Desde hace tiempo, largo tiempo ya, los medios de comunicación vienen recogiendo informaciones terribles sobre delitos de pederastia perpetrados por sacerdotes de la Iglesia Católica, acaecidos desde los años 70 y durante décadas, en Estados Unidos y en Irlanda entre otros países. La pederastia, es un crimen abominable y cuando es un sacerdote quien lo comete adquiere una gravedad excepcional. La cuestión es que estamos ante un delito, perfectamente tipificado por las legislaciones de los países en los que se ha cometido; podemos reconocer a la victima y al delincuente. Se hace pues indispensable el ejercicio de la justicia, mediante el resarcimiento de las victimas y la condena y el castigo riguroso del delincuente y de sus encubridores con la mayor eficacia y sin ningún tipo de exculpación. La condición de sacerdotes católicos no debería servir para otra cosa que no fuera el agravamiento de la responsabilidad y del castigo, ya que los que ejercieron su violencia sobre los menores tenían encomendada su tutela, de un modo u otro, para su cuidado y protección lo que hacía a los menores especialmente vulnerables. Que encontremos frailes, sacerdotes u obispos, implicados o responsables directos, de estos abominables actos, a los ojos de la justicia debe ser necesariamente indiferente. Hablamos de delitos; de victimas y de delincuentes, esto es todo.
La Iglesia Católica, en su vertiente institucional, tiene la obligación hacer frente a esta dolorosa y vergonzante realidad. El papa Benedicto XVI ha sido claro y contundente al respecto como podemos constatar en sus numerosas alusiones al respecto y con especial claridad en la carta dirigida a la Iglesia Irlandesa y a sus fieles: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/letters/2010/documents/hf_ben-xvi_let_20100319_church-ireland_sp.html
Maruja Torres decía hace unos días en un artículo publicado en un medio de comunicación escrita que le tiene “ganas al Papa” aludiendo a los casos de pederastia relacionados con sacerdotes católicos. He leído alguna de sus “perlas” al respecto, y como no podía esperarse de otro modo viniendo de esta señora, constituyen un claro exponente de manipulación y de mala fe, además de la utilización de la mentira como instrumento de agresión por parte de un determinado sector social movido por el odio profundo hacía todo lo tenga que ver con la fe cristiana en general y con la Iglesia católica en particular. Fuera de esto, el veneno y la basura moral e intelectual que destila la pluma de esta señora me impiden dedicarla una letra de espacio más en esta que es mi casa, que procuro mantener limpia y aseada.
Servir a la justicia es servir a la verdad y verdad es también la posición meridianamente clara del Papa Benedicto XVI; todas sus manifestaciones van en esta sentido y no en otro, sin dar lugar a equívocos o a excusas. El Cristianismo tiene 2000 años de existencia; millones de seres humanos en el Mundo practican la fe de Cristo, y centenares de miles cristianos viven y mueren dejando testimonio de su fe en este mundo. Los religiosos y religiosas cristianos en general y católicos en particular, han dado muestras a los largo de los siglos de la bondad del mensaje de Jesús y de su propia bondad y generosidad sin límites, y lo siguen haciendo todos los días. En el rincón del Planeta más abandonado, junto al pobre más pobre, al lado del enfermo mas triste, donde ninguna institución humana tiene interés en llegar, allí, podremos encontrar con toda seguridad un cura o una monja que anónimamente y en silencio, movidos por el amor a su hermano desvalido y por el amor de Dios, son el único apoyo y el único consuelo de aquellos a los que nadie quiere.
Mienten y engañan los que pretenden extrapolar la conducta execrable de una infinitésima parte de sacerdotes al “todo” espiritual que la Iglesia católica constituye.
Mienten.
Se vierten muchas opiniones en relación con la pederastia y los casos de sacerdotes católicos, como que el celibato esta en el origen del delito, de los abusos sexuales a menores, lo que es tanto como decir que el ejercicio de la libertad individual en la renuncia de la práctica sexual convierte a estos hombres en potenciales delincuentes, pervertidos, agresores y violadores a los niños. En mi opinión esta ida no tiene fundamento alguno, de hecho, durante siglos hombres y mujeres, religiosos o no, han vivido en la libre abstinencia sexual una realidad vital plena de sentido sin sufrir ningún desorden de tipo psicológico, mora o social. En mi opinión, la pederastia practicada por sacerdotes debe ser enmarcada en el aspecto más amplio que constituye el abuso sexual que sufren los niños en nuestro mundo por parte de los adultos. Este es un tema complejo y que a menudo es tratado con demasiados disimulos, sobre todo cuando la realidad de los hechos nos sitúa en posiciones “políticamente incorrectas”.
The Economist, en un estudio publicado en abril 2002, cita un trabajo de investigación de Charol Shakeshaft según el cual el 60% de los abusos se realiza en el entorno familiar, el 30% de los abusadores son personas conocidas, maestros, amigos de familia, sacerdotes entre éstos; solo el 10% son extraños. El 15% de alumnos de la generalidad de los colegios de “América” sufre abusos del 5% de los profesores.
¿Se nos ocurría afirmar que la familia, ámbito en el que se producen la mayor parte de las agresiones sexuales a menores es una institución deleznable o bajo sospecha? ¿quizás podríamos pensar que la escuela a la que enviamos confiados a nuestros niños es un lugar de perversión, de intimidación y de sufrimiento para ellos?. La aplicación de la lógica, el sentido común y la búsqueda de soluciones honestas y veraces nos llevan a abordar el problema de los delitos de pederastia entre los sacerdotes católicos con igual ecuanimidad.
Pero como en esta mi otra casa, la irreverencia hacia lo políticamente correcto es el lugar natural de mi acomodo, a quien lea estas letras aconsejo “cliquear” en el enlace siguiente http://www.hispanidad.com/noticia.aspx?ID=7141
en el que se aborda los vínculos existentes entre la conducta homosexual junto con otros aspectos de lo que en la modernidad se considera sexualmente correcto, adecuado y fuera de toda discusión moral y las prácticas pederastas, es decir, de las conductas de agresión sexual a los niños.
Otros aspectos de carácter socioreligioso, o culturales, por ejemplo, son motivo de que millones de niñas en el mundo sean entregadas en matrimonio a hombres adultos e incluso ancianos; sean vendidas y compradas, confinadas y abusadas, maltratadas sexualmente en el seno de su propia familia.
En otro orden de cosas, y por seguir contemplando el abuso sexual a los menores desde una perspectiva amplia, encontramos realidades como el trafico de niños y niñas para el comercio sexual que constituye en la actualidad una autentica tragedia humana a través del turismo sexual practicado mayoritariamente por varones occidentales, procedentes de países desarrollados y a los que el calificativo de delincuentes no les alcanzará jamás, protegidos como estan por el anonimato, el status que les confiere ser miembros del primer mundo, o simplemente, por la permisividad y cierta complacencia que lleva a considerar objetos sexuales a los jóvenes cada vez de menor edad.
Los datos que aporta UNICEF Son escalofriantes. La red de prostitución infantil en el mundo cuenta con un 10 millones de niños y el motor principal de la prostitución infantil es el turismo sexual. Sus practicantes son también los mayores consumidores de pornografía infantil y proceden fundamentalmente de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Australia y Japón.
Asia es el continente más afectado por la prostitución infantil. Unas 600 mil criaturas son explotadas en Filipinas, 300 mil en la India, 250 mil en China y 30 mil en Sri Lanka y Nepal. El Comité de Derechos del Niño denunció que entre 100.000 y 150.000 niñas y mujeres de Nepal fueron enviadas en 1995 a India para ser explotadas sexualmente. Cada año 3.000 niñas hindúes son obligadas a prostituirse por primera vez. En Tailandia la situación afecta a 80.000 menores, de las cuales 60.000 no alcanzan los 13 años. En Indonesia el 20% de las mujeres explotadas sexualmente son menores de edad. ...Alemania es el país con mayor número de turistas sexuales y de mayor demanda de material pornográfico. Le siguen Estados Unidos, Australia, Francia y Nueva Zelanda. Más del 60% de las jóvenes y adolescentes prostituidas de Berlín provienen de los países del Este y, muchas veces, se contentan con una cama limpia, un poco de comida y una ducha caliente.
Las cifras son abrumadoras y dolorosas. La agresión y la explotación sexual de los niños es una realidad que salpica nuestro entorno de manera directa o indirecta. Esta es la realidad que debería dar lugar a una profunda reflexión. En este contexto y no en otro, entiendo deben ser abordados los delitos de agresiones sexuales a los menores cometidos por los sacerdotes católicos y sus encubridores.
La persecución de los delitos de pederastia debe llegar a todos los rincones y alcanzar a todos sus responsables, no importa en que esfera social se encuentre el delincuente, en que ámbito de poder, o como en el caso que nos ocupa, en que confesión religiosa, en país suceda o en qué ámbito social. Los delitos de pederastia, de agresiones y abusos sexuales a los niños, de esclavismo sexual de los menores, no deberían prescribir, ni ocultarse bajo la protección de tal o cual peculiaridad cultural o religiosa, bajo ningún pretexto o circunstancia. Pero no es tarea fácil, más bien todo lo contrario porque exige adentrarnos en un mundo de sordidez extrema, en el que, como sucede en la mayoría de las ocasiones, el disimulo y la ocultación es la constante y donde todo tipo de intereses económicos, debilidades y perversiones humanas se dan la mano. Sin embargo, para alzar la voz es necesario hacerlo exigiendo tolerancia cero con los agresores, encubridores y colaboradores por acción y por omisión, de toda índole y todo pelaje.
Desgraciadamente la actualidad nos da la oportunidad (una vez mas) hoy mismo de comenzar a poner el cascabel al gato, en nuestro país. Aquí mismo, a nuestro lado.
Esta es la noticia:
“Cuatro años de cárcel por violar a la hija de su pareja desde los 8 a los 11 años” La Audiencia de Sevilla ha condenado a cuatro años y tres meses de cárcel a un hombre por violar a la hija de su compañera sentimental desde los ocho a los once años, con periodicidad casi diaria. Cuando la madre descubrió los hechos los denunció.
Ahora, mucho me temo que podemos esperar sentados, tumbados, o bailando una jota aragonesa, a que los medios de comunicación, la señora reseñada en los primeros párrafos que le tenía ganas a Benedicto XVI, el Defensor del Menor, la Ministra de Igualdad, las asociaciones feministas de toda índole, etc. monten en cólera, se rasguen las vestiduras, dediquen primeras páginas y abran telediarios pidiendo “la cabeza” del violador, del Juez (por cierto, espero que podamos conocer su nombre) que ha perpetrado semejante sentencia; del Ministro de Justicia por elevación, Caamaño, que mantiene de rositas al al juez en su juzgado.
Espero, al menos, que el Ministro de Justicia critique de forma contundente la sentencia, que el Ministerio Fiscal (que pagamos todos) se persone en esta causa recurriendo la sentencia, que me pidan perdón humildemente por usar el dinero de mis impuestos que sale de mi bolsillo para reírse de una niña violada con ocho años cuyo sufrimiento jamás podremos resarcir, traicionando su confianza y la mía en la justicia, una vez mas, porque esta sentencia no es otra cosa que un insulto y una cruel mofa a su sufrimiento y al de su madre, y después, si todas estas instancias hacen todo eso, habrán hecho muchísimo menos de lo que Benedicto XVI y la Iglesia Católica está haciendo reconociendo la terrible tragedia que algunos de sus sacerdotes generaron en la vida de niños inocentes, pidiendo humildemente perdón a las victimas y a toda la sociedad por ello, mostrando su publico arrepentimiento por sus errores, por sus faltas por acción o por omisión, por sus pecados contra Dios y contra los hombres, intentando encontrar la verdad de lo sucedido, identificando a los culpables y resarciendo a las victimas en la medida de lo posible después de décadas desde que se produjeran estos terribles actos en el caso muchas víctimas, y recordando y reivindicando como el Papa lo ha hecho, las palabras de Jesús de Nazaret como la única posición posible de adoptar ante hechos tan absolutamente deleznables:
“Al que escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le hundieran en el fondo del mar" (Mt 18, 6)
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