La manada está en la calle. Seis mil euros por cabeza tienen
la culpa. Seis mil euros y una decisión judicial polémica. La calle está que
arde no solo por el calor que ya aprieta en Junio, sino porque los ánimos soliviantados
se trasladan a las aceras y la plazas, y ya se sabe lo que se caldea la
muchedumbre especialmente en las manifas y en los estadios de fútbol.
No vale la pena volver sobre la descripción de los hechos
por los que este grupo de cinco personajes indeseables ha sido llevado a los
tribunales, al menos para mi, que me he
leído, pacientemente, las declaraciones en el juicio de cada uno de ellos y las
de la joven mujer con la que mantuvieron relaciones sexuales no consentidas
según se desprende de la inicial sentencia judicial, y por la que han sido condenados
a nueve años de prisión. A los miembros de la manada les conocemos por arriba,
por abajo y por medio… Sabemos como hablan, como es su mirada, sabemos que
hacen con su vida y que no hacen, con quien viven, en donde. Sabemos de estos
hombres en que trabajan o si estan en paro, como se buscan la vida. Sabemos que
son andaluces y pobres. La manada al completo esta al descubierto. Desnuda, en
pelota picada conocemos a este grupo de tiazos, acusados y condenados por un
grave delito contra la libertad sexual.
Podría ponerle morbo al asunto, y reproducir meticulosamente
los escabrosos detalles de los comportamientos sexuales, por llamarlos de
alguna manera, que tuvieron lugar durante 10 o 15 minutos en el reducido cubículo
de un portal, convertido en un paréntesis de la juerga macarra y alcohólica de
los Sanfermines. No tengo el menor interés en la descripción de escenas
pornoguarras, ni consentidas ni sin consentir. Si me parece sin embargo de interés, una reflexión
sobre lo que este juicio ha desencadenado.
Los hechos parecen resumirse en la acusación por parte de
una mujer joven de haber sido victima de una gravísima agresión sexual, de una
violación grupal por parte de los miembros de la manada, y las defensa de estas
personas, que argumentan con todo lujo de detalles, que la relaciones fueron
consentidas, que el sexo practicado con la mujer fue voluntario por su parte, y
que en ningún momento tuvieron conciencia sus defendidos de que aquella persona
participara de los actos sexuales contra su voluntad porque ésta en ningún
momento así se lo hizo saber ni verbalmente, ni con gestos, ni de ningún otro
modo a los agresores.
Como en todos los procedimientos judiciales la valoración de
las pruebas se llevó acabo por un tribunal, y con todas las garantías para las
partes en litigio. A día de hoy las personas ya juzgadas y condenadas, están a
la espera de la sentencia firme, y valorados todos los extremos, los jueces ha
decretado la libertad provisional de los ya condenados con la correspondiente
fianza, y las condiciones de seguridad que se corresponden con las características
y la naturaleza del delito.
Este es en mi opinión
un procedimiento absolutamente normal y los hechos que se juzgan deleznables,
como es lo habitual que suceda cuando de lo que hablamos no es de otra cosa que
de comportamientos delincuenciales. Lo novedoso en este caso es la enorme
repercusión que este delito en particular, su enjuiciamiento y la sentencia ha
tenido en la opinión pública.
Un sector de la población, muy amplio, mujeres y hombres
jóvenes y no tan jóvenes gritan en la calle a pleno pulmón, “nosotros si te
creemos” o “no es abuso, es violación”. Lo que vulgarmente se denomina como “la
calle” esta que trina, y acusan a los jueces, y la Justicia de no apoyar a
las mujeres en su lucha contra una sociedad machista, o incluso, de
aplicar la ley desde una, dicen,
perspectiva masculina, y por tanto, deslegitimada si no es para dictar una
sentencia de su gusto o desde sus convicciones mas o menos feministas.
Yo personalmente, después de haber leído como decía
anteriormente, todo lo que me ha caído en las
manos sobre este tema, tengo mi propia opinión, como todo el mundo, pero
que no viene al caso para lo que ahora me interesa exponer. Si quiero
manifestar que esta opinión, la mía, no es la primera ni seguramente sera la
última que ha valorado decisiones judiciales.
Lo que hoy me interesa subrayar no es la actitud proactiva,
de denuncia, apasionada y vitalista de las manifestaciones callejeras de miles
de mujeres y hombres, de jóvenes y adolescentes, de sindicatos, asociaciones
feministas de toda categoría, medios de comunicación y la practica totalidad de
los partidos políticos sino el clamoroso silencio, la calculada indiferencia, el
ostentoso desprecio, la gélida insensibilidad de estas muchedumbres airadas en
relación con otras sentencias judiciales, en mi opinión, de enorme trascendencia.
Me viene a la memoria, la sentencia que puso punto y final,
al juicio de los atentados del 11
M . La naturaleza de los delitos no admiten comparación,
ni por su gravedad ni por su trascendencia social e incluso histórica. Algunos de
los famliares de sus 193 asesinados y sus centenares de heridos, siguen todavía hoy preguntándose por que y
quienes asesinaron a su hijos, sus novias, sus padres, sus amigos, o sus
hermanos. Su pregunta no nace de una macabra fantasía conspiranoica. No. Emerge
de las dudas que concita el procedimiento seguido, los métodos y tratamiento de
los hechos en la investigación policial, en el procedimiento de instrucción y finalmente,
en la propia sentencia, que pego cerrojazo a la sanguinaria masacre de
ciudadanos inocentes acuñando un termino en mi opinión vergonzoso : “la verdad
judicial”. Como si fuera posible, y sobre todo admisible, juzgar los hechos criminales
renunciando a encontrar la verdad en sentido estricto y rebajando la actuación
de la Justicia
a los elementos que nos vienen según y como, más a mano, priorizando el sentido (peligrosísimo) de la
oportunidad en la aplicación de la
Ley , dando lugar a una de las mas temibles enfermedades de la
democracia, la inseguridad jurídica de los ciudadanos.
La sentencia de los atentados del 11 de marzo se acogió con un silencio reverencial, por no
ponerle otro adjetivo menos considerado. La supuesta verdad judicial entro en
el proceso de digestión nacional, y la rueda de molino paso por el gaznate de
los españoles sin el menor pestañeo.
A lo largo de estos útimos años hemos tenido sentencias
judiciales que a mi me han generado verdadero desasosiego como el caso atroz de pederastia que se conoció como
Nanysex, en el que las victimas de
brutales agresiones sexuales eran niños muy pequeños e incluso bebes. El
abusador y sus pervertidos colegas criminales, fueron juzgados y condenados por
delitos de abuso sexual y no por violación, al no considerarse insuficiente la
violencia infringida a los niños o como suficientemente probada. Los detalles
que se filtraron a la prensa de este caso en 2009 son terroríficos.
La desprotección de los menores frente los pederastas debería hacernos reflexionar
profundamente. Los niños no pueden denunciar a sus agresores, tienen voz pero
no saben hablar, sufren intensamente pero ni siquiera lo saben. La repercusión
social, también en este caso, fue ninguna. Ni hombres ni mujeres, ni jóvenes ni
viejos, salieron a la calle para pedir un cambio de calificación en el delito
por parte los jueces. Eran solo eran
niños y su tragedia no formo parte de los asuntos de interés mediático.
En el año 2013 el Tibunal de Derechos Humanos de
Estrasgurgo, derogo la llamada doctrina Parot, estimando el recurso de la
terrorista etarra Ines del Rio. Esta asesina participó entre otros crímenes atroces, en el atentado de la Republica Dominicana
en la que murieron doce jóvenes guardia civiles. La interpretación jurídica del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, enmendó la plana a la Audiencia Nacional.
España acepto y acato la reprimenda, sin rechistar ni decir esta boca es mía
pese a que no era vinculante para nuestro pais, como no lo son sus sentencias
para ningun otro pais de la UE.
La consecuencia inmediata fue la aplicación de la sentencia
de Tribunal de Estrasburgo. Junto con 60 criminales de ETA con docenas de
asesinatos a sus espaldas que fueron liberados sin cumplir sus condenas
salieron de las cárceles españolas depredadores sexuales, violadores condenados
por gravísimos delitos incluso condenados ademas por asesinato de mujeres.
Entre ellos fue liberado Ricart, condenado por los asesinatos de las niñas de
Alcasser.
Tampoco en esta ocasión voy a valorar la decisión de
acatamiento en este caso por el Gobierno de España. Si quiero recordar que nadie, salvo muy
escasos medios de comunicación, en el ámbito de la política, de las estructuras
mediáticas, ninguno de aquellos que ahora claman por la sentencia de la manada,
ninguno de ellos tuvo ni siquiera palabras de consuelo o empatíaa con los
centenares de victimas sometidas a la humillación y al inconmensurable
sufrimiento de ver a sus agresores en libertad sin cumplir las penas que les
fueron impuestas. El silencio mediático y social fue la respuesta a esta toma
de decisión de los jueces, en este caso europeos.
En marzo de este mismo año, conocimos la detención de diez
hombres jóvenes argelinos acusados de agredir sexualmente a tres menores que se
habían fugado de un centro de menores. Una de las niñas tiene 14 años y fue
sometida a secuestro y abusos sexuales de manera continuada durante más de 24 horas
según información de la policía. De esta banda organizada de delincuentes y
depredadores sexuales no sabemos prácticamente nada. La identidad de estos extranjeros
inmigrantes abusadores y violadores no ha sido del interés de los medios de
comunicación. Las adolescentes abusadas, vejadas y humilladas son chicas
asociales, marginales, pobres, habían
huido de un centro de menores. Eran carne de cañón, carne al peso, a
granel, carne de cuarto y mitad. Su libertad sexual su dignidad pareciera darse
por amortizada. Ni una palabra sobre sus
agresores ni una mención a las menores casi niñas victimas.
No sigo. Son incontables los casos de niños, adolescentes,
mujeres, e incluso hombres, que son victimas del poder, la perversión, la agresividad
y la violencia de otros seres humanos, pero solo algunos de ellos son del
interés de los medios de comunicación, de los partidos políticos, de las
asociaciones y organizaciones sociales. Solo algunas mujeres son importantes
para los grupos feministas. Otras mujeres, como las 60 mujeres asesinadas por
ETA, alguna de ellas con un bebe en su vientre, son ignoradas. Como la novia
del Guardia civil de Alsasua agredida y aterrorizada, mientras machaban a su
pareja en el suelo los gudaris guardianes de las esencias euskaldunas, que
tampoco parece tener suficiente calidad de mujer a ojos de esas otras mujeres
para las que es invisible, cuando no culpable de sentarse en un bar con su
novio en territorio comanche. Como Sandrita Palo, violada, quemada viva, y
atropellada, por cuatro jóvenes, el mayor de 18 años. La lucha de su madre por
la modificación de la ley del menor para proteger, precisamente a los menores,
se agotó en el tiempo, y hoy, duerme en el silencio del olvido. Sandra Palo,
adolescente con una ligera discapacidad intelectual fue arrancada de la vida de
una forma terrible. A las pruebas me remito para valorar la implicación de la
ciudadanía en su defensa, y en defensa de los niños y niñas que desde entonces
han sido victimas de abusos, ataques, violaciones y agresiones por parte de
otros menores capaces de la quinta esencia de la crueldad propia de adultos.
Las manadas recorren la noche, las disco, empapadas en alcohol
y disueltas en coca. Están ahí, buscando, husmeando en el aire la próxima
oportunidad de sexo guarro de medio pelo. Porno ensayado detrás de los rincones
meados por los perros. Borrachos de vanidad resultan patéticos arrastrando su
primitivismo genital por las calles hasta encontrar un hueco, cualquier agujero
en el que enterrar sus babeantes fauces. Manadas. Sin embargo, no se les juzga
aquí, y ahora, por ser lo que son, para que poner adjetivos a aquello que por
si solo se define. El tribunal no valora lo que son, sino lo que hacen, y lo
que han hecho se castiga con una determinada condena: a nueve años de cárcel,
en primera instancia, con la posibilidad de recurrir de todas las partes a una
instancia superior si se discrepa de la sentencia impuesta.
La manada no puede pagar por los delitos que no les son
propios, ni puede imputarse a estos hombres el machismo que tinta la historia
de tragedias que se derraman con nombre de mujer. La ira contra la injusticia que
se comete contra personas por ser mujeres no puede incrementar pena a la pena
impuesta. Se supone que la manada son ellos … o no?
Amparadas en reivindicaciones feministas, he visto en los
ultimo años, mujeres asaltando templos católicos, insultando a sus compañeros
de universidad cuando estaban en momentos de oración, que han sido aupadas de
la mano de la izquierda comunista a puestos de poder municipal, seguramente
como premio a su comportamiento “machorro” y chulesco contra los sentimientos y
creencias religiosas de sus compañeros y compañeras. He visto, mujeres que supuestamente defendían
derechos desnudándose y mostrando conductas agresivas, insultando y coaccionando
en la calle a los ciudadanos y ciudadanas con el ánimo de vejarlos o
amenazarlos si no compartían, por ejemplo, su opinión sobre el aborto de niños
no nacidos.
Desde el primer día en que los hombres de la manada han sido
juzgados y condenados por abuso sexual, son acosados, insultados, perseguidos
por cámaras de tv, medios de comunicación, que durante centenares de horas, miles de
minutos todos los días a todas las horas exhiben los cuerpos, los rostros de
los condenados. La manada pareciera rodeada de un venenoso e irracional avispero.
Las formaciones políticas a unísono se muestran
escandalizadas por la sentencia y, ahora, por la libertad provisional hasta el
inmediato juicio de recurso de los condenados. Con una cara dura propia del
personaje, el señor Iglesias que fantaseaba con azotar hasta que sangrase a una
conocida periodista, esta muy, muy, pero que muy enojado con lo que los jueces
han venido opinando hasta la fecha en este asunto. Se le une en esta critica a
la judicatura, “El Gordo” así llamado en el argot de la ETA , al rebautizado por el ex
presidente socialista Rodriguez Z, como el hombre de paz, Otegui. Hace falta un
estomago de hierro fundido para no vomitar … Este personaje siniestro colaborador
una autentica manada de centenares de criminales, babeante de sangre de hombres, de mujeres y
niños durante décadas tiene la osada desvenguenza de opinar de una sentencia y
un procedimiento judicial impecablemente legítimos y legales. El Gordo, acostumbrado a dirimir las discrepancias
con sus semejantes golpeando con el terror, en connivencia con verdaderas
fieras asesinas, tocadas con chapela.
En este tiempo miles de personas se han lanzado a la calle.
Mujeres en su mayoría protestan airadamente por una sentencia que consideran injusta.
Es perfectamente comprensible y forma parte de las reglas de juego democrático
en libertad, manifestar nuestras diferencias de parecer con el ejercicio del
poder o con una sentencia judicial. A
mi, no me preocupan las protestas, al contrario, me parece que pueden ser la
muestra del empuje social de una ciudadanía
sana en una democracia viva. Sin embargo no es eso lo que yo veo.
Los jueces que han dictado sentencia han sido objeto de
amenazas por las masas, se han publicado sus nombres y sus imágenes. Son
insultados y vilipendiados todos los días, y se ha tenido que recurrir a la
protección de escoltas para garantizar su seguridad.
En la calle se profieren por la muchedumbre gritos de
linchamiento, que recuerdan la persecución de los reos de la inquisición con el
sanbenito a la espalda camino de la hoguera.
Los condenados están siendo objeto de amedrentamiento en sus
casas, en la calle. Sus familias son perseguidas por los medios de
comunicación, sus amigos, sus vecinos son acribillados a preguntas en cualquier
lugar de sus barrios; son personas humildes,
que ven invadida su intimidad de manera inmisericorde.
Me preocupa que nuestra sociedad tan indiferente, tan cruelmente impasible con
delitos terribles, infinidad de ellos mas terribles que los que ahora se
enjuician, tenga tan diferente vara de medir. Porque si, los abusos sexuales
sobre una mujer es un crimen horrendo,
pero incluso en el mundo de los horrores hay una gradación, y en este recorrido
de la violencia y la crueldad humana, nos encontramos con agresiones contra los
niños indefensos, pederastas abusadores
de menores, incluso bebes; asesinato de mujeres a manos de sus parejas,
violaciones de hombres homosexuales o mujeres violadas antes de ser masacradas,
esclavismo y violación en la prostitución, asesinos terroristas que dejan en la
calle cuerpos destrozados, miembros amputados, niños huérfanos para siempre,
dolor, sufrimiento y mas dolor…
El abanico de monstruosidades es amplio, diverso y
espeluznante. Pero nuestra sociedad pareciera ajena a su existencia siempre que
estas conductas bestiales no se conviertan en noticia, en carne cruda que
triturar por políticos y medios de comunicación.
Me preocupan las manadas de personas que humillan y
violentan los cuerpos y las almas de mujeres, de hombres, y sobre todo los
niños. Me preocupan los enjambres de multitudes acríticas, irreflexivas, agresivas
e inclementes, guiadas por el impulso iracundo del linchamiento. Me preocupan las
piaras de la política y la comunicación, actores de la manipulación cuyas
acciones, omisiones y opiniones tienen por objeto el control y la ingeniería
social. Me preocupan sobremanera los rebaños, degradación de una ciudadanía vareada,
arreada, y alimentada con píldoras ideológicas a golpe de twiter. Me preocupa el
ciudadano devenido en populacho sin pulso reflexivo y libre, destinado la
docilidad lanar en la vacuidad del grito sin mensaje, del mensaje sin contenido
capaz de ser el motor de una auténtica transformación social y democrática.
Me preocupa la cólera dirigida y amaestrada, revoloteando como una mariposa ciega para morir finalmente abrasada.
Me preocupa la cólera dirigida y amaestrada, revoloteando como una mariposa ciega para morir finalmente abrasada.