventado ataques desproporcionados de las fuerzas de seguridad, se han sacado
de la chistera mujeres abusadas sexualmente por la Guardia Civil , abuelitas
inocentes atacadas por brutales fuerzas de ocupación. En fin, toda una panoplia
de mentiras y medias verdades, que por otro lado, eran perfectamente
previsibles.
La construcción de la realidad virtual separatista es
insoportablemente burda, tosca y sin embargo eficaz. Pareciera diseñada para
adoctrinar a párvulos, cuestión esta en la que tienen extensa y eficaz
experiencia, pero funciona. Sin embargo,
esto que es cierto, no resta un ápice a la responsabilidad del Presidente del Gobierno,
y a su mano derecha la señora Santamaría, que han conducido a la nación española a los limites de
lo intolerable en materia de seguridad nacional, a una situación de conflicto
abierto en la sociedad catalana, a poner en cuestión nuestra democracia en los
foros internacionales, a poner en peligro la seguridad económica y la
prosperidad de nuestro país. Porque si bien es cierto que los políticos
catalanes se han comportado lisa y llanamente como golpistas y por tanto como delincuentes,
no es menos cierto que al gobierno de Mariano Rajoy se le ha desencadenado un
incendio de proporciones descomunales porque ha sido incapaz de apagar las
fogatas, mas o menos intensas, pero siempre peligrosas, cuando ha tenido
oportunidad, y no solo eso, cuando tenía la obligación de hacerlo para
preservar el bien supremo de todo gobierno que se precie de tal, como la
integridad territorial, el cumplimiento
de las leyes y de su Carta Magna. La
responsabilidad política de Mariano Rajoy es en mi opinión insoslayable, en
este caso por omisión, por inacción, por dejación en sus primordiales funciones
como jefe del Ejecutivo.
Llevamos décadas en las que la Constitución ha
dejado de aplicarse en distintos territorios nacionales en su letra y en su
espiritu. Cataluña es un ejemplo palmario de ello y la deslealtad de los políticos
catalanes y catalanistas, siempre ha recibido a cambio prebendas y privilegios,
que, por otro lado, no ha llevado a ninguna otra cosa que no haya sido un
victimismo constante, una vuelta de tuerca detrás de otra a los gobiernos de
turno. Todo es y lleva siendo muchísimo tiempo, un despropósito descomunal, que
ha terminado en esta tragicomedia, en este vodevil de ínfima categoría, con
unos protagonistas, a cada lado, cual mas patético y mas ridículo. Porque si el
papelón de Puigdemon es para nota, el de la vicepresidenta del gobierno, responsable
además de los servicios de inteligencia no le va a la zaga.
Sin embargo se ha
producido en este breve espacio de tiempo, desde la celebración del no-referéndum,
un fenómeno con el que yo creo que no contaba nadie. De la noche a la mañana
comenzamos a ver algo inusual y completamente sorprendente en las calles, en
los medios, en las televisiones. Ciudadanos
catalanes, comenzaban a significarse espontáneamente, a protestar abierta y
públicamente contra la imposición fascista del independentismo de la que se
sentían víctimas.
Recuerdo con especial emoción a ciudadanos ofreciendo sus
casas para alojar a los guardias civiles y policía nacional, sometidos al
acoso, a la humillación de no encontrar alojamiento, cuando intentaban llevar a
cabo su trabajo con motivo de los mandamientos judiciales en relación con el
supuesto referéndum eran insultados y amenazados en las calles en los tumultos
independentistas. A partir de este momento, se han sucedido en toda España, y
en Cataluña en particular, manifestaciones de centenares de miles de ciudadanos
agitando la bandera de España y la bandera catalana, y reclamando su derecho en
las calles a ser y sentirse españoles y catalanes, catalanes y españoles.
Convocados por DANES o por Sociedad Civil Catalana, se han llenado las plazas
de ciudades y pueblos españoles de banderas nacionales. La calle, ha dejado de
ser de los independentistas y de la extrema izquierda. Los rostros felices y
libres del millón de personas que alzaban sus banderas y cantaban el himno
nacional en Barcelona del domingo pasado, es un hito en la historia de nuestro país.
La ciudadanía le ha puesto cara a la españolidad, y los políticos de miserables
intenciones y pusilánimes conductas, no les ha quedado otra que sumarse en un
intento de rentabilizar, yo creo que electoralmente, el acto de valentía y
coraje protagonizado por la ciudadanía común y corriente, cuando hanpercibido
con absoluta nitidez que su nación estaba a punto de resquebrajarse y con ello,
su libertad como ciudadanos.
A esta hora, Puigdemon y su sequito están en Bruselas, una vez cesados de sus cargos,
con la aplicación in extremis del Art. 155 de la Constitución , por el
Gobierno y con la aquiescencia de Ciudadanos y el PSOE. Los responsables del
golpe tendrán que dar cuenta de sus acciones ante los Tribunales, con
acusaciones de sedición y otras de enorme importancia relacionadas con el acto
de traición a la Constitución
y al Estatuto catalán. La cobardía es la definición que mejor se ajusta a la
conducta de estos delincuentes golpistas, que han dejado colgados de la brocha
a los ciudadanos que sacaron a la calle, a los que aseguraron que ellos no solo
eran diferentes del resto de los españoles, murcianos, andaluces, o castellanos,
sino que eran además mejores, por el simple hecho, no de ser catalanes únicamente,
sino por ser catalanes independentistas. Así se lo enseñan a los niños y
jóvenes en las escuelas y centros educativos controlados por unas leyes de
educación perversas y xenófobas en su aplicación. Esos ciudadanos que abducidos
por un proyecto totalitario, como el nacionalista, en el que la siempre
expresión de la opinión no independentista te convierte en un apestado, se ven
por ahora, en tierra de nadie, con sus lideres institucionales “fugados”,
esperando seguramente condenas importantes como rastreros delincuentes, y a las
puertas de una convocatoria electoral a instancias Gobierno español, de
resultados del todo inciertos para sus aspiraciones.
El depuesto expresidente de la comunidad autónoma catalana
se busca la vida en Bruselas, a cubierto de su más que probable detención por
protagonizar en el ejercicio de sus responsabilidades políticas, delitos de la más
extraordinaria gravedad, llama a los ciudadanos catalanes a resistirse a ley, y
que pongan la cara, donde, el no ha querido poner su culo. Las negociaciones,
al parecer llevadas a cabo con el Gobierno central, intentando por todos los
medios salvar ¡¡su patrimonio personal¡¡ y buscando no solo inmunidad penal
sino también inmunidad patrimonial nos una idea de la calaña del señor
Puigdemon. Ya se sabe… la pela es la
pela. Que poco elegante, cuanta zafiedad y que poco romanticismo/idealismo se
atisba en esta ridícula, patética y delincuencial pantomima independentista. Veremos
en que acaba la puesta en polvorosa del insigne Presidente autonómico y sus
inmediatos colaboradores en el gobierno. Todo parece indicar que, como ha
sucedido hasta el momento, en el extranjero, como se decía antiguamente, no les
van dar ni media bola. La estrategia seguida por este señor apelando a la
violencia del Estado español y a la falta de garantías para su seguridad,
estamos aburridos de escucharla en boca de toda la basura etarra que ha buscado
escaquearse de la responsabilidad de sus crímenes e incluso justificarlos. Los países
de la UE se dirán probablemente,
aquí tenemos otros perros con idéntico collar y que esa película ya la habian
visto antes.
El Gobierno de España llama a las urnas para normalizar la
situación en Cataluña. Esta patata caliente le quema a Rajoy como una brasa y
como ya nos tiene acostumbrados, buscara la manera de soltarla a cualquier
precio. Al mago de los tiempos, como le dicen algunos de los suyos, ya sabemos
que le gustan las soluciones recocidas a fuego lento. Como si el resultado de
unos comicios autonómicos fuera a resolver por arte de birli birloque la profundísima
fractura social entre catalanes, y de Cataluña con España.
Es un hecho, ya no es un rumor, o un mensaje viajero de los
wsp, que muchos españoles se detienen a comprobar que los productos que llenan
la cesta de la compra, no lleven la identificación de producto catalán, porque
son muchos los españoles que están dolidos, cansados y aburridos, de esa
Cataluña que sale en la teles dia si y dia tambien, soberbia, faltona y
despreciativa, que no permite hablar la lengua de todos en sus comercios o sus
calles, que mira por encima del hombro a los ciudadanos andaluces, o
menosprecia e insulta a extremeños o castellanos; de esa Cataluña, que les
recuerdan siempre que tiene oportunidad, que ellos no son como nosotros, y que,
por si fuera poco, exige mantener y aumentar sus privilegios en detrimento,
como suele suceder de las comunidades mas pobres. Tantos españoles están hartos
de esta mandanga, que han hecho de su consumo un elemento de presión, y de
expresión de su cabreo mayúsculo, y a
esa burguesía catalana acomodada e indiferente, pero que no estúpida (según
dicen), tantas veces ensorbebecida y con
tan pocos motivos para el engreimiento, ha comenzado a notar en su bolsillo o en
el negocio, que viene a ser lo mismo que las cosas ya no son como antes, y que
aun les queda muchisimo recorrido por empeorar, si el consumo se afianza en la
discriminación por origen de los productos. Esa conducta de muchísimos consumidores parece que ha llegado muy
lentamente, pero ha llegado para quedarse y no será nada fácil de revertir.
Tampoco lo será, que las grandes empresas que han salido por
patas de Cataluña, regresen. Mientras el gobierno de Cataluña sea un nido de
grillos o de ratas, la seguridad jurídica estará en entredicho, y las grandes
corporaciones ponen el ojo en su cuenta de resultados, que es donde resulta
estar su verdadera y gélida identidad.
No será fácil tampoco reconvertir las actitudes y los estereotipos
negativos provocados por décadas de educación xenófoba en Cataluña, en las que
se ha reinventado la Historia
de España para proyectar un odio feroz a nuestra nación y el desprecio a los
españoles. El independentismo no ha ahorrado esfuerzos para controlar el
sistema educativo, cultural y de los medios de comunicación hasta el punto que
reivindicar la españolidad de los profesionales en estos ámbitos exige tener
una vocación heroica.
Y sobre todo, no será fácil sacar a la gente de sus casas,
para ir a votar en primer lugar, y en segundo lugar, a votar por opciones
políticas constitucionalistas, que han sido objeto de desprecio publico, de
estigmatización y de ninguneo por los medios de comunicación públicos catalanes
y abiertamente independentistas, a los que se ha sumado la prensa de izquierdas
nacional siempre comprometida con la destrucción de España, para ella sinónimo
de un idealismo fascista y carca. Ya conocemos que la masa siempre suele estar
al lado del ganador, y el constitucionalismo, ha sido claramente el perdedor
durante todo nuestro periodo democrático. Sin embargo, la experiencia nos dice
que este es el único camino posible para transformar la realidad de Cataluña,
si es que aun podemos y queremos confiar en que ese camino que hasta hoy era
inexistente podemos hacerlo realidad trazándolo, dibujándolo, nosotros con nuestros pasos, uno a uno, y uno
tras otro.
Las manifestaciones de estos días han roto el silencio de
los ciudadanos invisibles y silentes. Salieron a la calle con su bandera y con
su voz, y han protagonizado, ellos si, lo que pareciera una incipiente revolución
de la sonrisa. Una revolución roji-gualda que podemos atisbar como un instante
fugaz de la Historia ,
en esas imágenes aéreas de las calles de Barcelona y de la Pza.de Colon de Madrid, que se
llenaron de un silencio mágico para escuchar sentidamente las notas del himno
nacional, tantas veces abucheado y denostado en aglomeraciones independentistas
impunemente.
No quiero dejar pasar la ocasión de mencionar al Rey de
España. Lo hago con satisfacción y
sinceramente sorprendida. Mis inclinaciones monárquicas son francamente débiles
y la figura del rey D. Juan Carlos no me parece la de un Jefe del estado del
que sentirse orgulloso. No es este el lugar ni el momento dedicarle al penúltimo
rey Borbón una mayor atención o comentario. Baste de decir que atisbo en su
persona y su conducta demasiadas sombras, sospechosas opacidades, y vergonzosas
evidencias y obviedades. A la luz de lo que me podria esperar en un primer
momento, la intervención del Rey de
España Felipe VI dirigiéndose a los ciudadanos en defensa de la legalidad, de la Constitución y de la
integridad y unidad nacional de España me pareció extraordinariamente importante,
muy positiva y sobre todo muy esperanzadora. Ante una situación política de
gravedad extrema, y de una, como poco, aparente inconcreción y contundencia del
Gobierno para abordarla, el rey se manifestó como el rey de todos, recordando
que España no es un país tercermundista, una frívola aventura histórica, o una nación
de plexiglás. España enfatizo Felipe VI es un pasado, casi ancestral, un
proyecto de futuro y progreso, y una nación democrática en la que sus ciudadanos
están protegidos y amparados por un Estado de Derecho. Los ciudadanos españoles
han valorado las palabras y la posición adoptada por el Jefe del Estado, y le
han manifestado su adhesión, y yo creo que también su agradecimiento, reivindicando
su reconocimiento en cada manifestación multitudinaria que se ha celebrado,
proclamando vivas al Rey.
Quedan 50 días para los comicios autonómicos. Francamente me
es difícil ser optimista, porque mi
desconfianza en la clase política es radical. Las propuestas de algunos, de más
autonomía y autogobierno y mejora en la financiación de Cataluña para que, como
estos señoritos de política dicen, se sienta cómoda y encajada con el resto de
España y los españoles, no son en mi opinión, un paso adelante, sino más de lo
mismo, más de lo peor. Ni dentro ni fuera de la Constitución es
coherente ya, plantear las soluciones a los conflictos territoriales desde el
ahondamiento de las diferencias y el abundamiento de los privilegios, ni para
Cataluña ni para ninguna otra Comunidad Autónoma. Por el contrario, soy
partidaria de abolir fueros, y privilegios, anclados en supuestos derechos históricos
que apestan a rancio, comenzando por el País Vasco y Navarra. No se puede
consentir por mas tiempo, que territorios, sean los que sean, asienten
su progreso en la pobreza de los mas, o del patriotismo que se le presupone a
Comunidades solventes, por el simple hecho de no tener aspiraciones
nacionalistas, y sentirse absolutamente identificadas con su españolidad.
Llevamos décadas de democracia escuchando la martingala de
los hechos diferenciales y entre ellos el de tener una lengua propia distinta
del castellano. Si eso es suficiente
para justificar y aceptar la fuerza centrípeta
y desestabilizadora de nacionalismos egoístas siempre demandantes de
privilegios sine die, en detrimento de l afirmación de una nación de ciudadanos
libres e iguales, estamos poniendo la mirada fuera de foco. El bilingüismo no
es que sea deseable, es que es imprescindible, para garantizar los derechos de
todos los ciudadanos. Es inadmisible que en nuestro país, no pueda hablarse o
expresarse con libertad en cualquier ámbito de la actividad cultural, económica
o social, en castellano, la lengua que todos los ciudadanos españoles tienen
reconocida en la
Constitución como la lengua oficial del estado, con el deber
de conocerla y el derecho a usarla, por su puesto, respetando la oficialidad del resto de las lenguas
cooficiales en sus territorios, que se consideran patrimonio cultural y que,
además deben ser objeto de protección. No hace falta ser muy espabilado para
darse cuenta que eso no será posible con una hora de español a la semana de
enseñanza en las escuelas, o con la marginación de nuestro idioma, el idioma de
todos, en los medios de comunicación, en la administración publica o en el ámbito
de los negocios económicos.
La lengua, el bilingüismo, es la gran batalla que le queda por
librar al constitucionalismo y que a día de hoy todo parece indicar que se da
como una batalla perdida. Los padres que en Cataluña se han rebelado ante el
imperativo autonómico que les obligaba a escolarizar a sus niños en un sistema
que excluye el castellano, han sido literalmente abandonados cuando no negados
de manera vergonzosa por los gobiernos
nacionales. Los intelectuales, creadores con deseos de expresarse en castellano
de se han visto marginados y prácticamente expulsados, condenados al
ostracismo, por los poderes públicos autonómicos catalanes, viéndose obligados
a exiliarse fuera de Cataluña para seguir desarrollando su actividad docente,
creadora o innovadora. Mención a parte merecería este asunto referido al País
Vasco, donde hasta hace prácticamente un telediario, la discrepancia con el
nacionalismo/independentismo afectaba, directamente a tu integridad personal o
la de tu familia, porque en cualquier momento podías ser victima del
euskonazismo y eso todos sabemos en que consistía y como acababa.
La cuestión territorial en España se ha convertido en un
tema de absoluta gravedad y urgentes soluciones la Nación.
porque constituye una espada de Damocles sobre
nuestra pervivencia como nación, y sobre nuestro progreso. En mi opinión, el
estado de las autonomías esta efectivamente agotado y sobre todo se ha
convertido en una organización del estado costosísima para los ciudadanos, con
una tendencia prácticamente inevitable a la corrupción política y económica, y
de naturaleza tóxica y corrosiva. El estado autonómico se ha esclerotizado, ha
dejado de ser funcional, y es fuente de desigualdades entre ciudadanos y
territorios que es necesario corregir. No podemos aceptar que la inercia de la
historia nos conduzca por caminos plagados de víboras que nos acechan en cada recodo. No podemos
consentir que partidos nacionalistas/independentista usen y abusen de nuestro
sistema democrático para subvertirlo, para humillar al Estado y para ser una y
otra vez, los adalides de intereses egoístas e insolidarios, planteando
permanente chantaje a la gobernabilidad de
Una vez llegados al punto en el que lo que temíamos que
sucediera, finalmente ha sucedido, quizá habría que modificar las reglas del juego
que nos dimos hace 40 años, para que con la experiencia que el paso del tiempo
nos ha permitido acumular, pongamos en marcha una formula alternativa de
organización territorial del estado, en la que todos los territorios que hoy
denominamos Comunidades Autónomas, dispongan de al menos, las misma
oportunidades de desarrollo, aportando un esfuerzo fiscal al conjunto cifrado
en criterios justos, basados en la capacidad, en la responsabilidad y la
solidaridad interterritorial. Pero no solo eso. El estado de las autonomías ha
devenido en gran medida en una yuxtaposición de entes políticos progresivamente
más desgajados del resto, más desafectos a la patria común. Las lenguas propias de las comunidades que las
poseen, no han contribuido al enriquecimiento de la Nación en su conjunto, como
debería haber sido, sino que se han
utilizado por los partidos nacionalistas como barreras sociales, culturales y
de identidad, generando tendencias a un autismo identitario intransigente,
totalitario y empobrecedor, que ha expulsando
a sus conciudadanos a las tinieblas destinadas a la otredad, a los que no somos
nosotros y convirtiendo a los castellano parlantes en ciudadanos de segunda,
imponiendo con medidas de carácter político imperativas el progresivo abandono
de la lengua común de todos los españoles con todo lo que ello tiene de
significado disgregador.
La situación que vivimos es compleja, y no creo que unas
elecciones autonómicas sean la panacea para abordar el comienzo de un cambio de
rumbo en el Estado. Ello exigiría medidas políticas de calado como por ejemplo
una modificación de la Ley Electoral
que se sustentara en el criterio de un hombre, un voto, de manera que el voto
de un ciudadano de Murcia valiera lo mismo en términos de representación que el
de un ciudadano de Madrid, por ejemplo. Esta reforma seria fundamental para
terminar de una vez por todas con la sobrerrepresentación parlamentaria de la
que disponen los partidos nacionalistas, que les ha permitido tener una
influencia parlamentaria determinante e inmerecida.
Otra de las cuestiones que habría que someter a discusión es
si las competencias en asuntos troncales en los servicios públicos a los
ciudadanos, como la sanidad, la educación, y posiblemente también la seguridad,
no ganarían en eficiencia siendo competencias de responsabilidad estatal,
siempre poniendo la atención del mejor servicio y atención a los ciudadanos. Un
estado que se precie debe ser capaz de atender de manera óptima a todos sus
ciudadanos, con idénticos recursos, en cualquier lugar del territorio. Debe así
mismo, ofrecer una educación homogénea y de calidad en lo que concierne a la
inversión de recursos educativos a cualquier niño o joven, independientemente
no solo de su condición económica socio-familiar, sino también
independientemente del lugar del territorio nacional en el que haya nacido y de
que este disponga de mayor o menor capacidad y riqueza.
Deberíamos plantearnos de una vez por todas una nación de ciudadanos y no tanto de territorios,
en la que el bienestar y desarrollo de la persona estuviera por encima de
cualquier otra consideración. Sobran quizá, superestructuras administrativas
atomizadas, cuyos costes soportan los ciudadanos, y que pienso, no responden a
los intereses reales y vitales de los mismos. Estas estructuras burocráticas autonómicas se retroalimentan, crecen, se expanden, y
resultan finalmente costosísimas. Son caldo de cultivo para las tomas de decisiones
políticas fraudulentas y corruptas, como
ya estamos cansados de constatar y son parte esencial de nuestros problemas
como país, no podemos esperar, por tanto, que se conviertan por si mismas en la
solución.
Desde mi punto de vista, nos encontramos muy alejados de lo
que yo humildemente considero podrían ser motivos para la esperanza. Desde
luego, nada que esperar de nuestros partidos políticos ni a la derecha ni a la
izquierda. En el partido popular, siguen encantados de conocerse, y el estado
de las autonomías sigue siendo su mejor opción, no importa que el tinglado
rezume corrupción por los cuatro costados y que se alcen en rebelión los socios
con los que ha venido contando en sucesivos acuerdos parlamentarios. En el
PSOE, su lider P. Sánchez sencillamente no parece saber por donde se las anda,
salvo que parece dominarle la pasión por asentar sus posaderas en el palacio de
la Moncloa.
Me siento incapaz de traducir a un lenguaje inteligible las asimetrías
territoriales de las que habla con su media lengua de decir para no decir nada,
como propuesta de su reforma constitucional. Pero mal empezamos cuando trata de explicarnos
que unas comunidades deberían ser mas asimétricas que otras… que que deberían
serlo menos .., etc. El señor Iglesias, merece mi atención de una manera,
francamente muy limitada, no porque crea que no es capaz de empeorar aun mas
las cosas, sino porque de una ideología totalitaria como de la que hace gala,
simplemente me espero lo peor y a eso no hay que darle muchas vueltas. Sus
aspiraciones considero que en absoluto tienen que ver con un proyecto nacional,
y de progreso para España, sino en alcanzar el poder a cualquier precio, para
perpetuarse en él sine die, ya sea
pactando con terroristas como Otegui o apoyando de facto un golpe de
estado contra España, como el perpetrado estos días en Cataluña.
Ciudadanos se perfila como una opción innovadora pero todo
esta por ver. Pareciera, en principio que sus planteamientos están alejados de
pactos o acuerdos con partidos nacionalistas y ese es un buen punto de partida.
Pero nada más. Únicamente eso. Tiene que demostrar absolutamente todo en política
de gobierno. Su planteamiento de una reforma constitucional pareciera estar más
cerca de la cohesión que de la fragmentación del país. Ya veremos. A estas
alturas de la película España no esta para dar cheques en blanco.
Mi posición personal es el escepticismo. Únicamente atisbo
un motivo para la esperanza en los centenares de miles de españoles que han
salido a las calles estos días para gritar a pleno pulmón que son y se sienten
españoles, que tienen una bandera de la que se sienten orgullosos, que escuchan
emocionados y respetuosos el himno nacional de su patria, y que le gritan a los
vientos ¡¡Viva España y viva el rey¡ Esa ciudadanía compuesta de personas, (no
de “gente”, en abstracto, muy diferente de una manada, o de la masa amorfa o
informe), hombres y mujeres, trabajadores, jóvenes estudiantes y mayores jubilados,
autónomos, emprendedores, amas de casa, que se han envuelto en la bandera nacional
con la sonrisa en la cara y con aires de fiesta y de reivindicación en las
calles, que no son hijos del franquismo. Que nadie se equivoque. Ellos no son
una antigualla, ni son abanderados de un patrioterismo vacuo y superficial. Son
nuevas y antiguas generaciones viviendo su presente, hijos de su tiempo, con deseo
y voluntad de pertenecer y reivindicar su tierra, su pueblo, perteneciendo a
una España moderna y democrática, y siendo, también, ciudadanos europeos. Es
una ciudadanía asentada en el siglo XXI, con valores democráticos profundamente
arraigados. Son ellos, los ciudadanos españoles los que tienen la última
palabra. Si alguien puede cambiar el rumbo de la Historia son ellos, y su
determinación, su esperanza y su coraje. Han recuperado la calle, han defendido
su libertad, y le han plantado cara a los buitres que planean sobre una España
maltratada y humillada pero en absoluto destruida, y ellos son el vivo ejemplo
de su oculta vitalidad.
Como tantas otras otras veces en nuestra historia, el pueblo parece ser
el adalid de su patria, el Pueblo y su Rey. Hoy
es el pueblo soberano de una Nación centenaria, regida por una Constitución
democrática, organizada en torno a un Estado de Derecho y representada por el Jefe
del Estado con funciones y atribuciones constitucionales. Queda por ver si los políticos
que pretenden dirigir su destino están a la altura que el momento histórico les
demanda, del pueblo español y de su Rey. Yo personalmente lo dudo. Nada me alegraría más que equivocarme