jueves, 18 de febrero de 2010

TOCA LIDIA EN EL CONGRESO.

¡Gran expectación¡ A estas horas, los dos primeros espadas de la cosa política en nuestro país han bajado al ruedo y se está batiendo el cobre para plantear soluciones a la crisis económica que padecemos. El acontecimiento es acogido con enorme interés por los medios de comunicación que ya están dispuestos a hacer concienzudos análisis, criticas, elogios, valoraciones etc, de las intervenciones de Rodríguez y de Rajoy y de sus respectivas recetas para librarnos de la penuria económica nacional.

A mi, personalmente, me importa una “chufa” lo que digan, propongan, argumenten, y sobre todo, prometan el uno y el otro. Tengo el convencimiento moral de que detrás de sus actuaciones solo hallaremos la avidez miserable de captación de votos, de mi-nuestros votos, indispensables para ambos. En un caso para mantenerse en el machito del poder y en el otro, para asentar sus posaderas en el sillón si consigue desalojar al que hoy le ocupa. Además, de la observación de lo que sucede a mi alrededor he deducido hace ya tiempo, que la situación económica catastrófica en la que nos encontramos, no es el peor de los males que nos aqueja como nación, y tampoco es, desde luego, lo que suscita mi mayor interés o preocupación. Y no porque no me vea afectada directísimamente. Mi empobrecimiento económico es paulatino y constante desde hace años en términos relativos, en los cuales el Estado no hace otra cosa que considerarme una contribuyente “neta”, forzando mi “solidaridad” por la vía ineludible e inexorable de los impuestos. No.

Ciertamente, las cifras macroeconómicas ponen los pelos como escarpias. Es evidente que desde fuera de nuestras fronteras, y en lo que al tema económico se refiere (a lo peor también en otros aspectos) tenemos credibilidad nula, vamos, cero zapatero. Andan por ahí, allende nuestras fronteras, los ministros socialistas buscando despachos y voceros de la prensa extranjera a los que convencer, (no se a cambio de que, me temo como siempre lo peor), de que no somos un “bluf” de país; dentro de casa, hasta Su Majestad también ha abierto la boca para pedir grandes dosis de “buenísmo” a los dos partidos mayoritarios, para que “juntos” encuentren soluciones a esta crisis que parece venida como aguacero de una densa y negra nube. Debe estar preocupado el Monarca por futuro bienestar de... los españoles. Supongo.

Pero no es fácil encontrar acuerdos, porque desde que comenzó esto de la crisis, la izquierda, incluidos sindicatos, después de aburrirnos a todos negando lo que era obvio, se ha remangado y dispuesta a contarnos quienes son los responsables de carne y hueso del mal rollo financiero le ha colgado el muerto tranquilamente y sin despeinarse a los gobiernos de Aznar (vaya chollo eso tener a mano el muñeco Aznar; lo mismo les sirve para un roto que para un descosido. Siempre tiene la culpa de algo, mejor dicho, de algo no, de todo). Pero si se les gasta el recurso Aznar, sigue teniendo la izquierda española muñequitos varios a los que recurrir, como ya nos tiene acostumbrados, para el pim-pam-pum, ¡Que a quien recurre’ Eso. Eso es. Al sempiterno y socorrido General Franco. ¡Naturalmente, faltaría más¡ No es chupi ni nada, tener un dictador del que echar mano para sacudirse responsabilidades; eso si, este monigote les queda un poco mas lejos en el tiempo, y habrá algunos, los mas jóvenes que tuerzan el gesto y no sepan muy bien de que va la historieta del abuelo Cebolleta, que va para 40 años que ésta enterrado don Francisco y como espantajo comienza a estar un pelín pestilente. Aún así no puede negarse que sigue dando su juego. Que se lo digan a Garzón, pero bueno, esto es otro asunto que merece una más detenida atención, que para eso es un super-mega-hiper Juez, perdón con minúsculas, “juez” .No da para más, incluso, quizá de para menos. Pero a lo que íbamos, que poniendo el huevo de la responsabilidad en la cesta de otros, podemos llegar hasta Fernando VII, o hasta los pobladores de Apuerca, que en paz descansen todos ellos. Por otro lado, bien mirado, los acuerdos no tengo muy claro si serán posibles en este momento, o si por el contrario, siguen en plena vigencia aquellos eficacísimos Pactos del Tinel, o el famoso y también determinante “cordón sanitario” (que acierto en la elección definitoria del pacto, cordón sanitario, el mismo lenguaje que usaron los nazis con los judíos) firmado entre la Izquierda y los Partidos Nacionalistas para aislar a la Derecha y dejarla fuera de la arena política. No se, a lo mejor Su Majestad, que tantas dotes tiene de expresión y que tan bien se entiende hablando con determinada gente, nos lo puede explicar, porque son precisamente esos con los que el monarca se entiende estupendamente los que firmaron en la pasada Legislatura el aislamiento político del Partido Popular representante “solo” de diez millones de españoles.

Esto por lo concierne a sus señorías y a las más altas Instituciones. Entre tanto, la sociedad civil, no deja de clamar horrorizada por lo que teme que se le venga encima. Los medios así lo reflejan y las noticias cada día nos traen datos macro/micro económicos más desoladores que el día anterior; y es que vamos de derechitos de cabeza a por la cifra espantosa de cinco millones de parados en España, con unas datos de paro juvenil verdaderamente de escándalo.

Bueno, pues pese a todo, a mi todo esto de la “crisis”, me importa, para decirlo de manera que no resulte malsonante, solo, relativamente. Y, tengo mis razones.

En las ultimas tres décadas, en las que por edad he tenido la posibilidad de ser razonablemente consciente de lo que acaecía en España, han sucedido en mi vida personal cosas importantes, alguna de ellas decisivas. Para superar las dificultades, he debido buscar en los lugares más recónditos de mi voluntad y mi esperanza para encontrar y sacar a la luz lo mejor de mi misma y en este ejercicio, a menudo doloroso y siempre agotador, he contado con lo mejor de aquellas personas de las que recibo el amor que alimenta mi vida. Yo, como mis abuelos y mis padres, nada le debo al Estado. Cada una de las incontables horas de estudio; cada uno de los días, de las ya, decenas de años de trabajo (me quité los calcetines para ir a trabajar); cada peldaño que he subido y también que he bajado en la espiral ascendente del transcurrir de los años son la materia de la que se nutre mi experiencia, mi percepción de la realidad, mi análisis de lo cotidiano y de este modo, la curiosidad, la solidaridad, el afán de dar por bueno solo aquello que doy por cierto, me ha llevado a conclusiones, empatías, y posiciones políticas y sociales, al parecer destinadas a encontrarse en minoría. Me explico, con algunos detalles.

Mi cercanía y apoyo incondicional a las víctimas de los asesinatos cometidos por ETA, mi posición radical en reconocer al Estado de Derecho como única y exclusiva vía de persecución de los delitos, especialmente el de terrorismo sin aceptar atajos GAL, mi exigencia de una Justicia independiente del poder político, mi reivindicación de la libertad y exclusividad del derecho de los padres en la formación moral de sus hijos, la defensa de la igualdad entre hombres y mujeres, en términos reales, despreciando la ideología de genero, y la discriminación positiva, el respeto a la fe religiosa de todos y también a su agnosticismo o ateismo, siempre y cuando no atenten contra los derechos humanos; mi desprecio creciente y mi temor presente ante cualquier ideología y forma de gobierno totalitario, comunista, socialista, indigenista, populista o fascista. Mis dudas fundadísimas, sobre lo que yo percibo como ruedas de molino tragadas y digeridas por mis conciudadanos respecto de los asesinatos cometidos el 11 de marzo o sobre el cambio climático, dos ejemplos singulares aunque bien distintos y de diferente gravedad, de lo que a mi modo de ver se acepta sin discusión, con una mansedumbre que da miedo. Son algunas de las cosas que me han ido colocando justo en el lugar en el que quiero estar, donde debo estar.

En este contexto, constato que los ciudadanos de mi país van, como decía mi abuela, “a lo suyo”. Es comprensible, o quizá no tanto, respecto de ciertas cosas que tienen que ver con la vida o con la muerte, con la libertad o la sumisión ante el poder, y para comprender esto no hace falta ninguna formación académica de relevancia, basta con ser gente corriente y gente de bien. Recuerdo cuando algunos salimos a la calle para exigir del gobierno socialista memoria, dignidad y justicia para las victimas del terrorismo, en momentos en los que se estaba literalmente pisoteando a los más indefensos, otros, los mas, veían con indiferencia o con aquiescencia las negociaciones y trapicheos del gobierno con las alimañas asesinas y se hacían fotos con ellos. Mientras que algunos nos escandalizamos de que el juez que tiene que impartir Justicia, se vaya de caza (pero que pijos y que horteras son) con el ministro y con el poli encargado de la investigación y la detención del justiciable, otros, se regocijan de que al opositor le den caña y dicen que este juez es un héroe. Mientras algunos vemos con espanto como la desigualdad ciudadana termina por institucionalizarse con el Ministerio de Igualdad precisamente, (la última medida del ministerio de marras ha sido destinar decenas de miles de euros al mapa del placer del clítoris) y comenzamos a pensar que las fijaciones feministoides de la Sra. Aido deben ser síntoma de alguna enfermedad de diván, otros dicen, que bueno, que los tiempos cambian y que esto es lo que hay; y cuando algunos, caemos en la cuenta de que la frase del monarca destinada a Chávez bien podría aplicársela así mismo, y que con todo respeto, el monarca nos parece mas parte del problema que de cualquier solución, en este contexto, francamente, el problema económico no me parece la urgencia mas prioritaria, más bien, al contrario.

Lo de yo a lo mío, y otra de gambas, tan español, está muy bien y puede resultar sociologicamente interesante, pero una ciudadanía que solo levanta su voz y poquito, cuando ve que a lo peor no puede pagar la factura del móvil, o salir de vacaciones alguna playa exótica de un país del Tercer Mundo, o pagarse las copas a precio de oro el finde, o hacer frente al pago de una hipoteca sustentada en la codicia y deseo de dar el pelotazo, (porque ya se sabe, que hay que ser propietario a cualquier precio, y si alquilas tu morada eres un pringao, como eres un pringao si no cambias de coche cada cinco años, o de ordenata cada tres o de móvil cada seis meses) es una ciudadanía poco merecedora de tal nombre, y tiene un futuro mas bien gris o lo que es peor tirando color de hormiga. Porque nuestros sensibles ciudadanos que sueltan lágrimas de sentida condolencia por las victimas de todo tipo de desastres producidos por volcanes, terremotos, maremotos, desprendimientos, huracanes y demás fenómenos de la Madre Naturaleza, resulta que con las víctimas del terrorismo, de la agresión del violadores campantes por nuestras calles por obra y gracia de nuestras leyes, nuestros políticos y nuestros jueces, por esas victimas no parecen tener mucho interés en alzar su voz ni ejemplarizar su solidaridad. Ese mismo “pueblo” como les gusta a muchos denominar a la ciudadanía, que montó la que todos sabemos cuando la guerra de Irak que puso fin a la dictadura aterradora de Sadam Hussein, resulta que recibe con absoluta indiferencia los cadáveres de los jóvenes muertos en la guerra de Afganistán, a la que les manda el gobierno socialista "a pelo" sin las debidas dotaciones de protección y cuyas familias no podrán ni siquiera contar con el triste honor de decir que sus hijos murieron en una guerra por su país, porque según el gobierno que les mandó, no han ido a una guerra sino en una misión de paz, (hay que ser desalmado y tener poca vergüenza). Esta ciudadanía, que ante las violaciones constantes del derecho a hablar Español ¡en España¡ como las que perpetra impunemente el Gobierno de la Generalidad Valenciana, la última en la persona de Natalia, de una niña de 10 años, acosada y marginada por sus maestros por contestar en sus exámenes en español, o el tendero que le cae un multazo en Cataluña por anunciar las salchichas en su tienda llamándolas salchichas y no saltsitxes, esta ciudadanía que no dice ni pío al respecto, lanza lamentos por doquier, porque se barrunta que la cosa se le está poniéndo verdaderamente cruda, sabe fatal, y huele peor, y que va a tener que apretarse el cinturón de lo lindo, mientras ve como se le adelgazan los bolsillos. Va pareciendo que lo del "pincho de tortilla y caña" se va a quedar en agüita del grifo, y la tortilla, en casa… si acaso.
Las cosas para mi son bastante claras. Mi manera de entender la cuestión es simple: siempre es mucho peor perder la vida que perder el trabajo. Siempre es mucho mas grave, perder la libertad que la tarjeta de crédito. De manera que mi atención y mi preocupación van por otros derroteros. Algunos o muchos, no se, a lo mejor esperan algo de la lidia de hoy en el Congreso. Yo francamente, no espero nada, bueno si, espero lo de siempre: más de lo mismo. De lo mismo que a mi cada día me interesa menos y me aburre más.
La lección de la Historia está servida. Ni una persona ni una nación pueden hacer todo aquello que puede, solo porque pueda. El centro moral de la actuación humana no esta, en mi opinión, en lo que se puede sino en lo que debe hacerse. La suerte está echada, y la lección ha comenzado a aplicarse. No tengo nada claro que España sea capaz, tampoco esta vez, de aprenderla.
Yo, como ellos, como los otros, también a lo mío. Aunque lo mío no tenga prácticamente nada que ver con lo suyo.

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