sábado, 21 de abril de 2018

SIN MI PERDON




La organización terrorista vasca ETA toma la palabra. Ni siquiera agonizante muestra respeto por sus victimas, y lanza el mensaje de un supuesto cese de su actividad criminal como un insulto.

En este día, especialmente en este día en el que terroristas de ETA, sus cómplices, sus amigos, sus parientes, sus padres y sus hijos, vuelven a ser los protagonistas de esta historia de muerte, de sufrimiento, de dolor inmenso, de terror, yo quiero recordar a las victimas de sus asesinatos, de sus amenazas, de sus humillaciones. Quiero hoy, especialmente, que mi pensamiento se alce sobre los titulares, sobre la verborrea de los polìticos de turno y el bla, bla, de opinadores interesados, para decirles a los masacrados por los cobardes asesinos de la chapela que guardo con cuidado, respetuosa y humildemente, las lágrimas de su ausencia. Que quiero escribir estas palabras con la tinta indeleble de mi inmenso agradecimiento. Sin fecha de caducidad, por siempre jamás,  mientras yo tenga vida y memoria tenga.

Las victimas de ETA son historia de España en carne viva, son la Nación herida, son mi Patria ensangrentada. Son los nuestros. Son los míos mas de mi que nunca. Me urge el recuerdo en las venas porque apremia implacable el olvido. La guadaña asesina se cierne, otra vez, esta vez, sobre la Memoria, la Verdad y la Justicia.

La Iglesia institucional vasca acompaña con un sentido de la oportunidad que da asco, la voz de los asesinos. El clero vasco también pide perdón a su modo. Los unos, los de las pistolas por la acción criminal, los de la sotana, por su pecado de omisión, dicen. En ambos casos, al unísono, matizan el mensaje. Los primeros con una contrición vergonzosamente selectiva en lo que a las victimas se refiere, lo segundos van mas allá en la presión y exigen beneficios penitenciaros… apelando al perdón.  La componenda es evidente. Se traslucen los pactos, los acuerdos, la puesta en común, la estrategia… La Iglesia “institucional” católica desciende hasta los fogones donde se recuecen a fuego lento los intereses políticos en este caso de especial interés para el nacionalismo, y puesta a ello, no tiene inconveniente de mirar a la cara al Mal y estrechar abyectos vínculos con él, imagino buscando poner en valor el poder de su influencia. Sepulcros blanqueados incapaces de ocultar su hipócrita rostro. Pero ya no es posible la ocultacion a estas alturas de la historia de nuestro país de su crueldad durante los años de plomo, de la despiadada dureza de su corazón con los perseguidos y asesinados, con sus familias dolientes, con la sociedad española aterrada por la acción criminal de los asesinos etarras. Sus palabras inmisericordes y sus silencios cómplices también son historia que late en nuestro recuerdo.

Hoy, una vez más, constatamos que falta lo fundamental en los actores al servicio de la ideología criminal: el arrepentimiento.

El calculo interesado y la oportunidad de conseguir sus objetivos políticos, sigue siendo lo prioritario. No se valora otro sufrimiento que no sea el derivado de la incomodidad vital de los condenados por sus sanguinarios actos. Decenas de asesinados por sus manos aun siguen esperando justicia. No pidan perdón. Confiesen quien, como y porqué les dieron muerte. Después hablamos.

Los obispos vascos y navarros, arrepiéntanse, pidan perdón  a los hombres, pero sobre todo pídanle perdón a Dios por su desamor a los indefensos,  por su falta de compasión durante décadas con los débiles, con los perseguidos, con los amenazados por la organización terrorista ETA. Pídanle perdón a Dios,  por el inmenso daño que han causado y causan a la Iglesia. Quizá El, en su infinita misericordia pueda perdonarles. Yo no.